martes, junio 10, 2014

Suburbios del alba.

Detrás del espejo.


Quimera tan distante.

Habitas en mis sueños
corres desnuda por los pasillos de mi alma
hasta las imaginarias habitaciones del alba
en donde te quedas para siempre en mi voz
mi voz que construye para ti un mundo de fantasía
quimera distante
flor de los Andes
ángel de tentación
mujer que traspasa el tiempo y la distancia
y se pierde entre las luces y la fantasía de la ciudad
busca entre los túneles de la noche un poco de amor



Árbol de sombras.


Hace tiempo te esperaba
llegaste dormida en la luz de un relámpago
arropada en los sueños
vestida de silencio
descalza sobre la transparencia de mi voz
dejando tus huellas entre mis ojos
que te tocan
que te desnudan
que te acarician el pubis
que trepan hasta la cúspide imaginaria del placer
que se ahondan hasta el orgasmo en tu sexo
mis ojos que tejen en tu piel un vestido de música y flores
donde el alba es una luz que se desgrana en los latidos de la pasión
 tu piel que deja entre mis manos el dulce sonido de tu aroma
que en la ausencia se deshoja en la tentación de lo prohibido
tu cuerpo desnudo lo dibujo en el nocturno lienzo del insomnio
y pongo dos alas en tu espalda
cierro los ojos
y estás a mi lado
aunque hace tiempo te alejas entre las brumas de la ausencia y el olvido
es allá
en los ignotos paraje de los recuerdos
donde esta amor como un árbol de sombras
germina
crece



Espejismo de luna llena.

En mi voz
tus senos resplandecen como el agua
bajo la luz de la luna
dos alas crecen en tu espalda
la noche es una flor que en tu piel renueva sus pétalos minerales
y en la vaguedad infinita de tus ojos
el mar pinta de pájaros azulmarinos  el horizonte
temblor del viento detrás de los espejos aterciopelado de la alborada
libélula de cristal atrapada en los contornos luminosos de tus fantasías
y en la voz del deseo
dos tatuajes de sal se desnudan a la pasión
templos de leche
colinas de nata
pirámides de azúcar   
amanece en tu mirada un sol ebrio de eternidad
y la luz
como un ángel  de cristal líquido
danza  en  los límite de tu desnudez y se aleja
y junto a un camino de estrellas
en su génesis de humedad
el rocío se desvanece
y entre tus piernas
en noches de olvido y hastío
el fuego consume sueños  placeres
tentación de lo infinito  es el pecado de amar lo prohibido
torres de algodón
hondura de la nada es la distancia
que naufraga en la pesadumbre de la ausencia
canto de sirena
tibios pezones de miel
tu desnudez
ondula en mis recuerdos
como un espejismo de luna llena




Pensarte tan distante.


Pensarte tan distante
sentada en un trono de ámbar
mujer que habitas en mis sueños
equidistante de la ternura y la pasión
retenida entre las brumas del alba
diosa de jade
enredadera luminosa que trepa por las paredes de mi voz
canto de amor
unicornio de cristal bajo las lunas de abril
estrella de azúcar derretida en la frente del horizonte
largo suspiro del mar que salpica de salitre las ciudades
atrapadas en la fantasía del neon
por sus calles de hastío
un fantasma herido por el tiempo
pregunta tu nombre a pálidos transeúntes
atrapado entre los espejos del olvido



El sonido lapidario de la sangre.
I
Voy danzando en la voz del viento
más allá de la transparencia de los días por venir
hasta la unánime presencia del ocaso
donde el sol curva el agua en lumínicos destellos
donde un oleaje de sombras lo cubre todo
donde los árboles azules de la fantasía
echan raíces en los escombros perfumados de la noche
y donde el olor de las azucenas recorre los caminos sin fin del olvido
II
Voy cantando en la voz del viento
más allá de los corredores interminables de la sangre
donde los espejos repiten la imagen mutilada de mi estirpe
lirios de agua destrozados en los balcones del alba
cuelga del viento un ramillete de pájaros fantásticos
unicornios de jade recorren los valles submarinos de la memoria
hasta alcanzar la luna que amanece en los ojos de la quimera
III
hay una profunda herida en mi voz
escuchen
en la conciencia de la humanidad
retumba el sonido lapidario de la sangre

Agosto 2011
Dedicado al periodista José Silvestre, asesinado recientemente en la Rep. Dom.




