domingo, octubre 27, 2024

El mejor estilo de Karate es el que usted práctica.


El mejor estilo karate no es el que alardean y vocean algunos maestros de Karate, ni aquel que sale frecuentemente en las crónicas de los periódicos nacionales e internacionales, ni aquel que hace alarde de su destreza y fortaleza, ni mucho menos aquel que lleva a la cúspide de la fama a sus practicantes.
‌El mejor estilo de Karate es el que usted práctica, es al que usted le dedica todos los días tiempo y esfuerzos, es en el cual usted a través del duro entrenamiento diario, se desnuda espiritualmente para transformarse en un ser humano apacible, manso, bondadoso y sabio.
Por lo que no debe preocuparse, porque otros no reconozcan sus méritos, o porque nunca tenga la oportunidad de subir a un podio a recibir una medalla o trofeo, eso no quiere decir que usted no sea un karateka real.
Eso no lo aleja de la esencia del karate que es una e indivisible, en donde el camino, el Do, sigue un mismo objetivo en todos los estilos, objetivo este que no se debe alejar de los principios filosóficos, éticos y espirituales que dieron origen a este milenario arte de vida, que es el karate y que usted con su esfuerzo y dedicación, con la correcta orientación de su maestro debe encontrar.

‌Domingo Acevedo.
‌Oct/2024.



EBRIOS ARLEQUINES

 

 

 

 

Calles de insomnio

malecón de ceniza

puerto de sal

río que abraza el mar

mar que besa el cielo

cielo que se traga la ciudad

ciudad amurallada en sus raíces 

por sus avenidas de luto

antiguos transeúntes 

se pierden en un pantano de luces y sombras

y en los balcones del verano

hermosas prostitutas de porcelana

se desvanecen en el hastío y la soledad

mientras en el conde peatonal 

ebrios arlequines

danzan bajo las lunas del otoño

atrapados en la telaraña incierta de su destino

los mendigos de la ciudad Colonial

todas las noches se pierden en los cubículos del hambre

y en la absoluta indiferencia del abandono

niños agonizan escondiéndose detrás de sus sueños

mientras los fantasma 

atrapados desde hace cinco siglos

en las catedrales del olvido

lloran desconsolados

su condena de eternidad

Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

 

La noche es tan triste.

 

La noche a esta hora es tan triste

Como ese farol

Que en la calle el Conde

El tiempo apagó

Agosto/2021

Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

Isla de algodón y caña.

 


Aborigen esencia coagulada

en la inocencia intacta del amanecer

tainos prisioneros

en las inéditas habitaciones

de la sangre

por la espada y la cruz

extinto su linaje ancestral

por el odio de los guerreros

acorazados en su maldad

en la antesala de los días por venir

 ante tanto horror

un behique en silencio se suicida

Isla de algodón y caña

el viento balbucea un abecedario de muerte

y el mar bosteza cadáveres

que agonizan en la arena luminosa de la alborada

hay en las voces de los que cantan en el cañaveral

un oleaje de salitre

clima salobre que derrite la piel

de los hombres

que bajo el sol tropical de la isla

cortan la caña

gotas de sal y sangre humedecen la tierra

enferma ante tanta crueldad

rotas las cadenas

alegre danzan los negros

al ritmo acompasado de las tamboras

cuando en las noches

la luna

como un nido de luciérnagas en el cielo

desparrama su luz

sobre el quilombo

Domingo Acevedo.



 Foto tomada de la red.

LA TIA AGUSTINA.

 


 

La tía agustina todavía permanece

recostada en la ventana del tiempo

mirando al sur

hacia donde el mar Caribe

se alarga hacia lo infinito de la imaginación

salpicando sus ojos de cielo y rocío

de remotos pájaros marinos

petrificados en ámbar celular

de su mirada antigua

que todas las tardes se derrite

en la distancia

chorreando el horizonte

de fosforescentes mariposas

que vuelan sin prisa

tratando de alcanzar el sol

que navega en un espectral océano de colores

hacia ninguna parte

Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

 

La isla.

 

La isla

 

El mar

con sus brazos líquidos

de algas y caracoles 

abraza la isla

la humedece de ternura

la arrulla con su rumor de olas

la hace florecer cielo

bosques

praderas

montañas

horizontes

la hace un verso

que la luna

todas las noches

en silencio recita

al sol

Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

Una gota de semen proletario.

 

Estoy lleno de recuerdos de mi infancia

de nombres memorables

de seres que con su ejemplo

y su nobleza

me forjaron como persona

sin ellos no hubiese crecido tanto

como para ser el hombre

en el que  habita mi humanidad

y llevar en mi voz el canto alegre de los pájaros

ni hubiese podido tener entre mis manos

la fecundidad de la vida

ni en la mirada el cielo que en la noche

se llena de lunas y estrellas

que colorean de fantasía los sueños

en los que vivo

desde mucho antes de ser una gota

de semen proletario

ovulo rebelde

fertilizado en la noche cósmica

de la pobreza y el hambre

y que se hizo luz un amanecer de noviembre

como una profecía inútil

Domingo Acevedo.



