martes, diciembre 30, 2014

Un enjambre de perros azules.

Un centauro.

Con una herida en el corazón
postrado ante el olvido
agoniza un centauro
en sus ojos anegados de eternidad
una luz se apaga

Domingo Acevedo.




Un enjambre de perros azules

Hay pasos ahondándose en la espesura de la incertidumbre
y más allá de la inexactitud del tiempo
un enjambre de perros azules arañan la noche
27/8/12

La luna lo sabe

Este camino que se pierde entre mis ojos
no lleva a ninguna parte
la luna lo sabe
por eso todas las tardes se entretiene a jugar en el horizonte
con las golondrinas


Heridas de ausencia

Estas dos palomas que huyen de mis ojos
heridas por la ausencia
sin ninguna oportunidad de regresar del olvido
se diluyen en la inmensidad del tiempo
28/8/12

27/8/12

Domingo Acevedo

En este viaje hacia el olvido


En este viaje hacia el olvido
atrapado en propia soledad
he llorado tantas veces mi vida
que no se si de verdad vivo o muero

mayo/12



He acumulado tanto dolor en mis recuerdos
que en mis ojos hay una herida que no cierra

Mayo/12



Hay un niño herido en mi voz

Mayo/12



Ya no se a donde voy
me he perdido en los laberintos
de la incertidumbre
buscando una salida para  escapar
a tantos recuerdos

mayo/12



Estas dos lágrimas que ruedan por mi rostro
Arrastran consigo todo espeso amargo de mi edad

mayo/12



Aquí
arrinconado contra los últimos vestigios del tiempo
la vida se desvanece en la nada

mayo/12





La tarde llegó silenciosa
enterró sus cuchillos de sal en mi memoria
y se alejo cantando





Mis huellas vienen de ninguna parte



Mis huellas vienen de ninguna parte y se pierden en una ciudad donde la soledad y el olvido se adueñan de todas las cosas.
Todos estos años en caminado en circulo alrededor de la nada sin darme cuenta lo rápido que se han ido todos años, llevándose con ellos parte de mi vida.
Esta mañana me he mirado al espejo y me he visto tan desamparado que lloré imperturbable mi desdicha se ser humano.



Domingo Acevedo


Científicos: El cambio de los polos magnéticos podría colapsar la civilización


Publicado: 29 dic 2014 23:09 GMT | Última actualización: 29 dic 2014 23:09 GMT
.nasa.gov
Científicos rusos advierten que un posible cambio de los polos de la Tierra, fenómeno que ocurre una vez cada millón de años, podría traer consigo el colapso de la civilización.
El presidente del consejo académico del Departamento de Siberia de la Academia de Ciencias de Rusia, Nicolái Dobretsov, advierte de los riesgos que podría acarrear la inversióno cambio de los polos magnéticos del planeta, informa la agencia TASS. Los cambios se producen aproximadamente una vez cada millón de años, y el último tuvo lugar hace unos 800.000 años. Sin embargo, es imposible predecirlo con exactitud, debido a que las inversiones tienen carácter casual. 
Según él, el cambio de polos podría conducir a un colapso de la civilización. El campo magnético del planeta se debilitaría en varias docenas de veces, lo que daría lugar a una serie de problemas: Dejaría de generarse electricidad, la ionosfera quedaría destruida y la radiación cósmica podría alcanzar la superficie de la tierra. Los científicos añaden que los móviles e Internet dejarían de funcionar correctamente.
Ante estos posibles peligros globales, los científicos siberianos hacen un llamamiento a unir esfuerzos. Según Dobretsov, se impone desarrollar un programa estatal de medidas a largo plazo para la protección de la humanidad. Asimismo, considera necesario fortalecer la vigilancia del estado del campo magnético de la Tierra, lo que se puede hacer en laAntártida, una zona más apropiada para su vigilancia.

lunes, diciembre 29, 2014

Eugenio María de Hostos,El gran maestro y educador de América.