Haití

Grito que desgarra la inocencia rota por el dolor
voces atrapadas bajos los escombro del llanto
ciudades incineradas
cuerpos mutilados
cadáveres atrapados en las enredaderas del viento
y detrás de los parpados heridos de la noche
la multitud azorada no despierta del horror
escarba entre los escombros 
busca entre las cenizas un suspiro
halito de vida
luz que palpita en la oscuridad de los días pasajeros
en la esperanza atrapada bajo los escombros
en las manos solidarias que remueven las piedras 
buscando encontrar bajo las ruinas de la sangre
el corazón herido de la luz



Pergamino de lágrimas.


Mi voz dibuja en un pergamino de lágrimas
un lejano horizonte de caña y sangre
en donde el tiempo acumula
en un rincón de mi alma
voces quebradas por el látigo


Barcos negreros.

En su itinerario de horror
barcos negreros vomitan cadáveres en una mar de topacio
anidan  en el viento voces quebradas por el látigo
trapiche oxidado por un dolor ancestral
areito fúnebre
batey desolado
aluvión sangriento
sudor que al tocar la tierra se convierte en sangre
miradas de sal derretidas por el sol
cadenas que atan a la quimera al canto de las luciérnagas
luna que todas las noches llora sobre las ceibas
caminos de luto y gloria
cruces clavadas en el útero de la inocencia
corazas plateadas en donde se enseñorea la muerte
pasos que se pierden entre las sombras en donde se cobijan los sueños
pechos reventados por un rayo carnívoro
grito diluido en la memoria de una raza que se extinguió  en su heroísmo
llora el tiempo en el pecho de la noche  que el viento enlutece
isla perdida en la ruta del sol
antigua y ambigua
ubicada en un cateto de azúcar y sangre
puerta de jade por donde penetraron los caballos apocalípticos
a perforar con sus arcabuces la tierna inocencia de los tainos




La voz del deseo.

Mis manos dibujan lirios de agua en los murales  imaginarios de tu alma
y en la profundidad de los sueños se desnudan las palabras en la voz del deseo





Suburbios del alba.

Hace tiempo la sueño
vestida de luna en su desnudez
dejando sus huellas sobre las alfombras nocturnas del tiempo
alejándose  para siempre entre las luces y las sombras
de una ciudad agrietada por la ausencia
hacia los antiguos suburbios del alba



Es la tarde.

Una gota de sombra en la distancia
es la tarde



Mayo.

Atardece
mayo agoniza
llovizna
Los flamboyanes sueñan




Trampa ancestral.


Pedazos de luna derritiendo entre los espejos de las madrugadas
espada vencida por la gloria
relámpago anfibio
torbellino de  luz
tres naves carnívoras navegando entre la bruma  de agosto
hacia las luces y las sombras de octubre
boca llena de una luz mineral
trampa ancestral
junto al sendero del ocaso un lirio resplandece
sonidos de tamboras en la voz destemplada del viento
trapiche desolado
cañaveral ensangrentado por un sonido de cadenas rotas
danza victoriosa
litoral de cenizas
lagrimas de cera en los ojos de la quimera
y más allá del resplandor amarillo de las olas que iluminan el amanecer
cadáveres mutilados chorrean sangre sobre los pergaminos de la historia




Susurro imaginario.

Copos de sombras manchan de ausencia el olvido
la voz empañada por el  limo verde del ocio
es apenas un susurro imaginario
que se pierde en la noche



Anaqueles del alma.

Mis padres en un éxodo interminable
poblaron las lluviosas regiones del sur
de ellos conservo en los anaqueles de mi alma
las cadenas que ataron su origen  al olvido
los recuerdo en las tardes mirando el horizonte
buscando entre las sombras de la tarde
el sonido de alguna tambora lejana
nunca fueron felices
toda mi alegría es la tristeza que de ellos heredé
y en algún rincón de mi alma
la abuela  mamá tita todavía recolecta
los residuos perdido de su pasado
la lluvia como siempre
va dejando huellas de sal sobre las paredes del silencio
teje  mantos de sombras con los que se arropa la soledad
y aprisiona en las claras habitaciones del agua
la alegría de ese niño
que detrás de los espejos de mis ojos
no deja de llorar





Detrás del espejo.

