viernes, diciembre 13, 2024

José Asunción Silva.

 


(Bogotá, 1865 - 1896) Poeta colombiano. En la historiografía literaria suele reconocérsele como el gran iniciador del modernismo hispanoamericano, tendencia literaria que alcanzaría su culminación en la obra del nicaragüense Rubén Darío.


José Asunción Silva

Dotado de una gran sensibilidad humana y artística y de una notable inteligencia, tuvo una formación literaria precoz, resultado de un ambiente familiar cultivado y creativo: José Asunción Silva era hijo del escritor costumbrista y acomodado comerciante Ricardo Silva, un hombre elegante, de refinado gusto y descendiente de aristocráticos granadinos emparentados con el general Francisco de Paula Santander. Doña Vicenta Gómez, hermosa dama bogotana y madre del poeta, era hija del diputado Vicente Antonio Gómez Restrepo, quien desempeñó importantes labores en los primeros años de la República de la Nueva Granada y falleció tempranamente.

De los hijos del matrimonio Silva-Gómez sólo llegaron a edad adulta José Asunción, Elvira y Julia, falleciendo en la infancia Alfonso, Inés y Guillermo. Esta temprana relación con la muerte marcaría al poeta. Ya a los dos años de edad, José Asunción tenía fama de prodigio en Bogotá. Parece ser que a esa edad ya sabía leer, escribir e incluso pintar.

Algo que sin duda marcó su infancia y juventud fueron las tertulias literarias que su padre organizaba, bien en la casona del barrio de La Catedral, bien en el almacén dedicado a la venta de objetos suntuosos. A estas tertulias asistían no sólo miembros del grupo El Mosaico (escritores costumbristas como José Manuel MarroquínJosé María Vergara y Vergara, Salvador Camacho Roldán, Ricardo Carrasquilla y José David Guarín, entre otros), sino también las amistades que don Ricardo Silva cultivaba dentro de la política. Radical sin fanatismo, fue amigo de José María Samper, Rufino José Cuervo y su hermano Ángel, Jorge Isaacs, Francisco Javier Zaldúa y Teodoro Valenzuela.

En enero de 1869 José Asunción ingresó al Liceo de la Infancia, dirigido por don Ricardo Carrasquilla. Como el niño de tres años recién cumplidos ya sabía leer y escribir, no entró al primer curso sino a dos más avanzados, al lado de compañeros que le aventajaban en edad como José María Rivas Groot, Andrés de Santamaría y Juan Evangelista Manrique. En este colegio uno de sus institutores, Nicolás Esguerra, lo apodaría con el mote de "José Presunción". El 2 de marzo de 1870 nació Elvira Inés Silva Gómez, quien llegaría a ser la más cercana confidente de su hermano. Aunque los biógrafos insisten en describir a José Asunción como un niño triste, tímido e introvertido, sus poesías dedicadas a su infancia recuerdan con nostalgia y dulzura este periodo.

En febrero de 1871 José Asunción Silva ingresó en el Colegio de San José, regentado por Luis María Cuervo, hermano mayor de Ángel y Rufino José. Conoció por entonces a Alirio Díaz Guerra, a quien lo uniría una fuerte amistad. Rafael Pombo, amigo de su padre, le hizo llegar un ejemplar de "El cuervo", de Edgar Allan Poe.

Fue la relación con Rafael Pombo y con Jorge Isaacs una de las más duraderas y fecundas, tanto para José Asunción como para Elvira Silva. A los diez años, con motivo de su primera comunión, escribió un poema sobre el tema. En 1877 Silva y otros niños ingresaron al Liceo de la Infancia, esta vez regentado por el presbítero Tomás Escobar, pariente de doña Vicenta Gómez; tres años más tarde, concluidos sus estudios, abandonó el colegio, que terminó clausurado por un ruidoso proceso en el que tomó parte activa el ya entonces virulento escritor José María Vargas Vila.

