FMB
Por Ramón Saba
Nació el 7 de marzo de 1907 en Santiago de los Caballeros bautizado con el nombre de Manuel Cabral Tavárez. Falleció en Santo Domingo el 14 de mayo de 1999.
Poeta, narrador y diplomático dominicano. Ha sido considerado una de las voces más importantes de la poesía afroantillana. Tuvo una exitosa carrera diplomática que se extendió por casi tres décadas. Receptor de múltiples reconocimientos entre ellos haber sido designado Premio Nacional de Literatura en el 1992.
Su Antología Tierra, publicada en España por el Instituto de Cultura Hispánica, consolidó su fama de gran poeta. Publicó de modo constante sus obras en la editorial Losada. Fue poeta de corte socialista en buena parte de su obra, y aprovechó el tema de las guerras civiles para componer Compadre Mon, un poema que se ha comparado con Martín Fierro, del escritor argentino José Hernández. En su poesía puede encontrarse la temática política, amorosa, social, metafísica. La poesía negra tuvo en Manuel del Cabral, una de sus voces más significativas, junto a Nicolás Guillén, Luis Palés Matos y Aimé Cesaire.
Muchos estiman que junto a Pedro Mir y Franklin Mieses Burgos conforman la trilogía de poetas más representativos de nuestra nación. Su poesía política y social, especialmente su afamado poema “Compadre Mon”, lo ha situado al lado de los grandes poetas de América Latina, entre ellos: Vicente Huidobro, Pablo Neruda, César Vallejo y Octavio Paz. Manuel del Cabral es sin lugar a dudas uno de los principales poetas de la República Dominicana, fue un escritor polémico y el más conocido en las letras americanas.
Entre sus obras poéticas más importantes están Pilón, Color de agua, Biografía de un silencio, 12 poemas negros, Trópico negro; Compadre Mon, Los huéspedes secretos; La isla ofendida; Sexo no solitario, además de haber incursionado con notoriedad en otros géneros como la novela (El escupido y El presidente negro), el cuento (Los relámpagos lentos y Cuentos cortos con pantalones largos), el ensayo (Historia de mi voz) y el teatro (La carabina piensa), publicó una autobiografía titulada Historia de mi voz… sólo para mencionar parte de su obra. Viajó por Europa y América, y residió mucho tiempo en Buenos Aires, donde publicó la mayoría de sus trabajos literarios que suman unos setenta libros editados.
Produce gran placer escuchar de boca de su propio hijo, el brillante pintor Alejandro Cabral decir con acento poético “Gran Manuel, ya estás con los inmortales, tu voz nos llega como un eco a través del tiempo que se volvió inmaterial como tu cuerpo, pero tú Manuel estarás con nosotros hasta el fin de los tiempos, con tu voz cantarás al infinito y otros mundos te escucharán, tu palabra flotara por el universo como las nubes en el firmamento, y todas las rosas de la tierra, las estrellas y más allá de los límites del espacio conspirarán con tus poemas. Y antes de que tú nacieras ya tu palabra como un rayo se hacía eterna con tu canto.”
La polifacética escritora dominicana Doris Melo apunta desde su rincón escritural en Puerto Rico que “Manuel del Cabral es un poeta dominicano reconocido en el quehacer poético en toda Hispanoamérica. De él conozco su libro Pilón subtitulado como Cantos del terruño y otros poemas, del cual se piensa que ha sido su primer libro.
Manuel del Cabral comenzó a escribir a muy temprana edad y escribió este libro antes de los 25 años. La crítica ha expresado con beneplácito la madurez que reflejan sus primeras letras . Su lirismo dentro de su unidad ha tomado diversos matices en su trayectoria. Conozco su último libro Compadre Mon, en el cual refleja lo autentico del trópico de América. Sus versos encierran pasión, compromiso. Prosa desnuda y autentica. Expresa lo telúrico. Lo autóctono es lo que más me llama la atención de su poética. Un poeta culto se siente atraído por estas imágenes de la tierra y el campo. Como el poema Tierra adentro en el que su diálogo poético es una polifonía de voces conjugadas entre el paisaje y el sentimiento. saltando en el llano con gritos de sol.
