RUGE LA LUZ
Tumulto de
colores
la tarde se
inunda de primavera
oleaje de
mariposas amarillas
estrellándose
contra imaginarios acantilados
en tu
mirada el viento clarea el horizonte
con un olor
a flores fosificado en el tiempo
en lo
infinito el sol parece una moneda
perdida
ágata que
se rompe en la mirada de un ángel
ruge la luz
al compás
de los tambores del silencio
la noche
hace su llegada triunfal
Vestida de
azul I
Así
vestida toda de azul me acompañas en mis sueños,
viajas
conmigo por los senderos del amor,
tan
feliz que te desnuda y danza para mi bajo la luna
luego
sudorosa y jadeante
corres
hacia mis brazos
y
en la soledad del tiempo
bajo
las estrellas
arropados
por las sombras de la noche
hacemos
el amor
Vestida de
azul II
Busco tu
rostro que la noche dibuja
en los
pergaminos de la ausencia
la ciudad a
esta hora empieza a desfallecer
herida por
las luces y la soledad
en una
esquina bajo la sombra de un farol
una
prostituta hace el amor a la nostalgia
ebrios
transeúntes suben la escalinatas
de los
sueños
y antes del
amanecer
ante mis
ojos sin ningún rubor
se suicidan
la ciudad
por sus
calles de asombro te busco
entre los
fantasma de la zona colonial
y te
imagino vestida de azul
en los
balcones de la alborada
diciéndome
adiós para siempre
La insignificante grandeza
Quiero
dejar testimonio de la insignificante grandeza de nuestras vidas. Decir que
sobre la primavera que con sus manos fecundas hicieron florecer nuestros
abuelos, construyeron una gran ciudad.
De
esa tierra que en mi corazón es un canto no queda nada, sólo recuerdos,
recuerdos edificados sobre las cenizas de nuestra nostalgia, recuerdos tan
enraizados en mis palabras que en mi voz anidan los pájaros fabulosos de mis
sueños que más allá de la polvorienta geografía de mi cuerpo iluminan los cubículos del olvido, en donde
la civilización enterró toda nuestra alegría.
En
nuestra forma simple de ver la vida no
advertimos que el mundo de más allá de la alborada ambicionaba nuestras
tierras, que la modernidad avanzaba inexorable hacia nosotros triturando entre
sus fauces todo lo que encontraba a su paso, que por el camino real a menos de
una hora de distancia a pie, la ciudad resplandecía en todo su esplendor, sus avenidas románticas
con sus ventanales que todas las tardes daban al mar, las luces que herían el corazón de las
sombras con sus cuchillos color del oro viejo,
sus pomposos edificios preñados de sueños, sus mujeres de algodón que
vestían sus corazones con las luces primeras del alba para no morir de pena
atrapadas por la soledad, sus escuálidos
hombres vestidos con los colores más
estridendentes del arco iris, sus
ruidosos automóviles ebrios de distancia y sobre todo sus noches bulliciosas,
con sus casinos, donde el azar y la ambición
atrapaban a los hombres en sus tentáculos imposibles, sus cines de
melancolía de la Duarte
y la Mella ,
donde la quimera llevaba a los espectadores en un viaje sin retorno por lo
túneles infinitos de la fantasía, el mar
Caribe con sus barcos fantasmas
esfumándose en el horizonte, las vidrieras de las tiendas que atrapaban
nuestros sueños en el bucólico encanto de querer tener y no poder y mirábamos
hacia dentro de nosotros mismos y terminábamos parados frente al espejo de la
vida harapientos y descalzos en un mundo ajeno y extraño, como extraño éramos
nosotros en ese mundo y de nuevo
volvíamos a nuestras tierras en donde la vida transcurría sin más prisa que ir
a los conucos, andar por los montes maroteando alguna fruta de lástima, arrear vacas hacia las distantes regiones del
rocío , cazar pajaritos endebles para mitigar el hambre de toda la vida y en
las noches alrededor de la hoguera los abuelos en una danza nos hablaban de sus
hazañas remotas, de su largo viaje sin retorno
hasta llegar aquí, de la crueldad del látigo en sus espaldas, de
cuando lucharon contra el hombre blanco por su libertad, de sus anhelos por volver al África y de sus raíces enterradas en estas tierras que abonaron con sudor y sangre , tierra, en que a pesar de
todo, siempre serán extraños.
