A principio de la década del 1960, ahora no recuerdo la fecha, mientras Pepe y Ñoñó, que en ese tiempo tenían entre doce y trece años, paseaban por el campo del golf del hotel Embajador, encontraron dos niños llorando (Úrsula y Miguel), eran blancos y rubios y estaban muy bien vestidos diferente a los niños que poblaban esa zona, que eran pobres y de color negro. Tomaron los niños y lo llevaron al pueblo de la Esperilla que era donde habitábamos y para que tengan una idea de donde estaba, era una comunidad semi rural del Distrito Nacional, que hoy no existe como tal y estaba ubicada entre la calle privada y el hotel Embajador, entre la avenida 27 de febrero y la avenida de la salud, en el parque Mirador.
Recuerdo el rostro de
los niños que ya no lloraban pero estaban asombrados al verse rodeado de
tantas personas diferentes a ellos, porque su llegada fue una atracción
para el pueblo y nos juntamos todos a contemplarlos, debajo de la mata de
limoncillo, frente a la casa de la tía Agustina. Ese era el centro del poblado
ya que allí estaba la bodega de Andes Longo, en donde se juntaban los hombres
del pueblo a darse sus tragos los domingos.
Al caer la tarde,
vimos la polvareda que levantaba un auto que se aproximaba a nosotros a
gran velocidad, a parte de la motoneta de Ulises el esposo de doña Zira la mamá
de Fafa Taveras, no conocíamos otro auto, por eso nos extrañó verlo
llegar. Del auto se desmontó una señora rubia como los niños que los
abrazó con ternura por largo tiempo en su regazo, luego agradeció el
hecho de haberles cuidado sus hijos y se marchó rauda como había llegado.
Esa señora era la esposa
del embajador de Alemania en el país. Días después volvió y supimos que se
llamaba Erika van Almsick, que al ver el grado de pobreza en que estábamos
sumidos, en un gesto de agradecimiento, se reunió con los habitantes del pueblo
y se comprometió a ayudarnos a desarrollarnos, por lo que la escuela tenía un
solo salón con un maestro que venía de manera esporádica y nos construyó
dos salones más y un dispensario médico, con maestros y médicos permanentes,
así mismo en la escuela teníamos un conuco, una hortaliza y una granja con
puercos alemanes y gallinas ponedoras que atendíamos los hombres del pueblo con
ayuda de los estudiantes y técnicos que ella nos trajo, también un lugar con
juegos infantiles y una bomba de donde se extraía el agua del subsuelo, ya que
el agua teníamos que irla a buscar a la inmediaciones del hotel Embajador.
También reconstruyó las
casas que estaban en mal estado, consiguió trabajo en los Molinos Dominicanos a
algunos hombres del pueblo, y todos los fin de semana nos traía raciones de
alimentos de la Alianza para el Progreso y prendas de vestir a los más
necesitados. Ella tenía una distinción especial por mi madre Consuelo
Acevedo, la abuela Mama Tita y mi hermana Juana María a la que decía Juana
Mary.
También nos trajo a las
monjitas de la Nunciatura Sor Refugio, Sor Inés y Sor Milagros para las
cuestiones religiosas y algunas catequistas que prepararon a los niños para
hacer la primera comunión en el Seminario de la 27 de febrero con ave. Lincoln,
donde hoy está la UCAMAIMA, en donde Felipe, León, Ñoñó entre otros niños eran
monaguillos.
Con ella conocimos la
magia del cine y un día de reyes nos preparó un gran acontecimiento en el patio
inmenso de la tía Tatín con reyes magos reales y juguetes que
desbordó la alegría del pueblo.
Cuando estalló la guerra
en el 1965 perdimos contacto con ella, hace unos años por contacto de Pedrito un
amigo de Nigua hice contacto con ella y nos vimos en el hotel que ella estaba
hospedada, recordamos el tiempo ido y no he vuelto a saber de ella, pero debo
decir aquí que nosotros los habitantes de la Esperilla estamos eternamente
agradecidos de ella y en donde este les deseamos larga vida y toda la felicidad
del mundo. En ese tiempo era apenas un pequeño niño que no pasaba de tres a
cinco años, pero en mi memoria guardo todos estos recuerdos.
Domingo Acevedo.
24/9/13
24/9/13