Podría hablar largo tiempo sobre la importancia de la poesía de Del Cabral de sus diferentes matices, su variedad temática, Debo agregar finalmente que me atrae fundamentalmente la poesía negroide de Del Cabral y le he comparado con algunos poetas que dialogan con este tipo de poesía . En Puerto Rico con Pales Matos y su Tuntún de pasas y grifería como con el cubano Nicolás Guillén en su libro Sóngoro cosongo.”
Camelia Michel Díaz, una de las voces poéticas más acreditadas de estos tiempos nos revela que “Si no me falla el recuerdo, en sus memorias “Historia de mi Voz” el poeta dice, entre otras cosas, que se cambió el apellido como una forma de distanciarse de su padre, figura importante durante el régimen trujillista. Entre otros cargos, Mario Fermín Cabral fue senador y propuso que la capital tuviera el nombre de Ciudad Trujillo.”
A lo que Leibi Ng, consagrada poeta , lectora vehemente e investigadora y ex directora de la revista infantil Tobogán nos agrega al respecto que “El estigma de ser hijo de un hombre de Trujillo debe pesar como tarja de grueso mármol o quizás plomo. Pero en el caso de Manuel del Cabral, su obra lo redime y hasta suaviza el recuerdo del padre que sea como sea duró lo que duró Trujillo en el poder, falleciendo en el 1961.”
A propósito del ajuste que nuestro autor invitado hiciera a su nombre, Leibi Ng nos recuerda como él lo justificaba en su libro Historia de mi voz: “A mi llegada a la capital tuve súbitamente que cambiar mi nombre de pila que tan orgulloso y simple traía de mi pueblo natal, pues con sorpresa me enteré de que existía una mano versificadora, un poeta que llevaba mediocremente mi firma y por todas partes aparecían versos sin estatura de “Manuel Cabral”. Era como si mi cara me la hubiesen repartido pedacitos de espejos. Me encontraba pequeño por todas partes. En vista de tan ingrato atraso de mi destino de poeta, resolví no quitarme el nombre pero agregarle algo para diferenciarlo de aquel bastardo homónimo fabricador de versos, y decidí entre el Manuel y el Cabral “ensangüichar” un “del” como salvavidas de mi presente y futura obra poética.”
El destacadísmo y versátil escritor Federico Jovine Bermúdez nos narra una anécdota característica de la personalidad de Manuel del Cabral: “Juan Bosch lideraba en 1959 y 1960 la lucha contra Trujillo. Investido de esa condición de líder debió de dirigirse a Chile a participar en un congreso. Al llegar a Ezeiza, el aeropuerto de Buenos Aires, para hacer el trasbordo se encontró con Manuel del Cabral, Ministro Consejero de la Embajada trujillista, quien le esperaba con un fuerte abrazo. Don Juan le dijo: Cunito pero tú te estás volviendo loco, si Trujillo sabe que tú viniste a recibirme eres hombre muerto y dijo don Juan que Cunito le respondió, Ay Juan, qué carajo sabe Trujillo de literatura y de poesía? Convirtiéndose en su edecán hasta que Bosch pudo hacer el trasbordo hacia Chile. Las cosas de don Manuel eran increíbles… ¡Qué grande hombre!”
Dulce Ureña, poetisa de textos breves pero de gran profundidad filosófica, no señala que “Manuel Del Cabral, con su mirada clara, y su vestuario de soñador obtuso, transitó las palabras con lenguaje simple y profundo. Buscó y encontró la musa, en los panoramas del mundo, por eso, frente a los retos sociales, se autoproclamaba el poeta internacional. Inconteniblemente fuerte, en sus andanzas de mimbre, nuestro Manuel, vive!”
Por su parte el aguerrido poeta y científico Luis Carvajal asevera “Para mí es el más grande y trascendente poeta dominicano. La fuerza y la belleza de sus imágenes. La contundencia y originalidad de su discurso poético, la variedad y profundidad de los temas que aborda, la intensidad lírica que logra en poemas como Compadre Mon, la ternura mágica en sus cuentos y prosas poéticas, la claridad y fortaleza de sus denuncias sociales y la vocación reflexiva de sus introspecciones, la calidad fuera de serie de casi todo lo que publicó hacen de Manuel del Cabral el más importante poeta dominicano.”
Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS con un poema en versos dodecasílabos de corte negroide, como muestra del gran caudal poético que nos legara Manuel del Cabral:

[Carta a] Compadre Mon

Tanto he pisado esta tierra, 

que es ella la que anda ya. 
Compadre Mon.

Y lo sabrá el barbero, aquel que los domingos 
te podaba las barbas 
como quien poda un árbol de la patria.
que mientras comadreaba tenía entre las manos 
unos duendes que hacían pan sabroso hasta el lodo. 
Y hablo de Domitila, porque sin esa cosa... 
quizá ni tu revólver fuera un poco de pueblo. 
Porque ella fue tu risa, fue tu pan y tu catre. 
¿Qué hubiera sido entonces de esas cosas humildes 
que tocaron tus manos, tu calor, tus pisadas?
hubiera sido siempre una bestia cualquiera. 
Tal vez sin estas cosas los muchachos con sueño 
ya hubieran enterrado tu pistola, tu espuela; 
todo lo que en tu cuerpo y en tu aire 
es la tierra que quiso no quedarse dormida.
a la escuela te llevan en la boca los niños.
ni aún de aquella extraña madrugada en que diste 
órdenes a un soldado 
para que repicara las campanas 
por tu llegada al pueblo.
No quiero hablar ahora de tus cosas de todos. 
De lo que quiero ahora 
es hablar del remiendo que te hacía la tía 
en aquellos no aún gloriosos pantalones. 
Hablo de la ternura con que tú ya besabas 
sus manos costureras, cuando aún tus bolsillos 
se cargaban de piedras para romper faroles. 
La gente que te vio tan pequeñito 
no pensó que la tierra se iba a poner tan grande...
cualquiera cosa tuya huele a patria. 
Hasta Tico, el lechero 
que llega con un poco de leche en su sonrisa, 
y me dice: 
aquí, Manuel, estuvo Mon un día, 
¡que no rompan la silla donde lo vi sentado, 
arrimao a esta puerta!
no puedo hablarte ya de cosas grandes; 
tu pistola, tus barbas, tu caballo, 
tu nombre, 
todo es pequeño junto a esta sonrisa. 
¡Cómo brilla tu historia en los dientes de Tico!
cosas pequeñas.
ni el trueno, 
ni el agua. 
Pero tú estás en el maíz del niño 
que piensa crecer mucho y tener tu tamaño, 
y tener un caballo como el tuyo 
que entró en la historia a fuerza de ser patria.
pero tú estás en la garganta ronca 
de los tambores que enronquecieron 
de tanto hablar de ti..., de los rugidos 
del paso de tu sangre. 
El agua no lo sabe, 
pero eres, el agua con un cuento... 
tú le pusiste edad al agua de los hombres... 
al agua que más duele, la pesada 
¡que siempre llena venas, y con sed siempre el hombre!
no quiero hablar, compadre Mon, de esas cosas visibles tuyas... 
Yo prefiero decirte que Cachón, un muchacho 
enclenque de mi pueblo, 
estuvo muchos días y demasiadas noches, 
torturándose, 
fabricando, 
puliendo unas estrofas, y luego, sin comer, 
muchas veces, 
iba a mi casa, casi asustado, 
casi tartamudo, sorprendido, 
y como quien comete su más sagrado crimen, 
me decía: -Manuel, aquí tengo una cosa 
que quiero que tú veas. 
Pero nunca, nunca pude leerla, 
porque temblaba para darme aquello..., 
y volvía a su casacón aquello en secreto, 
y volvía a pulir, 
y a no dormir, 
ni comer, 
y volvía a hablar solo.
de aquel muchacho débil escribiendo tu nombre, 
buscando entre tus barbas raíces de la tierra, 
los árboles perdidos de la patria... 
De esto, Mon, sí quiero casi hablarte en familia: 
de aquel muchacho en huesos 
que iba a la barbería 
y diez veces le preguntaba al barbero 
que cuánto le debía... 
(Porque, Mon, es muy triste 
no terminar un verso).
y que yo le decía que comiera... 
Aquella emoción pura que al nombrarte, parece 
que se abría las venas para que se bebieran 
hondo y tibio tu nombre.
gaste hasta lo más simple de tu voz: 
tu sonrisa. 
