domingo, julio 13, 2025

Expedición Alabama,

 



Curiosos de la Historia, la Arqueología y la Mitología

La fotografía que muestras es una de las imágenes más impactantes y humanas de la historia de la exploración polar. El hombre que aparece en ella es Ejnar Mikkelsen, un explorador ártico danés nacido en 1880, y la imagen fue tomada en 1912, justo cuando fue rescatado tras pasar dos años y medio atrapado en el noreste de Groenlandia, sobreviviendo con su compañero Iver Iversen en condiciones extremas.
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CONTEXTO DE LA EXPEDICIÓN:
En 1909, Mikkelsen lideró la expedición Alabama, enviada por Dinamarca con el objetivo de recuperar los diarios, mapas y registros cartográficos de la expedición fallida de Ludvig Mylius-Erichsen, que había muerto años antes intentando demostrar que el canal de Peary, supuestamente divisado por el explorador estadounidense Robert Peary, no existía. Si Peary estaba equivocado, significaba que Groenlandia era una sola masa de tierra y no una isla dividida, lo cual tenía enormes implicancias geopolíticas.
La expedición se estableció en el este de Groenlandia, pero el barco Alabama quedó atrapado en el hielo y fue abandonado. Los demás miembros de la tripulación fueron evacuados. Mikkelsen e Iversen decidieron continuar, solos, la misión de recuperar los documentos, lo que implicaba cruzar enormes distancias a pie y con trineos tirados por perros.
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SUPERVIVENCIA EXTREMA:
Durante dos inviernos, sobrevivieron en una cabaña improvisada hecha con partes del barco Alabama. Allí enfrentaron:
Escasez extrema de comida, obligándolos a matar y comer a sus propios perros de trineo.
Ataques de osos polares.
Alucinaciones por el hambre y el aislamiento.
Condiciones de frío extremo durante meses de oscuridad polar.

LA FOTO DE LAS 53 CHICAS:
En la foto que se ve en la pared detrás de Ejnar, se observa un grupo de 53 chicas de una escuela de economía doméstica. Era una postal que ellos mismos habían clavado en la pared de la cabaña para sobrellevar el aislamiento. Pasaban tanto tiempo observándola que crearon historias y relaciones ficticias con las chicas de la imagen. Ejnar "se enamoró" de una, e Iversen eligió a otras cuatro como sus "amigas". Incluso llegaron a pelearse por celos ficticios cuando Iversen le escribió una canción de amor a la chica "elegida" por Ejnar. Esto generó un silencio de dos días entre ambos, lo cual es muy significativo considerando que eran las únicas dos personas en kilómetros a la redonda.
Este episodio revela el efecto psicológico devastador del aislamiento, pero también la capacidad humana para encontrar sentido, humor o incluso ternura en los momentos más extremos.
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EL REGRESO Y EL LEGADO:
Ejnar Mikkelsen fue finalmente rescatado en 1912 por un barco noruego. Regresó a Dinamarca como un héroe nacional, no solo por haber sobrevivido a la odisea, sino porque logró recuperar los documentos perdidos que confirmaban que Groenlandia no estaba dividida, refutando la teoría de Peary y consolidando la soberanía danesa sobre la isla.
Poco después de regresar, Ejnar conoció a Naja Marie Heiberg Holm, hija de un explorador danés, y se casó con ella, cerrando así su "romance polar" con la chica de la postal.
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DATO EXTRA:
Mikkelsen no se retiró de la exploración: siguió organizando expediciones durante varias décadas. Vivió hasta los 91 años, falleciendo en 1971. Hoy es recordado como uno de los grandes exploradores polares de su tiempo. Incluso inspiró películas, documentales y libros, como "Against the Ice", una producción de Netflix basada en esta misma historia, protagonizada por Nikolaj Coster-Waldau (el actor que interpretó a Jaime Lannister en Game of Thrones).

Tomado de la red.

Eventos previos a nuestra independencia nacional del 1844.

