domingo, julio 22, 2018

Federico García Lorca. Biografía

Federico García Lorca
Federico García Lorca (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 - Víznar, 19 de agosto de 1936). Poeta y dramaturgo español. 

En 1915 comienza a estudiar Filosofía y Letras, así como Derecho, en la Universidad de Granada. Forma parte de El Rinconcillo, centro de reunión de los artistas granadinos donde conoce a Manuel de Falla. Entre 1916 y 1917 realiza una serie de viajes por España con sus compañeros de estudios, conociendo a Antonio Machado. En 1919 se traslada a Madrid y se instala en la Residencia de Estudiantes, coincidiendo con numerosos literatos e intelectuales.
Junto a un grupo de intelectuales granadinos funda en 1928 la revista Gallo, de la que sólo salen 2 ejemplares. En 1929 viaja a Nueva York y a Cuba. Dos años después funda el grupo teatral universitario La Barraca, para acercar el teatro al pueblo, y en 1936 vuelve a Granada donde es detenido y fusilado por sus ideas liberales.
Escribe tanto poesía como teatro, si bien en los últimos años se volcó más en este último, participando no sólo en su creación sino también en la escenificación y el montaje. En sus primeros libros de poesía se muestra más bien modernista, siguiendo la estela de Antonio Machado, Rubén Darío y Salvador Rueda. En una segunda etapa aúna el Modernismo con la Vanguardia, partiendo de una base tradicional.
En cuanto a su labor teatral, Lorca emplea rasgos líricos, míticos y simbólicos, y recurre tanto a la canción popular como a la desmesura calderoniana o al teatro de títeres. En su teatro lo visual es tan importante como lo lingüístico, y predomina siempre el dramatismo.
En la actualidad Federico García Lorca es el poeta español más leído de todos 
Cervantes.es

Un Israel solo para judíos

 

Una nueva ley niega por exclusión a los israelíes de origen palestino el derecho a la autodeterminación
Al codificar lo obvio —que Israel aspira a ser el “hogar nacional de los judíos”— el Gobierno más derechista en la historia del Estado hebreo y la ajustada mayoría que le sustenta en la Kneset parecen haberse olvidado deliberadamente del derecho universal de igualdad.
La Ley del Estado nación aprobada durante una madrugada de ásperos debates en el Parlamento discrimina abiertamente a una quinta parte de la población: los árabes que desde la creación de Israel en 1948 cuentan con plena ciudadanía formal.
A estos israelíes de origen palestino se les niega por exclusión el derecho a la autodeterminación, que ahora queda consagrado en una norma de rango constitucional únicamente en favor del pueblo judío. ¿Qué necesidad tenía de invocar ese derecho un pueblo asentado desde hace siete décadas en un Estado que fue creado originalmente por una votación de la ONU? Se priva más bien, sensu contrario, a la minoría de toda aspiración a una identidad propia y se confirma su estatuto relegado de ciudadanos de segunda clase.
No es de extrañar que los diputados árabes abandonaran la Cámara dando gritos contra la “ley del apartheid”, que impide que su lengua materna sea cooficial junto al hebreo. Mientras, los partidarios del primer ministro Benjamín Netanyahu y de sus aliados nacionalistas y ultra-ortodoxos celebraban una “norma fundacional” que consagra la hegemonía de la mayoría.
Los legisladores han enterrado el artículo que autorizaba la creación pura y dura de ciudades segregadas para judíos bajo una fórmula declarativa por la que el Estado se limitará a alentar como “un valor nacional” dichos asentamientos. Acuñado ya en una una norma fundamental, nadie podrá negar ahora que Israel es un Estado judío.
Está por ver si el carácter democrático que defendieron sus padres fundadores, con David Ben Gurion a la cabeza, queda preservado tras esa nueva ley que proclama un Estado nación solo para judíos.
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Anexo – Opinión de El Mundo:
Estado judío: Israel da un paso pernicioso
Israel ahuyenta las posibilidades de un acuerdo de paz tras convertirse por ley en “el Estado Nación del pueblo judío”, que reserva el derecho de autodeterminación exclusivamente a este colectivo y establece el hebreo como única lengua oficial.
La polémica norma supone un salto cualitativo en el deslizamiento que buena parte del sionismo está realizando desde el ideario laicista y socialista de los orígenes al más actual, en el que prima el deseo de ajustar toda la vida pública y civil a la tradición religiosa judía.
La discriminación que van a sufrir minorías como la árabe -el 20% de la población- resulta muy preocupante. Y tampoco augura nada bueno esta ley para resolver asuntos cruciales como el estatus de Jerusalén o los asentamientos ilegales.

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