El no reconocer la Junta central Electoral
a Patria para Todos y Movimiento Rebelde.
El no
reconocer la Junta central Electoral a Patria para Todos y Movimiento Rebelde,
entre otros partidos y movimientos que hicieron
un gran esfuerzo económico y humano para reunir todos los requisitos para su
reconocimiento es un abuso mas de poder de ese maldito que dirige la Junta
Central Electoral.
Yo debo decirle aquí que por desgracia el poder no es para
siempre, que su reinado pasará, estoy seguro que pasará, maldito él y toda su
estirpe, maldito gobierno y tod@s sus funciori@s.
Un sentido homenaje póstumo a mi padrino Ovidio Acevedo, quien en vida fuera un ser humano excepcional y solidario, que siempre estuvo presente en todos los eventos familiares dando la cara y resolviendo problemas, sin pedir nunca nada a cambio, unificando siempre a la familia alrededor de las tradiciones y costumbres, es un gran perdida.
5 de septiembre, en el día
internacional del mujer indígena, elevemos nuestras voces por nuestros
derechos.
No podemos seguir viviendo de espalda a nuestros pueblos originarios, a
sus ilusiones y anhelos de que les sean reconocidos sus derechos ancestrales a
las tierras donde históricamente han vividos y que el hombre civilizado les ha
ido arrebatando para construir sus grandes y modernas ciudades, para construir
enormes presas, para apacentar su ganado
o para grandes proyectos agrícolas o mineros, obviando que ellos como seres
humanos tienen derechos consagrados en la declaración universal de los derechos
humanos.
Los gobiernos del continente no
deben seguir ignorando esa realidad y deben hacer todo lo necesario para que
nuestros indígenas vivan en paz en sus lugares de origen y se les garantice el respeto a sus tierras, a
sus costumbres y leyes ancestrales.
Los estados deben garantizarles su seguridad y sobre todo su dignidad como
seres humanos, están obligados a frenar
los crímenes cotidianos que se cometen contra ellos y la impunidad con que
operan terratenientes, agricultores, buscadores de oro, empresarios y el propio
estado.
Ya basta, es hora de actuar, ya que en este momento
seguro, es agredido algún indígena o alguna comunidad indígena en alguna lugar
del continente, no guardemos silencio elevemos nuestras voces contra la
impunidad y avancemos hacia la unidad de todos los pueblos originarios de Baya
Yala.
Sigamos el ejemplo de Guatemala, llevemos a la justicia a los ladrones que nos gobiernan y que tienen el control de todos los estamentos del estado y manejan el país como si fueran sus dueños, Domingo Acevedo. Sept/15
Porque me dio el pueblo el poder, al pueblo vengo a devolver lo que le pertenece. Ningún poder es legítimo si no es otorgado por el pueblo, cuya voluntad soberana es fuente de todo mandato público. El 3 de mayo de 1965, el Congreso Nacional me honró eligiéndome Presidente Constitucional de la República Dominicana. Solamente así podía aceptar tan alto cargo, porque siempre he creído que el derecho a gobernar no puede emanar de nadie más que no sea del pueblo mismo.
Bien legítimo era ese derecho, forjado por nuestras grandes mayorías nacionales en las elecciones más puras de toda nuestra historia, y depositado en mis manos en momentos en que el pueblo dominicano se batía, a sangre y fuego, para reconquistar sus instituciones democráticas. Estas instituciones, surgidas de la consulta electoral del 20 de diciembre de 1962, fueron devoradas por la infamia y la ambición de una minoría que siempre ha despreciado la voluntad popular.
Los dominicanos se batían a sangre y fuego, porque esa minoría le arrebató sus libertades el 25 de septiembre de 1963. Esa minoría es la misma que siempre ha robado, encarcelado, deportado y asesinado a nuestro pueblo. Y esa minoría, representada por el Triunvirato que presidió Donald Reid, se llegó a creer que este país le pertenecía y que sus habitantes eran sus esclavos.