Eugenio María de Hostos

El gran maestro y educador de América que contribuyó a la enseñanza dominicana. La obra de Hostos ha sido recogida en veinte volúmenes por el gobierno de Puerto Rico en los que está editada su obra completa (1940).
Siendo de origen puertorriqueño, Eugenio María de Hostos, a quien también se le llamó el Ciudadano de América,  contribuyó grandemente en la educación dominicana.
El insigne educador, fundó en el país la Escuela Normal Preparatoria en el año 1880, dando origen a las Escuelas Normales en la República Dominicana. Además del  área pedagógica se destacó como político, sociólogo, moralista y escritor.
Nació el 11 de enero de 1839 en Mayagüez, Puerto Rico, profesando un gran amor y apego a la República Dominicana, a tal punto que murió en Santo Domingo a la edad de 64 años.
Los padres de Hostos fueron Eugenio de Hostos y Rodríguez y doña Hilaria de Bonilla y Cintrón. Fue Bautizado el 12 de abril del mismo año en que nació en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Candelaria, en la mencionada ciudad.
Eugenio María de Hostos cursó sus estudios primarios en el Liceo de San Juan de Puerto Rico y los secundarios los realizó en España (Bilbao), posteriormente realizó estudios en la Facultad de Derecho de Madrid.
Viajó a París, desde donde pasó a la ciudad de Nueva York, aquí luchó por la Independencia Cubana, fundó el periódico "La revolución" con el fin de lograr la liberación de Cuba.
A partir de 1871 comenzó a recorrer América del Sur (Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil), defendiendo su ideario antillano en defensa de la libertad de sus pueblos.
En Chile profundizó sus ideas educativas y en la instrucción de la mujer; aquí publicó el Juicio crítico de Hamlet. Fue miembro de la Academia de Bellas Letras de Santiago.
En Argentina propició la construcción del ferrocarril trasandino. La primera locomotora que cruzó los Andes. Fue llamada Hostos en su honor. En esta nación publicó artículos en el Diario "La Nación". En Brasil se dedicó a escribir sobre la exuberancia de la naturaleza.
En 1874 dirigió con el escritor cubano Enrique Piñeyro la América Ilustrada. En este año regresó a Nueva York.
En 1875 regresó a las Antillas, radicándose en la República Dominicana, país que gozaba de libertad, y desde Puerto Plata y Santo Domingo, dirigió Las Tres Antillas. El ideal de Hostos era lograr la Confederación Antillana.
Volvió nuevamente a Nueva York. Luego se dirigió a Caracas, y allí contrajo matrimonio con Belinda de Ayala Quintana.
Al concluir la guerra de Cuba, con la firma de la paz del Zanjón, regresó a Santo Domingo, donde fue nombrado Director de la Escuela Normal y fue profesor de Derecho y de Economía Política en el Instituto Profesional.
En 1889 fue a Chile, donde ejerció tareas docentes, fue Director del Liceo de Chillán y del Liceo Amunástegui de Santiago. En este país realizó varias publicaciones y estudios pedagógicos, literarios y políticos.
Al estallar en 1898 nuevamente la guerra en Cuba, regresó a Puerto Rico para luchar por la libertad, pero la falta de esta en su país, hizo que en 1900 se radicara una vez más en Santo Domingo, donde fue designado Director General de Enseñanza Normal.
Sobre Hostos, don Pedro Henríquez Ureña dijo: "Vivió en los tiempos duros en que florecían los apóstoles genuinos en nuestra América".
Entre las obras de Eugenio María de Hostos se pueden citar:
Biografía Crítica de Plácido; La novela de la vida; La tela de Araña; La peregrinación de Bayoán (1863); Poesías y Comedias; Plácido (Ensayo); Comedias (1886); Crítica Literaria; Ensayo crítico de Hamlet; Meditando; Lecciones de Derecho Constitucional y Moral Social.
Otras obras son: Tratados de Lógica, Ciencia de la Pedagogía y Geografía Evolutiva; Los frutos de la Normal; Proyecto de Ley de Enseñanza Pública (Santo Domingo); Programa Oficial para las Escuelas de la República (República Dominicana); Reseña Histórica de Puerto Rico (Ensayo); Mensaje a Colombia (Ensayo); Discursos pronunciados en la primera investidura de alumnas del Instituto de Señoritas (1887).
La obra de Hostos ha sido recogida en veinte volúmenes por el gobierno de Puerto Rico en una edición de sus obras completas (1940).
Hostos falleció en Santo Domingo el 11 de agosto del año 1903.

Tomado de Educando.

jueves, diciembre 25, 2014

Rumbo a al Hora del Planeta 2015

Rumbo a la Hora del Planeta, 28 de marzo del 2015. 


Rescatemos el legado de Pedro Henríquez Ureña.