La vida apacible de esos años dio un vuelco para los Silva: la situación económica de la familia, aunque aún holgada, fue golpeada primero por las drásticas medidas del gobierno radical y, después, por la pérdida de buena parte de la herencia de don Ricardo Silva, debida a los pleitos con sus primos Suárez Fortoul. Terminado el bachillerato, el futuro poeta hubo de atender el almacén familiar. Cuenta Enrique Santos Molano, autor de la biografía más completa que se ha escrito sobre el poeta: "José Asunción Silva armó detrás del mostrador un laboratorio imponderable de observación social y psicológica. Examinaba con penetración rigurosa las personas que entraban de compras, de mirones o de visitantes a Ricardo Silva; espiaba sus gestos, estudiaba sus gustos, procesaba sus opiniones, acechaba sus peculiaridades, sus virtudes, sus defectos, y los anotaba en su memoria de ordenador y en un cuaderno. Detrás del mostrador acrecentó sus conocimientos, devoró cantidades de libros y procuró mantenerse informado de los movimientos literarios, artísticos y políticos de Europa".

A los dieciséis años parece ser que tuvo su primer amor; al menos así se intuye en dos de sus poemas, pues, como es bien sabido, en este campo mostró siempre el más caballeroso y férreo mutismo. La vida amorosa del poeta es un misterio, siempre acompañado de los más disparatados rumores que van desde una hija secreta, la morbosa garçonière de la calle 19, hasta su afeminamiento (lo llamaron el "Casto José"), pasando por la infamante historia del amor incestuoso con su hermana Elvira.


Silva en una imagen de 1894

En 1881 don Ricardo Silva, que ya empezaba a sentir los acosos de la tiflitis que lo llevaría a la tumba, compró la finca Chantilly en Chapinero, donde tantos momentos de alegría y tristeza viviría el poeta; en esa época Silva intentó reunir de nuevo al Mosaico. Bajo el título de Intimidades se conoce el grupo de poemas escritos entre agosto de 1880 y mayo de 1884 y que, regalados por el bardo a Paquita Martín, se conservan en la Biblioteca Nacional en copia manuscrita hecha por ella. Alguna influencia de Gustavo Adolfo Bécquer se alcanza a percibir en estos tempranos versos, que se alternan con traducciones de Victor Hugo o de Pierre-Jean de Béranger.

En noviembre de 1883 don Ricardo Silva imprimió su libro Artículos de costumbres y regaló el manuscrito, con bella dedicatoria, a su hijo José Asunción; un mes más tarde se protocolizó su emancipación económica y se comenzó a planear el viaje a París, donde residía desde hacía muchos años el tío abuelo del poeta, don Antonio María Silva Fortoul. Primero viajó el padre, en abril de 1884, y, tras su regreso, salió rumbo a Europa José Asunción, el 23 de octubre, llegando a París en los primeros días de diciembre.

José Asunción Silva permaneció un año en el viejo continente, donde asistió a cursos del afamado neurólogo Jean-Martin Charcot, que tanto le servirían para la descripción de personajes y comportamientos. En París (adonde llegó cuando su tío abuelo ya había muerto) se encontró con los hermanos Cuervo, con quienes entabló tertulias literarias. En 1885 conoció a Stéphane Mallarmé; el encuentro con este poeta cuarentón y aún desconocido fue en el apartamento de Mallarmé, en la calle de Roma. Hacia agosto viajó a Londres, donde admiró la pintura de los prerrafaelitas y copió como ejercicio el cuadro de Waller El duelo. Tras un rápido viaje por Holanda, Bélgica, Italia y Suiza, regresó a París, y en diciembre de 1885 se encontraba de nuevo en Bogotá.

Recién llegado, se enteró del cuantioso robo al Almacén Ricardo Silva. La familia se había mudado a Chantilly. Por entonces formó parte del grupo de poetas de La Lira Nueva, presentado por José María Rivas Groot. En la célebre antología (introducción para unos, antesala del modernismo para otros), Silva figura entre los 35 reseñados, junto a autores como Candelario Obeso, Fidel Cano, Ismael Enrique Arciniegas y Julio Flórez. De José Asunción Silva se publicó en esta edición el mayor número de poemas, lo que sirve en parte para demostrar la importancia que se le dio ya en vida, desmintiendo el tendencioso invento de su supuesto anonimato.

Casi simultáneamente se publicó El Parnaso colombiano, gran antología en la cual la muestra de Silva, aunque menor en número, no es menos significativa: "Las crisálidas" y "Las golondrinas" fueron los poemas publicados y supusieron su verdadero lanzamiento literario. Por esa época, en casa de Antonio José Ñito Restrepo, vecino de Chantilly en Chapinero, se conocieron José Asunción Silva y Baldomero Sanín Cano, un antioqueño cuatro años mayor que él con quien mantendría una larguísima y fecunda amistad, una intimidad intelectual.