Todos esos vicios y errores significaban mayores dolores y miseria para el pueblo. La vida se hacía insoportable. Ni una sola esperanza cabía en el alma de los dominicanos mientras se mantuvieran gobernando los usurpadores del poder. Para que renaciera esa esperanza se hacía necesario volver al gobierno libremente electo, es decir, a la democracia de la Constitución de 1963. Todo indicaba que la minoría gobernante, que pensaba y actuaba como propietaria de la nación, permanecería en el poder aún en contra de los más vivos reclamos populares, orientados hacia el rescate del régimen democrático.
La rebelión armada contra la ilegitimidad de su mando se convirtió entonces en una imperiosa necesidad social. Fruto de esa necesidad, y de la determinación de los dominicanos a ser libres, sin importarles la cuantía del precio, estalla el glorioso movimiento 24 de abril.
Ese Movimiento, inspirado en el más noble espíritu democrático, no era un cuartelazo más. Razón tenía el profesor Juan Bosch cuando dijo, desde su obligado exilio en Puerto Rico, que los dominicanos estábamos librando una revolución social. Así era porque los sectores democráticos del pueblo, tras mucho sufrimiento y mayores frustraciones, habían tomado profunda conciencia de su papel histórico y, hermanados con los militares que respetamos el juramento de defender la majestad de las leyes, se lanzaron a la calle en busca de su libertad perdida.
Heroicamente, con más fe que armas, y con enorme caudal de dignidad, el pueblo dominicano abría de par en par las puertas de la Historia para construir su futuro. Hondas, muy profundas eran las raíces de esa lucha. Desde la Independencia, desde la Restauración, caminaba el pueblo muriendo y venciendo tras su derecho a ser libre. El 24 de abril era un paso gigantesco hacia la construcción de ese derecho y hacia la democracia que lo consagra plenamente.
Los enemigos del pueblo, aquellos que por encima de los intereses de la Patria colocan sus propios intereses en un vano empeño por mantenerse en el poder, hacían correr, como ríos, la sangre generosa. Pero sobre nuestros muertos, nos levantamos siempre con mayor fuerza. La Revolución avanzaba triunfante. América entera miraba con admiración hacia esta tierra, esperando ansiosa nuestro triunfo, porque en él veía una victoria de la democracia sobre las minorías opresoras que azotan, como plagas, todo el Continente Americano.
Desgraciadamente, el 28 de abril, cuatro días después de iniciada la Revolución, cuando la libertad renacía vencedora, cuando todo un pueblo se volcaba fervorosamente hacia el encuentro con la democracia, el Gobierno de los Estados Unidos de América, violando la soberanía de nuestro Estado Independiente, y burlando los principios fundamentales que sostienen la convivencia internacional, invadió y ocupó militarmente nuestro suelo.
¿Qué derecho podían invocar los gobernantes norteamericanos para atropellar así la libertad de un pueblo soberano? ¡Ninguno! Se hacían culpables de un gravísimo delito, que atentaba contra nuestra nación. Contra América y contra el resto del mundo. El principio de No Intervención, base fundamental de las relaciones entre los pueblos civilizados, fue tan brutalmente desconocido que aún se escucha por toda la vastedad del planeta el eco de la más dura repulsa contra los invasores.
En este continente de hermanos, al lado del clamor de los Gobiernos de Chile, Uruguay, México, Perú y Ecuador, que encauzaron su actuación internacional haciendo honor al sentimiento de fraternidad continental de sus respectivos pueblos, se escucha así mismo, en defensa de la No Intervención y de la soberanía de nuestro país, la vibrante y solidaria protesta de millones de latinoamericanos indignados.