 Historia Dominicana en Gráficas

Eventos previos a nuestra independencia
El 13 de julio de 1843, se trasladó Juan Pablo Duarte a la casa en donde se hallaba Pina, por considerarla más segura que la de don Luciano de Peña.
Al día siguiente, volvió a cambiar de asilo y se acogió entonces a la hospitalidad del señor Manuel Hernández.
Aquí permaneció dos días. El 16 circularon en la ciudad rumores de que el nuevo escondite había sido descubierto, y el perseguido, informado a tiempo por sus copartidarios, aguardó la noche para reunirse con Juan Isidro Pérez en la casa que ocupaba la familia de don Jaime Yepes, al pie de la cuesta de San Lázaro. De aquí pasó luego, gracias a la eficaz mediación del coronel Teodoro Ariza, al hogar de don Eusebio Puello, situado en la calle conocida hoy con el nombre de Isabel la Católica.
La casa de don Eusebio Puello se hallaba próxima al edificio ocupado por los padres del apóstol, y el 18 de julio pasó el fundador de «La Trinitaria» por el dolor de presenciar desde su nuevo escondite la ofensa hecha a su familia por varios oficiales haitianos que intentaron sorprender a Rosa Duarte invitándola a bordarles en una bandera las armas de la Gran Colombia. Juan José Duarte rechazó con energía la pretensión de los intrusos significándoles que su hija no sabía bordar ni conocía el escudo colombiano.
La actitud decidida del padre del caudillo provocó la ira de los visitantes, cuyas amenazas, proferidas en voz alta, dieron lugar a que se reuniera en los alrededores una multitud indignada.
El comandante del batallón destacado en los cuarteles de la calle de El Comercio acudió atraído por el escándalo e hizo retirar a los gendarmes intimándolos con denunciar el hecho al gobernador y con hacerles aplicar medidas disciplinarias.
La persecución contra Duarte continuó en forma cada vez más encarnizada. El 24 de julio fue allanado por el oficial Hipólito Franquil, al frente de un pelotón de gendarmes, el hogar de los padres del prócer y el de uno de sus tíos maternos.
La pesquisa, acompañada por el oficial haitiano de incalificables actos de sevicia, se prolongó hasta las seis de la tarde. Salvado en esta ocasión por Juan Alejandro Acosta, el apóstol logró burlar la saña de sus perseguidores.
En su nuevo refugio se encontró con Pedro Alejandrino Pina, obligado como él a cambiar constantemente de asilo. Varios días después, el 29 de julio pasó con su acompañante a la casa del señor José Botello, quien residía en un edificio de pared situado en la antigua calle del Conde.
En la madrugada del 30 de julio recibió Duarte inesperadamente la visita de uno de los pocos dominicanos que habían desertado del partido separatista: con muestras de arrepentimiento, el recién llegado encareció al perseguido que buscara un nuevo escondite porque le constaba que el actual no tardaría en ser conocido de las autoridades haitianas.
Para subrayar la sinceridad de sus palabras, el visitante expresó que el premio ofrecido por Charles Hérard al que entregara a Duarte, esto es, tres mil pesos y unas charreteras de coronel, era muy bajo precio por la vida del jefe de una revolución patriótica.
El caudillo prestó oído al tránsfuga, y esa misma noche salió, bajo copiosa lluvia, hacia un lugar desierto de la playa del Ozama.
En compañía de Juan Alejandro Acosta, de Pedro Alejandrino Pina y de Tomás de la Concha, prometido de su hermana Rosa, tomó un bote en la margen occidental del río y se dirigió hacia la residencia del señor Pedro Cote, situada en un sitio agreste del caserío denominado «Pajarito».
El coronel Esteban Roca, comandante de la guarnición de San Cristóbal a raíz del pronunciamiento reformista del 24 de marzo, obtuvo que un barco de vela lo condujese con sus acompañantes a alguna isla cercana.
El día 2 de agosto abordó al fin una goleta que partía hacia Saint Thomas. La circunstancia de reinar una calma absoluta aquella noche, y de no poder el barco de vela que lo conducía alejarse mucho de la costa, le permitió contemplar durante toda la mañana siguiente, desde la borda de la nave, a la «ciudad objeto de su ternura», víctima en aquel momento «de la más negra opresión». -Con la ausencia de Duarte desapareció aparentemente el ideal separatista.
