Fantasma desnudo 
No quiero  habitar en tus sueños 
como un fantasma que se desnuda 
antes tus ojos y se masturba 
quiero 
tan sólo quiero 
quiero ser lo que siempre he sido 
un fugitivo que huye de  sí mismo 
y que termina escondiéndose
en los inhóspitos parajes de tu memoria
Cementerio de luz
El sol en la distancia  deshoja la noche
que agoniza a la puerta de un cementerio de
luces 
el trino de unos pájaros de luto
ilumina  de sombras la mañana
un largo camino de sangre viene de la eternidad
es aquí donde termina 
donde el sol libera de la esclavitud de la noche 
al rocío 
 Pupilas
rotas por el dolor
Ríos coagulados en las mejillas del tiempo
lámparas heridas por las sombras 
prostitutas dormidas en las efímeras
habitaciones del viento 
pupilas rotas 
por el dolor 
juncos azules bajo la lluvia helada del otoño
horizonte de mariposas amarillas
en las tardes fúnebres del invierno
sentado en la mesa del 
hambre
un niño  
La
vieja Belén
Este domingo  de tristes soles escondiéndose 
bajo las piedras
amarillas del camino
la lluvia trajo en su
vientre 
el olor sombrío del
musgo que crece entre las grietas  
de mis palabras 
bosque de almácigos y
ceibas 
anacahuita de cristal
galope de pájaros
fosforescentes  en la noche 
aviadores imposibles
haciendo piruetas 
en un cielo crispado
de ángeles 
y por entre  la espinas y las luces
de enero  
Isabel 
la mamá de Antonio 
encarna a la vieja
Belén
Los
duendes del rocío 
Se esconderán todas las estrellas
despertarán los duendes invisibles del rocío 
y  asaltarán el día 
que con su repentino temblor de luces y sombras 
recibe al sol 
y lo acompaña hasta el horizonte 
donde la tarde entrega su trono a la noche 
y en un aserradero de humo 
incansables leñadores Intentan en vano 
cercenar el corazón alegre de las flores
Ángel de ternura
Ese  ángel de ternura que en tus ojos tiembla 
busca en 
los pergaminos del tiempo 
el tibio resplandor de las primeras tardes de
abril
El aroma de tu voz  
el aroma de tu voz trepa por las paredes del
viento 
hasta la cúpula mas alta de mis tímpanos
Amo esa luna
Amo esa luna que
en  tus ojos
No deja de cantar a la noche 
Hijos póstumos del
rocío  
Mis padres 
hijos póstumos del
rocío
crecieron bajo el
sombrío reflejo 
del relámpago y la
lluvia 
cuando el trueno
iluminaba de misterios 
los ignotos rincones
de los recuerdos
que se perdieron
entre la sangre y las flores 
de una primavera
truncada por el peso 
de las cadenas y los
arcabuces  
allá
muy lejos en la
memoria 
una embarcación
encalla entre los arrecifes 
de los sueños 
y bajo el resplandor
de una luna de cal 
nostálgicas
tamboras  atan mi vida 
a la nostalgia 
es aquí donde mis
padres 
un hombre 
y una mujer
ignorados leñadores 
perdidos en el confín
del monte  
diseñaron este traje
de carne y hueso 
que he llevado puesto
por tanto tiempo 
A mis padres Sergio
Bautista
y Cosuelo Acevedo 
Mi
origen 
La tarde recrea  ante mis ojos la
nostalgia de mi origen perdido en África. 
La   tristeza de estos largos años de exilio en
que hemos perdido nuestra identidad, hace florecer entre mis ojos lirios  de agua. 
La pena acumulada
durante estos siglos de huir a ningún lado golpea mi  memoria como un látigo de sal que abre viejas
heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura de nuestro ocaso. Tantos años
de olvido han  dejando en mi boca el  agrio sabor de la ausencia 
África es en mi
corazón una hoguera que se enciende entre mis ojos cuando miro hacia atrás,  se  que
ya no volveré al acrisolado mundo de mis sueños;  me he resignado a morir en esta tierra tan
ajena y tan mía, pero mi vida sigue allá, 
en la aldea de donde una noche  mi
ADN sin querer, empezó a viajar en un cuerpo desconocido hacia una isla perdida
en el mar Caribe.