Detrás del espejo duerme un fantasma
en sus ojos la luz pelea contra las sombras
por eso es que  la habitación se ilumina  de mariposas
que traspasan las paredes de la noche
hasta diluirse en la distancia
que va de los sueños  al amanecer


Con alas en la espalda.

Ese niño con alas en la espalda
y el cielo en la mirada
que todas las tardes como testimonio de su breve edad
me trae en su voz de pájaro
un ramillete de flores silvestres
tiene en la sonrisa
alegre la mirada
y un corazón de azúcar derretido en mis palabras 
tierna la azucena en sus manos
como un relámpago perfuma el sendero
por donde sus pasos se alejan del ocaso a la aurora
a iluminar  de ternura mi alma

A Guaroa Acevedo mi hijo.



Espectadores del alba.

Me abruma la terca agonía
de los indigentes de la zona colonial
residentes permanentes de las  sombras
efímeros inquilinos de las frías madrugadas de enero
invisibles espectadores del alba
van dejando por donde pasan
el aroma inconfundible del  hambre
pasajeros de un tren sin destino
son victimas de una sociedad
que en grandes vasijas de plata
lava con sangre sus manos
ignorados transeúntes de calles heridas
por  cinco mil años ausencia
cómplices de las prostitutas del conde peatonal
bohemios del rocío  y el salitre
aventureros insomnes de la miseria
lunáticos mutantes de la desdicha
que en la Duarte
frente al parque de las palomas 
se desnudan y danzan hasta morir




Árbol sin memoria.

Manuel
fue siempre niño endeble y solitario
que tenía la piel del color del camino real
la mirada llena de pájaros azules que picoteaban el alma de la ninfas del bosque
que defecaba flores en los huecos de las carboneras que hacia con sus manos escuálidas
que corría  por los caminos grises del  invierno
tratando de encontrar en los sueños
los parajes imposibles de la fantasía
su voz tierna como el canto de los ruiseñores
pintaba de mariposas las paredes de las tardes primaverales 
y su desnudez la ondeaba el viento más allá de los días lluviosos de mayo
en que la alegría sucumbía al hambre


a veces lo encontraba solitario en las lejanas regiones del rocío
navegando a la deriva en un océano de celias tatuadas en el viento frío del amanecer
lo llamaba
volteaba el   rostro
y me arropaba en el lienzo azul triste   de su  mirada
corría hacia mis brazos
y me abrazaba por largo rato
sentía como su piel afiebrada se derretía en mi piel
luego nos íbamos a los potreros del tío Alberto 
atravesábamos los conucos del abuelo Ismael
jugábamos con el viento
hablamos con los pájaros
corríamos felices  por las praderas infinitas del medio día
hasta terminar exhaustos debajo de un árbol sin memoria 
a veces en el azul más limpio de su inocencia se quedaba dormido
lo veía moverse inquieto
temblar
sonreír
cuando despertaba me contaba que había estado en un hermoso lugar
donde seres luminosos con alas en la espalda jugaban con él
que les dijeron
que pronto estaría con ellos
y que ya nunca más sentiría hambre
ni frío
ni soledad

Manuel
No tuvo más escuela que su corta vida
Sus nueve años sin historia y sin ninguna procedencia    

hoy que lo encontré dormido en una carbonera
arropado en su soledad
acurrucado en la nada
me deslumbró su recuerdo
descalzo
semidesnudo
sonriendo siempre
con su tristeza a cuesta
solitario
buscando entre los cubicuelos del hambre
un poco de agua
una fruta de lastima
un pedazo de pan

en las noches cuando se le hacia tarde
le suplicaba que se quedara con nosotros
no aceptaba
me miraba con toda su ternura acumulada entre sus manos
y se despedía de mí con un abrazo de eternidad
y se alejaba entre las sombras hacia ninguna parte
me quedaba junto al camino abrumado
por una inexplicable sensación de soledad
hasta que él se desvanecía en la distancia

con Manuel compartí la sed
el hambre
la pobreza
el frío
y la desnudez
y sobre todo la alegría infantil de correr
por los bosques memorables de la fantasía y los sueños