La humillación que el gobierno de los Estados Unidos de América del Norte hacía sufrir a la República Dominicana, militarmente invadida, significa también una dolorosa humillación para toda América. ¿Qué normas, qué principios pueden servir a las naciones americanas para hacer valer su vocación y su derecho a la independencia, cuando los gobernantes norteamericanos decidan, con vanas excusas y apoyados en la fuerza de sus cañones, imponerles su destino político? ¿A dónde ir a reclamar para que reconozca el derecho de un pueblo a ser independiente y dueño de su propia vida? ¿Qué organismos, qué instituciones serán capaces de defender esos derechos y de alentar a los pueblos a ejercerlos, sin temor a la intrusión de los que se han erigido en árbitros de la determinación ajena?
Para desgracia de la República Dominicana y para desgracia de América, la Organización de Estados Americanos, en vez de asumir la defensa de nuestra soberanía, en vez de sancionar severamente la intervención militar para hacer de este modo honor a los principios que dice sustentar, no sólo se colocó de espaldas a su propia Carta Constitutiva, sino que también empujó, aún más, el puñal que hoy se clava en el corazón de nuestra patria.
Cuatro días después de la intervención militar norteamericana, la Organización de Estados Americanos decidió que se hiciera «todo lo posible para procurar el restablecimiento de la paz y la normalidad en la República Dominicana». En el texto de la Resolución que expresa lo citado nada se decía acerca de la violación de nuestra soberanía. ¡Nada! Ni una sola palabra hace referencia al monstruoso crimen del 28 de abril de 1965, que por largo tiempo conmoverá a los frágiles cimientos del orden jurídico interamericano. Todo lo contrario. La Organización de Estados Americanos se empeñaba entonces, ignorando y torciendo los principios, en justificar y validar la intervención militar norteamericana. Y así creyó hacerlo creando la Fuerza Interamericana. La Resolución que consagra esa funesta medida, registrada como Documento Rec.2 de la Décima Reunión de Consulta de Ministros Americanos, revela muy a las claras la actitud del organismo regional a ese respecto. En efecto, en ella se lee lo siguiente: «Que la integración de una Fuerza Interamericana significará, ipso facto, la transformación de las fuerzas presentes en territorio dominicano en otra fuerza que no será de un Estado sino de un organismo inter-estatal...»
¡Transformación! He ahí la palabra que delata la convivencia de la Organización de Estados Americanos con los invasores. Se transformaban los «marines» en Fuerza Interamericana. Aquello fue la institucionalización del delito político como norma de las relaciones internacionales de nuestro continente.
La intervención norteamericana vino, pues, a detener el triunfo de la democracia dominicana y a apuntalar a la minoría que le niega y le disputa sus derechos a nuestros pueblos. Tras el llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional, obra de los funcionarios de la intervención extranjera, se echó al desprecio al pueblo, se fortaleció la corrupción, y el crimen se extendió por todo el país.
A pesar de la frustración momentánea que en esos trágicos días sufriera la Revolución, el Gobierno Constitucional decidió defender sus derechos. Naturalmente, ante la violencia y la fuerza del poderío norteamericano, representado por más de 40 000 soldados, ya no era posible el triunfo armado del movimiento democrático dominicano. Tuvimos que negociar con los invasores a fin de conservar parte del tesoro de democracia que habíamos comenzado a crear.
En la mes de negociaciones defendimos siempre los principios. Si abandonamos algunas de las conquistas por las que el pueblo dominicano se lanzó a la lucha, no se debió a que los negociadores de la Organización de Estados Americanos trajeran proposiciones de un mayor contenido democrático que el perseguido en nuestros objetivos iniciales. Cedimos solamente ante la realidad que nos imponía la intervención americana. El corredor que las tropas extranjeras establecieron, arbitraria e injustificadamente, dividiendo la ciudad en dos, no tuvo otra razón que la de evitar que nuestra lucha se extendiera, desde esta gloriosa ciudad, hacia todo el resto del país.
Las ansias democráticas habían hecho vibrar la República entera. La causa que con las armas en las manos defendía el pueblo de Santo Domingo era la causa nacional. Esta ciudad cuatro veces centenaria fue la vanguardia, y desde ella nos lanzamos, triunfantes contra los opresores criollos. Se vislumbraba ya la victoria de las armas democráticas, y cuando estábamos a punto de lograrla plenamente, Estados Unidos de América se interpone, invadiéndonos para salvaguardar los peores intereses y las más ruines ambiciones.