Quinientos años  después, la mirada triste de la abuela Mamá
Tita, me despierta en medio del estruendo de los arcabuces y  los gritos de los  hombres 
que defendían  a los suyos, hasta
terminar atados a la codicia de unos hombres 
que contra el reflejo de la aldea incendiada los conducían  por un sendero de horror hasta una embarcación
anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje sin retorno hacia el
dolor.
Yo apenas era menos
que un sentimiento perdido en la memoria de alguien que aún no había nacido,
pero  ya llevaba sobre mis hombros el
peso de una historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un
canto que en las noches, se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.
Racimo de luz
esa es mi voz 
eco lejano de tamboras ahogándose 
en la mirada ausente de la eternidad 
madreselva que se
enreda en la brisa 
árbol nocturno de
sonidos 
barco de humo
derritiéndose en la alborada
luna de papel
hundiéndose en el mar
densa atmósfera de
clorofila 
caballo de azúcar
cabalgando 
sobre la arena
luminosa del verano 
estampa de sangre en
las paredes del futuro 
mi voz
eco de lágrimas
salpicando las ciudades 
heridas por la guerra
aroma desolado 
campanas de agua 
racimo de luz en el
pozo de la muerte 
grito  de guerra 
canto de amor 
esa es mi voz
Murallas de papel 
Santo Domingo 
avenidas  desoladas 
autos veloces 
transeúntes atrapados
en burbujas de neón 
luces derritiéndose en
las paredes de los altos edificios 
suburbios que se los
traga la noche  
ríos contaminados 
malecón de sombras 
obelisco de cera 
murallas de papel 
y tres puertas siempre
abiertas 
Otra vez Santo
Domingo 
Ya es de noche 
por  la avenida 
Duarte 
una oleada humana se escurre
entre los cristales
de las tiendas y la fantasía del neón 
en el parque Enriquillo
agónicos bebedores de triculí
comparten su morada
con los palomitos del malecón 
que huelen cemento 
atracadores y
policías se confunden entre las sombras 
y las luces
embriagadoras  de la zona colonial   
esperan a que sus
victimas 
atraviesen los
límites de la inocencia
para atraparlos entre
las redes de la locura y el miedo  
en Villa Juana y la Ciénaga 
vendedores de crac y
marihuana 
ofertan sus productos
al mejor postor 
son las 3:00 A.M. 
los jevitos de la Lincoln ebrios de cocaína
y velocidad 
se masturban a nombre
de la madre
de la sociedad que
los parió 
y en la  París
con José Martí
viejas prostitutas de
algodón 
hacen el amor a la
soledad 
a esa misma hora en
la calle el Conde 
frente a la catedral
primada de América
un mendigo defeca en
la conciencia de todos nosotros
desde la calle Isabel
la Católica 
un fantasma lo
observa
y se aleja llorando
es la ciudad 
en el semáforo de la Sarasota con Jiménez Moya
mendigos Haitianos se
suicidan con sus cuchillos de miseria 
y en la zona norte 
precisamente en
Capotillo 
último reducto de la
esperanza
la policía reprime a
la población 
que protesta contra
el FMI
y Joselito muere
asesinado
mientras que en Boca
Chica 
una turista Alemana
se da un baño de sol y playa 
el sueño de Hitler es
ya historia
a su lado 
un negro criollo
duerme tranquilo 
Cascada de sueños 
Cascada de sueños 
arco iris de amor
días completos de
lluvia
breves días de sol en
tus ojos hacen retoñar la primavera
caballos de gloria
cabalgan en   tu memoria hacia la
eternidad 
en tus palabras la
rabia y el olvido pelean hasta morir 
y es la rebeldía
la que desde la
