Antes de caer asesinado, Amín Abel cargaba a su hijo en las piernas
Creía que después de la forma tan brutal y salvaje en que el arbitrario régimen de Joaquín Balaguer asesinó a Otto Morales había disminuido la persecución en su contra y el Gobierno, desacreditado y atacado por el repugnante crimen, no se atrevería a tocarlo. “Sin embargo, en eso se equivocó: a él lo mataron peor que a Otto”.
Amín Abel Hasbún, planificador del secuestro del coronel norteamericano Donald Crowley, fue enviado por su partido, el Movimiento Popular Dominicano, a La Romana para evadir el acoso. Su padre, Mahoma Abel, le había ofrecido la mediación de Rafael Herrera y de Salvador Pittaluga Nivar para que se entregara, pero no aceptó porque lo consideraba desleal frente a sus camaradas y a la gente que confió en él.
Convencido de que no lo atraparían decidió venir a Santo Domingo, pues llevaba ocho meses sin ver a su hijo Ernesto, de dos años, y a su esposa Mirna que estaba embarazada.
Al cuarto día de su presencia en la capital, numerosos agentes policiales, de civil y uniformados, armados de ametralladoras, rodearon la vivienda de la pareja en la Francisco Henríquez y Carvajal colocándose hasta en el techo, las escaleras, el interior de la casa, y a pesar de haber acudido con un fiscal que los abandonó y dejó a merced de las sanguinarias tropas, eliminaron al revolucionario pese a estar en compañía de su consorte y de su niño.
Una ráfaga asesina lo derribó, y en el piso le dispararon el tiro de gracia, en la nuca. “Yo salí pidiendo auxilio, ya la gente se había aglomerado, en eso venía un periodista de El Nacional que fue el único al que dejaron atravesar el cerco, quien me hizo señas indicándome que Amín estaba muerto”.
Mirna Ydalia Santos, viuda de Amín, fue llevada entonces al Palacio de la Policía junto a su pequeño y a la doméstica y estuvieron casi nueve horas presos en una celda. No obstante su condición física y emocional, ella salió desde ahí hacia la funeraria aunque luego debió ser internada en una clínica con amenaza de parto prematuro. El trágico cuadro le produjo sangrado y contracciones a destiempo.
Con esa muerte que estremeció a la sociedad se tronchó, a los 28 años de edad, el 24 de septiembre de 1970, una vida de lucha y de entrega que animada por el ideal de la justicia y la igualdad social participó en todos los procesos reivindicativos de la historia política dominicana desde los últimos meses del trujillato hasta ese fatídico día de Las Mercedes cuando el terror de los funestos 12 Años cerró con ferocidad sus ojos.
La viuda, que lo conoció en Santo Domingo en la casa de su hermana Luisa, casada con Hugo Toyos, un dirigente del 14 de Junio que ofrecía al muchacho orientación marxista-leninista, domina con increíbles detalles la trayectoria pública del líder estudiantil y político recordado por dos calles, una estación del Metro y la facultad de ingeniería de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que llevan su nombre.
Está vigente en la memoria colectiva quizá por todos estos reconocimientos, probablemente por lo desalmado que fue el homicidio o tal vez porque la universidad donde hizo tanta vida revolucionaria lo recuerda en cada aniversario del despiadado adiós.
Amín Abel Santos, el hijo póstumo nacido el 22 de diciembre de 1970, dice que se sorprende de la reacción de la gente cuando él se identifica. “A casi 45 años de su muerte el nombre causa impacto en muchas personas, no hay una semana en la que alguien no me cuestione, yo me asombro de la empatía, algunas casi lloran, lo recuerdan, me cuentan que simpatizaban con sus ideales”.
Para el arquitecto, el ingreso a la UASD creó expectativas no solo porque pensaban que estudiar en la misma universidad, la misma facultad y tener el mismo nombre crearían conmoción en el bachiller sino porque querían saber si tendría igual desempeño. Amín hijo se graduó con honores, igual que su padre.
Ernesto Van Troi, el primogénito, es doctor en química y ejerce en Las Vegas, Nevada, donde reside. Nació el seis de mayo de 1968 con un problema que ameritaba rápida intervención quirúrgica cuando en el país la medicina no había evolucionado, relacionado con la comunicación interventricular. “A él no se le cerró la válvula que conectaba los dos ventrículos, eso le provocaba flujo de sangre venosa y arterial que se mezclaban”. Se reflejaba en infecciones en los pulmones que ameritaban nebulizarlo con frecuencia. “Cualquier gripe se convertía en neumonía”.
La vida del matrimonio fue dura. Amín estuvo preso varias veces, primero durante el triunvirato y luego en el gobierno de Balaguer. Si estaba libre vivía clandestino. Fue una unión convulsa caracterizada por desequilibrios económicos y emocionales de ambos cónyuges por la separación obligada. Aun así, Mirna, también del 14 de Junio desde su adolescencia, y luego del MPD, comprendía y apoyaba las luchas de su pareja.
Por tanto tiempo conociéndolo habla con precisión del paso de Amín por FRAGUA, sus tres elecciones como secretario general de la Federación de Estudiantes Dominicanos, su viaje a Hungría cuando fue recibido por Rafael Alburquerque y “Pipí” Delgado, del Bloque Universitario Revolucionario Cristiano (BRUC), en su tránsito por París y después alojado de nuevo por estos tras el gobierno dominicano devolverlo del aeropuerto.
Define los orígenes y posición social y económica de sus padres, las luchas de Amín por el regreso de los exiliados antitrujillistas y el esclarecimiento de los desaparecidos por la tiranía junto a Idelisa Bonnelly de Calventi, Guillermina Puig y Ángela Ricart, sus trabajos en Obras Públicas y Metaldom donde hizo reválida, la graduación Magna Cum Laude, el liderazgo en la lucha por el medio millón para la Universidad y la ametrallada marcha al Palacio Nacional, su representación como delegado de los estudiantes ante el Consejo Universitario y sus afanes por sacar de la academia a catedráticos comprometidos con el trujillismo. También su actuación en la guerra de 1965, la crisis interna que dividió al 14 de Junio, su ingreso al Movimiento Popular Dominicano, la intensidad de su oposición a Balaguer y su papel en el secuestro de Crowley.
Amín no estuvo solo en ninguno de estos hechos por lo que Mirna cita también otros actores.
Era enjuto, de ojos claros aceituna, piel blanca, lector y escritor insaciable, gran orador y muy tierno en sus roles de padre y esposo. En medio del drama que representó su muerte, con Ernesto en las piernas y sin presentir el final ya decidido, quiso calmar la tensión y pidió al menor cantar la canción que le habían enseñado en el colegio. El inocente párvulo, complaciente al pedido de su padre entonó “La cucaracha”. Amín entonces se dirigió a la nerviosa compañera: “Mira como tu hijo te infunde ánimo demostrando que es más guapo que tú”.
Tomado de hoy Digital
Fotos tomadas de la red.