sábado, octubre 04, 2025

Váyanse ustedes, que tienen hijos. Yo me quedo” gritó Oscar Ismael Poltronieri mientras disparaba contra más de 600 ingleses

 



Váyanse ustedes, que tienen hijos. Yo me quedo” gritó Oscar Ismael Poltronieri mientras disparaba contra más de 600 ingleses desde el Monte Dos Hermanas en las Islas Malvinas hace 37 años.

Oscar Ismael Poltronieri con 18 años y siendo analfabeto, por sus acciones de combate durante la batalla del "Cerro Dos Hermanas" en la Guerra de Malvinas, quien era operador de una ametralladora, y desoyendo la orden de retirada y quedándose combatiendo él solo, permitió el repliegue de todos sus compañeros (más de 150 soldados incluidos sus superiores) a zonas seguras y disparando al enemigo con su única boca de fuego. Impidió el avance de todo el dispositivo ofensivo británico durante más de 10 horas.
No podía moverse por estar herido. Prefirió quedarse cubriendo la retirada de sus compañeros, consciente de que, herido como estaba, los iba a retrasar . Solito, herido y de noche, se bancó enfrentar a los soldados más profesionales del mundo.
Por este acto recibió la medalla "La Cruz de la Nación Argentina al Heroico Valor en Combate". Es el único soldado conscripto vivo en recibir la máxima condecoración que otorga nuestra Nación.
Luego de la Guerra, Oscar, intento suicidarse, vendió baratijas en los colectivos y trabajó de remisero.
Pero lo más importante fue que soldados y oficiales ingleses lo buscaron para expresar su admiración por él y fue condecorado en Inglaterra con "La Cruz de Hierro al Valor".
En los colegios de nuestro país los alumnos "no" lo conocen, "no" saben quién es.
La historia es contar, narrar los acontecimientos, hechos, junto a sus personajes los verdaderos protagonistas. Al contar y compartirlo colaboramos con el maravilloso proceso de construcción de la memoria y el honor de un pueblo, de una Nación "Argentina" y su transmisión a las generaciones.
"...Los únicos héroes que se mueren son los que se olvidan..."

Para que la cabeza me lleve más lejos que los pies

 



Cada tarde, cuando el sol aflojaba y los motores de los camiones empezaban a enfriarse, un niño pequeño se deslizaba bajo el chasis de uno de ellos, en una estación de servicio a las afueras de Tucumán.

Se llamaba Benjamín. Tenía 10 años, una camiseta dos tallas más grande y una mochila con más polvo que útiles escolares.
No iba a la escuela todos los días. Su madre trabajaba limpiando baños públicos y él la esperaba ahí, en la estación, mientras terminaba su turno. Los camioneros lo conocían. Le daban galletas, naranjas, agua fresca.
Pero él no pedía comida.
Pedía libros.
—¿Tenés algo que leer? —preguntaba, con una mezcla de timidez y osadía.
La mayoría se reía.
—¿Vos? ¿Un libro? ¿Pa’ qué?
—Para que la cabeza me lleve más lejos que los pies —respondía, bajando la mirada.
Una tarde, un chofer de Córdoba, alto y con barba blanca, le regaló un libro de tapas amarillas: “El Principito”. Estaba roto, sin portada, pero tenía todas las páginas.
—Lo encontré en una estación en Brasil. Capaz te sirve —le dijo.
Benjamín lo recibió como quien recibe una brújula.
A partir de ese día, se metía debajo del camión más grande, apoyaba la mochila como almohada y leía a la luz de un farolito que él mismo había armado con una linterna rota y cinta aislante.
Los ruidos del mundo quedaban afuera. Solo quedaban él y las palabras.
Una noche, un camionero nuevo lo descubrió.
—¡Ey, pibe! ¿Qué hacés ahí? ¿Jugás a los mecánicos?
—No, leo.
—¿Y no te da miedo estar ahí abajo?
—No. Ahí nadie me molesta. Y además, los camiones tienen algo… hacen sombra, pero no oscuridad.
El hombre se quedó en silencio. Le dejó una historieta vieja antes de irse.
Con el tiempo, la estación se volvió una biblioteca improvisada. Los camioneros comenzaron a dejarle libros en una caja al lado de la máquina de café.
Alguien escribió con marcador:
“Para Benja. Que su motor sea la lectura.”
Pasaron meses.
Un día, su madre lo encontró dormido con el libro abierto sobre el pecho, y lágrimas secas en las mejillas.
—¿Qué pasó, hijo?
—No quiero dejar de leer, mamá. Pero me duelen los ojos. Me cuesta ver.
Lo llevaron al hospital. Diagnóstico: miopía avanzada.
Le recetaron gafas, pero no podían pagarlas.
A los pocos días, llegó un camionero desde Salta. Tenía una caja envuelta en papel de diario. Era un par de lentes nuevos.
—Entre todos los choferes juntamos plata. Queremos que sigas leyendo, pibe. Sos nuestra historia favorita.
Benjamín no dijo nada. Solo se los puso… y sonrió.
Esa tarde, volvió a meterse debajo de un camión. Pero esta vez, con una nueva linterna, su libro amarillo… y el corazón más liviano.
Hoy, Benjamín tiene 25 años. Es bibliotecario itinerante. Viaja por pueblos del norte argentino con una camioneta vieja, pintada a mano con frases de sus libros favoritos.
Y en la parte trasera lleva una caja de metal oxidado.
Arriba, en letras firmes:
“Donde no llegue el asfalto, llegará un cuento.”
Porque si un niño puede leer bajo un camión, entonces el mundo aún tiene esperanza.