puerta de una lágrimas dice adiós a la quimera
y en tu sonrisa
quijotes de plata van sembrando de luz 
los páramos distantes
de la esperanza
en tu mirada un ángel
de ternura amasa el barro estridente de la 
vida
y es tu corazón un
jardín donde la luna florece mariposas
Nudo de lágrimas 
Ya nadie podrá
desatar el nudo de lágrimas 
que me ata a tu
recuerdo  
aquí estoy 
perdido entre los
oscuros espacios que dejan los sueños 
en los resquicios de
la nada
goteras de sal caen
sobre las sábanas blancas del insomnio 
y de luto se han ido
vistiendo todos los árboles del camino 
que lleva hasta mi
casa
desnuda y triste la
quimera danza en mi memoria hasta morir
pájaros de sombras
anidan en los sonidos oxidados de mi voz 
y hace siglos que los
ojos de la ausencia lloran  mi vida
sobre las grandes
capitales del mundo 
el humo de las
chimeneas bosteza su veneno 
es la luz 
un espejo donde el
horizonte se mira y envejece
y en las íntimas
habitaciones del agua 
una sirena llora
desconsolada su eternidad
y desde la ventana
principal de la alborada 
alguien que no
conozco me dice adiós 
Derrotado el día 
se aleja montado en
un caballo de sangre 
En mi voz 
las palabras echan
raíces
El sonido de las
tamboras 
reivindica en la sed
del agua y la sangre mi origen 
Canto a la eternidad 
El día llegó agotado
de pelear contra el tiempo 
Y se dejo caer sobre
la tierra 
 recostó su cabeza sobre las altas montañas 
Y sin prisa se
durmió  
Despertó 
cuando la tarde besó
su frente con ternura
y se alejó cantando
hacia la eternidad 
Aspas de sombras 
Abatida por la
metralla 
la noche se eterniza
en la mirada 
ausente de la muerte 
campanarios heridos
por el silencio oxidado 
del invierno
carne desnuda en su
púrpura inocencia 
temblor y congoja en
la selva
grito desolado 
flores incineradas
aspas de sombras  
llora la sangre
en  alas de la eternidad  
voz quebrada de
quijote 
muerte que da vida a
la vida 
vida que no termina
con la muerte
cadáveres sonámbulos
girando 
alrededor de la
alborada
y más allá de los
sueños 
la esperanza aún
retoña 
en el acrisolado
destello del rocío 
A Raúl Reyes 
Testimonio de
mayo 
He vivido atado a los recuerdos
a los momentos irrecuperables  de
mi infancia
a las mañanitas  memorables del
rocío,
a  los días inolvidables de la
primavera
a las noches esplendorosas de luna llena
aún tengo pegado en la piel
el claroscuro resplandor 
de  los días interminables de
mayo 
y el olor de los potreros guía mis pasos 
 por el camino de los conucos
 hacia  la soledad inmensa de la lluvia 
 y el verde invisible de la
clorofila hiere mi voz 
con el olor de las flores 
 aún los duendes invisibles del
invierno
 rondan mi memoria
 y más allá  del horizonte de mis ojos 
 un niño descalzo llora su hambre
LA PRIMERA LUNA DEL INVIERNO
Atardece, en la punta más distante del horizonte, el sol como un
náufrago solitario se hunde despacio en un océano de mariposas multicolores que
revolotean alrededor de la nada. Las sombras como pájaros fúnebres van cayendo
sobre la tierra que ciñe sobre su cintura su vestido de luto y por las
avenidas  de las grandes capitales del
mundo, las luces montadas sobre el caballo azul  del viento persiguen las sombras que se
esconden entre las agrietadas paredes del 
tiempo, dos ventanas en mi rostro se abren al universo, en ellas un
complejo organigrama de estrellas giran alrededor de la primera luna del
invierno. 