Fue entonces cuando tuvimos que ceder en algunos de nuestros objetivos, porque no podíamos vencer con las armas. Pero a pesar de toda la fuerza y de toda la violencia del poderío militar norteamericano, no cedimos por temor o por miedo a ser vencidos. Testigo es el mundo de la lucha que libramos, del coraje y la valentía de ese pueblo en el terreno del honor y en el campo de batalla.
Oportuno es que me detenga aquí para rendir homenaje a los héroes que entregaron sus vidas luchando por la democracia y la soberanía nacionales. Ese Combatiente Desconocido, que reposa en esta Plaza de la Constitución, es el símbolo del sacrificio y del amor de los dominicanos por su libertad. Como él, murieron miles. De ese semillero de héroes crecerá vigoroso el futuro de la patria. Porque héroes son los que dieron la vida tratando de evitar que se creara el corredor internacional que detuvo nuestra marcha victoriosa. Porque héroes son los que, con piedras en las manos, detuvieron los tanques de acero en el Puente Duarte. Héroes son los que defendieron hasta el último aliento la Zona Norte de la ciudad; héroes son los que recibieron, impávidos, los ataques aéreos al Palacio Nacional; héroes los que durante los días 15 y 16 de junio recibieron valientemente la metralla extranjera; héroes los del 29 de agosto; héroes también los que han muerto en todos nuestros frentes, en campos y ciudades defendiendo la integridad nacional.
Nunca tal vez en la vida de los dominicanos se había luchado con tanta tenacidad contra un enemigo tan superior en número y en armas. Luchamos, sí, con bravura de leyenda, porque íbamos desbrozando con la razón el camino de la Historia.
No pudimos vencer, pero tampoco pudimos ser vencidos. La verdad auspiciada por nuestra causa fue la mayor fuerza y el mayor aliento para resistir. ¡Y resistimos! Ese es nuestro triunfo porque sin la tenaz resistencia que opusimos, hoy no pudiéramos ufanarnos de los objetivos logrados.
Nosotros cedimos, es cierto, pero ellos, los invasores que vinieron a impedir nuestra revolución, a destruir nuestra causa tuvieron que ceder también ante el espíritu revolucionario de nuestro pueblo.
Ahí están, hablando por sí solas, las conquistas alcanzadas y que constan, engrandecidas por la sangre de los caídos, en el Acta Institucional y en el Acta de Reconciliación Dominicana. Se nos han reconocido múltiples derechos económicos y sociales. Hemos logrado la fijación de elecciones libres a breve plazo. Hemos conquistado las libertades públicas, el respeto a los derechos humanos; el regreso de los exiliados políticos, el derecho de todo dominicano a vivir en su patria sin temor a ser deportado. Pero, por encima de todo, hemos logrado una conquista inapreciable, de fecundas proyecciones futuras: ¡La conciencia democrática! Conciencia contra el golpismo, contra la corrupción administrativa, contra el nepotismo, contra la explotación y contra el intervencionismo. Hemos conquistado conciencia de nuestro propio destino histórico. En suma, conciencia del pueblo en su fuerza, que si el 24 de Abril le sirvió para derrotar a las oligarquías civil y militar, hoy, nutrida por esa maravillosa experiencia y esta lucha asombrosa le permitirá forjar, en la paz o en la guerra, su libertad y su independencia. ¡Despertó el pueblo porque despertó su conciencia!
Esos son los logros de esta revolución. No solamente nuestros, sino también de América. Los principios que aquí han sido defendidos son los mismos que hoy conmueven a todas sus naciones. Cuando los pueblos situados al sur del Río Bravo expresaban su solidaridad con nuestra lucha, junto al estímulo fraternal iban también, profundamente unidas, sus más caras e íntimas aspiraciones. Desde México hasta Argentina la democracia es el sueño de millones de hombres que quieren convertir en realidad. Sueño de paz creadora, de paz y libertad decorosa. Pero ese bello sueño es turbado, hasta convertirse en pesadilla, por la codicia y la explotación de minorías ajenas al noble ideal de la convivencia humana.