Pedro Henríquez Ureña

Pedro Henríquez Ureña
Pedro Henríquez Ureña.jpg
Ureña en Argentina días antes de su muerte (1946)
Nombre de nacimientoNicolás Federico Henrí­quez Ureña (nombre real)
Nacimiento29 de junio de 1884
Santo DomingoBandera de la República Dominicana República Dominicana
Defunción11 de mayo de 1946
(61 años)
Buenos AiresArgentina
Seudónimo«E.P. Garduño»
OcupaciónEscritorfilólogocrítico, periodista
Período1905 - 1945
Lengua maternaEspañol
GéneroEnsayo
MovimientosModernismo
CónyugeIsabel Lombardo Toledano
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Pedro Henríquez Ureña (29 de junio de 1884 - 11 de mayo de 1946) fue un intelectualfilólogocrítico y escritor dominicano.

Primeros años[editar]

Sus padres fueron dos prominentes intelectuales: Salomé Ureña, la granpoetisa dominicana, y Francisco Henríquez y Carvajalmédicoabogado,escritorpedagogo dominicano; su abuelo, Nicolás Ureña de Mendoza,costumbrista y político dominicano.
Su ambiente familiar estuvo marcado por la presencia de Eugenio María de Hostos, reformador de la enseñanza y luchador independentistapuertorriqueño que hizo del país dominicano el suyo. A su tío Federico lo llamó José Martí «hermano», en su célebre carta de despedida de 1895. Desde niño Pedro mostró interés por la literatura. Tal pasión fue compartida por dos de sus hermanos, Maximiliano y Camila, quienes luego desarrollarían una amplia labor en el campo de la pedagogía y la investigación literaria en Cuba, los Estados Unidos y Puerto Rico, entre otros países.

Emigración[editar]

Tras completar los estudios secundarios, marchó a los Estados Unidos, comenzando así un largo periplo que lo alejaría del solar nativo, casi durante todo el tiempo que le restaba de existencia. Fue profesor universitario en México (1906 - 1913), Estados Unidos, donde estuvo entre 1915 y 1916Argentina donde se vinculó a la revista Sur, de Victoria Ocampo y fueacadémico de Letras, EE.UU. otra vez, y República Dominicana.

Influencia en las letras argentinas[editar]

Pedro Henríquez Ureña
Su biografía y su relación con la cultura argentina carecen de una representación nítida en la imaginación argentina. Acerca de esta ausencia -podría afirmarse, indolencia y desaprensión, más ignorancia- Borges hipotetizó:
Yo tengo el mejor recuerdo de Pedro (...) él era un hombre tímido y creo que muchos países fueron injustos con él. En España, si lo consideraban, pero como indiano; un mero caribeño. Y aquí en Buenos Aires, creo que no le perdonamos el ser dominicano, el ser, quizás mulato; el ser ciertamente judío -el apellido Henríquez, como el mío, es judeo-portugués-. Y aquí él fue profesor adjunto de un señor, de cuyo nombre no quiero acordarme; que no sabía nada de la materia, y Henríquez -que sabía muchísimo- tuvo que ser su adjunto. No pasa un día sin que yo lo recuerde....
Ernesto Sabato, que también declara el ascendiente y magisterio sobre él del eximio dominicano, evoca en Antes del fin:
Se me cierra la garganta al evocarlo, esa mañana en que vi entrar a ese hombre silencioso, aristócrata en cada uno de sus gestos (...) Aquel ser superior tratado con mezquindad y reticencia por sus colegas, con el típico resentimiento del mediocre, al punto que jamás llegó a ser profesor titular de ninguna Facultad de Letras de Argentina.
Aún así, Ureña desplegó un papel decisivo en la vida académica argentina, que comenzó el año de su llegada al país, en1924. Primero en la Universidad de La Plata con el filósofo socialista Alejandro Korn, Raimundo Lida, el historiador José Luis Romero y el ensayista Ezequiel Martínez Estrada-, un año después junto al filólogo español Amado Alonso, quien invita a Ureña a trabajar en el Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas, en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. Así con Ureña (y con Alonso en menor medida), entran al país los estudios hispanoamericanistas, filológicos, estilísticos y lingüísticos; métodos colocando al texto en el centro del análisis.
En 1925 obtiene una cátedra en el terciario no universitario Instituto Nacional del Profesorado Joaquín V. González.
A través de su relación con Rosa OliverMartínez EstradaEduardo Mallea y José Bianco y sus trabajos en Sur (su colaboración de 1942 en la publicación de Victoria Ocampo dictamina y justifica, por primera vez, el rango único de la obra de Borges en la literatura argentina), Ureña participa activamente en la construcción y modelado del universo cultural argentino, en los años 1930 y 1940.

