Ayer Papo cumplio siete meses desde su partida definitiva de este mundo y Felipe cumple hoy cinco años, recordarlos a mis hermanos es mi deber.
Que te puedo
yo
decir
hermano
sí ya estás muerto
sí te has ido silencioso y solitario
a poblar los lejanos recintos del olvido
sí nos ha dejado aquí
solos
desamparados
tristes en el dolor de tu partida
con las miradas heridas de ausencia
con las manos vacías de ternura
acongojados
arrinconados en la angustia inmensa
de saber que te hemos perdidos para siempre
Sansón de ébano
hijo natural del bosque y la lluvia
cimarrón justiciero que tejía con los hilos del rocío
los colores horizontales de los amaneceres
centauro que habita a la sombra de los recuerdos
cazador siempre al acecho de su presa
entre los matorrales achicharrados por la sequía
pescador
dueño de las noches salitreras del mar Caribe
adormecido al arrullo del canto de los grillos
en tu voz de salitre
el mar aún arremolina estrellas y sueños
A mi hermano Felipe Acevedo
Papo
Papo se dejó morir, no sabemos las razones por las cuales no quiso luchar por vivir, porqué se dejó morir, porque se abandonó al oscuro destino de la muerte, dejándonos con una profunda pena en el corazón.
Siempre lo recordaremos como era, enamorado del monte, de los animales, del mar y las noches solitarias del malecón de Santo Domingo, lo imaginaremos, no sabiendo que dolor escondía en el alcohol y la soledad.
Lo imaginaremos debajo del viejo almendro contándonos historias inventadas de viejo pescador con olor a cielo y salitre, salpicado de estrellas y una inmensa luna llena anclada en los arrecifes de cal de sus ojos oceánicos.
Lo recordaremos siempre atravesando las noches del olvido, tratando de escapar del dolor y la soledad en que inexplicablemente se sumergió, lo recordaremos caminando erguido hacia donde ya no llegará y en donde sus amigos que lo adoran lo esperan con los brazos abiertos para enterrar en su alma la llama de la vida que se le extinguió.
Siempre lo recordaremos, siempre.
A Rafael Acevedo (Papo) mi hermano.