Al
final de la jornada sin más luces que la de la luna y las estrellas nos
alejábamos por los caminos que los grillos iluminaban con su canto, gritando a viva voz la
alegría de compartir en una danza la vida, al llegar al hogar con la piel pegajosa de
oscuridad dar un beso a mis padres, pedir su bendición y acostarme en mi
hamaca, hasta que el sol de un nuevo
siglo nos traiga la esperanza que perdimos en el duro batallar contra la
modernidad.
Un
día de otoño
Nací
junto al resplandor azul naranja de los
sueños
en
brazos de la quimera
cuando
el sonido ancestral de los tambores
atrapaba
a los hombres y las mujeres de la aldea
en
la telaraña de la utopía y la nostalgia
nací
herido por un rayo de eternidad
en
la inefable soledad de las estrellas y el rocío
bajo
los escombros del olvido
lejos
del mar y la primavera
en
el preámbulo de las mariposas
un
día de otoño
cuando
los soles eclipsados noviembre
emergían
despacio de las aguas cenagosas del amanecer
Evidencia
Más
allá del bohío
el
olor vegetal de los hornos
evidencia
que el hambre ronda
los
días
Esta
tarde de invierno
pájaros
de oro Petrificados en el viento
migran
hacia los oscuros rincones del agua
La
quimera
herida
por un rayo de eternidad
agoniza
en brazos de un ángel
El
sol
con
sus dedos perfumados de clorofila y rocío
golpea
las puertas en penumbra del amanecer
El abismo de
los sueños
De niño
nunca imaginé la redondez de la tierra
la sospechaba plana
pensaba que el mundo
era tan sólo todo lo que mis ojos alcanzaban a ver
por eso en mis viajes hacia los conucos de mi padre
siempre tuve el cuidado
de no alejarme mucho de la realidad
para no caer en el abismo de los sueños
Huracán
Entre junio
y Noviembre
Los vientos que vienen del atlántico
Se abalanzan con furia
Sobre todas las islas del mar caribe
Dejando sobre las ciudades destruidas
Sus huellas de sangre y dolor
Ángel de
ternura
Ese ángel de ternura que en tus ojos tiembla
busca en los
pergaminos del tiempo
el tibio resplandor de las primeras tardes de abril
El aroma de
tu voz
el aroma de tu voz trepa por las paredes del viento
hasta la cúpula mas alta de mis tímpanos
Amo esa luna
que en tus ojos
No deja de cantar a la noche
Mi origen
La
tarde recrea ante mis ojos la nostalgia
de mi origen perdido en África.
La tristeza de estos largos años de exilio en
que hemos perdido nuestra identidad hace florecer entre mis ojos lirios de agua.
La pena
acumulada durante estos siglos de huir a ningún lado golpea mi memoria como un látigo de sal que abre viejas
heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura de nuestro ocaso. Tantos años
de olvido han dejando en mi boca el agrio sabor de la ausencia
África
sigue siendo en mi corazón la ilusión más dulce, se
que ya no volveré al acrisolado mundo de mis sueños; me he resignado a morir en esta tierra tan
ajena y tan mía, pero mi vida sigue allá,
en la aldea de donde una noche mi
ADN sin querer, empezó a viajar en un cuerpo desconocido hacia una isla perdida
en el mar Caribe.
