Un espacio para compartir ideas, imágenes, propuestas, versos y la esperanza de un mundo mejor... Tel. 849 637 3922.
domingo, octubre 27, 2024
El mejor estilo de Karate es el que usted práctica.
EBRIOS ARLEQUINES
Calles de insomnio
malecón de ceniza
puerto de sal
río que abraza el mar
mar que besa el cielo
cielo que se traga la
ciudad
ciudad amurallada en
sus raíces
por sus avenidas de
luto
antiguos transeúntes
se pierden en un
pantano de luces y sombras
y en los balcones del
verano
hermosas prostitutas
de porcelana
se desvanecen en el hastío y la soledad
mientras en el conde peatonal
ebrios arlequines
danzan bajo las lunas
del otoño
atrapados en la telaraña incierta de su destino
los mendigos de la ciudad Colonial
todas las noches se
pierden en los cubículos del hambre
y en la absoluta indiferencia del abandono
niños agonizan
escondiéndose detrás de sus sueños
mientras los fantasma
atrapados desde hace cinco siglos
en las catedrales del olvido
lloran desconsolados
su condena de
eternidad
Domingo Acevedo.
Foto tomada de la red.
La noche es tan triste.
La noche a esta hora es tan triste
Como ese farol
Que en la calle el Conde
El tiempo apagó
Agosto/2021
Domingo Acevedo.
Foto tomada de la red.
Isla de algodón y caña.
Aborigen
esencia coagulada
en la
inocencia intacta del amanecer
tainos
prisioneros
en las
inéditas habitaciones
de la
sangre
por la
espada y la cruz
extinto su
linaje ancestral
por el
odio de los guerreros
acorazados
en su maldad
en la
antesala de los días por venir
ante
tanto horror
un
behique en silencio se suicida
Isla de
algodón y caña
el
viento balbucea un abecedario de muerte
y el mar
bosteza cadáveres
que
agonizan en la arena luminosa de la alborada
hay en
las voces de los que cantan en el cañaveral
un
oleaje de salitre
clima
salobre que derrite la piel
de los
hombres
que bajo
el sol tropical de la isla
cortan
la caña
gotas de
sal y sangre humedecen la tierra
enferma
ante tanta crueldad
rotas
las cadenas
alegre
danzan los negros
al ritmo
acompasado de las tamboras
cuando
en las noches
la luna
como un
nido de luciérnagas en el cielo
desparrama
su luz
sobre el
quilombo
Domingo Acevedo.
LA TIA AGUSTINA.
La tía agustina todavía permanece
recostada en la ventana del tiempo
mirando al sur
hacia donde el mar Caribe
se alarga hacia lo infinito de la imaginación
salpicando sus ojos de cielo y rocío
de remotos pájaros marinos
petrificados en ámbar celular
de su mirada antigua
que todas las tardes se derrite
en la distancia
chorreando el horizonte
de fosforescentes mariposas
que vuelan sin prisa
tratando de alcanzar el sol
que navega en un espectral océano de colores
hacia ninguna parte
Domingo Acevedo.
Foto tomada de la red.
La isla.
La isla
El mar
con sus brazos
líquidos
de algas y
caracoles
abraza la isla
la humedece de
ternura
la arrulla con
su rumor de olas
la hace florecer
cielo
bosques
praderas
montañas
horizontes
la hace un verso
que la luna
todas las noches
en silencio
recita
al sol
Domingo Acevedo.
Foto tomada de la red.
Una gota de semen proletario.
Estoy lleno de recuerdos de mi infancia
de nombres memorables
de seres que con su ejemplo
y su nobleza
me forjaron como persona
sin ellos no hubiese crecido tanto
como para ser el hombre
en el que
habita mi humanidad
y llevar en mi voz el canto alegre de los
pájaros
ni hubiese podido tener entre mis manos
la fecundidad de la vida
ni en la mirada el cielo que en la noche
se llena de lunas y estrellas
que colorean de fantasía los sueños
en los que vivo
desde mucho antes de ser una gota
de semen proletario
ovulo rebelde
fertilizado en la noche cósmica
de la pobreza y el hambre
y que se hizo luz un amanecer de noviembre
como una profecía inútil
Domingo Acevedo.
SEÑALES DE HUMO.
