Que no tenemos porque ser contrarios, ni enemigos, sino todo lo contrario, ya que estamos hermanados en el código ético y moral que rige el karate y las artes marciales, entendiendo que todos buscamos un mismo fin, elevar nuestra conciencia hasta alcanzar la mansedumbre necesaria para inclinarnos ante nuestros semejantes en un acto de humildad, respeto y amor por la vida.