La guerra de 1885 y el grave deterioro de la moneda hicieron cancelar a don Ricardo Silva su segundo viaje a Europa y regresó, por Barranquilla, el 27 de agosto. A pesar de la herencia dejada por su tío y de la reputación que tenía el almacén, los negocios de la familia Silva continuaron su inexorable descenso. Invitado por Alberto Urdaneta, José Asunción Silva participó en la Primera Exposición Nacional de la Escuela de Bellas Artes de Colombia, que tuvo como sede el Colegio de San Bartolomé, con el cuadro Un duelo, en la galería de autores contemporáneos, con el número 875. Por ese entonces Elvira Silva era ya una de las mujeres más bonitas y solicitadas de Bogotá. Prueba de ello son las frecuentes reseñas que la prensa hizo de su participación en diferentes bailes y festejos. Memorable fue el baile que Leo S. Kopp ofreció y en el que destacaron Elvira, acompañada del conde italiano Gloria, y José Asunción Silva con la bella Isabel Argáez.

Don Ricardo Silva falleció la noche del 1 de junio de 1887, en la casa 93 de la calle 12. Pero no fue solamente la triste pérdida lo que ensombreció y transformó totalmente el ambiente familiar; al asumir José Asunción la dirección de los negocios paternos, descubrió que hasta entonces su familia había vivido en una falsa bonanza, basada en créditos respaldados únicamente en la confianza que los acreedores tenían en don Ricardo y que tal vez no era ''heredable''.

Pero el poeta no se amilanó: decidió renovar el negocio y diversificarlo, invirtiendo en tierras cafeteras, abriendo una sucursal de Ricardo Silva e Hijo llamada Almacén de Cuelgas y revolucionando la publicidad con poemas-anuncio o bien con enormes letreros nunca vistos en los diarios capitalinos. Leyó en este año de 1888 tres libros claves: El crepúsculo de los dioses, de Friedrich NietzscheLa dama gris, de Hermann Sudermann, y Le bon heure, de Sully Prudhomme, y empezó los borradores de una serie de novelas que pensaba reunir bajo el título común de Cuentos negros, que aparecieron en periódicos de la época. Entre 1889 y 1891, Silva escribió buena parte de su más conocida poesía, como el Nocturno II, y también, en prosa, La protesta de la Musa.

1891 fue uno de los años más terribles en la vida del poeta: el 6 de enero de 1891 su hermana Elvira cayó enferma de neumonía, según el diagnóstico del doctor Josué Gómez, y falleció cinco días más tarde. La partida de defunción fue firmada por el cura de la catedral, Rafael María Carrasquilla. Entre los poemas que se dijeron en honor de Elvira Silva después del sepelio, sobresalió el escrito por Jorge Isaacs, amigo muy cercano de la familia. La muerte de su hermana fue, tal vez, el golpe más fuerte sufrido por José Asunción hasta entonces. Cubrió el cadáver de su adorada hermana y confidente con lirios y rosas y lo ungió con perfumes.

Por varios días, José Asunción Silva no pudo levantarse de la cama, y cuando por fin volvió a sus negocios, llegaron a cobrarle el entierro y no tenía en caja ni los seiscientos pesos de la deuda. La situación fue tal que hasta miembros de su familia llegaron a humillarlo; doña Vicenta achacaba la ruina al afán de Silva por los versos. Se acumularon hasta 52 ejecuciones judiciales en su contra. Todos los bienes, sin exceptuar las joyas de su madre ni los muebles de su casa, acabarían en manos de los acreedores.

No obstante, el poeta no escatimó esfuerzos para revivir la antigua prosperidad: escribió cartas de hasta 103 páginas a los acreedores; cambió mercancía por las deudas contraídas e incluso escribió un cuento para promocionar los pianos Apollo con sordina que él vendía. En 1893 se vio obligado a mudarse del elegante barrio de La Catedral al más modesto de Las Aguas. En compañía de Baldomero Sanín Cano se dedicó al periodismo a tiempo completo, escribiendo para El Telegrama, entre otras, la columna ''Casos y Cosas''".