SEÑALES DE HUMO.

 


 

Era la abuela mamá Tita

la que hilvanaba con los hilos del alma las noches

la que todas las tardes se sentaba a orillas del camino real

a mirar el horizonte

intentando encontrar entre las rosas del crepúsculo

señales de humo que los pieles rojas

habitantes de más allá del mar

envían al azar

en las que dicen que ellos todavía luchan

por recuperar las tierras sagradas

que el hombre blanco hace tiempo les quitó

que no descansarán hasta recuperar las colinas negras

donde reposan  los espíritus de los guerreros

que lucharon contra las caras pálidas

cuya crueldad recién estrenaba con ellos el horror

Domingo Acevedo.



EL AROMA DE TU SOMBRA

 


 

Hoy nos llega tu recuerdo

vestido de diamantes y rocío

ya no hay estrellas en tus ojos

ni la luna brilla en tu voz

sólo nos queda tu ausencia

el aroma de tu sombra en cada rincón de la casa

el pley donde se forjaron todas tus ilusiones

los guantes

las pelotas

el bate

los niños que te veneran y te nombran

el sonido de tus pasos que vienen y van

por las calles que cargaron por siempre

todos tus sueños

tu afán

tu cotidiano afán

tu lucha permanente

tu sed de justicia

toda tu ternura se resume

en el irrevocable amor por tu madre

en esos tres lirios que sembraste 

en el huerto de la vida

y al final

sólo nos queda tu recuerdo

la grandeza de tu obra

que aplasta la voz agorera de los inicuos

que archivaron en su vientre la maldad

hijos perversos de la mediocridad

que el día de tu muerte

jubilosos alzaron sus copas

y brindaron

ellos tienen nombres y apellidos

y el fétido olor de los traidores

a pesar de su ira

tus creces todos los días

en las tiernas sonrisas de los niños

tu humanidad que se multiplica

entre los dedos alfareros del viento

que nos trae tu nombre en su voz

Ay Miguel

como nos duele tu ausencia

como sangra este enero en la piel  

 A Miguel Ángel Acevedo

Domingo Acevedo.



EL MAR

 


 

Del mar lejano e inalcanzable

sólo tuvimos referencias absurdas

que según la leyenda dejaron a los abuelos hace siglos

extraños viajeros azules como el color líquido del mar

que pasaron presurosos por nuestras tierras

huyendo nuca supimos de quien ni de que

dejando todo el camino un rastro indefinido y húmedo

que salpicaba de rocío las mañanitas amarillas del otoño

cuyo encanto de luna nueva

todavía nos endulza el alma de una rara sensación

que nunca pesar del tiempo hemos podido explicarnos

aun cuando todavía sentimos la necesidad

de hablar con alguien de ella

de buscar evidencias

de querer compartir ese raro sentimiento con los demás

de seguir el rastro que dejaron esos viajeros en nuestros corazones

que marca la ruta más lejana hacia la fantasía

donde ellos no son más que un espejismo

que tuvieron los abuelos

que se murieron anhelando ver el mar

sin saber que lo tenían tan cerca

que si querían con el alma lo podían tocar 

Domingo Acevedo.

Foto tomada de la red.

LA CIUDAD DE EDO.

 


 

Te imagino

navegando a la deriva

entre la nebulosa marea de la antigua

ciudad de Edo

salpicada por las voces de los noctámbulos

transeúntes del barrio Roppongi

luminosos fantasmas que danzan sin fin

alrededor de las ultimas hogueras

que iluminan el verano

en noviembre

en lo más alto del monte Fuji el sol se crispa

y envejece 

y te imagino

bajo las sombras congeladas 

de los rascacielos de la parte alta de Tokio

diluyéndote a través de las tibias vidrieras

de las tiendas

o mirando a través de los recuerdos

sentada en un café en Shibuya

o simplemente contemplando

a través de la ventana

de tu apartamento en Osaka

como las sombras de la noche aletean

en la distancia y mueren

abril es un cerezo que florece en mi voz

cuando te nombro

es la hora del té

las calles de Asakusha

se perfuman con los colores rojo amarillo

de las Geishas que se eternizan

en el ambarino reflejo del neón 

y más allá de la pena

el sol se revuelca en sus cenizas

y resplandece en tus ojos 

mientras por el sendero de bambú

el musgo y el olvido crecen

en el estanque

una flor de loto ilumina la noche

Domingo Acevedo.



 

Fotos tomadas de la red.

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