MI ORIGEN
La tarde recrea ante mis ojos la nostalgia de mi origen
perdido en África.
La
tristeza de estos largos años de exilio en que hemos perdido nuestra
identidad hace florecer entre mis ojos lirios
de agua.
La pena acumulada durante estos siglos de huir
a ningún lado golpea mi memoria como un
látigo de sal que abre viejas heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura
de nuestro ocaso. Tantos años de olvido han
dejando en mi boca el agrio sabor
de la ausencia
África sigue
siendo en mi corazón la
ilusión más dulce, se que ya no volveré al acrisolado mundo de mis
sueños; me he resignado a morir en esta
tierra tan ajena y tan mía, pero mi vida sigue allá, en la aldea de donde una noche mi ADN sin querer, empezó a viajar en un cuerpo
desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe.
Quinientos años
después, la mirada triste de la abuela Mamá Tita, me despierta en medio
del estruendo de los arcabuces y los
gritos de los hombres que defendían
a los suyos, hasta terminar atados a la codicia de unos hombres que contra el reflejo de la aldea incendiada
los conducían por un sendero de horror
hasta una embarcación anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje
sin retorno hacia el dolor.
Yo apenas era menos que un sentimiento perdido
en la memoria de alguien que aún no había nacido, pero ya llevaba sobre mis hombros el peso de una
historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un canto que en las
noches, se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.
Domingo Acevedo
HOGUERAS DE SANGRE
Largos caminos de viento y de sal
naos repletas de voces
que se ahogan en la noche
rastro infinito de cadáveres en el mar
raíces sembradas en el viento
miradas aplastadas
bajo los escombros rojizos de la tarde
huellas congeladas en la memoria
hogueras de sangre iluminan en el cielo
pasos que se pierden en un siglo
de luces y sombras
trapiches olvidados junto al sendero
de un trópico lejano
tamboras
maracas
danza
sudor
rotas las caderas
no puede el látigo
huérfano de toda humanidad
acallar el canto
que brota del cañaveral.
DE ÁFRICA
De África a los trapiches
de los trapiches a los manieles
de los manieles a la aurora
venturoso es el camino
que lleva negro a la gloria
ÁFRICA
I
África
te llevamos dentro de nosotros
donde corres impetuosa
como un río que infla
nuestras venas de orgullo
II
lates en nuestros corazones
como un tambor
que enciende nuestra sangre
de ritmo y pasión
III
África
tan lejos y tan cerca
como el horizonte
de una primavera tropical
IV
oscura y dulce como el azúcar crema
V
liviana y simple como una mariposa
VI
alegre y tierna como una doncella
enamorada por primera vez
VII
África
aquí en nosotros
tú vives en América
TROPICO DE FUEGO
Trópico de fuego
cañaveral de sangre
ingenios oxidados por el dolor
senderos perdidos en la memoria
hombres tendidos al sol
con el alma encadenada
a los sueños
y más allá de la angustia púrpura
del látigo en la espalda
la libertad es un canto
TRIBUTO DE
SANGRE
El silencio
rinde su tributo de sangre a mi voz
a mi voz
a mi voz Caribeña
a mi voz antillana y mulata
a mi voz infatigable de tamborilero
a mi voz de ingenio
donde los hombres
salpicados de caña y azúcar
se levantan con los primeros
fulgores a dejar en un canto
la vida en el cañaveral
a mi voz repartida en el viento
grito de guerra que reivindica
en las noches
bajo las palmeras en una danza
su origen
su origen perdido entre las
olas y el salitre del tiempo
su origen de cadenas
y espanto exilio de muerte
rastros de agua y sal
en la memoria una multitud de
cadáveres azorados
se amotinan
y de cada latigazo en la
espalda del negro
nace este canto
nace esta danza
nace mi voz
SEBASTIÁN LEMBA
Ven aquí negra mía
y deja que la luna
de seda y ternura
te vista la piel
vamos
que en los manieles
repican las tamboras
anuncian que Sebastián Lemba
las cadenas rompió
y los negros en América
libres ya son
PIEDRA DE SACRIFICIO
Esta herida que tengo en el costado izquierdo
de la memoria
no deja de sangrar mariposas amarillas
en mi voz
mi voz que llegó de África a este continente
desnuda y con grilletes
en una carabela que iba vomitando cadáveres
por los mares sin retornos del tiempo perdido
dejando en los salones memorables de la noche
un cementerio de muertos innombrables
que permanecen intactos en las urnas funerarias
del viento
esta herida que tengo
en el costado izquierdo
de la memoria
no deja de sangrar
mariposas amarillas
en mi voz
en mi voz de tambor ancestral
que ilumina con su canto
los azules rincones del agua
eco luminoso
manantial de luz que brota
de las heridas del tiempo
piedra de sacrificio
raíz de árbol sagrado
hoja petrificada tras el ambarino cristal
del otoño
cuchillo de sal que hiere la eternidad
canto de guerra
alarido de muerte
mi voz
llanto de sirena en un océano envenenado
de cadáveres fosforescentes
lluvia de caracoles dormidos en el alma
ala de guaraguao
nido de aves fantásticas
sonido de selva tropical
mi voz de cañaveral y trapiche
de guarapo y melaza
de algodón ensangrentado de sudor
y espanto
mi voz
por el sendero que
une a los dos continentes
un sonido de cadenas rotas ilumina la historia
TU HISTORIA
Es la tambora
la única que sabe tu
historia
no es el látigo
que en tu espalda
levanta surtidores de
sangre
en tu piel
no es el sol que derrite
tus sueños
ni es el amo
ay negro
es la tambora
la que en cada sonido
cuenta tu historia
EL LATIGO
Del látigo al salario
tu historia
siempre ha sido la misma
negro
la vida por nada
en el trabajo dejas
NEGRO
Negro
no olvides que vienes de África
que tu jornada es la gloria
que con tu sangre en América
también se escribe la historia
NEGRA
I
Negra
ven a los brazos del negro
que la noche es breve
II
Ven
que el amo duerme
III
Ven
que el amor te libera
Negra
que habitas en el ritmo
de los atabales
que gritan tu procedencia
cuando en las noches
bajo las ceibas florecidas
de estrellas
las manos sudorosas de los hombres
despedazan a ritmo
los cueros de las tamboras
para que tú
coronada de ilusiones
seas la reina del batey
UN SENDERO DE
SANGRE
Ay negro
cuando quisiste ser libre
nadie pudo detenerte
por un sendero de sangre
tus huellas van tras
la alborada
TROPICO Y
SANGRE
Sol de
trópico y sangre
noche de luna y danza
bajo el sol del medio día
un negro suda y canta
ESTRUENDO
DE ARCABUCES
Estruendo
de arcabuces
perforan las paredes del tiempo
Anochece
el mar salpica de cadáveres
los azules rincones de la distancia
arde la noche
en la memoria
pasos desnudos huyen
y un galope desenfrenado de caballos
acorrala en la oscuridad
los gritos y las voces de los
guerreros
que con su sangre iluminan el
camino
de la esperanza
piedra de dolor
inerte la carne
mudas las tamboras
una hilera de hombres y mujeres
vencidos
miran azorados a sus verdugos
y al compás de la muerte
el látigo y las cadenas danzan
amanece
por un océano de sangre
una embarcación se aleja
Domingo Acevedo.