Quinientos
años después, la mirada triste de la
abuela Mamá Tita, me despierta en medio del estruendo de los arcabuces y los gritos de los hombres
que defendían a los suyos, hasta
terminar atados a la codicia de unos hombres
que contra el reflejo de la aldea incendiada los conducían por un sendero de horror hasta una
embarcación anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje sin
retorno hacia el dolor.
Yo apenas
era menos que un sentimiento perdido en la memoria de alguien que aún no había
nacido, pero ya llevaba sobre mis
hombros el peso de una historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de
ser un canto que en las noches, se multiplicaba en la voz alegre de las
tamboras.
Peces
luminosos
Un río de
peces luminosos Inundó la ciudad
sepultada bajos los escombros del invierno
No quiero
No
quiero habitar en tus sueños
como un fantasma que se desnuda
antes tus ojos y se masturba
quiero
tan sólo quiero
quiero ser lo que siempre he sido
un fugitivo que huye de sí mismo
y que termina escondiéndose
en los inhóspitos parajes de tu memoria
camino de eternidad
Amanece
el sol deshoja la noche en la distancia
que agoniza a la puerta de un cementerio de luces
el trino sombrío de unos pájaros de luto
iluminan el ambiente
un largo camino de de sangre viene d el eternidad
es aquí donde termina
donde el sol libera al rocío de la esclavitud de la noche
JUNCOS AZULES
Ríos
coagulados en las mejillas del viento
lámparas
heridas por el sol
prostitutas
dormidas en las efímeras
habitaciones del viento
pupilas
rotas por el dolor
juncos
azules bajo la lluvia helada de otoño
horizonte
de mariposas amarillas
en las
tardes fúnebres de invierno
sentado en
la mesa del hambre
un
niño
Mano invisibles
I
Manos
invisibles van taponando las heridas del horizonte
por donde
se derrama la sangre luminosa de un cíclope herido
II
La tarde
lentamente va sepultando en un cementerio de sombras
los últimos
residuos del sol
III
En el
preámbulo de la noche un niño llora
Fantasma desnudo
No quiero
habitar en tus sueños
como
un fantasma que se desnuda
antes
tus ojos y se masturba
quiero
tan
sólo quiero
quiero
ser lo que siempre he sido
un
fugitivo que huye de sí mismo
y
que termina escondiéndose
en
los inhóspitos parajes de tu memoria
La vieja Belén
Este domingo de tristes soles escondiéndose
bajo las piedras
amarillas del camino
la lluvia trajo en su
vientre
el olor sombrío del
musgo que crece entre las grietas
de mis palabras
bosque de almácigos y
ceibas
anacahuita de cristal
galope de pájaros
fosforescentes en la noche
aviadores imposibles
haciendo piruetas
en un cielo crispado
de ángeles
y por entre la espinas y las luces
de enero
Isabel
la mamá de Antonio
encarna a la vieja
Belén
Los duendes del rocío
Se esconderán todas
las estrellas
despertarán los
duendes invisibles del rocío
y asaltarán el día
que con su repentino
temblor de luces y sombras
recibe al sol
y lo acompaña hasta el
horizonte
donde la tarde entrega
su trono a la noche
y en un aserradero de
humo
incansables leñadores
Intentan en vano
cercenar el corazón
alegre de las flores
Ángel de ternura
Ese ángel de
ternura que en tus ojos tiembla
busca
en los pergaminos del tiempo
el
tibio resplandor de las primeras tardes de abril
E l aroma de tu voz
el
aroma de tu voz trepa por las paredes del viento
hasta
la cúpula mas alta de mis tímpanos
Amo esa luna
Amo esa luna que en
tus ojos
No
deja de cantar a la noche
Cementerio
de luz
El
sol en la distancia deshoja la noche
que
agoniza a la puerta de un cementerio de luces
el
trino de unos pájaros de luto
ilumina de sombras la mañana
un
largo camino de sangre viene de la eternidad
es
aquí donde termina
donde
el sol libera de la esclavitud de la noche
al
rocío
Pupilas rotas por el dolor
Ríos coagulados en las
mejillas del tiempo
lámparas heridas por
las sombras
prostitutas dormidas
en las efímeras
habitaciones del
viento
pupilas rotas por el dolor
juncos azules bajo la
lluvia helada del otoño