La obra realizada por el apóstol durante más de ocho años había, sin embargo, echado hondas raíces en la conciencia nacional, y nada sería ya capaz de extinguir la idea ni de apagar la llama encendida por el prócer en el corazón de la juventud formada en esa escuela de sacrificio que se llamó «La Trinitaria».
La estancia en Saint Thomas fue apenas de unos días. El 18 de agosto de 1843 salió Duarte con destino a la Guaira.
El 23 llegó a bordo de la goleta venezolana «La Felicidad» al puerto de destino. Durante los cinco días que duró la travesía disfrutó de la conversación de sus acompañantes, Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina.
Dos extraños, los señores Diego Ramírez y Santos Semidisi, viajaban como pasajeros en la misma nave, y participaron durante ese tiempo de las inquietudes que embargaban el ánimo de los tres expatriados.
El capitán del pequeño buque de vela, señor Nicolás E. Damers, dispensó a Duarte las atenciones a que le hicieron siempre acreedor su distinción personal y el aspecto severo y melancólico que fue rasgo inseparable de su fisonomía majestuosa.
Al día siguiente de su llegada a la Guaira, partió Duarte con rumbo a la capital de Venezuela. Su tío, José Prudencio Diez, lo acogió en su hogar y lo hizo objeto, desde el primer instante, de la solicitud más calurosa.
La primera preocupación del apóstol y de sus compañeros fue la de apresurar el regreso. Ninguno de los desterrados pensó en establecerse por mucho tiempo en tierra venezolana.
Estarían allí únicamente los días necesarios para preparar la vuelta a suelo dominicano. Pero como su única idea era la de ser útil a la Patria y la de proseguir sin descanso la obra emprendida hacia ya varios años, desde su arribo a Caracas dedicaron largas horas al aprendizaje de la esgrima, arte en que se ejercitaron sobre todo Duarte y Pedro Alejandrino Pina, quienes recibieron asiduamente lecciones de Mariano Diez, de José Patín y del mismo Juan Isidro Pérez, reputados en su propio país como dignos de figurar en «el número de las primeras espadas».
El tiempo que no utilizaba en ejercicios de esgrima, lo empleaba Duarte en establecer contactos provechosos para su obra de emancipación política.
Muchos venezolanos distinguidos oyeron su prédica y le dieron demostraciones de adhesión, que fueron muchas veces subrayadas con promesas de ayuda o con ardientes votos de simpatía hacia la causa dominicana.
Algunos personajes influyentes, como el licenciado Manuel López Umares y el doctor Montolio, a quienes impresionó gratamente la juventud del proscrito, trataron de persuadirlo para que abandonase su misión patriótica y prosiguiera sus estudios en la facultad de derecho de la universidad caraqueña.
Duarte rechazó la proposición con muestras de gratitud, pero al propio tiempo con dignidad y energía. «Mi pensamiento, mi alma -ha escrito él mismo al referirse a aquella oferta amistosa-, yo todo no me pertenecía; mi carísima patria absorbía mi mente y llenaba mi corazón, y estaba resuelto a sólo vivir para ella.»
El día 10 de septiembre provocó el apóstol una reunión de sus compatriotas residentes en Caracas y de numerosos personajes de nacionalidad venezolana.
La junta se efectuó en el hogar de don José Prudencio Diez, y en ella se discutieron los planes que había madurado Duarte para emprender de nuevo la cruzada separatista.
La opinión que prevaleció entre los asistentes fue la de que convenía reanudar el contacto con los elementos adictos a la causa de la independencia que permanecían en Santo Domingo. Duarte propuso entonces que se comisionara a Pedro Alejandrino Pina y a Juan Isidro Pérez, sus dos compañeros de destierro, para que se dirigieran a Curazao y desde allí se pusieran en relación, por vías confidenciales, con los viejos luchadores de «La Trinitaria».
La sugerencia tuvo aceptación unánime, y dos días después salieron Pina y Juan Isidro Pérez- hacia la colonia holandesa.
Duarte se despidió de ellos en el puerto de la Guaira. Tan pronto regresó a Caracas, en compañía de su tío, José Prudencio Diez, el prócer buscó el medio de entrevistarse con el general Carlos Soublette, a la sazón presidente de Venezuela, con el fin de solicitar su concurso en favor de la independencia dominicana.