Tomado de la red.

La asombrosa historia de María Teresa Mora Iturralde, la alumna más brillante de Capablanca.



La cubana ′′Maria Teresa Mora Iturralde′′ fue una mujer que "destruyó" a todos sus competidores masculinos durante el Campeonato Nacional Cubano en 1922, pero nunca se le permitió competir con hombres a nivel mundial durante esos años.
María Teresa es un emblema de una mujer brillante perdida en un deporte de hombre, carente de cualquier desarrollo profesional, o competiciones internacionales que podrían haberle permitido alcanzar su potencial.
Tal vez, en un mundo perfecto, María Teresa habría derrotado a Bobby Fischer y a los campeones rusos del mundo, si ella hubiera tenido la oportunidad, consideremos que también fue la única mujer que golpeó a José Raúl Capablanca, uno de los mejores del mundo, y fundador del ajedrez moderno.
En 1917 American Chess Bulletin publicó un artículo titulado "La Habana tiene otro prodigio" y en 1922, superó todas las expectativas, convirtiéndose en la única mujer que compite y gana el campeonato cubano. Luego solo se le permitió competir en el Campeonato Cubano Femenino de Ajedrez, que dominó entre 1938 a 1960, cuando se retiró.
En 1950, María Teresa fue nombrada la primera mujer latinoamericana en recibir el título de Maestro Internacional de Mujeres. Cuando Capablanca y María Teresa finalmente compitieron entre sí, fue una serie de tres juegos. Ella ganó dos y tuvo un empate para el tercer partido. Fue recordada por haber dicho:′′Ay qué pena, le he ganado!"

Leonardo da vinci



A los veintipocos años, los vigilantes de la moral pública, los Oficiales de la Noche, arrancaron a Leonardo del taller del maestro Verrocchio y lo arrojaron a una celda. Dos meses estuvo allí, sin dormir, sin respirar, aterrorizado por la amenaza de la hoguera. La homosexualidad se pagaba con fuego, y una denuncia anónima lo había acusado de cometer sodomía en la persona de Jacopo Saltrelli.
Fue absuelto, por falta de pruebas, y volvió a la vida.
Y pintó obras maestras, casi todas inconclusas, que en la historia del arte
inauguraron el esfumado y el claroscuro; escribió fábulas, leyendas y recetas de cocina; dibujó a la perfección, por primera vez, los órganos humanos, estudiando anatomía en los cadáveres; confirmó que el mundo giraba; inventó el helicóptero, el avión, la bicicleta, el submarino, el paracaídas, la ametralladora, la granada, el mortero, el tanque, la grúa móvil, la excavadora flotante, la máquina de hacer espaguetis, el rallador de pan... y los domingos compraba pájaros en
el mercado y les abría las jaulas.
Quienes lo conocieron dijeron que jamás abrazó a una mujer, pero de su
mano nació el retrato más famoso de todos los tiempos. Y fue un retrato de mujer.
"Espejos"
Eduardo Galeano