horizonte de mariposas
amarillas
en las tardes fúnebres
del invierno
sentado en la mesa
del hambre
un niño
La vieja Belén
Este domingo de tristes soles escondiéndose
bajo las piedras
amarillas del camino
la lluvia trajo en su
vientre
el olor sombrío del
musgo que crece entre las grietas
de mis palabras
bosque de almácigos y
ceibas
anacahuita de cristal
galope de pájaros
fosforescentes en la noche
aviadores imposibles
haciendo piruetas
en un cielo crispado
de ángeles
y por entre la espinas y las luces
de enero
Isabel
la mamá de Antonio
encarna a la vieja
Belén
Los duendes del rocío
Se esconderán todas
las estrellas
despertarán los
duendes invisibles del rocío
y asaltarán el día
que con su repentino
temblor de luces y sombras
recibe al sol
y lo acompaña hasta el
horizonte
donde la tarde entrega
su trono a la noche
y en un aserradero de
humo
incansables leñadores
Intentan en vano
cercenar el corazón
alegre de las flores
Mi origen
La tarde recrea ante mis ojos la nostalgia de mi origen
perdido en África.
La tristeza de
estos largos años de exilio en que hemos perdido nuestra identidad, hace
florecer entre mis ojos lirios de agua.
La pena acumulada durante estos siglos de huir a
ningún lado golpea mi memoria como un
látigo de sal que abre viejas heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura
de nuestro ocaso. Tantos años de olvido han
dejando en mi boca el agrio sabor
de la ausencia
África es en mi corazón una hoguera que se enciende
entre mis ojos cuando miro hacia atrás,
se que ya no volveré al
acrisolado mundo de mis sueños; me he
resignado a morir en esta tierra tan ajena y tan mía, pero mi vida sigue
allá, en la aldea de donde una
noche mi ADN sin querer, empezó a viajar
en un cuerpo desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe.
Quinientos años
después, la mirada triste de la abuela Mamá Tita, me despierta en medio
del estruendo de los arcabuces y los
gritos de los hombres que defendían
a los suyos, hasta terminar atados a la codicia de unos hombres que contra el reflejo de la aldea incendiada
los conducían por un sendero de horror hasta
una embarcación anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje sin
retorno hacia el dolor.
Yo apenas era menos que un sentimiento perdido en la
memoria de alguien que aún no había nacido, pero ya llevaba sobre mis hombros el peso de una historia
de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un canto que en las noches,
se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.
Racimo
de luz
esa es
mi voz
eco
lejano de tamboras ahogándose
en la
mirada ausente de la eternidad
madreselva que se
enreda en la brisa
árbol nocturno de
sonidos
barco de humo
derritiéndose en la alborada
luna de papel
hundiéndose en el mar
densa atmósfera de
clorofila
caballo de azúcar
cabalgando
sobre la arena
luminosa del verano
estampa de sangre en
las paredes del futuro
mi voz
eco de lágrimas
salpicando las ciudades
heridas por la guerra
aroma desolado
campanas de agua
racimo de luz en el
pozo de la muerte
grito de guerra
canto de amor
esa es mi voz
Murallas de papel
Santo
Domingo
avenidas desoladas
autos veloces
transeúntes atrapados en burbujas de neón
luces derritiéndose en las paredes
de los altos edificios
suburbios que se los traga la noche
ríos contaminados
malecón de sombras
obelisco de cera
murallas de papel
y tres puertas siempre abiertas
Otra vez
Santo Domingo
Ya es de
noche
por la avenida
Duarte
una oleada humana se
escurre
entre los cristales de
las tiendas y la fantasía del neón
en el parque
Enriquillo agónicos bebedores de triculí
comparten su morada
con los palomitos del malecón
que huelen cemento
atracadores y policías
se confunden entre las sombras
y las luces de la zona
colonial
esperan a que sus
victimas
atraviesen los límites
de la inocencia
para atraparlos entre
las redes de la locura y el miedo
en Villa Juana y la Ciénaga
vendedores de crac y
marihuana
ofertan sus productos
al mejor postor
son las 3:00 A.M.
