El humo que dejan los meteoros provoca extrañas nubes
7 de agosto de 2012: Cualquiera que alguna vez haya visto
una nube noctilucente (Noctilucent Cloud o "NLC", por su sigla en idioma inglés)
estaría de acuerdo: parecen extraterrestres. Las ondas de color azul eléctrico y
los pálidos mechones de NLCs que cruzan el cielo nocturno se parecen a algo de
otro mundo.
Los investigadores dicen que esa no es una idea tan remota. Un componente
clave para las misteriosas nubes proviene del espacio exterior.
"En las nubes noctilucentes, hemos detectado partículas de 'humo de meteoros'
(el humo que dejan los meteoros al desintegrarse en la atmósfera)", informa
James Russell, de la Universidad Hampton. Russell es el investigador principal
de la misión AIM (Aeronomy of Ice in the Mesosphere, en idioma inglés, o
Aeronomía del Hielo en la Mesósfera, en idioma español), de la NASA, que estudia
el fenómeno. "Este descubrimiento avala la teoría que establece que el polvo de
los meteoros es el agente que sirve de núcleo y es aquel alrededor del cual se
forman las NLC".
Las nubes noctilucentes son un misterio que data de fines del siglo XIX. Los
observadores del cielo, en el Norte, las detectaron por primera vez en 1885,
casi dos años después de la erupción del volcán Krakatoa. La ceniza del volcán
de Indonesia provocó puestas de Sol tan espléndidas que la observación del cielo
nocturno se convirtió en un pasatiempo en todo el mundo. Un observador en
particular, un alemán de nombre T. W. Backhouse, a quien con frecuencia se le
adjudica el descubrimiento de las NLC, notó algo raro. Él se quedó afuera de su
casa durante más tiempo que la mayoría de las personas, lo suficiente como para
que el crepúsculo se oscureciera por completo y, algunas noches, vio tenues
filamentos que emanaban un color azul eléctrico, con el negro del cielo de
fondo. Los científicos de esa época pensaron que era algún tipo de manifestación
del polvo volcánico.
Finalmente, la ceniza del volcán Krakatoa se disipó y las puestas de Sol
perdieron intensidad, pero extrañamente las nubes noctilucentes no
desaparecieron. Todavía están presentes en la actualidad, con más intensidad que
nunca. Los investigadores no están seguros de qué papel desempeñó la ceniza del
Krakatoa en esas primeras observaciones. Pero hay una cosa que es clara: el
polvo detrás de las nubes que vemos ahora es polvo espacial.
Mark Hervig, de la compañía GATS, Inc., dirigió el equipo que halló la
conexión extraterrestre.
"Utilizando a SOFIE (Solar Occultation for Ice Experiment, en idioma inglés u
Ocultamiento Solar para Experimentos con Hielo, en idioma español), de la misión
AIM, descubrimos que aproximadamente el 3% de cada cristal de hielo en una nube
noctilucente es meteorítico", dice Hervig.
El sistema solar interno está plagado de meteoroides de todas las formas y
tamaños (desde trozos de roca del tamaño de un asteroide hasta motas de polvo
microscópico). Todos los días, la Tierra recoge toneladas del material,
principalmente del de menor tamaño. Cuando los meteoroides golpean nuestra
atmósfera y se queman, dejan detrás una bruma compuesta de pequeñas partículas
suspendidas, a una altura de 70 a 100 kilómetros sobre la superficie de la
Tierra. No es coincidencia alguna que las NLC se formen a 83 kilómetros de
altura, directamente dentro de la zona de humo de los meteoros.
Las motas de polvo de meteoros actúan como puntos de convergencia, donde las
moléculas de agua se pueden ensamblar hasta convertirse en cristales de hielo.
El proceso se denomina "nucleación".
La nucleación tiene lugar todo el tiempo en la parte más baja de la
atmósfera. En las nubes comunes, las motas de polvo que se encuentran en el aire
e incluso los microbios vivientes pueden servir como sitios de nucleación.
Pequeños cristales de hielo, gotas de agua y copos de nieve se acumulan
alrededor de estas partículas y caen hacia la Tierra, siempre y cuando se tornen
lo suficientemente pesados como para poder hacerlo.
Los agentes nucleantes son especialmente importantes en el reino etéreo de
las NLC. Las nubes se forman en el límite del espacio donde la presión del aire
es apenas más elevada que en el vacío. Las posibilidades de que dos moléculas de
agua se encuentren son escasas, y de que se unan son más remotas todavía.
El humo de los meteoros ayuda a superar todos los pronósticos. Según los
datos proporcionados por la misión AIM, los cristales de hielo pueden acumularse
alrededor del polvo de los meteoros hasta alcanzar tamaños que van desde los 20
hasta los 70 nanómetros. A modo de comparación, las nubes cirro, en la parte
inferior de la atmósfera, donde el agua es abundante, contienen cristales que
son de 10 a 100 veces más grandes.
El pequeño tamaño de los cristales de hielo explica el color azul de las
nubes. Las pequeñas partículas tienden a dispersar longitudes de onda corta de
luz (azul) de manera más fuerte que las longitudes de onda larga (rojo). En
consecuencia, cuando un rayo de luz de Sol golpea una NLC, el color azul es el
que se dispersa hacia la Tierra.
El humo de los meteoros explica mucho sobre las NLC pero todavía falta
develar un misterio clave: ¿Por qué las nubes se están tornando más brillantes y
se están dispersando?
En el siglo XIX, las NLC estaban confinadas a los sitios en latitudes altas,
como Canadá y Escandinavia. Sin embargo, más recientemente, han sido observadas
en lugares ubicados tan al Sur como Colorado, Utah y Nebraska. Según Russell, la
razón es el cambio climático. Uno de los gases de invernadero que se ha tornado
más abundante en la atmósfera de la Tierra desde el siglo XIX es el metano.
Proviene de basureros, de sistemas de gas natural y petróleo, de las actividades
agrícolas y de las minas de carbón.
Resulta que el metano estimula a las NLC.
Russell explica: "Cuando el metano se encamina hacia la parte superior de la
atmósfera es oxidado por una compleja serie de reacciones y forma vapor de agua.
Este vapor de agua adicional queda disponible luego para formar cristales de
hielo para las NLC".
Si esta idea es correcta, las nubes noctilucentes son una especie de "canario
en una mina de carbón" para uno de los gases de invernadero más importantes.
Y eso, dice Russell, es una razón fundamental para estudiarlas. "Las nubes
noctilucentes podrían parecer de otro planeta pero nos están diciendo algo muy
importante sobre nuestro propio planeta".
Más información
Consejos para la observación de
NLCs: Mire hacia el Oeste de 30 a 60 minutos
después
de la puesta del Sol cuando éste se haya escondido de 6
o a
16
o por debajo del horizonte. Si usted observa mechones luminosos de
color azul y blanco que se esparcen en el cielo, probablemente haya detectado
una
nube
noctilucente. A pesar de que las nubes noctilucentes aparecen con más
frecuencia en latitudes árticas, han sido
vistas en los últimos años en sitios
ubicados tan al Sur como: Colorado, Utah y Nebraska. Las NLC están vinculadas
con las estaciones, aparecen con más frecuencia a finales de la primavera y en
el verano. En el hemisferio norte, la mejor época para observar sería entre
mediados de mayo y finales de agosto.