Jeanne Louise Calment




 Jeanne Louise Calment nació en Arlés, Francia, en 1875. Vivió 122 años y 164 días, un récord nunca igualado, pero su legado no está solo en la cifra: está en el modo en que habitó cada uno de esos días.


De niña, vendió lápices en la tienda de su padre a un cliente extraño y desaliñado llamado Vincent van Gogh. «Estaba sucio, mal vestido y muy desagradable», recordaría después, con esa franqueza encantadora que la acompañó toda la vida.

El tiempo la convirtió en un testigo viviente de la historia. Fue contemporánea del nacimiento del automóvil, atravesó dos guerras mundiales, escuchó las primeras llamadas telefónicas, vio al hombre pisar la Luna y la llegada de internet. Ella era un puente entre el siglo XIX y el XXI.

A los 110 años aún vivía sola, concediendo entrevistas en las que mostraba un humor chispeante. Decía que su secreto era simple: aceite de oliva, chocolate, vino tinto… y reírse de la vida. Cuando le preguntaron por qué había llegado tan lejos, encogió los hombros y dijo: «Nunca he estado enferma. Nunca. Nunca».

Falleció en 1997, en el mismo lugar donde había nacido. Su historia no es la de una mujer que acumuló años, sino la de alguien que supo habitarlos con luz.

Porque Jeanne Calment no fue solo la más anciana del mundo: fue la prueba viviente de que envejecer no es contar días, sino elegir cómo vivirlos.

Mary McLeod Bethune no vivió para ver muchas de las victorias que sembró

 



El viento arrastraba polvo sobre los campos de algodón de Mayesville, Carolina del Sur, en el verano de 1885. Mary McLeod, con apenas diez años, volvía a casa con las manos callosas del trabajo diario. En su mente, llevaba algo distinto a las semillas caídas: un libro que había robado un minuto de su día.