los jevitos de la Lincoln ebrios de cocaína
y velocidad
se masturban a nombre
de la madre
de la sociedad que los
parió
y en la París
con José Martí
viejas prostitutas de
algodón
hacen el amor a la
soledad
a esa misma hora en la
calle el Conde
frente a la catedral
primada de América
un mendigo defeca en
la conciencia de todos nosotros
desde la calle Isabel la Católica
un fantasma lo observa
y se aleja llorando
es la ciudad
en el semáforo de la Sarasota con Jiménez Moya
mendigos Haitianos se
suicidan con sus cuchillos de miseria
y en la zona norte
precisamente en
Capotillo
último reducto de la
esperanza
la policía reprime a
la población
que protesta contra el
FMI
y Joselito muere
asesinado
mientras que en Boca
Chica
una turista Alemana se
da un baño de sol y playa
el sueño de Hitler es
ya historia
a su lado
un negro criollo
duerme tranquilo
Cascada de sueños
Cascada de sueños
arco iris de amor
días completos de
lluvia
breves días de sol en
tus ojos hacen retoñar la primavera
caballos de gloria
cabalgan en tu memoria hacia la
eternidad
en tus palabras la
rabia y el olvido pelean hasta morir
y es la rebeldía
la que desde la puerta
de una lágrimas dice adiós a la quimera
y en tu sonrisa
quijotes de plata van sembrando de luz
los páramos distantes
de la esperanza
en tu mirada un ángel
de ternura amasa el barro estridente de la
vida
y es tu corazón un
jardín donde la luna florece mariposas
Nudo de lágrimas
Ya nadie podrá desatar
el nudo de lágrimas
que me ata a tu
recuerdo
aquí estoy
perdido entre los
oscuros espacios que dejan los sueños
en los resquicios de
la nada
goteras de sal caen
sobre las sábanas blancas del insomnio
y de luto se han ido
vistiendo todos los árboles del camino
que lleva hasta mi
casa
desnuda y triste la
quimera danza en mi memoria hasta morir
pájaros de sombras
anidan en los sonidos oxidados de mi voz
y hace siglos que los
ojos de la ausencia lloran mi vida
sobre las grandes
capitales del mundo
el humo de las
chimeneas bosteza su veneno
es la luz
un espejo donde el
horizonte se mira y envejece
y en las íntimas
habitaciones del agua
una sirena llora
desconsolada su eternidad
y desde la ventana
principal de la alborada
alguien que no conozco
me dice adiós
Derrotado el día
se aleja montado en un
caballo de sangre
En mi voz
las palabras echan
raíces
El sonido de las
tamboras
reivindica en la sed
del agua y la sangre mi origen
Canto a la eternidad
El día llegó agotado
de pelear contra el tiempo
Y se dejo caer sobre
la tierra
recostó su cabeza sobre las altas montañas
Y sin prisa se
durmió
Despertó
cuando la tarde besó
su frente con ternura
y se alejó cantando
hacia la eternidad
Aspas de sombras
Abatida por la
metralla
la noche se eterniza
en la mirada
ausente de la muerte
campanarios heridos
por el silencio oxidado
del invierno
carne desnuda en su
púrpura inocencia
temblor y congoja en
la selva
grito desolado
flores incineradas
aspas de sombras
llora la sangre
en alas de la eternidad
voz quebrada de
quijote
muerte que da vida a
la vida
vida que no termina
con la muerte
cadáveres sonámbulos
girando
alrededor de la
alborada
y más allá de los
sueños
la esperanza aún
retoña