Si algún mérito me cabe por haber participado preeminentemente en esta revolución democrática, gracias al honroso mandato presidencial que me otorgara el Honorable Congreso Nacional, no es otro que el de haber comprendido esa dolorosa realidad de nuestro pueblo, y haber luchado ardientemente por tratar de transformarla en un porvenir cargado de esperanzas.
Creo firmemente que el pueblo dominicano terminará por lograr su felicidad, y el 24 de Abril será siempre un símbolo estimulante hacia la consecución definitiva de ella. Es nuestra obligación, como defensores de la democracia, abonar la siembra generosa que comenzó en esa fecha inmortal. Pero abonarla con entusiasmo creciente, con todo el espíritu, sin vacilaciones, sin descanso. El mejor modo de hacerlo está en la unidad de todos nosotros, en la vigilancia de todos nosotros, dispuestos mañana, como lo hemos estado hoy, a correr todos los riesgos en defensa de la democracia dominicana y del honor nacional.
Ante el pueblo dominicano, ante sus dignos representantes que aquí encarnan el Honorable Congreso Nacional, renuncio como Presidente Constitucional de la República. Dios quiera y el pueblo pueda lograrlo, que esta sea la última vez en nuestra historia que un Gobierno legítimo tenga que abandonar el poder bajo la presión de fuerzas nacionales o extranjeras. Yo tengo fe en que así será.
Finalmente, invito al pueblo aquí reunido a hacer el siguiente juramento:
En nombre de los ideales de los Trinitarios y restauradores que forjaron la República Dominicana.
Inspirados en el sacrificio generoso de nuestros hermanos civiles y militares caídos en la lucha constitucionalista.
Interpretando los sentimientos del pueblo dominicano.
Juramos luchar por la retirada de las tropas extranjeras que se encuentran en el territorio de nuestro país.
Juramos luchar por la vigencia de las libertades democráticas y los derechos humanos y no permitir intento alguno para restablecer la tiranía.
Juramos luchar por la unión de todos los sectores patrióticos para hacer a nuestra nación plenamente libre, plenamente soberana, plenamente democrática.
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La República Dominicana está entre los países con mayor pobreza de la región con un 40,7% al igual que Paraguay, según el estudio Panorama Social de América Latina desarrollado por la Cepal. Seguidos del Salvador con 40,9% y Ecuador con un 33, 6%.
De acuerdo con el estudio, la pobreza en el país bajó de 41.2% en el 2012, a 40.7% en el 2013.
Asimismo, RD ocupa el tercer lugar de los países con mayor indigencia, un 20,2%. El primer lugar lo ocupa El Salvador con un 12,5%, seguido de Paraguay con un 19,2%.
La indigencia creció de 20% en 2012 a 20.2% en 2013.
El estudio también se refirió a los ingresos laborales totales de los hogares, siendo la República Dominicana el segundo país donde las mujeres aportan más, la proporción es de un 26%. Antes está Uruguay con un 39%.
“El aporte de las mujeres es siempre inferior a la mitad. De hecho, en ninguno de los países de la región dicha proporción llegó al 40% en 2012”, dice el informe.
Para la Cepal la pobreza en América Latina sigue siendo un problema estructural por un estancamiento de los índices en un 28,1 % desde el 2012.
Por las cifras, según la Cepal, la pobreza en la región se mantuvo estable entre 2012 y 2013 cuando afectó, en ambos años, a un 28.1 % de la población.
Para el 2014 se estima que el indicador cerró en un 28 %, lo que unido al crecimiento demográfico se traduciría en un aumento hasta los 167 millones de personas.
“El crecimiento del ingreso no es suficiente para abordar la pobreza”, dijo al presentar el informe Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Agregó que es necesario aplicar políticas públicas para dotar a la población de servicios básicos que le permita superar la línea de pobreza.