Manuel
nunca me dijo donde vivía 
cuando le preguntaba
me señalaba con insistencia un lugar perdido en su memoria infantil
el cual yo no vería
ni encontraría
porque ese lugar sólo existía en el deseo que él tenía de tener un hogar


cuando le decía que quería ir a su casa
conocer a sus padres
me miraba azorado
y se alejaba huyendo
ondeando su desnudez en el viento
escurriéndose en los latidos del bosque

ahora que Manuel está muerto
hemos buscado por todas partes su hogar
y sólo hemos encontrado debajo de un gran árbol sin memoria
un lecho de flores y cenizas
donde Manuel todas las noches en su soledad moría de frío y ausencia


Juncos azules.


Ríos coagulados en las mejillas del viento
lámparas heridas por el sol
prostitutas dormidas en las efímeras
 habitaciones del viento
pupilas rotas  por el dolor
juncos azules bajo la lluvia helada de otoño
horizonte de mariposas amarillas
en las tardes fúnebres de invierno
sentado en la mesa del  hambre
un niño 

La vieja Belén.

Este domingo  de tristes soles escondiéndose
bajo las piedras amarillas del camino
la lluvia trajo en su vientre
el olor sombrío del musgo que crece entre las grietas  
de mis palabras
bosque de almácigos y ceibas
anacahuita de cristal
galope de pájaros fosforescentes  en la noche
aviadores imposibles haciendo piruetas
en un cielo crispado de ángeles
y por entre  la espinas y las luces
de enero 
Isabel
la mamá de Antonio
encarna a la vieja Belén


Esa es mi voz.

esa es mi voz
eco lejano de tamboras ahogándose
en la mirada ausente de la eternidad
madreselva que se enreda en la brisa
árbol nocturno de sonidos
barco de humo derritiéndose en la alborada
luna de papel hundiéndose en el mar
densa atmósfera de clorofila
caballo de azúcar cabalgando
sobre la arena luminosa del verano
estampa de sangre en las paredes del futuro
mi voz
eco de lágrimas salpicando las ciudades
heridas por la guerra
aroma desolado
campanas de agua
racimo de luz en el pozo de la muerte
grito  de guerra 
canto de amor
esa es mi voz


Nudo de lágrimas.

Ya nadie podrá desatar el nudo de lágrimas
que me ata a tu recuerdo 
aquí estoy
perdido entre los oscuros espacios que dejan los sueños
en los resquicios de la nada
goteras de sal caen sobre las sábanas blancas del insomnio
y de luto se han ido vistiendo todos los árboles del camino
que lleva hasta mi casa
desnuda y triste la quimera danza en mi memoria hasta morir
pájaros de sombras anidan en los sonidos oxidados de mi voz
y hace siglos que los ojos de la ausencia lloran  mi vida
sobre las grandes capitales del mundo
el humo de las chimeneas bosteza su veneno
es la luz
un espejo donde el horizonte se mira y envejece
y en las íntimas habitaciones del agua
una sirena llora desconsolada su eternidad
y desde la ventana principal de la alborada
alguien que no conozco me dice adiós


Testimonio de mayo.

He vivido atado a los recuerdos
a los momentos irrecuperables  de mi infancia
que se perdieron en el largo camino de la ausencia
a las mañanitas  memorables del rocío,
a  los días inolvidables de la primavera
a las noches esplendorosas de luna llena
aún tengo pegado en la piel
el claroscuro resplandor
de  los días interminables de mayo
el olor de los potreros guía mis pasos
 por el camino de los conucos
 hacia  la soledad inmensa de la lluvia
 y el perfume de la clorofila colorea mi voz
de mariposas
 aún los duendes invisibles del invierno
 rondan mi memoria
 y más allá  del horizonte de mis ojos
 un niño descalzo llora su hambre



Ola de sal.


