Asimismo en Europa, al calor de la ola de nacionalismos, se articuló un movimiento singular, el sionismo, que propugnaba la creación de una entidad estatal para los judíos dispersos por el mundo.
A pesar de ser un movimiento eminentemente laico, el sionismo vio en Palestina, tierra donde se fundó el judaísmo, el lugar ideal para realizar su proyecto nacional. Desde principios de siglo, este movimiento propició la instalación de judíos europeos en ese territorio todavía bajo administración otomana. Esta inmigración tomó envergadura bajo el Mandato Británico entre 1920 y 1948 (el sistema de mandatos fue establecido por la Sociedad de Naciones en las colonias de las potencias derrotadas en la Primera Guerra Mundial; debía prepararlas para la independencia).
Mientras que otras provincias otomanas fueron alcanzando paulatinamente su independencia, la disputada Palestina siguió bajo control colonial. Los dos proyectos nacionales, el árabe palestino y el sionista, chocaron cuando la comunidad judía inmigrada, aunque minoritaria, tomó envergadura y amplió sus propiedades siguiendo planes de control territorial.
Su proyecto estatal se hizo claro cuando el yichuv, la comunidad judía en Palestina, fue creando instituciones autónomas a modo de un protoestado judío y desarrollando prácticas excluyentes y discriminatorias respecto a los árabes. Poco a poco fue creciendo una espiral de violencia entre árabes y judíos sionistas (entre 1936 y 1939 tuvieron lugar importantes revueltas árabes) lo que llevó a barajar la partición del territorio.
Tras la segunda Guerra Mundial y ante la inminente retirada británica las Naciones Unidas (resolución 181, noviembre 1947) propusieron formalmente la partición del territorio y la creación de dos Estados, uno árabe palestino y otro judío. Este plan fue rechazado por los árabes pues legalizaba, a sus ojos, los planes y las colonias establecidas por los sionistas. En mayo de 1948, la comunidad judía declaró unilateralmente la creación del Estado de Israel, acto que desencadenó la intervención militar de los Estados árabes vecinos en apoyo a los palestinos. A raíz de esta primera guerra árabe-israelí, el Estado judío no sólo resistió la intervención árabe, sino que provocó la salida de gran parte de la población palestina que quedaba en su territorio y amplió la superficie de su territorio más allá de lo previsto en el plan de partición.
Israel aprovechó además la desarticulación de la sociedad palestina provocada por el éxodo y la guerra. Los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza quedarían bajo control de Jordania y Egipto respectivamente; se frustraba la creación de un Estado árabe en Palestina, y la ciudad de Jerusalén quedaba dividida.
El nuevo Estado judío se alineó pronto con las potencias europeas frente al nacionalismo árabe (guerra del canal de Suez en 1956); ganándose su apoyo político y económico. Además a raíz del genocidio nazi, afirmó su razón de ser al declarar Israel como único refugio seguro para todos los judíos. Durante las primeras décadas Israel se consolidó como Estado y promovió la instalación masiva de judíos. En cambio, a raíz de la guerra, los palestinos vieron frustrado su derecho a disponer de un Estado propio. Dispersos entre varios países y divididos internamente su actuación casi se limitó a algunos hostigamientos poco eficaces contra Israel.
En 1964, se crearía la Organización para la Liberación de Palestina, OLP. Por imperativos de seguridad (la necesidad de contar con más profundidad defensiva ante los hostigamientos de sus vecinos árabes) y de recursos naturales (el control del agua), en junio de 1967 Israel ocupó el Golan sirio, la península del Sinai egipcio y los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza. Con la ocupación de estos últimos Israel se apoderaba de la totalidad del territorio de la Palestina del Mandato; sin embargo no los anexionaría ante la imposibilidad de expulsar a su población árabe y para evitar incrementar el número de árabes con ciudadanía israelí.
Desde 1967, Cisjordania y la Franja de Gaza han estado bajo ocupación militar israelí. Este régimen ha supuesto el estado de excepción permanente (autoridades y legislación militar), la persecución de los nacionalistas palestinos, la apropiación de sus recursos naturales (tierra y agua), la gradual expropiación de tierras para la instalación de colonos (en 1997 hay más de 150.000 colonos en los territorios ocupados y otros 170.000 en Jerusalén Este) y bases militares, la progresiva judaización de la parte oriental de Jerusalén (donde se pretende que la población árabe deje de ser mayoritaria), y, en fin, la total subordinación de la economía palestina a la israelí. Mientras tanto la oposición palestina se organizó en el exterior.
Durante los años 70 y 80', la OLP recompuso el tejido nacional palestino y organizó un Estado en el exilio que logró el reconocimiento y el apoyo internacional. La OLP combinó el encuadramiento de la población palestina refugiada, la acción diplomática y la lucha armada para liberar el territorio. Progresivamente la OLP fue aceptando la fórmula de la partición territorial pero exigiendo la materialización de los derechos nacionales del pueblo palestino: libre determinación, derecho a disponer de un Estado y retorno de los refugiados. Ante la intransigencia israelí y el continuo apoyo de sus valedores externos, ni la vía diplomática seguida por la OLP ni la lucha armada dieron resultados.
A finales de 1987 la iniciativa fue retomada por los palestinos del interior que desencadenaron el levantamiento popular en Cisjordania y Gaza. La intifada supuso un vasto movimiento de rechazo a la ocupación y de desobediencia civil que causó una profunda conmoción en Israel, desenmascaró la realidad de la ocupación y desencadenó un vasto apoyo internacional a los palestinos. Al calor de la revuelta, en junio de 1988, Jordania cortó sus vínculos administrativos con Cisjordania, y en noviembre el Consejo Nacional Palestino (parlamento en el exilio) declaró el Estado de Palestina. La situación se hizo cada vez más insostenible para Israel, que seguía resistiéndose a cambiar de política.
La Guerra del Golfo crearía las condiciones para que se concretase un marco de negociaciones tutelado por los EU.
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