El entonces vicepresidente de la República Miguel Antonio Caro, influido tal vez por doña Vicenta y su antigua amistad con don Ricardo Silva, nombró secretario de la legación colombiana en Caracas a José Asunción Silva, acto ratificado con la firma del ministro de Relaciones Exteriores Marco Fidel Suárez, el 5 de mayo de 1894. En agosto Silva, ya famoso en todo el país, fue recibido de manera apoteósica en Cartagena; en una mañana llegó a tener hasta quince visitas; la gente recitaba de memoria sus poemas y el presidente Rafael Núñez y doña Soledad Román lo acogieron en su casa del Cabrero, de visita. Llegó a Caracas el día 11 de septiembre. Allí no fue menor la acogida que tuvo, no por su cargo diplomático, sino por ser figura destacada de la intelectualidad latinoamericana.

En la capital venezolana, aparte de los abrumadores deberes diplomáticos, debido a la inoperante actitud del embajador, el general José del Carmen Villa, José Asunción Silva se dedicó a intercambiar ideas con intelectuales venezolanos, a pulir sus Cuentos negros y a escribir una nueva novela titulada Amor. Inexplicablemente, en diciembre de 1894 solicitó una licencia para "ir a pasar un mes a Bogotá". Embarcó en el vapor francés Amérique el 21 de enero del año siguiente y, una semana más tarde, el barco encalló frente a Bocas de Ceniza; tras varias horas de zozobra los viajeros fueron rescatados, mas no el equipaje, perdiéndose con ello la mayor parte de la obra literaria del poeta.

De nuevo en Bogotá, la "maldita pobreza" lo seguía acorralando; pero no por ello Silva desmayó en su intento por progresar y volvió a volcar sus energías de una manera feliz en dos actividades: la reconstrucción de su obra literaria, principalmente de la novela De sobremesa, y la construcción y montaje de una fábrica de baldosines, cuya formulación química había patentado. Consiguió máquinas y oficinas, buscó socios y suscriptores para conseguir el capital necesario, pero el dinero nunca apareció.

En la noche del 23 de mayo de 1896, tras una velada íntima organizada por doña Vicenta, José Asunción Silva se retiró a su habitación, y a la mañana siguiente fue hallado muerto sobre su cama. El poeta se había suicidado de un tiro en el corazón; se cuenta que había preguntado a un médico la localización exacta de dicho órgano. Fue enterrado en Bogotá, en el cementerio destinado a los suicidas.

Obras de José Asunción Silva

A pesar de ser considerado como uno de los grandes de la literatura, la obra de José Asunción Silva no es muy extensa. Se ha querido encuadrar al gran poeta colombiano en el romanticismo y en el modernismo, pero en realidad nos encontramos ante un poeta excepcional con características singulares. Más que romántico, es un posromántico poderosamente influido por Bécquer y Edgar Allan Poe; se resiste a incorporarse a la corriente modernista que acaudilla Rubén Darío, pero es por sus calidades un precursor y hasta un iniciador del modernismo.

Una primera etapa de su producción está marcada por el romanticismo; así lo demuestra su libro Intimidades, que recogió poemas escritos entre los catorce y los dieciocho años de edad. La obra incluye 59 composiciones (por lo menos dos de ellas en forma fragmentaria), de entre las cuales más de 33 permanecían inéditas. Este libro constituye, tal vez, la fuente más rica de la obra escrita en verso por el poeta colombiano (los poemas sólo fueron publicados en su totalidad en 1977).

En esos primeros escritos, Silva afianza su voluntad de poeta. Desde el primer poema, Las ondinas, se anuncia el tono general, una obra de gótico romanticismo, de textos lúgubres llenos de misterio; el mundo del poeta es el mundo de los muertos, de la luna, de las "húmedas neblinas...", como cita Eduardo Camacho Guizado.

Dice Silva en su prólogo de 1882 al poema Bienaventurados los que lloran de Federico Rivas Frade (1858-1922) que Bécquer y sus imitadores "encierran en poesías cortas, llenas de sugestiones profundas, un infinito de pensamientos dolorosos". Juan Gustavo Cobo Borda afirma que este prólogo debe leerse a su vez como autobiografía y poética de Silva, que "entiende la poesía como una actividad cercana a lo religioso, como plegaria o rezo, susurro o confidencia". Por lo menos cuatro composiciones de Intimidades son versiones de textos de Víctor Hugo. Silva quiere evadir la realidad santafereña y se refugia en su soledad para ir en busca del más allá, de los "paraísos imaginarios" que le sugiriera Baudelaire.