El tiempo se ha roto con tu ausencia
dejando un rastro de eternidad en mi voz
a veces la sensación de tu partida
levanta en mis ojos una ola de sal
que destruye las habitaciones del olvido
y todas las noches
la luz
va dejando espejos de luna
en las paredes de la alborada 
donde los niños
con los dedos tiznados de ternura 
escriben tu nombre
Miguel

A Miguel Ángel Acevedo


  

Hijos póstumos del rocío.


Mis padres
hijos póstumos del rocío
crecieron bajo el sombrío reflejo
del relámpago y la lluvia
cuando el trueno iluminaba de misterios
los ignotos rincones de los recuerdos
que se perdieron entre la sangre y las flores
de una primavera truncada por el peso
de las cadenas y los arcabuces 
allá
muy lejos en la memoria
una embarcación encalla entre los arrecifes
de los sueños
y bajo el resplandor de una luna de cal
melancólicas  tamboras  atan mi vida
a la nostalgia
es aquí donde mis padres
un hombre
y una mujer
ignorados leñadores
perdidos en el confín del monte 
diseñaron este traje de carne y hueso
que he llevado puesto por tanto tiempo

A mis padres Sergio Bautista
y Cosuelo Acevedo


Rayo de eternidad.

Nací junto al  resplandor azul naranja de los sueños
en brazos de la quimera
cuando el sonido ancestral de los tambores
atrapaba a los hombres y las mujeres de la aldea
en la telaraña de la utopía y la nostalgia
nací herido por un rayo de eternidad
en la inefable soledad de las estrellas y el rocío
bajo los escombros del olvido
lejos del mar y la primavera
en el preámbulo de las mariposas
un día de otoño
cuando los soles  eclipsados  noviembre
emergían despacio de las aguas cenagosas del amanecer





El sol.

El sol
con sus dedos perfumados de clorofila y rocío
golpea las puertas en penumbra del amanecer


Sirenas del sal.

Malecón de eternidad que el mármol salobre de las olas oxida
mar perdido en el horizonte nebuloso de la historia
puertos abandonados en los angares del olvido
barcos hundidos en un archipiélago de sangre
sirenas de sal
piratas tuertos del corazón
fantasmas devorados por el tiempo
látigo de azúcar en la espalda mutilada del futuro
murallas de arena
ciudad atrapada entre las luces y la nostalgia
siluetas aprisionadas en la telaraña de sus miedos
edificios de humo
calles que se pierden en los oscuros laberintos de las noches
y más allá de los sueños tres puertas siempre abiertas



Ebrios arlequines.


Calles de insomnio
malecón de ceniza
puerto de sal
río que abraza el mar
mar que besa el cielo
cielo que se traga la ciudad
ciudad amurallada en sus raíces 
por sus avenidas de luto
antiguos  transeúntes  se pierden en un pantano de luces y sombras
y en los balcones del verano
hermosas prostitutas de porcelana
la noche acorrala 
en el conde peatonal ebrios arlequines danzan bajo las lunas de otoño
y los mendigos atrapados en la telaraña incierta de su destino
todas las noches se pierden en los cubículos del hambre
y en la soledad absoluta de la indiferencia
niños que agonizan escondiéndose detrás de sus sueños
y atrapados en las catedrales del olvido
antiguos fantasmas lloran desconsolados su condena de eternidad


Croa el sapo.

Croa el sapo
las estrellas clavan en el corazón de la noche
 sus cuchillos de sal
el viento se enreda entre los árboles
y cae a un abismo de sombras
el mar en la distancia se confunde con el cielo
en un abrazo de eternidad
y la ciudad no es más que un espejismo
que se desvanece en la mirada agónica de  los mendigos



La sangre es una flor.

Todavía fresca la sangre en el asfalto
es una flor que el viento deshoja en la memoria



Retazos de sol.

Retazos de un sol que agoniza
se escapan por las rendijas
de los árboles en el horizonte
un tropel de mariposas a la deriva
se pierden entre los pergaminos
distantes de la tarde
la luna como un anillo perdido en el  mar
resplandece y desaparece al compás
de las olas del tiempo
que la oxida y la entierra en la arena azul
del universo





Canto por la paz.