El abismo de los sueños 
De niño nunca imaginé
la redondez de la tierra 
la sospechaba plana  
pensaba que el mundo 
era tan sólo todo lo que mis ojos alcanzaban a
ver 
por eso en mis viajes hacia los conucos de mi
padre 
siempre tuve el cuidado 
de no alejarme mucho de la realidad 
para no caer en el abismo de los sueños 
Huracán 
Entre junio y
Noviembre 
Los vientos que vienen del atlántico
Se abalanzan con furia 
Sobre todas las islas del mar caribe  
Dejando sobre las ciudades destruidas 
Sus huellas de sangre
y dolor 
Peces luminosos
Un río de peces
luminosos Inundó la ciudad 
sepultada bajos los escombros del invierno
Piedra resplandeciente
En medio de la noche 
la muerte se riza el pelo 
sentada sobre una piedra resplandeciente 
se mira en el espejo del universo 
en su infinita soledad nadie la consuela 
ni siquiera el tiempo seca sus lagrimas 
sólo la mira y sigue su rumbo hacia la
eternidad 
Sin más preámbulo
No quiero morirme perdido entre las luces 
de esta ciudad que tanto amo 
prefiero en un cementerio baldío 
arrancarme los ojos 
y tirárselos a los lobos
y luego caminar por las calles dando tumbos 
ebrio de soledad 
borracho de tristeza 
y al llegar a la puerta de la eternidad 
sin más preámbulo que una lágrima 
suicidarme 
Ola
de sal 
El tiempo se ha roto con tu ausencia 
dejando un rastro de eternidad en mi voz 
a veces la sensación de tu partida 
levanta en mis ojos una ola de sal 
que destruye los cubículos
donde el olvido se esconde 
y todas las noches 
la luz 
va dejando espejos de luna
en las paredes de la alborada  
donde los niños 
con los dedos tiznados de ternura  
escriben tu nombre 
Miguel 
A Miguel Ángel Acevedo 
RAYO DE
ETERNIDAD
Nací junto al  resplandor azul
naranja de los sueños 
en brazos de la quimera 
cuando el sonido ancestral de los tambores 
atrapaba a los hombres y las mujeres de la aldea 
en la telaraña de la utopía y la nostalgia 
nací herido por un rayo de eternidad 
en la inefable soledad de las estrellas y el rocío
bajo los escombros del olvido 
lejos del mar y la primavera 
en el preámbulo de las mariposas 
un día de otoño
cuando los soles  eclipsados  noviembre 
emergían despacio de las aguas cenagosas del amanecer
Evidencia 
Más allá del bohío 
el olor vegetal de los hornos 
evidencia que el hambre ronda 
los días 
pájaros de oro
Esta tarde de de mayo 
pájaros de oro Petrificados en el viento 
migran hacia los oscuros rincones del agua 
la quimera
La quimera 
herida por un rayo de eternidad 
agoniza en brazos de un ángel 
el sol 
El sol 
con sus dedos perfumados de clorofila y rocío 
golpea las puertas en penumbra del amanecer
SIRENAS DE SAL 
Malecón de eternidad
que el mármol salobre de las olas oxida
mar perdido en el
horizonte nebuloso de la historia 
puertos abandonados
en los angares del olvido
barcos hundidos en un
archipiélago de sangre 
sirenas de sal 
piratas tuertos del
corazón
fantasmas devorados
por el tiempo 
látigo de azúcar en
la espalda mutilada del futuro 
murallas de arena
ciudad atrapada entre
las luces y la nostalgia 
siluetas aprisionadas
en la telaraña de sus miedos
edificios de humo
calles que se pierden
en los oscuros laberintos de las noches 
y más allá de los
sueños tres puertas siempre abiertas 
La
insignificante grandeza
Quiero dejar testimonio de la insignificante grandeza de nuestras
vidas. Gritar,  que sobre la primavera
que con sus manos fecundas hicieron florecer nuestros abuelos, construyeron una
gran ciudad.
Que de esa tierra que en mi corazón es un canto no queda nada, sólo
recuerdos, recuerdos edificados sobre las cenizas de nuestra nostalgia,
recuerdos tan enraizados en mis palabras que en mi voz anidan los pájaros
fabulosos de mis sueños que más allá de la polvorienta geografía de mi
cuerpo  iluminan los cubículos del
olvido, en donde la civilización enterró toda nuestra alegría.
 Que en  nuestra forma simple de ver la vida no  advertimos que el mundo de más allá de la
alborada ambicionaba nuestras tierras, que la modernidad avanzaba inexorable
hacia nosotros triturando entre sus fauces todo lo que encontraba a su paso,
que por el camino real a menos de una hora de distancia a pie, la ciudad
resplandecía  en todo su esplendor, sus
avenidas románticas con sus ventanales que todas las tardes daban al mar,  las luces que herían el corazón de las
sombras con sus cuchillos color del oro viejo, 
sus pomposos edificios preñados de sueños, sus mujeres de algodón que
vestían sus corazones con las luces primeras del alba para no morir de pena
atrapadas por la soledad,  sus
escuálidos  hombres vestidos con los
colores más estridendentes del arco iris, 
sus ruidosos automóviles ebrios de distancia y sobre todo sus noches
bulliciosas, con sus casinos, donde el azar y la ambición  atrapaban a los hombres en sus tentáculos
imposibles, sus cines de melancolía de la Duarte y la Mella, donde la quimera llevaba a los
espectadores en un viaje sin retorno por lo túneles infinitos  de la fantasía, el mar Caribe  con sus barcos fantasmas esfumándose en el
horizonte, las vidrieras de las tiendas que atrapaban nuestros sueños en el
bucólico encanto de querer tener y no poder y mirábamos hacia dentro de
nosotros mismos y terminábamos parados frente al espejo de la vida harapientos
y descalzos en un mundo ajeno y extraño, como extraño éramos nosotros en ese
mundo  y de nuevo volvíamos a nuestras
tierras en donde la vida transcurría sin más 
prisa que ir  a los conucos, andar
por los montes manoteando alguna fruta de lástima,  arrear vacas hacia las distantes regiones del
rocío , cazar pajaritos endebles para mitigar el hambre de toda la vida y en
las noches alrededor de la hoguera los abuelos en una danza nos hablaban de sus
hazañas remotas,  de su largo viaje sin
retorno hasta llegar  aquí,  de la crueldad del látigo en sus espaldas, de
cuando lucharon contra el hombre blanco por su libertad,  de sus anhelos por volver al África y  de sus raíces enterradas en estas
tierras  que abonaron con  sudor y sangre , tierra, en que a pesar de
todo, siempre serán extraños.