en el acrisolado
destello del rocío
A Raúl Reyes
Testimonio
de mayo
He
vivido atado a los recuerdos
a los
momentos irrecuperables de mi infancia
que se
perdieron en el largo camino de la ausencia
a las
mañanitas memorables del rocío,
a los días inolvidables de la primavera
a las
noches esplendorosas de luna llena
aún
tengo pegado en la piel
el
claroscuro resplandor
de los días interminables de mayo
el olor
de los potreros guía mis pasos
por el camino de los conucos
hacia
la soledad inmensa de la lluvia
y el perfume de la clorofila colorea mi voz
de
mariposas
aún los duendes invisibles del invierno
rondan mi memoria
y más allá
del horizonte de mis ojos
un niño descalzo llora su hambre
Atardece,
en la punta más distante del horizonte, el sol como un náufrago solitario, se
hunde despacio en un océano de mariposas multicolores que revolotean alrededor
de la nada. Las sombras como pájaros fúnebres van cayendo sobre la tierra, que ciñe
sobre su cintura su vestido de luto y por las avenidas de las grandes capitales del mundo, las luces
montadas sobre el caballo azul del
viento persiguen a las sombras que se esconden entre las agrietadas paredes
del tiempo, dos ventanas en mi rostro se
abren al universo, en ellas un complejo organigrama de estrellas giran
alrededor de la primera luna del invierno.
El abismo de los sueños
De niño nunca imaginé la redondez de la tierra
la
sospechaba plana
pensaba
que el mundo
era
tan sólo todo lo que mis ojos alcanzaban a ver
por
eso en mis viajes hacia los conucos de mi padre
siempre
tuve el cuidado
de
no alejarme mucho de la realidad
para
no caer en el abismo de los sueños
Huracán
Entre junio y Noviembre
Los
vientos que vienen del atlántico
Se
abalanzan con furia
Sobre
todas las islas del mar caribe
Dejando
sobre las ciudades destruidas
Sus huellas de sangre y dolor
Peces luminosos
Un río de peces luminosos Inundó la ciudad
sepultada
bajos los escombros del invierno
Piedra resplandeciente
En medio de la noche
la
muerte se riza el pelo
sentada
sobre una piedra resplandeciente
se
mira en el espejo del universo
en
su infinita soledad nadie la consuela
ni
siquiera el tiempo seca sus lagrimas
sólo
la mira y sigue su rumbo hacia la eternidad
Sin más
preámbulo
No
quiero morirme perdido entre las luces
de esta
ciudad que tanto amo
prefiero
en un cementerio baldío
arrancarme
los ojos
y
tirárselos a los lobos
y luego
caminar por las calles dando tumbos
ebrio de
soledad
borracho
de tristeza
y al
llegar a la puerta de la eternidad
sin más
preámbulo que una lágrima
suicidarme
Ola de
sal
El
tiempo se ha roto con tu ausencia
dejando
un rastro de eternidad en mi voz
a veces
la sensación de tu partida
levanta
en mis ojos una ola de sal
que
destruye las habitaciones del olvido
y todas
las noches
la luz
va
dejando espejos de luna
en las
paredes de la alborada
donde
los niños
con los
dedos tiznados de ternura
escriben
tu nombre
Miguel
A Miguel
Ángel Acevedo
Domingo
Acevedo
Haikus 2009
Espejo de oro
El sol tras las montañas,
Amanece.
2
Voces lejanas
Olor a café tostado
Cantan los grillos.
3
Luna de papel
Noches de tercio pelo
Un perro ladra.
4
Luz y salitre
el mar suspira
la ciudad fosforece.