Multitud de sueños en la voz del viento
banderas multicolores en la mirada de sol
voces de amor arrullan el sueño de los niños
que en Afganistán o Colombia
en Irak o Somalia
en Palestina o Etiopia
son heridos en su inocencia por la guerra
huellas de esperanza
se alejan de los oscuros laberintos del odio
hacia las amplias planicies iluminadas del amor
en donde la humanidad
en un canto solidario por la paz
se abraza

 Alborada de mariposas azules.

No fui más que un niño que siempre anduvo perdido en sí mismo
en los conucos lejanos del abuelo Ismael
aprendí de la vida todo lo que sé hoy
fueron los potreros del tío Juan mi escuela
y en las lejanas regiones del rocío era donde podía mirarme al espejo
y encontrarme tal cual era
un niño hecho de ceniza y barro
con la mirada torva perdida en el infinito
un niño que escribía todas las tardes en los pergaminos del viento
su historia envejecida en su dolor vegetal
fue toda mi alegría poder correr por el bosque
hasta cansarme y terminar de bruces
entre los arbustos mágicos de las tardes
hablar con los animales y los árboles
pasear en el viento más allá del horizonte 
y regresar en las nubes al lugar de donde nunca partí
y encontrarme como siempre arrullado entre los brazos de mis padres
que me cubrían de la lluvia que con su corazón de azucena
iba dejando pedazos de cielo dormidos en mi piel.
todas las tardes
mi madre y yo nos sentábamos bajo la sombra del gran árbol azul de la vida
a mirar como los pájaros ebrios de clorofila
se escondían detrás de las murallas del horizonte
mientras una peregrinación de mariposas
ancladas en los ventanales del ocaso
agonizaban en la mirada quimérica de un ángel
hoy no hay más alegría  que este canto bajo esta luna de jade
por el camino del alba las huellas del rocío se evaporan  
entre los pies descalzos de un sol precoz
que siempre en noviembre pasa de largo a esconderse entre los matorrales atardecidos de la distancia
alborada de mariposas azules
heridas por los puñales del  otoño
todas la mañanas  en el  fogón
doña Lola hierve jengibre que ofrece al paladar
para ahuyentar a los duendes del frío
y en algún lugar perdido en la memoria
Cató todavía elabora con sus manos de ternura
los colores del amanecer
y en un rincón de mi alma 
la abuela Mamá Tita recolecta los residuos perdidos de nuestro pasado 
muchas veces
ella y yo imaginábamos escuchar en la voz destemplada del viento
el lejano sonido de nostálgicas tamboras
grito de guerra
canto de amor
danza que en las noches aun nos libera del peso de una historia amarga
que escribieron con su sangre nuestros abuelos
para que mi voz
quinientos años después
pudiera abrir las puertas que el tiempo creyó haber cerrado para siempre
nací en esta tierra que tiene el color del olor del topacio
donde los colores vegetales de la primavera se levantan como una ola
que inunda todos los rincones del bosque de mariposas
que al morir van dejando un rastro efímero de luz
en la mirada azul de la distancia
arco iris coagulado en una lágrima
por el camino real
el tío Alberto regresa
parece flotar sobre la tenue oscuridad  del atardecer
la tía Agustina en la ventana  lo ve llegar
espera como siempre que él lleve las vacas a los corrales
se dé un baño
vaya a la ventana
le dé un beso
y luego se sienten todos en la mesa a cenar 
todavía en las noches
mi padre como un fantasma
se pierde entre las sombras hacia las carboneras
a vigilar los hornos
para que el fuego no consuma los sueños
y así poder derrotar el hambre que acecha entre los resquicios de las horas más largas del verano.
primavera insular
caserío perdido junto al bosque del olvido
flamboyán amarillo
anacahuita de cristal
bajo los limoncillos florecidos
la tía Tatín con su escoba arrincona contra los espejos de la tarde
las cenizas que deja el otoño en la mirada de la tía Aurora
que aún busca en su interior
el camino de regreso al paraíso que nos robó la modernidad
ignora ella
que morirá arrinconada contra sus sueños
sin volver a ver el sol
desde los ventanales primaverales del alba




Árbol azul.