Constructor cultural argentino[editar]

Al arribar al puerto de Buenos Aires, en 1924, Los Henríquez -su esposa, Isabel Lombardo Toledano y su pequeña hija Natacha- se alojan en una pensión de la calle Bernardo de Irigoyen, a pocas cuadras de la estación de trenes de Constitución. En los años sucesivos, Ureña concurre diariamente a Constitución para ir a la ciudad de La Plata (a 55 km) al término de sus clases en Buenos Aires. Es la misma estación, en un vagón, que Ureña súbitamente se desplomaría para morir.
Borges vuelve, en un prólogo y en un relato, y en diversas entrevistas, sobre la secuencia fatal que comprendió un radio de quince cuadras que Ureña recorrió desde la Editorial Losada (supervisaba una edición de una elección de clásicos) hasta la Estación Constitución, donde, sin agonía, moriría. Max Ureña, hermano de Pedro y también riguroso intelectual hispanista, escribió sobre el deceso repentino:
Apresuradamente se encaminó a la Estación de FF.CC. que lo conduciría a La Plata. Llegó al andén cuando el tren arrancaba y corrió para subir. Lo logró. Un compañero, el profesor Cortina, le hizo señas de un asiento vacío a su lado. Cuando iba a ocuparlo, se desplomó sobre él. Inquieto, Cortina al oír estertores, lo sacudió. No obtuvo respuesta, dando la voz de alarma. Un profesor de Medicina que iba en el tren, lo examinó y, con gesto de impotencia, diagnosticó el óbito.
También, Max, corriendo apresurado -llegaba tarde a la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras- falleció súbitamente en la escalinata de la casa de estudios.
Borges, prologando el volumen Obras Críticas de Henríquez Ureña, ofreció una versión de su muerte. Fue un recuerdo personal de un diálogo con el ensayista, pocos días antes de su muerte. Sin más, Borges hace jugar el vaticinio:
Yo había citado una página de Quincey, donde describe que el temor a la muerte súbita es una invención de la fe cristiana.
Ureña le contestó con otra figura de la muerte repentina repitiendo un terceto de la Epístola moral a Fabio, de Andrés Fernández de Andrada:
¿Sin la templanza viste tu perfecta
alguna cosa? ¡Oh muerte, ven callada
como sueles venir en la saeta!
Borges prosigue: «Después recordé, que morir sin agonía es una de las felicidades que la sombra de Tiresias promete aUlises». Y finaliza «No se lo pude decir a Pedro, porque a los pocos días murió bruscamente en un tren, como si alguien -el Otro- hubiera estado esa noche escuchándonos».

Otra evocación de Borges[editar]

«Tengo la impresión de que Henríquez Ureña -claro que es absurdo decir eso- de que él había leído todo, Todo. Y al mismo tiempo, que él no usaba eso para abrumar en la conversación. Era un hombre muy cortés, y -como los japoneses- prefería que el interlocutor tuviera razón, lo cual es una virtud bastante rara, sobre todo en este país, ¿no?».

Fuentes[editar]

  • El oro de los tigres, Jorge Luis Borges, (Art. «El sueño de Pedro Henríquez Ureña»), Emecé, 1972, p. 133
  • Antes del Fin, Ernesto Sabato, Seix Barral, 1988
  • Apologías y rechazos, Ernesto Sabato (Art. «Pedro Henríquez Ureña»), Seix Barral, 1977, pp. 53 a 77.

Pensamiento[editar]

Su obra crítica se caracteriza por la amplitud de los temas tratados y su ferviente deseo de demostrar la unidad e independencia espiritual de América. A este respecto se pueden citar: Seis ensayos en búsqueda de nuestra expresión(1928), Apuntaciones sobre la novela en América (1927) y Sobre el problema del andalucismo dialectal de América (1937).
Al respecto es válido citar Ernesto Sabato, quien fue alumno suyo en el colegio secundario dependiente de la Universidad de La Plata y quien años más tarde, en 1940, retomó sus relaciones con él:
«Este hombre que alguien llamó peregrino de América (y cuando se dice América en relación a él debe entenderse América Latina, esa teórica América total que la retórica de las cancillerías ha puesto de moda, por motivos menos admirables), tuvo dos grandes sueños utópicos; como San Martín y Bolívar, el de la unidad en la Magna Patria; y la realización de la Justicia en su territorio, así con mayúscula».
«Su vida entera se realizó, así como su obra, en función de aquella utopía latinoamericana. Aunque pocos como él estaban dotados para el puro arte y para la estricta belleza, aunque era un auténtico scholar y hubiera podido brillar en cualquier gran universidad europea, casi nada hubo en él que fuese arte por el arte o pensamiento por el pensamiento mismo. Su filosofía, su lucha contra el positivismo, sus ensayos literarios y filológicos, todo formó parte de sus silenciosa batalla por la unidad y por la elevación de nuestros pueblos».