Una distinguida dama dominicana residente en Caracas, la señora doña María Ruiz, se prestó a servirle de intermediaria, y gracias a ella se le franquearon rápidamente las puertas presidenciales. Soublette lo recibió con gran cortesanía y con afabilidad exquisita.
Elogió la cruzada emprendida por Duarte y le ofreció la cooperación de su gobierno en armas y dinero.
Cuando salió del despacho del mandatario, el gran idealista sintió avivada su esperanza y bendijo la mano providencial que lo había conducido, al través de innúmeras vicisitudes, a tierras venezolanas.
Pasaron varios días sin recibir noticias de los dos agentes enviados desde principios de septiembre a Curazao. La incomunicación en que permanecía Duarte del país era absoluta.
Todos los mensajes que se le enviaban desde Santo Domingo, o los que Pina y Juan Isidro Pérez remitían desde Curazao; eran interceptados por los enemigos de la independencia que obraban de concierto con las autoridades haitianas.
Duarte decidió entonces enviar a su sobrino Enrique y al señor Juan José Blonda al puerto de la Guaira en busca de noticias. El primero de octubre salieron de Caracas los dos comisionados. Pero sólo dos meses después, el 30 de noviembre de 1843, recibe el caudillo las primeras comunicaciones procedentes de Santo Domingo y Curazao.
Por conducto del señor Buenaventura Freites, uno de los muchos venezolanos que se adhirieron de corazón a la causa dominicana, recibió la siguiente carta de Pedro Alejandrino Pina: «Curazao, 27 de noviembre de 1843. Señor Juan Pablo Duarte. Muy estimado amigo: Por las cartas que el amigo Freites le lleva y que yo y nuestro muy estimado Pérez tuvimos la satisfacción de abrir, validos de la confianza que mutuamente nos hemos dispensado, como también de la seguridad que teníamos de que entre ellas venían cartas para nosotros, por estas cartas, repito, verá usted lo que ha progresado el partido duartista, que recibe vida y movimiento de aquel patriota excelente, del moderado, fiel y valeroso Sánchez, a quien creíamos en la tumba.
Ramón Contreras es un nuevo cabeza de partido, también duartista. El de los afrancesados se ha debilitado de tal modo que sólo los Alfaus y Delgados permanecen en él; los otros partidarios, unos se han entregado al nuestro y los demás están en la indiferencia.
El partido reinante le espera como general en jefe para dar principio a su grande y glorioso movimiento revolucionario que ha de dar la felicidad al pueblo dominicano.
Hágase acreedor a la confianza que depositan en usted. Le esperamos por momentos; Pérez y yo conservamos intacto el dinero de nuestro pasaje, favor del señor Castillo.
De suerte es que puede contar con dos onzas. Su familia está desesperada con las amenazas que sufre y con la enfermedad de don Juan: si este pobre anciano no puede recobrar la salud, démosle al menos el gusto de que vea antes de cerrar sus ojos que hemos coadyuvado de todos modos a darle la salud a la patria.
El portador le instruirá de todo verbalmente. Un duartista: Pedro Alejandrino Pina.»
La carta de Pina reflejaba la situación del país al través de los informes recibidos de labios de viajeros llegados a Curazao.
Las noticias traídas a su vez por Buenaventura Freites le dieron a Duarte la sensación de que su obra no había perecido con la ausencia y de que manos fraternales velaban en la patria oprimida porque el ideal que dejó sembrado al partir no se extinguiera.
El prócer supo por su informante que Sánchez, a quien creía en la tumba, trabajaba activamente desde su escondite en favor de la revolución separatista, y que José Joaquín Puello y su hermano Vicente Celestino Duarte, apoyados principalmente por la juventud y con la cooperación de don Tomás Bobadilla, quien había decidido abandonar a los nuevos amos de la situación para incorporarse al núcleo de los partidarios de la independencia, eran a la sazón el centro del movimiento revolucionario.
Juntamente con estas buenas noticias, llegaban otras desconsoladoras a atormentar el corazón del proscrito: el partido de los afrancesados había adquirido nuevamente vigor y utilizaba al cónsul de Francia, André Nicolás Levasseur, para negociar la separación de las dos partes de la isla sobre la base de un protectorado.