Señaló también que la recuperación de la crisis financiera internacional no parece haber sido aprovechada lo suficiente para fortalecer políticas de protección social que disminuyan la vulnerabilidad frente a ciclos económicos.
Pese a la falta de progreso en el promedio regional, cinco de los 12 países con información disponible al 2013 registraron disminuciones de la pobreza por ingresos superiores a un punto porcentual por año.
Los países con mayor descenso fueron Paraguay, seguido de El Salvador, Colombia, Perú y Chile.
En tanto, la indigencia aumentó desde el 11,3 % en 2012 al 11,7 % en 2013, lo que supone un incremento de tres millones, hasta los 69 millones de personas.
Las proyecciones indican que en 2014 se habría registrado una nueva alza, hasta el 12 %, lo que significa que de los 167 millones de personas en pobreza ese año, 71 millones eran indigentes.
Además de analizar la pobreza por ingresos, el estudio presentó una medición complementaria, multidimensional, que abarca cinco ámbitos: vivienda, servicios básicos, educación, empleo y protección social y el estándar de vida referido a ingresos monetarios y posesión de bienes duraderos.
Esta medición considera que una persona es pobre si tiene carencias en más de una de estas dimensiones.
Según este índice, entre 2005 y 2012 la incidencia de la pobreza multidimensional se redujo. como promedio para 17 países de la región, desde el 39 al 28 % de la población, cifras similares a las de la pobreza por ingresos.
En todos los casos se registraron descensos en esta medición, correspondiendo los mayores a Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y Venezuela.
En lo que respecta a la desigualdad, se observa una mejora en los 15 países con información actualizada, con la única excepción de Costa Rica.
Entre 2002 y 2013, en estos países el índice de Gini, referido a la distribución del ingreso, donde cero es la igualdad total, cayó aproximadamente un 10 %, desde 0,542 a 0,486.
En tanto, entre 2008 y 2013, la participación en los ingresos totales del 20 % de los hogares más pobres se incrementó desde el 5,2 al 5,6 %, mientras que la del quintil más rico se redujo desde 48,4 al 46,7 %.
Bárcena destacó que en materia de gasto social la región hizo un esfuerzo significativo a partir del 2008 para enfrentar la crisis financiera internacional.
Sin embargo, entre 2012 y 2013 se observó una desaceleración del crecimiento del gasto social, que responde principalmente al escaso dinamismo de la economía internacional y al impulso de la inversión en los sectores no sociales.
Si en 2008-2009 el gasto público social como porcentaje del producto interior bruto (PIB) en América Latina se situó como promedio en un 18,3 %, en el siguiente bienio ascendió al 18,9% y en 2012-2013 alcanzó al 19,1%, aunque sigue habiendo grandes diferencias entre países.
El diagnóstico de Cepal es que pese a estos avances se requiere una mayor focalización de las políticas públicas en segmentos como loa jóvenes y las mujeres, que son los que resultan más afectados por la falta de acceso al empleo.
“El 22 % de la juventud no está integrada ni a la educación ni al trabajo y la mayor parte de ellos son mujeres”, sostuvo Bárcena.
“No es que los jóvenes no quieran estudiar ni trabajar sino que no se les da la oportunidad”, agregó.
Junto con ello, sostuvo que hay una fuerte estigmatización de la juventud, pues se les asocia con los segmentos con más delincuencia, en circunstancias de que los mayores índices de violencia se ubican en la población de 29 a 44 años.
En cuanto a las brechas de participación laboral por género, el estudio establece que si bien se han reducido en la última década en la mayoría de los países, “existe en todos los casos un margen importante para aumentar la participación de las mujeres.