José Asunción Silva (retrato de Luis Núñez Borda)

Sin embargo, es El libro de versos la obra considerada de mayor relevancia en la producción literaria del poeta. Un primer gran tema de esta compilación poética lo constituye la infancia, que frente al presente negativo y doloroso parece ser la época más feliz de la vida; pero también existen otras preocupaciones: el poeta y su pasado histórico. La evocación de su infancia personal se hace reflexión épica sobre el pasado histórico latinoamericano, sobre su futuro y su presente. Al pie de la estatua es un poema dedicado al Libertador Simón Bolívar, en el cual el prócer se dirige al poeta. Éste es el único poema que Silva escribe sobre América y que muestra su naciente preocupación histórica y política.

En "Infancia", Silva plasma sus vivencias de niño; aparecen los personajes de los cuentos infantiles: Caperucita, Barba Azul, Gulliver o el ratón Pérez. El vate colombiano describe aquí sus años de escuela, sus juegos, las historias de la abuela, los paseos al campo... Miguel de Unamuno sugirió que el poeta busca la muerte sólo por la imposibilidad de seguir siendo niño: "El mundo le rompió con el sueño la vida".

Una segunda preocupación de Silva la constituye el amor, como se aprecia en el Nocturno II ("Poeta, di paso...") y en el Nocturno. La pretendida ambigüedad de sus sensaciones íntimas, especialmente en relación con su hermana Elvira, expresadas a raíz de la muerte de ésta en el famoso Nocturno III, ha sido apasionadamente comentada por la crítica; a pesar de todo, y a pesar también de la caprichosa elaboración de los versos, el prodigioso conjunto de este Nocturno III de ritmo tetrasilábico es un monumento lírico indiscutible. En una tercera instancia de este Libro de versos, Silva quiere abarcar distintos temas; aquí se recuerdan sus composiciones Un poema y Vejeces. En la última sección, Silva nos revela todo su desengaño del mundo y su pesimismo, como lo anunciara el título de su poema Ceniza o Día de difuntos.

Otro libro unitario en la obra de Silva lo constituye Gotas Amargas. En esta obra las intenciones poéticas de Silva son diferentes y de claro contenido satírico. Existen otros poemas de Silva de tono satírico no incluidos en estas trece Gotas, como por ejemplo Psicopatía de El libro de versos. Al parecer, Silva dio poca importancia a estos poemas, que no consideraba dignos de su talento.

La sátira abarca temas tales como la literatura de la época, a la que Silva califica de sensiblerías "semi-románticas". También son tema de mofa la afectación intelectual, los poetas "grandiosos y sibilinos", los lectores que confunden la literatura con la vida, las creencias religiosas de su sociedad y de su tiempo, así como sus convenciones sociales, morales y sexuales. Los poemas dispersos, recogidos bajo el título de Versos varios, son traducciones y versiones de poemas europeos (franceses en su gran mayoría), así como poemas juveniles y unos pocos posteriores a El libro de versos.

La narrativa: De sobremesa

De sobremesa se considera la obra precursora de la novela modernista. El texto nace de una sugerencia que le hace su amigo Emilio Cuervo Márquez, quien insta a Silva a escribir una novela sobre Bogotá; el poeta responde que escribirá la novela cuando Bogotá cuente con más de medio millón de habitantes, es decir, cuando los bogotanos hayan superado su estrecha mentalidad provinciana. Sin embargo, Silva se decide, y De sobremesa pasa de ser una novela sobre Bogotá a la novela de un bogotano que reside en París.

En la novela el protagonista, José Fernández, reúne a un grupo de intelectuales en su casa para leer y comentar, después de la cena, su diario de viaje luego de su retorno de Europa. La figura de José Fernández constituiría el modelo del héroe modernista: mezcla de sibarita y poeta decadente. El personaje no encuentra límite a sus ansias y ambiciones, no excluye la vivencia de ninguna sensación o experiencia y hace del erotismo su estética. Silva, a través del personaje, hace una descripción de lo que él denominara sus cuatro almas: el artista, que se refugia en el pasado clásico encontrando vulgar lo contingente; el filósofo escéptico y nada pragmático; el gozador, que hastiado de los placeres vulgares, va en busca de placeres más profundos y refinados; y, finalmente, el analista, que discrimina sus sensaciones para vivenciarlas con mayor intensidad.