Su madre, Patsy, la esperaba junto a la cabaña de tablas.
—Mary, hija —dijo con voz cansada pero firme—, ¿te enseñaron algo nuevo hoy?
Mary asintió, sin mirar a sus pies.
—Aprendí una palabra que no conocía: dignidad.
La madre la abrazó fuerte.
—Esa palabra te va a servir. No la olvides.
Años después, ya como maestra, Mary caminaba kilómetros para llegar a las aulas del sur segregado. Dejó un zapato en la mano para que no se desgastara. Enseñaba en mesas improvisadas, con tizas rotas y cuadernos prestados.
Una de sus estudiantes, Sarah, levantó la mano tras una clase:
—Maestra, ¿usted cree que alguien como yo puede llegar a la universidad?
Mary sonrió pausadamente.
—No lo creo. Lo sé. Porque tú eres luz, y la luz viaja donde debe ir.
En 1904, con apenas 28 años y escasos recursos, Mary alquiló una pequeña casa en Daytona, Florida. Con $1,50 y cinco estudiantes, fundó la Escuela Educativa e Industrial para Niñas Negras. No tenía pupitres, ni libros suficientes, pero tenía fe.
Un alba del primer día de clases, un vecino la vio trabajando sobre cajones convertidos en escritorios.
—Señora —le dijo con curiosidad—, ¿su escuela no parece escuela?
Mary le respondió sin vacilar:
—Niños que aprenden con fe son más escuela que todos los ladrillos del mundo.
Poco a poco, con donaciones, voluntades y trabajo incansable, su escuela creció. Se convirtió en Bethune-Cookman College. Miles de jóvenes pasaron por sus aulas, se graduaron, lideraron comunidades.
Su nombre cruzó puertas que antes tenían cerrojos. En 1935 fundó el National Council of Negro Women. Fue una de las pocas mujeres afroamericanas en participar en la fundación de las Naciones Unidas. También se convirtió en asesora de Roosevelt, liderando la División de Asuntos Negros de la National Youth Administration. Fue la primera mujer negra en dirigir una agencia federal. 
Un día de invierno, escuchó que la comunidad negra luchaba por la igualdad de votación. Mary reunió mujeres y jóvenes.
—No esperes permiso —les dijo—. Sal, registra tu nombre. Si alguien te dice que no puedes, le contestas que aprenderás a leer antes que obedecer.
En 1945, Maryland la envió como delegada para la fundación de la ONU. Fue la única mujer negra presente en ese acto histórico. 
Cuando Mary enfermó en 1955, sus alumnos, colegas y amigos enfilaban hacia Daytona para despedirla. En su lecho, escuchó susurros:
—“Doctor, ¿cómo está ella?”
—“En paz. Su fuerza sigue aquí.”
Murió el 18 de mayo de 1955, pero su luz no se apagó. En su testamento moral dejó:
“Les dejo la sed de educación, la fe, el orgullo racial… les dejo mis palabras para que construyan un mundo mejor.”
Hoy, surgen estatuas, memoriales, escuelas que llevan su nombre. En el Capitolio de EE. UU., una estatua suya reemplazó a la de un general confederado: la primera mujer afroamericana en estar representada allí. 
Pero su verdadero legado no está en monumentos. Está en cada niña que leyó su primer párrafo porque alguien creyó que podía. En cada mujer que alzó la voz porque alguien le enseñó a pensar. En cada líder que pasó por sus aulas.
Mary McLeod Bethune no vivió para ver muchas de las victorias que sembró. Pero plantó semillas tan profundas que hoy florecen como justicia, esperanza y memoria.

"LA PREDICCIÓN MÁS ESCALOFRIANTE DE TODAS"



El 2 de febrero de 1905 nació en San Petersburgo la filósofa y escritora estadounidense (nacida rusa) Alissa Zinovievna, más conocida en el mundo de las letras como Ayn Rand.
Y dijo...
"Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti ; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto -sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada".

Tomado de la red.

Facundo Cabral: "La muerte trabaja para recrear la vida"

 


Facundo Cabral

Fuente de la imagen,

AP

    • Autor,
      Redacción
    • Título del autor,
      BBC Mundo

En 2007, BBC Mundo conversó con el cantante argentino Facundo Cabral sobre el significado de la muerte. En su respuesta, Cabral hizo referencia a la forma como una comunidad indígena en Guatemala interpreta la muerte. Irónicamente, fue en ese país donde su vida terminó trágicamente.

El poeta falleció el sábado, en Ciudad de Guatemala, después de que el vehiculo en el que viajaba fue blanco de varios disparos. Pese a que la investigación continúa en marcha, las autoridades dudan que el cantante haya sido el objetivo del ataque.

<link type="page"><caption> Lea: ONU participará en investigación</caption><url href="http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/07/110710_guatemala_onu_cabral_cch.shtml" platform="highweb"/></link>

Les presentamos fragmentos de la entrevista que, con preguntas de los lectores de BBC Mundo, la periodista Alejandra Martins le hizo a Facundo Cabral en 2007.

En ese diálogo, Cabral dijo cómo quería ser recordado: "Como un hombre agradecido", dijo, porque "el agradecido siempre es agraciado".

<link type="page"><caption> Escuche la entrevista completa.</caption><url href="http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/forums/newsid_6687000/6687641.stm" platform="highweb"/></link>

¿Cómo se debe tomar la muerte?

La muerte trabaja para recrear la vida. Es un reordenamiento. La que llamamos muerte es en realidad una mudanza. Uno deja el cuerpo que le fue tan útil para caminar en esta etapa terrena y vuela con su espíritu, que es lo que pasa con el sueño cada noche. Estamos para siempre, por eso tenemos que empezar a llevarnos bien con la vida porque la muerte es una recreadora de la vida.