Era la abuela mamá Tita
la que hilvanaba con los hilos del alma las noches
la que todas las tardes se sentaba a orillas del camino real
a mirar el horizonte
intentando encontrar entre las rosas del crepúsculo
señales de humo que los pieles rojas
habitantes de más allá del mar
envían al azar
en las que dicen que ellos todavía luchan
por recuperar las tierras sagradas
que el hombre blanco hace tiempo les quitó
que no descansarán hasta recuperar las colinas negras
donde reposan los espíritus de los
guerreros
que lucharon contra las caras pálidas
cuya crueldad recién estrenaba con ellos el horror
Domingo Acevedo.
EL AROMA DE TU SOMBRA
Hoy nos llega tu recuerdo
vestido de diamantes y rocío
ya no hay estrellas en tus ojos
ni la luna brilla en tu voz
sólo nos queda tu ausencia
el aroma de tu sombra en cada rincón de la casa
el pley donde se forjaron todas tus ilusiones
los guantes
las pelotas
el bate
los niños que te veneran y te nombran
el sonido de tus pasos que vienen y van
por las calles que cargaron por siempre
todos tus sueños
tu afán
tu cotidiano afán
tu lucha permanente
tu sed de justicia
toda tu ternura se resume
en el irrevocable amor por tu madre
en esos tres lirios que sembraste
en el huerto de la vida
y al final
sólo nos queda tu recuerdo
la grandeza de tu obra
que aplasta la voz agorera de los inicuos
que archivaron en su vientre la maldad
hijos perversos de la mediocridad
que el día de tu muerte
jubilosos alzaron sus copas
y brindaron
ellos tienen nombres y apellidos
y el fétido olor de los traidores
a pesar de su ira
tus creces todos los días
en las tiernas sonrisas de los niños
tu humanidad que se multiplica
entre los dedos alfareros del viento
que nos trae tu nombre en su voz
Ay Miguel
como nos duele tu ausencia
como sangra este enero en la piel
Domingo Acevedo.
EL MAR
Del mar lejano e inalcanzable
sólo tuvimos referencias absurdas
que según la leyenda dejaron a los abuelos hace siglos
extraños viajeros azules como el color líquido del mar
que pasaron presurosos por nuestras tierras
huyendo nuca supimos de quien ni de que
dejando todo el camino un rastro indefinido y húmedo
que salpicaba de rocío las mañanitas amarillas del otoño
cuyo encanto de luna nueva
todavía nos endulza el alma de una rara sensación
que nunca pesar del tiempo hemos podido explicarnos
aun cuando todavía sentimos la necesidad
de hablar con alguien de ella
de buscar evidencias
de querer compartir ese raro sentimiento con los demás
de seguir el rastro que dejaron esos viajeros en nuestros corazones
que marca la ruta más lejana hacia la fantasía
donde ellos no son más que un espejismo
que tuvieron los abuelos
que se murieron anhelando ver el mar
sin saber que lo tenían tan cerca
que si querían con el alma lo podían tocar
Domingo Acevedo.
Foto tomada de la red.
LA CIUDAD DE EDO.
Te imagino
navegando a la deriva
entre la nebulosa marea de la antigua
ciudad de Edo
salpicada por las voces de los noctámbulos
transeúntes del barrio Roppongi
luminosos fantasmas que danzan sin fin
alrededor de las ultimas hogueras
que iluminan el verano
en noviembre
en lo más alto del monte Fuji el sol se crispa
y envejece
y te imagino
bajo las sombras congeladas
de los rascacielos de la parte alta de Tokio
diluyéndote a través de las tibias vidrieras
de las tiendas
o mirando a través de los recuerdos
sentada en un café en Shibuya
o simplemente contemplando
a través de la ventana
de tu apartamento en Osaka
como las sombras de la noche aletean
en la distancia y mueren
abril es un cerezo que florece en mi voz
cuando te nombro
es la hora del té
las calles de Asakusha
se perfuman con los colores rojo amarillo
de las Geishas que se eternizan
en el ambarino reflejo del neón
y más allá de la pena
el sol se revuelca en sus cenizas
y resplandece en tus ojos
mientras por el sendero de bambú
el musgo y el olvido crecen
en el estanque
una flor de loto ilumina la noche
Domingo Acevedo.