MORÍA UN HÉROE CONSTITUCIONALISTA MOCANO Y UNA GLORIA PARA NUESTRO PUEBLO........JUAN MARÍA LORA FERNÁNDEZ
Uno de los líderes militares de las gloriosas páginas de abril
Dirigió con arrojo el asalto a la fortaleza Ozama y estuvo al frente en la defensa del Puente Duarte ante el avance de las tropas que trataron de frustrar el retorno a un régimen constitucional-.
Nació en Ortega, Moca, el 30 de abril de 1929. Se mudaron a la Vega. En la “Ciudad Olímpica” discurrió su primera infancia junto a sus padres Roselia Fernández Malagón y Pedro Lora Veras. La familia se trasladó a San Cristóbal donde se graduó de bachiller en Filosofía y Letras. Ingresó a la Policía Nacional pero al poco tiempo entró al Ejército. Se hizo también bachiller en Ciencias Militares, de la Escuela de Cadetes.
Un servicio en la oficialía civil del Santo Cerro hizo que se interesara por ser abogado y en 1953 se matriculó en la Universidad de Santo Domingo a estudiar Derecho, que concluyó en 1958. Entre sus profesores estuvieron Joaquín Balaguer, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, Hipólito Herrera Billini. Fue condiscípulo de “Romero Confesor, Julio Ibarra Ríos, Licelot Marte, Amaro Guzmán, Bidó Medina, Juan Isidro Fondeur Sánchez, Maximilien Montás Aliés y otros”.
A esta promoción siguieron un curso de Estado Mayor y Comando como prerrequisito para el Diplomado en esa rama que realizó en la Escuela de Las Américas en la Zona del Canal de Panamá, y otros de “Orientación, Estado Mayor y Comando” y de “Tiros con pistola, ametralladora y fusil” en el que recibió Medalla de Experto Tirador. Como Oficial de Infantería estuvo de puesto en San Cristóbal, Nagua, Dajabón, Neiba, San Pedro de Macorís, Barahona, Pedernales y Santo Domingo, donde residió en el ensanche Ozama y en Gazcue.
Generoso, sensible, honesto, servicial, responsable, los hijos evocan al padre “amoroso pero recto”, que en la casa se despojaba del uniforme para bajar al piso a jugar con ellos y su perro “Bunker”. El militar, cuyo rasgo físico más sobresaliente eran sus inmensos ojos azules, casó con Yolanda De León Aliés el 22 de diciembre de 1955.
Asumió el patriotismo como un compromiso militar, personal, moral, íntimo. Por eso rehuyó reconocimientos y poses. A esa convicción y a su muerte temprana se debe, probablemente, el olvido en que durante años estuvo sepultado su heroísmo en los caldeados días de la revolución de 1965 cuando se distinguió como uno de los más decididos y valientes soldados por la libertad. El coronel Juan María Lora Fernández no pudo contar el testimonio de sus glorias en el Puente Duarte donde combatió sin retroceso el bombardeo de los tanques, aviones y cañones de las tropas de Elías Wessin. Tampoco tenía voz para relatar el arrojo con que dirigió el asalto y la toma de la Fortaleza Ozama, salvando a la zona constitucionalista del ataque contrario. El proyectil del tanquista que derribó su cuerpo en lucha, le impidió relatar la defensa de los barrios que emprendió durante la contienda en que se expuso, supervisando comandos, supliendo alimentos, protegiendo la propiedad privada, abasteciendo de armas y entrenando civiles en la recién creada Academia 24 de Abril.
Su entrega fue efectiva, pero discreta. Bernard Diederich, el audaz reportero norteamericano que cubrió con su cámara los incidentes de la guerra, confiesa que apreció su intrepidez, pero que apenas logró captarlo. Cuando la historia pudo ser contada sin temores ni mordaza, otros actores se cubrieron de honores. La joven compañera de Lora Fernández estuvo siempre más dispuesta a encauzar a sus pequeños huérfanos que a reclamar homenajes para el esposo caído. Ella también rehusaba aplausos, y como a la acción sobrevivieron tantos titanes, el nombre del Jefe de Estado Mayor del Gobierno Constitucionalista, no recibió la merecida resonancia. Algunos autores apenas lo citan, reservándose el espacio para autoacreditarse honras.
