La tía agustina todavía permanece
recostada en la ventana del tiempo
mirando al sur
hacia donde el mar Caribe
se alarga hacia lo infinito de la imaginación
salpicando sus ojos de cielo y rocío
de remotos pájaros marinos
petrificados en ámbar celular
de su mirada antigua
que todas las tardes se derrite
en la distancia
chorreando el horizonte
de fosforescentes mariposas
que vuelan sin prisa
tratando de alcanzar el sol
que navega en un espectral océano de colores
hacia ninguna parte
Domingo Acevedo.
Foto tomada de la red.