5
Viento del norte
canto de primavera
cayena en flor
6
Cristal molido
perlas tan, tan distantes
frías estrellas
7
Triste la tarde
un camino en sombras
un niño corre
8
El mar caribe
viejas ruinas de papel
calles de sombras
9
Junto al Ozama
una ciudad resplandece
santo Domingo
10
Un transeúnte
por la ciudad perdida
pasos sin rumbos
11
Teje la lluvia
con sus hilos de plata
la primavera
12
Llega la noche
en el río prisioneras
las mariposas
13
Luna de cristal
arrebol de la noche
suspira el sol
14
Está nevando
tiritan las estrellas
es el invierno
15
Luz amarilla
deslumbran la mañana
los girasoles
16
Aura marina
sobre el mar Caribe
sendero de luz
17
Largos caminos
En la noche perdido
Un peregrino
18
Es primavera
Mariposas amarillas
Canta el viento
Un espejismo de pájaros fúnebres
sobre Palestina
escupen sangre.
LOS AMIGOS PERDURABLES
La vida me ha demostrado que los
amigos perdurables son aquellos con los que compartes ideas, sueños e ilusiones
y que la amistad se fundamenta sobre hechos concretos, es un sentimiento que
nos lleva a una acción cotidiana y permanente, donde no hay espacio para la
mentira, la manipulación, el engaño, ni la
hipocresía. Un amigo es lo más cercano a la ternura.
Domingo Acevedo
Podrás engañar al mundo, mas no así tu conciencia.
Tu ausencia
Es tu ausencia
un puñal de sal clavado
en mi voz
herida que salpica de silencio las palabras
Campanario de agua
Por un pedazo sombrío de la tarde
asoma un sorbo amago de sol
campanario de agua
que repica en la mirada del ocaso
Árbol de pájaros azules
Árbol de pájaros azules
atrapados en los cubículos de las sombras
tres ruiseñores de sal
estampan en las paredes del olvido
tu nombre
Sin más preámbulo
No quiero morirme
perdido entre las luces
de esta ciudad
que tanto amo
prefiero en un
cementerio baldío
arrancarme los
ojos
y tirárselos a
los lobos
y luego caminar
por las calles dando tumbos
ebrio de soledad
borracho de
tristeza
y al llegar a la
puerta de la eternidad
sin más preámbulo
que una lágrima
suicidarme
SUSURRO IMAGINARIO
Copos de sombras manchan de ausencia el olvido
la voz empañada del limo verde del ocio
es apenas un susurro imaginario
que se pierde en la noche
ANAQUELES DEL ALMA
Mis padres en un éxodo
interminable
poblaron las lluviosas regiones
del sur
de ellos conservo en los
anaqueles de mi alma
las cadenas que ataron su
origen al olvido
los recuerdo en las tardes
mirando el horizonte
buscando entre las sombras de la
tarde
el sonido de alguna tambora
lejana
nunca fueron felices
toda mi alegría es la tristeza
que de ellos heredé
y en algún rincón de mi alma
la abuela mamá tita todavía recolecta
los residuos perdido de su pasado
la lluvia como siempre
va dejando huellas de sal sobre
las paredes del silencio
teje mantos de sombras con los que se arropa la
soledad
y aprisiona en las claras
habitaciones del agua
la alegría de ese niño
que detrás de los espejos de mis
ojos
no deja de llorar
DETRÁS DEL ESPEJO
Detrás del espejo duerme un fantasma
en sus ojos la luz pelea contra las sombras
por eso es que la
habitación se ilumina de mariposas
que traspasan las paredes de la noche
hasta diluirse en la distancia
que va de los sueños
al amanecer
CON ALAS EN LA
ESPALDA
Ese niño con alas en la espalda
y el cielo en la mirada
que todas las tardes como testimonio de su breve edad
me trae en su voz de pájaro
un ramillete de flores silvestres
tiene en la mirada
alegre la sonrisa
y un corazón de azúcar derretido en mis palabras
tierna la azucena en sus manos
como un relámpago perfuma el sendero
por donde sus pasos se alejan del ocaso a la aurora
a llenar de ternura mi alma
A Guaroa Acevedo mi hijo.