Al final de la jornada sin más luces que la de la luna y las estrellas
nos alejábamos  por los caminos que  los grillos iluminaban con su canto,  gritando a viva  voz la 
alegría de compartir en una danza la vida,  al llegar al hogar con la piel pegajosa de
oscuridad dar un beso a mis padres, pedir su bendición y acostarme en mi
hamaca,  hasta que el sol de un nuevo
siglo nos traiga la esperanza que perdimos en el duro batallar contra la 
modernidad.
                               Mano
invisibles            
                                             I
Manos invisibles van
taponando las heridas del horizonte 
por donde se derrama
la sangre luminosa de un cíclope herido
                                            II
La tarde lentamente
va sepultando en un cementerio de sombras
los últimos residuos
del sol 
                                           III
En el preámbulo de la
noche un niño llora
Vestida de azul I
Así vestida toda de azul me acompañas en mis sueños, 
viajas conmigo por los senderos del amor, 
tan feliz que te desnuda y danza para mi bajo la luna 
luego sudorosa y jadeante 
corres hacia  mis brazos 
y en la soledad del tiempo 
bajo las estrellas 
arropados por las sombras de la noche 
hacemos el amor
Vestida de azul II
Busco tu rostro que
la noche dibuja 
en los pergaminos de
la ausencia 
la ciudad a esta hora
empieza a desfallecer 
herida por las luces
y la soledad 
en una esquina bajo
la sombra de un farol 
una prostituta hace
el amor a la nostalgia 
ebrios transeúntes
suben la escalinatas
de los sueños 
y antes del amanecer 
ante mis ojos sin
ningún rubor 
se suicidan 
la ciudad 
por sus calles de
asombro te busco 
entre los fantasma de
la zona colonial 
y te imagino vestida
de azul 
en los balcones de la
alborada 
diciéndome adiós para
siempre
RUGE LA
 LUZ 
Tumulto de colores 
la tarde se inunda de
primavera
oleaje de mariposas
amarillas 
estrellándose contra
imaginarios acantilados
en tu mirada el
viento clarea el horizonte 
con un olor a flores
fosificado en el tiempo 
en lo infinito el sol
parece una moneda  perdida 
ágata que se rompe en
la mirada de un ángel
ruge la luz 
al compás de los
tambores del silencio 
la noche hace su
llegada triunfal
RAYO DE ETERNIDAD
Nací junto al  resplandor azul
naranja de los sueños 
en brazos de la quimera 
cuando el sonido ancestral de los tambores 
atrapaba a los hombres y las mujeres de la aldea 
en la telaraña de la utopía y la nostalgia 
nací herido por un rayo de eternidad 
en la inefable soledad de las estrellas y el rocío
bajo los escombros del olvido 
lejos del mar y la primavera 
en el preámbulo de las mariposas 
un día de otoño
cuando los soles  eclipsados  noviembre 
emergían despacio de las aguas cenagosas del amanecer
Derrotado el día 
se aleja montado en un caballo de sangre 
En mi voz 
las palabras echan raíces
El sonido de las tamboras 
reivindica en la sed del agua y la sangre mi origen 
Ya es invierno
Con su vestido blanco 
Danza la noche
Luna de papel 
Sobre las noches del sur 
Un farol brilla 
Domingo Acevedo