Hay una comunidad indígena en Guatemala, (cuyos miembros son) descendientes directos de los Mayas, que cuando se retiran de una reunión en la noche no dicen "voy a dormir", sino que dicen "voy a ensayar la muerte". Tal vez la vida es lo que va de la mañana a la noche. Vivimos 365 vidas por año.

¿Cómo se puede vivir el presente?

Un cartel que dice "Facundo vive"

Fuente de la imagen,

Reuters

Pie de foto,
Guatemala se encuentra estremecida tras la trágica muerte de Facundo Cabral.

Todo está aquí, ahora. Nuestro hermano mayor, Jesús, decía el mañana no interesa, él traerá nuevas experiencias, porque a cada día le basta con su propio afán. Por pensar en el mañana, que es una ilusión, me pierdo el presente. Por desear lo que no tengo, no gozo lo que tengo. Estoy aquí y ahora.

Dios nos ama. Por eso siguen naciendo niños. Cómo no voy a seguir confiando en el ser humano, si (Dios) nos sigue mandando niños, que quiere decir: "Yo sigo creyendo en ustedes".

La vida es aquí y ahora. El ayer ya fue. El mañana nunca llega.

¿Por qué el hombre sigue corriendo?

Porque está distraído, porque le tiene miedo a la vida. Busca compromisos, va de tarea en tarea, no porque sea un gran trabajador sino porque huye de él mismo.

La historia ha sido una sucesión de errores constantes, separándonos cada vez más, no solamente en países, hay gente que se mata hasta en un partido de fútbol en lugar de armonizarnos.

Yo creo que es temor a la vida porque la vida es un acto de valentía. Si uno escucha su corazón antes de que intervenga la cabeza, es decir, si hace las cosas fundamentalmente por amor, después la cabeza -con la razón- lo va a acompañar en ese viaje, la gente viviría tan bien como ha vivido uno.

Si (el hombre) hiciera una sola cosa bien e intensamente, con todo el amor, en la sociedad no habría ni siquiera problemas de pobreza.

¿Cómo hace el hombre para poder escuchar su corazón?

Si Dios me pusiera de presidente del mundo por cinco minutos, lo único que pediría es "deténganse, por favor, y piensen". Cuando uno se detiene y piensa, los problemas se van solucionando por sí solos.

Lo que llamamos problemas son lecciones. Si lo tomo como un problema me agobia la furia o el miedo. Si lo tomo como una lección, es una provocación a mi voluntad y voy a salir.

¿Cómo se puede parar?

Es mucho más que eso. Póngase a pensar cuántas cosas tiene en su casa que no usa. ¿Por qué tiene que correr tanto para pagar una casa que casi no ocupa porque está todo el día afuera? Tenemos autos para movernos en una sola ciudad; tenemos televisor para no sentarnos a leer los buenos autores o a pensar. Siempre estamos dependiendo de alguien.

Yo tuve la suerte de contar con un gran maestro. Krishnamurti jamás me permitía que yo hiciera una cita. En esa época, hacía una cosa que es muy típica entre los argentinos -nosotros somos extremadamente analistas, a veces exagerada y confusamente analistas- cuando le decía "Pascal decía tal cosa" o "Schopenhauer dice tal otra", me decía: "No, no, no, por favor, tómate un tiempo para decirme qué piensas vos porque yo quiero conocerte más para quererte más. ¿Qué piensas vos?" Y a la media hora me decía: "Siempre me preguntas lo que ya sabías". El hombre nace sabiendo todo, lo que pasa es que después lo olvida con la mala información. Dios no deja a nadie cuando nace, le da todos los elementos que son necesarios para vivir. Después nos distraemos con superficialidades, desde el boxeo, el fútbol, la guerra, la patria, los nacionalismos que han sido tan malsanos para el mundo.

Si uno ha podido cambiar una vida que empezó siendo desastrosa para llegar a ser libre y feliz, dueño de uno mismo, todo el mundo puede hacer eso, porque el que está hablando no es un virtuoso ni un ser excepcional, es un hombre más que se animó a (perseguir) su sueño y que trabajó para ser dueño de su vida, que es la única propiedad saludable, lo demás está de paso.