Vida personal[editar]

Pedro estuvo casado con la mexicana de ascendencia italiana Isabel Lombardo Toledano (hermana de Vicente Lombardo Toledano) con quien tuvo dos hijas: Natacha y Sonia Henríquez Lombardo. Su abuelo paterno, Noel Henríquez Altías (1813–?), era un judío sefardí nacido en Curazao y descendiente de judíos expulsados de España que emigraron aHolanda.1 Su abuela paterna, Clotilde Carvajal Fernández (1819–1873), era hija del cubano Salvador Carvajal y la dominicana de ascendencia taína Juana Fernández, descendiente de los últimos indígenas que permanecieron en el dominio concedido al cacique Enriquillo.1

Ancestros[editar]

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
8. Juan José Henríquez
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4. Noel Henríquez Altías (n. 1813)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
9. Clemencia Altías
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
2. Francisco Hilario Henríquez y Carvajal(1859–1935)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
10. Salvador Carvajal
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5. Clotilde Carvajal Fernández (1819–1873)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
11. Juana Fernández
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
1. Pedro Nicolás Federico Henríquez Ureña
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
24. Carlos de Ureña
 
 
 
 
 
 
 
12. Francisco Ureña Mañón
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
25. Catalina Mañón
 
 
 
 
 
 
 
6. Nicolás Ureña de Mendoza (1822–1875)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
26. José Valerio de Mendoza
 
 
 
 
 
 
 
13. Ramona de Mendoza
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
3. Salomé Ureña Díaz (1850–1897)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
28. Ignacio Díaz
 
 
 
 
 
 
 
14. Pedro Díaz de Castro
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
29. Teresa de Castro Mañón
 
 
 
 
 
 
 
7. Gregoria Díaz de León (1819–1914)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
30. Domingo de León y Fajardo
 
 
 
 
 
 
 
15. Teresa de León y la Concha
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
31. María Florentina de la Concha y Hurtado de Mendoza
 
 
 
 
 
 

Distinciones[editar]

Se distinguió como crítico literarioensayistaperiodista, y prosista de gran vuelo. Es considerado uno de los humanistas más importantes de América Latina en el siglo XX. Su hija Sonia Hernández Ureña dejó plasmados recuerdos de la vida de su padre en Pedro Henríquez Ureña: Apuntes para una biografía (México, 1993). A su vez, Enrique Zuleta Álvarez escribió su biografía Pedro Henríquez Ureña y su tiempo. Vida de un hispanoamericano universal (1997). El cirujano René Favaloro lo evocó en su libro Don Pedro y la educación (1994).
La Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), de República Dominicana, lleva su nombre.

Obras[editar]

  • Horas de estudio (1910, París)
  • Nacimiento de Dionisios (1916)
  • En la orilla: mi España (1922)
  • La utopía de América (1925)
  • Apuntaciones sobre la novela en América (1927)
  • Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928)
  • La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936)
  • Sobre el problema del andalucismo dialectal de América (1937)
  • Plenitud de España (1940)
  • Corrientes Literarias en la América Hispana (1941)
  • El español en Santo Domingo (1940)

Ediciones críticas[editar]

  • Historia cultural y literaria de la América hispánica. Edición de Vicente Cervera. Verbum, Madrid, 2009

Referencias[editar]

  1. ↑ Saltar a:a b Jaime Read (23 de agosto de 2010). «Familias capitaleñas: Los Henríquez» (en español)Cápsulas Genealógicas (Santo Domingo: Hoy) (1/3). Consultado el 3 de febrero de 2014. «Este apellido se origina en la península Ibérica, tanto en Portugal como en España, de familias judías sefardíes que marcharon posteriormente hacia el norte, llegando a Holanda, a raíz de la expulsión de judíos luego de la Reconquista. De allí parten hacia las colonias neerlandesas del Caribe, llegando a Curazao. En la República Dominicana, el tronco de esta familia fue Noel Henríquez Altías (n. 25 diciembre de 1813), natural de Curazao (...) Se dice que Clotilde Carvajal, por el lado materno, tenía sangre de los últimos indios dominicanos que permanecieron en la población de Boyá, en el dominio concedido al cacique Enriquillo.».

Enlaces externos[editar]

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