28 de agosto de 2015: Más del 90 por ciento del hielo de agua dulce de nuestro planeta está unido a las enormes láminas de hielo y a los glaciares de la Antártida y de Groenlandia. A medida que las temperaturas ascienden lentamente en todo el mundo, las aguas de deshielo que provienen de estos vastos depósitos de hielo colaboran para que se produzca un aumento en el nivel del mar. Por sí sola, Groenlandia podría hacer elevar 7 metros (23 pies) el nivel del mar si su hielo se derritiera por completo.
Y… se está derritiendo.
Los investigadores patrocinados por la NASA han descubierto que la cubierta de hielo de Groenlandia se está derritiendo más rápidamente que lo que se pensaba (video en idioma inglés).
En agosto del año 2014, Eric Rignot, un glaciólogo que trabaja en la Universidad de California, Irvine, y en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (Jet Propulsion Laboratory o JPL, por su sigla en idioma inglés), de la NASA, dirigió un equipo que confeccionó mapas de acantilados de hielo ubicados en los bordes frontales de tres glaciares “emisarios” en Groenlandia. Los investigadores descubrieron cavidades que socavan la base de estos bordes protuberantes y que pueden desestabilizar el frente del hielo y aumentar los desprendimientos en los icebergs; un proceso llamado “parto”, por el cual partes del glaciar se rompen y flotan a la deriva.
“En Groenlandia, tenemos tasas de deshielo de unos pocos metros por día en los meses de verano”, dice Rignot.
¿Qué está causando este “gran deshielo”?
El equipo de Rignot descubrió que los glaciares de Groenlandia que se dirigen al océano tienen bases más profundas debajo del nivel del mar que lo que se había medido anteriormente. Esto significa que las corrientes oceánicas cálidas en las profundidades pueden cubrir las caras de los glaciares y erosionarlos.
“En las regiones polares, las capas más altas del agua del océano son frías y dulces”, explica. “El agua fría es menos efectiva para derretir el hielo”.
“El calor oceánico real se encuentra a una profundidad de 350-400 metros, y más abajo también. Esta agua cálida, salada, tiene origen subtropical y derrite el hielo mucho más rápidamente”.
El equipo de investigadores de Rignot está aportando información clave que resulta necesaria para documentar este efecto y predecir con precisión dónde y cuán rápidamente se notará en los glaciares. Día y noche, el equipo reunió y analizó mediciones relacionadas con la profundidad, la salinidad y la temperatura de las aguas de los canales y su intersección con el borde costero de la capa de hielo de Groenlandia.
Ellos descubrieron que algunos de los glaciares se balancean sobre enormes umbrales de barro que los protegen, por ahora. Pero otros glaciares están siendo seriamente socavados, sin que podamos verlos, debajo de la superficie, lo que significa que podrían colapsar y derretirse mucho más pronto.
No es fácil reunir estos datos. Por encima de las aguas turbulentas, del viento, de la lluvia y del clima frío, está el hielo mismo.
“Vinimos a estudiar glaciares que descargan en los fiordos. Y los fiordos están repletos de hielo. En algunos sitios, puede llegar a haber tanto hielo que el bote ni siquiera puede avanzar”.
Pero el hielo presenta una fascinación peculiar para Rignot. “Siempre me han interesado las regiones polares”, afirma. “Mis amigos quisieron viajar por el Caribe pero yo preferí hacerlo aquí, en estas aguas. No sé por qué. Simplemente me gustan estas regiones”.
¿Qué será lo próximo?
“OMG”, responde Rignot. Y no está usando el lenguaje de mensajes de texto.
OMG quiere decir Ocean Melting Greenland, el nombre de un nuevo proyecto de cinco años de duración patrocinado por la NASA que llevará aún más lejos su investigación, hasta las cuatro esquinas de Groenlandia, en barco y en avión.
“Esperamos que los datos recolectados sean un punto de inflexión para el estudio de la interacción entre el hielo y el océano en Groenlandia”, dice Rignot. “Ayudará a quienes confeccionan los modelos para hacer mejores proyecciones del derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia en el futuro”.
Los resultados que obtuvo Rignot han sido aceptados para su publicación en la revista Geophysical Research Letters y ahora se encuentran disponibles en línea.