Pende un amuleto de ojo de cíclope tuerto
del cuello de la profecía)

Nací bajo la sombra de un gran árbol azul
camino de sombras
carbonera tibia
bohío de tierra
piel de ceniza
voz de rocío
sol herido por un horizonte de cuervos cuajados de sangre
luna de jade en la mirada de la quimera
peregrinación de pájaros anclados en los ventanales del ocaso
flamboyán amarillo perdido en el bosque de la fantasía
tierra color del aroma del topacio
pradera de mariposas amarillas esperando el amanecer
lágrimas coaguladas en las mejillas de los últimos días de noviembre
profetas suicidándose con los cuchillos de la profecía
bajo una anacahuita de cristal sin edad
manos inútiles sacan del vientre de una virgen
el cadáver de un ángel taciturno
y en el útero anónimo de una madre
un lirio amanece



Un fantasma.

Detrás de lo espejos de tu alma
un fantasma en su eternidad agoniza
Relámpago de mariposas.

De tus labios enredado en el viento
un relámpago de mariposas
perfuma de colores la distancia



El otoño.

Es una mariposa perdida en tu voz
el otoño


Surcos de agua.

Ebria de soledad y ausencia
hace surcos de agua en tu ombligo
la luna



El sonido de la sangre.

Trébol de agua
el sonido de la sangre
se ahueca en la mirada del viento


Dos tibias palomas.

Son tus senos
dos tibias paloma que anidan en mis manos


Voz mineral.

Canta el viento con su voz mineral
la quimera del tiempo



Es un espejo.

Es un espejo donde el viento se mira y rejuvenece
la distancia




El horizonte.

Un pájaro herido por la ausencia
el horizonte


Las nubes.

También sueñan como los Ángeles
las nubes


El olvido.

En la mirada de la ausencia palpita el olvido



Su origen.

Con su voz desnuda
en el hondo silencio del tiempo
canta la tambora
su origen





Los latidos del viento.

Caracol perdido en los latidos del viento
en su lentitud el tiempo no tiene prisa
y en el pulso del agua
la luz de la luna tritura las sombras de la tarde
cuando por el sendero
la noche lo arropa en sus sábana de terciopelo
y en el sueño
el silencio roba la claridad al día
para ponerla en sus ojos



Barcos anclados en la noche.


Hay mariposas flotando  en mi voz
un ángel asoma a la ventana
y mira a través de mis ojos
como los barcos anclados en el mar
se van esfumando en la noche



lirios y espejos.

Esos truenos lejanos y sombríos
anuncian que mayo está cerca
que las lluvias cubrirán de sombras la tierra 
que los caminos entre mis ojos
se llenarán de lirios y espejos





Un día de otoño.

Nací un día de otoño,
cuando los soles eclipsados de noviembre
emergían  despacio en las aguas cenagosas
del amanecer.






Los oscuros rincones del agua,

Esta tarde de invierno pájaros de oro
migran hacia los oscuros rincones del agua
2010



Más allá del bohío.

Más allá del bohío
el olor vegetal de los hornos
evidencia que el hambre ronda los días
Rayo de eternidad.



Un ángel herido

Un ángel herido por un rayo de eternidad
solloza en brazos de la quimera



Árbol de pájaros azules

Árbol de pájaros azules
atrapados en los cubículos de las sombras
tres ruiseñores de sal
estampan en las paredes del olvido
tu nombre



Copos de sombras.

Copos de sombras manchan de ausencia el olvido
la voz empañada del limo verde del ocio
es apenas un susurro imaginario
que se pierde en la noche




 Mayo del 1961.

Mayo va dejando en un portafolio de eternidad
su olor a olvido


plataforma de sangre.

Plataforma de sangre
una enredadera de pájaros sombríos
trepan por las paredes del miedo








He regalado al olvido.

He regalado al olvido
Los últimos recuerdos que guardaba en la memoria


Las habitaciones azules del viento.

La madrugada se viste de rocío
Nos dice adiós
Y se desvanece en las habitaciones azules del viento



Una flor en tu piel.


Mujer que todas las noches
desnuda abre las puertas de mis sueños
penetra hasta las intimas habitaciones de mi alma
para que yo dibuje con mis labios en su piel
una flor



Domingo Acevedo.
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