Y a ti, Compadre Mon, que te encontré una tarde 
haciendo el hoyo puro 
del futuro cadáver de tu cuerpo 
(porque nunca supiste que tu muerte 
no cabe en ningún hoyo de la tierra).
que respiraba el pueblo, 
iba ya repartiéndome tu vida, 
iba haciéndole un poco de mis cosas, 
iba ya no dejándole morir... 
Después el campamento se ocupó de tu nombre, 
de tus cosas mayores. 
Y era difícil ya, que como un hombre cualquiera, 
te pegaras un tiro, 
o te entregaras a menudencias, 
a pequeñas manías; 
porque hasta aquellas inútiles palabras a tu gato 
tenían ya un sentido, 
porque así son, Don Mon, todas las cosas 
que pertenecen a lo que ya tiene 
tamaño de destino...
las cosas de la mañana, 
toma de pronto la estatura de un siglo. 
Si entre las cosas que se despiertan con su canto 
se levanta un caballo con la historia en el lomo.
en que hacer unos versos y ponerse a decirlos 
es un peligro... tan grande 
como ponerse a hacer la patria 
con sables de madera de sándalo. 
Porque nosotros, los que hacemos 
estas cosas de sueño, no estamos preparados 
para la fiesta del honor con precio...
por unos cuantos cobres. Muchas veces, 
después de sus canciones, voy a verme al espejo, 
y miro bien mi cara para ver si es la mía... 
Porque, a veces, cuando cantan los ciegos, 
muchas cosas del cuerpo voy dejando 
no sé a dónde... 
Por eso, 
pregunto por mi nombre cuando cantan los 
ciegos.
lo que nació en tu pecho lo tienes en la mano... 
Te estoy diciendo esto, viejo Mon, porque a ratos, 
hablas conmigo cosas que hablando no me dices. 
He caminado mucho por los ríos 
que vienen de tu cuerpo cuando a oscuras 
te hicieron; y sé que cuando sangras 
te salen por las venas los sueños más varones. 
Es que desde hace tiempo, 
tú contruyes la patria, destruyéndote.


Por una de tus venas me iré Cibao adentro. 
Y también Domitila lo sabrá, Domitila 
Tu caballo 
Porque tú, que no fuiste nunca niño de escuela, 
Es que no quiero hablar de tus cosas mayores, 
No. 
Ahora, 
Ya ves, Compadre Mon, 
Qué grande estás, Compadre Mon en esas 
¡Por las ventanas de Tico yo me iré Mon adentro!
El maíz no lo sabe, 
El trueno no lo sabe, 
Sin embargo, no quiero, 
De esto, Mon, sí quiero casi hablarte en familia: 
Aquel muchacho simple que perdió la memoria 
Esto sí me parece que no deja que el tiempo 
Yo mismo que de niño te conocí en el aire 
Un simple canto de gallo que despierta 
Te estoy diciendo esto, viejo Mon, ahora 
Yo voy, a ratos, ciegos que tocan su instrumento 
Te estoy diciendo esto porque a veces 

AIRE NEGRO
Cantan los cocolos bajo los cocales.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Los temibles lirios de sus carcajadas:
sus furiosas lunas contra el nubarrón.
Está fiero el cielo que cayó en sus ojos.
Lucha con ancas de la hembra el son.
Por entre pestañas de los cocoteros
cuchillos de vida le clava ya el sol.
Nórticos turistas mascan voces negras;
piel color de rosa trópico quemó;
pipas neoyorquinas, tufo de cerveza;
(se tragó la kódak los Papá-bocó).
Las cocolas cantan cánticos calientes,
cantos que retuercen vientres de alquitrán,
y entre sus corpiños tiemblan cocos negros
que a los cocolitos vida blanca dan.
Recia risa, a ratos, hace heridas blancas.
Hoy su noche alumbran, y anda por su piel
ya borracho el son. Mas, la borrachera
que entra por sus belfos, sale por los pies.
Y los dulces huesos de la dura caña
no tienen más mieles ni más duros son,
que la carne negra de la negra alegre
que se alegra a golpes de tambora y sol.
Sube por su cuerpo de bestia divina
fuerte olor a tierra. Su respiración
viene como un viento del ciclón del Cosmos,
(la emborracha el rito mucho más que el ron).
Sale ya del vientre del tambor la selva.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Y contra el silencio de sus ruidos roncos
la negra desnuda parece una voz.