Recuerdo con pena, como hace ya más de
quinientos años de la llegada del hombre blanco a estas tierras, que las
compartíamos diversas criaturas del bosque en paz.
Ellos después de construir rústicos poblados,
que después se fueron convirtiendo en hermosas ciudades. En su inmenso egoísmo,
no se conformaron con la tierra que tenían y se fueron adueñando poco a poco y a la
fuerza de todos los territorios de más allá del horizonte, donde habitábamos
nosotros en paz y no valió que
resistiéramos, los caminos se fueron tiñendo con la sangre de las criaturas del bosque, todo el que se opuso fue
aniquilado.
Yo el último sobreviviente de aquellas
batallas, el heroico y solitario guerrero de las sombras, el que no pudo ser
vencido por la crueldad del hombre blanco, el que no cayó en sus engaños y
trampas, el más temido y odiado, derrotado por el cansancio y la modernidad no
me quedó más que disfrazarme de humano para poder sobrevivir a la crueldad del
hombre. Cuanto me costó adaptarme a sus defectos, y miserias, a su injusticia,
a su inhumanidad.
Hoy que el tiempo ha pasado, envejecido en mi
soledad casi eterna, arrastrando el dolor del extermino ya no puedo, no tengo
fuerzas para seguir escondiendo por más tiempo lo que soy, es por eso que he
decidido tirarme de este precipicio hacia la libertad.
Domingo Acevedo.
Julio/13