martes, enero 28, 2020

Yemen, la guerra que perdió Occidente

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Español:
  • La sociedad algorítmica: agentes inteligentes invisibles 
    Es necesario construir otras políticas públicas para la sociedad de los algoritmos. Alfredo Moreno
  • Chile   ANI recargada: La super agencia de inteligencia de Piñera 
    De una manera casi inadvertida para su gravedad, el Senado aprobó el proyecto que «fortalece y moderniza el sistema de inteligencia del Estado», un nuevo ladrillo en la pared represiva del gobierno de Piñera, en el afán de contener la revuelta  Francisco Herreros
  • José Martí, un indispensable de Nuestra América 
    Este 28 de enero se conmemora el aniversario 167 del natalicio de José Martí, héroe nacional de Cuba, artífice de la guerra de 1895 y pensador fundamental de la “república nueva” que se instauraría en Cuba tras la independencia  Yolanda Machado
  • El Salvador   La encrucijada de la unidad 
    A lo largo de la historia de las luchas de nuestro pueblo podemos observar que los momentos culminantes y de fuerza siempre se encuentran relacionados con el factor unidad de los movimientos revolucionarios. Y al revés, momentos de división   Medardo González
  • El poder mundial le teme a la nueva era geopolítica: el desacoplamiento de las potencias 
    El Foro de Davos es uno de los mecanismos clave para 'aceitar las tuercas' de la maquinaria capitalista, donde se coordinan, se discuten y se hacen públicas las tareas del año para hacer que el sistema siga funcionando. María Luisa Ramos Urzagaste
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sábado, enero 25, 2020

Daesh: El nuevo emir abre el juego

[alai-amlatina] Alainet.org Al Día - 24/01/20

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miércoles, enero 22, 2020

El largo camino de la esperanza.



He seguido las huellas del sol dibujadas en el rostro del atardecer, ya oscurece,
esperamos a Felipe y a Ñoñó que fueron a pescar tilapias a la laguna de Manganagua,
ha sido duro el día en el largo trajinar del hambre, la sequía  destruyó toda la cosecha,
el monte achicharrado por el sol, resplandece con las primeras estrellas
y nuestras miradas se pierden entre las sombras de la noche, esperando ver aparecer
a nuestros hermanos por el camino real.

Nos inquieta su tardanza, además el hambre hace estragos en nuestros estómagos,
en la cocina mamá mantiene el fuego encendido, papá aún no regresa del monte,
anda cortando la leña para mañana preparar el horno, han sido largos todos estos días
de hambre, no hay maquey, ni yambí, ni guayiga para hacer chola, 
el monte está desolado con esta prolongada sequía, hasta las aves se han ido
a otros lugares.

Desde aquí puedo ver el fuego de la cocina de Popó Candela, Negra su esposa debe
estar haciendo la cena. Imagino a Miguela jugando con las sombras de la noche,
más allá de las anacahuitas gemelas,  bajo los limoncillos florecidos de eternidad
de la tía Tatín. 

El orgullo nos impide ir a pedir  un poco de comida a las casas ajenas, preferimos
morirnos de hambre inmersos en nuestra soledad. Desde aquí escuchamos
las canciones
tristes de la vellonera de la pulpería de Andrés Longo, cierro los ojos y se humedecen
de estrellas.

No sabemos qué horas es, pero presentimos la presencia cercana de nuestros hermanos,
oteamos el horizonte, el viento nos trae su olor mezclado con el olor de los pescados,
suspiramos tranquilos, ya podemos sentir sus pasos certeros en la oscuridad, silban,
para decirnos
que ya llegaron, viene felices, cargados de tilapias y jicoteas. 

En medio del patio nos abrazamos bajo el cielo infinito de estrellas, mamá sale
y también los abraza, nos preparamos debajo de la mata de javey, para quitarles
las escamas a los pescados, ellos apartan un poco para llevarlos a sus casas,
son muchos no nos lo comeremos todos esta noche. Papá llega, sudoroso,
con toda la oscuridad de la noche pegada en la piel, deja a Julia, libre,
que se acerca hasta donde nosotros estamos, rebuzna y sacude la cabeza,
es su manera de decirnos, yo también estoy aquí, León ladra alegre, juguetea,
salta,  nos lame las piernas y luego se acomoda en el suelo junto a nosotros.

Después de limpiar los pescados, buscamos un lugar en el patio donde encender
una fogata y nos sentamos alrededor de ella, ya mamá hierve los pescados,
hace un caldo con sal, ajo cebolla y orégano, no hay nada más, pero será suficiente
por el día de hoy. Reímos, contamos historias, entonamos canciones ancestrales,
León nos mira con asombro y Julia descansa hasta que mi padre la lleve al lugar
donde pasa la noche, cerca de la casa, debajo de la mata de café cimarrón.

 Ella y León son parte de la familia, después de comer, Felipe se irá a dormir
con la tía
Aurora y Ñonó se irá a donde la tía Amantina, ella  lo crió desde muy pequeño.
Más allá de la alambrada los grillos cantan incesante a las estrella.

Entre mis ojos cabe todo el universo, la noche huele a bosque seco, a luna llena
y caldo de pescado, busco el calor de mis dos hermanos mayores, me siento
entre  los dos y los miro con orgullo, admiro su destreza en el bosque. lo bueno
que son cazando y pescando, un día seré como ellos y podré ir por el monte
y llegar más allá de los límites ancestrales y cazar la quimera, para entregarle
a mis padres la felicidad anhelan.

Mamá nos llama, es hora de comer, entramos a la casa, en la sala la llama
de la lamparita jumeadora danza al compás del viento, por momentos parece
que se apagará, para luego renacer de sus cenizas como un ave fénix,  está sabroso
el caldo, sólo que las tilapias tienen muchas espinas hay que comerlas
con sumo cuidado para que no se quede una en la garganta, es una pena
no apareció un coco para cocinarlas, nos quedan algunas para mañana
y tres  jicoteas, para los días siguientes, así que podremos invitar a otros vecinos
a compartir nuestra comida.

Manuel, mí pequeño y solitario amigo hace rato se fue, tal vez con hambre,
imagino que vive allá, muy lejos, donde se ve aquella lucecita distante,
él nunca ha querido llevarme a su casa.

Ya comimos, es hora de dormir, Felipe y Ñonó se despiden entre abrazos
y sueños y me dicen que mañana temprano me llevarán con ellos
a las distantes regiones del norte, a cazar, que me prepare, que pasarán
a las seis de la mañana por mí, me voy a la cama feliz, el corazón
no me cabe en el pecho, mañana por fin  podré ir cazar.

Nosotros conocemos y amamos cada palmo de nuestra tierra, amamos
al viento, las nubes,los animales, las aves, los árboles, las mariposas,
la lluvia, la primavera que hace florecer al bosque,  cada camino tiene
un horizonte que termina en nuestros sueños y en definitiva, nuestro amor
por la madre tierra, es el amor por la vida, es el amor a Dios que lo ha creado
todo tan perfecto.

Para mí lo más importante es que se acerca el día en que podré atravesar
los límites
ancestrales del monte y atrapar  la quimera, para entregarles a mis padres
la felicidad
que siempre hemos soñado.  

Mientras cierro los ojos, escucho los tambores lejanos que invitan para mañana
en la noche a bailar en el patio de la abuela Mamá Tita, la danza de la lluvia
para conjurar la sequía.

Domingo Acevedo.










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