Juan Manuel, Dulce, Dhania y Yolanda eran muy niños cuando ocurrió la tragedia. El primogénito fue quien más estuvo a su lado en los días de abril pero su escasa edad le impedía medir el valor patriótico, comprender las razones de la desgracia de su padre. Hoy sus lágrimas brotan espontáneas y su voz se quiebra al rememorar su entonces diminuta estatura de pie, frente al ataúd, con el papá dormido, apagado, sin poder explicarle el terrible suceso. Sus escasas vivencias y recuerdos son familiares. Los tributos a su padre se iniciaron tarde, como la calle de Los Ríos que rinde honor a su memoria, inaugurada en el 2002, treinta y siete años después de su partida.
Antes estuvieron marginados, aislados de la sociedad que después de la revuelta tomó otro rumbo con el advenimiento de un gobierno arbitrario de intereses distintos a los defendidos por el aguerrido combatiente. La mayoría de los viejos compañeros del luchador tomaron el camino del destierro.
A la denominación de la vía siguieron otras exaltaciones, tardías, pero justicieras. Los muchachos han conocido al coronel más allá del beisbolista del equipo “Cristal”, de La Vega, declarado en 1944 “Champion Bate Primera Base”; del amante del boxeo o del romántico apasionado por las canciones de Fernando Valadez, Lucho Gatica, Roberto Yanés o la orquesta Santa Cecilia, que disfrutaba vehemente la interpretación “Teléfono a larga distancia”.
En la casa de Juan Manuel, ingeniero agrónomo inclinado también por la milicia, el padre está presente en las insignias, diplomas, fotos familiares, vestimenta civil y militar, armas, cuadernos del soldado y otras pertenencias de Lora Fernández que le llegan con la misma frecuencia que las narraciones de su valor contadas por quienes fueron testigos y acompañantes en las batallas cruciales de la guerra.
En la guerra:
En enero de 1965 reclutó militares como parte de un plan para reponer al destituido Presidente Juan Bosch, con misiones específicas que le fueron asignadas por su primo, el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez. Una de ellas consistía en acumular dinamita. Fue cancelado y colocado bajo arresto el 24 de abril. “Lo liberó el capitán Peña Taveras. Ese día nos mandaron para San Cristóbal, a la casa de la abuela”, recuerda Juan Manuel que ya después venía a estar junto a él en la calle Félix Mariano Lluberes.
A través de Radio Santo Domingo, Lora Fernández exhortó al pueblo a la lucha. Luego se distinguió en la batalla del Puente Duarte y en todos los demás combates del movimiento insurreccional. Caamaño lo nombró Jefe de Estado Mayor del Gobierno Constitucionalista y lo ascendió a coronel. Durante los ataques de las tropas norteamericanas que invadieron el país, tuvo a su cargo la defensa de Ciudad Nueva y de la Zona colonial, “estimulando el patriotismo de los combatientes a través de la radio para mantener en alto la dignidad nacional”.
El 19 de diciembre de 1965 cayó abatido en el segundo piso del hotel Matum, de Santiago, donde el coronel Caamaño y su comitiva viajaron a rendir homenaje póstumo al coronel Fernández Domínguez. “Firme en su determinación de impactar al conductor de un tanque, el tanquista disparó primero y él cayó abatido, fusil en mano, como todo un héroe de leyenda”, declaró el general Héctor Lachapelle, testigo de la osadía de Lora.
Su cadáver fue trasladado a la iglesia Las Mercedes y después sepultado en el cementerio de la avenida Independencia de donde fue exhumado el 19 de diciembre de 2004 y llevado al Cristo Redentor. Aquel aciago día de 1965 está latente en la memoria de su hijo que lo recuerda con su traje militar verde y sus insignias. Frente al cuerpo sin vida, con sentimiento infantil, quizá pensando que lo escuchaba, prometió: “Papi, tú te fuiste, pero no te preocupes, yo me quedo para cuidar a mami y a mis hermanitas”.
El ocho de agosto de 2002 fue inaugurada como “Coronel Juan María Lora Fernández” la antigua calle Circunvalación de Los Ríos, atendiendo una moción del legislador Raimundo Tirado. En la avenida George Washington con Palo Hincado una plaza fue bautizada con su nombre y se colocó un busto del héroe, al igual que en el campus de la UASD. El 1 de mayo de 2003, el Presidente Hipólito Mejía lo ascendió póstumamente a General de Brigada. La calle “Coronel Juan María Lora Fernández”, de Santo Domingo, comienza en la avenida República de Colombia y termina en la Avenida de los Próceres..
Tomado de la red.