¿Cómo fue su infancia?

Mi padre se fue un día antes de que yo naciera. En la noche en la que mi padre se fue, echaron a mi madre de la casa de mi abuelo paterno.

Facundo Cabral

Fuente de la imagen,

Reuters

Pie de foto,
Según Cabral, "somos hijos del amor, por lo tanto nacemos para la felicidad".

Mi padre le dijo: "Sara ya no es mi mujer" y la echaron de la casa cruelmente. Mi madre salió a la calle con seis hijos. Yo nací a media cuadra de donde vivía mi madre, en la banqueta, en la vereda.

Mi madre caminó nueve años buscando un lugar dónde pudiera estar tranquila. Estaba bastante enojada con la sociedad humana. Cruzamos todo el desierto de la Patagonia, que son poco más de 3.000 kilómetros. En esos nueve años, vi morir a cuatro hermanos de hambre y de frío.

Fue un viaje rarísimo. Sólo había una persona que nos podía ayudar. En esa época nadie le daba trabajo a una mujer sola y menos con hijos. Había pueblos en los que cuando nos veían venir, cruzaban de vereda.

Escuché sobre la posibilidad de que alguien nos consiguiera trabajo. Cuando tenía nueve años, llegué hasta Buenos Aires, tras tres, cuatro meses de viaje. Me le acerqué a la señora Eva Perón y le pedí un trabajo.

Espero que, por favor, esto no suene de ninguna manera a un anuncio político, simplemente estoy contando la realidad y hablando de una señora a la que le debo muchísimo, cuando le pedí trabajo, ella me dijo: "Por fin alguien que pide trabajo y no limosna. Siempre hay trabajo, mi amor".

Desde ahí fui responsable de mi mismo. Volví a buscar a mi madre y a los dos hermanos que me quedaban. Nos vinimos más al norte, donde en una escuela nos daban un salario a cambio de limpiarla, cuidarla y vivir en ella. Eran 160 pesos que en esos momentos nos salvaban la vida.

Me fui a trabajar solo hasta los catorce años. Me metí en pleito tras pleito. De pronto me encierran porque andaba haciendo lío por todos lados y en el lugar donde me encerraron había un jesuita que me enseñó a leer y a escribir. Me enamora de los libros que me enamoraron del mundo.

A los 17 años, un vagabundo me dice que soy príncipe, cosa que yo no sabía. Señalando el cielo me dijo "¿Cómo llamas al hijo del rey del Universo? Príncipe", Como esa señora que estaba cruzando la vereda, me dice, "es una princesa". De la alegría de la gran noticia, sentí que estaba naciendo por fin.

Ya que estaba naciendo y que tenía 17 años, escribí mi primera canción, que fue una canción de cuna que me escribí a mi mismo. Es una canción que se canta en 17, 18 idiomas.

Cuando descubrí el don que Dios me había dado, cuando descubrimos la tarea para la que nos trajo, ¡mi Dios!, es una inmensa felicidad porque estamos ejecutando nada más ni nada menos que una tarea que va en formación de nuestras vida y que está definida por el rey del Universo.

¿Cómo no voy a ser alguien que está en paz? La felicidad no es un derecho, es un deber. Si no eres feliz, estás amargando a todo el mundo. Un solo hombre desdichado, que no tuvo ni talento ni valor para vivir, mandó matar seis millones de hermanos judíos. Un desdichado es muy peligroso.

¿Cómo le gustaría ser recordado?

Como un hombre agradecido, el agradecido siempre es agraciado. Como el desagradecido jamás termina gozando absolutamente nada porque siempre cree que se merece más. Si uno acepta lo que viene y lo goza, y vive aquí y ahora mismo con lo que hay, ¡mi Dios, estamos salvados! Hasta desparecería de nuestro vocabulario la palabra pobreza y la palabra soledad cobraría otra dimensión. La soledad no es un castigo. Gracias a ella, nos conocemos, sin ella no sabríamos

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