Nuestra infancia transcurrió
entre los conucos y los
pastos lejanos
arreando vacas hacia los
potreros
de las lejanas regiones del
rocío
maroteando en los montes
interminables
de nuestros sueños
corriendo por los caminos sin
fin
hacia el olvido
buscando entre las flores las
huellas ancestrales
de nuestros abuelos que escaparon
hacia los manieles
huyendo de la crueldad de la
esclavitud
todavía conservo en mi alma
el olor de los potreros
el recuerdo lejano
de los amaneceres
esplendorosos de la primavera
el canto de los pájaros
el perfume de las flores
y el húmedo y cristalino
destellos del rocío
los conucos
el maíz
sus espigas doradas
símbolo de nuestros días de
esplendor
evidencia de que el hambre
había quedado atrás
enterrada entre las cenizas
de las noches festivas
en que alrededor de la
hoguera
bailábamos al compás rítmico
de los tambores
la danza de la buena cosecha
hasta que los rayos del sol
en el horizonte
anunciaban que un nuevo día
comenzaba
y todos nos íbamos felices de
haber compartido
en una danza la alegría y los
sueños de vivir unidos
por el lazo fraterno del amor
a la tierra
Domingo Acevedo.