Duarte, colocado entre esas informaciones antagónicas, comprendió que la necesidad de apresurar la revolución era ya imperiosa. Por una parte, era preciso sorprender al ejército de ocupación en el momento mismo en que creía el movimiento definitivamente dehesado, y, por otra parte, urgía adelantarse a los planes de los anexionistas que trabajaban en favor de una patria semiesclavizada.
Pero ¿ dónde obtener los recursos indispensables? ¿ Dónde encontrar pólvora para fabricar los cartuchos y unas cuantas docenas de fusiles para asaltar la fortaleza o para oponerse a las primeras acometidas de los invasores?
Cuando se hallaba asaltado por estas zozobras, y sumergido en un mar de dudas y de cavilaciones, recibió Duarte inesperadamente en su destierro de Caracas la visita de un antiguo compañero de esfuerzos revolucionarios: Ramón Hernández Chávez, extranjero que simpatizaba ardientemente con la causa de la independencia nacional, y a quien Charles Hérard había hecho salir de Santo Domingo por su actitud desfavorable a los usurpadores.
Su expulsión se debió tal vez a Manuel Joaquín del Monte, colaborador entusiasta del dictador haitiano, y fue la revancha con que el astuto político cobró a Hernández Chávez la siguiente sátira, una de las más crueles de cuantas se popularizaron a raíz de la guerra literaria que después de la reforma se desencadenó entre los partidarios de la independencia y los haitianizados: Del monte en la oscuridad se oculta el tigre feroz, y su condición atroz sacia con impunidad.
Allí su horrible maldad ejerce ya sin temor, saboreando con dulzor la víctima que divide, pero es preciso no olvide que no falta un cazador. Hernández Chávez entregó a Duarte una carta en que su hermano Vicente Celestino y Francisco del Rosario Sánchez le describían la situación del país y le hablaban con entusiasmo de sus actividades revolucionarias.
El 8 de diciembre, un nuevo mensajero, el señor Buenaventura Freites, puso en sus manos la siguiente carta de Sánchez y de Vicente Celestino: «Juan Pablo: Con el señor José Ramón Hernández Chávez te escribimos imponiéndote del estado político de la ciudad y de la necesidad que tenemos de que nos proporciones auxilios para el triunfo de nuestra causa; ahora aprovechamos la ocasión del señor Buenaventura Freites para repetirte lo que en otras te decíamos, por si no han llegado a tus manos. «Después de tu salida todas las circunstancias han sido favorables; de modo que sólo nos ha faltado combinación para haber dado el golpe: a esta fecha, los negocios están en el mismo estado en que tú los dejaste, por lo que te pedimos, así sea a costa de una estrella del cielo, los efectos siguientes: 2.000 ó 1.000, ó 500 fusiles, a lo menos; 4.000 cartuchos; 2 y medio ó 3 quintales de plomo; 500 lanzas, o las que puedas conseguir. En conclusión: lo esencial es un auxilio por pequeño que sea, pues éste es el dictamen de la mayor parte de los encabezados.
Esto conseguido, deberás dirigirte al puerto de Guayacanes, siempre con la precaución de estar un poco retirado de tierra, como una o dos millas, hasta que se te avise, o hagas señas, para cuyo efecto pondrías un gallardete blanco si fuere de día, y si fuera de noche pondrías encima del palo mayor un farol que lo ilumine todo, procurando, si fuere posible, comunicarlo a Santo Domingo, para ir a esperarte a la costa el nueve de diciembre, o antes, pues es necesario temer la audacia de un tercer partido, o de un enemigo nuestro estando el pueblo tan inflamado.
Ramón Matías Mella se prepara para ir para allá; aunque nos dice que va a Saint Thomas, y no conviene que te fíes de él, pues es el único que en algo nos ha perjudicado nuevamente por su ciega ambición e imprudencia. Juan Pablo: volvemos a pedirte la mayor actividad, a ver si hacemos que diciembre sea memorable. Dios, Patria y Libertad»
Este llamamiento acabó por herir en lo más vivo la sensibilidad patriótica de Duarte.
Texto: fuente externa
Foto: Juan Pablo Duarte, Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez



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