Era la abuela mamá Tita
la que hilvanaba con los hilos del alma las noches
la que todas las tardes se sentaba a orillas del camino real
a mirar el horizonte
intentando encontrar entre las rosas del crepúsculo
señales de humo que los pieles rojas
habitantes de más allá del mar
envían al azar
en las que dicen que ellos todavía luchan
por recuperar las tierras sagradas
que el hombre blanco hace tiempo les quitó
que no descansarán hasta recuperar las colinas negras
donde reposan los espíritus de los guerreros
que lucharon contra los caras pálidas
cuya crueldad recién estrenaba con ellos el horror
Domingo Acevedo.
Fotos tomadas de la red.