José Fernández aparece como el sosías de Silva. Las similitudes entre autor y creación resultan sorprendentes: el poeta y el personaje (también poeta) pasan una temporada en Europa; los dos son igualmente nihilistas; como José Fernández, Silva vive obsesionado por la imagen de una mujer (María Bashkirtseff o Elvira Silva); y los dos poetas comparten las mismas opiniones sobre su oficio: "yo no quiero decir sino sugerir, y para que la sugestión se produzca es preciso que el lector sea un artista", afirma el personaje de la novela.

La frágil Helena, por su parte, es la imagen de la mujer ideal, que para Edgar Allan Poe debía ser "joven, hermosa y muerta"; pero encontramos también en De sobremesa la idea de la mujer fatal, mejor representada por lo que Fernández llama "las siete horizontales". Éstas son: Marie Lagendre, la más sensual de sus amantes; Nelly, una muchacha adinerada de Chicago; la colombiana Consuelo; Olga, una baronesa alemana; Julia Musellaro, la hembra mediterránea; Nini Rousset, sexo puro; y, finalmente, Constanza Landsier. Por otro lado, Fernández, como el pirata Barba Azul, asesina a las siete mujeres olvidándolas, cuando después del coito éstas le provocan un asco incontenible.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «Biografia de José Asunción Silva» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/silva.htm [página consultada el 13 de diciembre de 2024].

9 poemas esenciales de José Asunción Silva.

 


Claudia Gómez Molina
Claudia Gómez Molina
Graduada en Literatura y Humanidades y traductora
Tiempo de lectura:28 min.

José Asunción Silva (1865-1896) es el poeta colombiano más reconocido de todos los tiempos. De acuerdo a algunos críticos, su poesía no ha sido superada aún por ningún poeta colombiano. El corte romántico y musical de sus poemas más tempranos dieron el tono característico de la poesía colombiana.

Fue pionero del modernismo. Su fuerte sentido crítico hacía la literatura misma y el uso del humor, la sátira y la ironía en sus últimos poemas, lo han hecho también pionero de la antipoesía.

J.A. Silva
Fotografía de José Asunción Silva

A continuación, presentamos una selección de poemas (analizada e interpretada) donde se sintetiza la trayectoria del poeta: mientras que los primeros poemas de El libro de versos están regidos por la rima y la precisión del número de sílabas que caracteriza a la tradición lírica, se puede apreciar una postura crítica hacia la estética romántica y modernista que se desencadena con plenitud en Gotas amargas.

Sus últimos poemas usan un lenguaje prosaico y descarnado, y el tono mordaz del humor negro, la ironía y la sátira.

Crisálidas

Cuando enferma la niña todavía
salió cierta mañana
y recorrió, con inseguro paso,
la vecina montaña,
trajo entre un ramo de silvestres flores
oculta una crisálida,
que en su aposento colocó, muy cerca
de la camita blanca.
………………………………………

Unos días después, en el momento
en que ella expiraba,
y todos la veían, con los ojos
nublados por las lágrimas,
en el instante en que murió, sentimos
leve rumor de älas
y vimos escapar, tender el vuelo
por la antigua ventana
que da sobre el jardín, una pequeña
mariposa dorada…
………………………………………

La prisión, ya vacía, del insecto
busqué con vista rápida;
al verla vi de la difunta niña
la frente mustia y pálida,
Y pensé ¿si al dejar su cárcel triste
la mariposa alada,
la luz encuentra y el espacio inmenso,
y las campestres auras,
al dejar la prisión que las encierra
qué encontrarán las almas?…

El poema está estructurado en tres estrofas de diez versos que se intercalan en diez y siete sílabas. Narra la historia de una niña en el momento que muere, y qué sucede con la crisálida que había puesto al lado de su cama pocos días antes. Fue escrito por Silva a los 18 años en memoria de su hermana Inés, quien murió a los seis años, cuando el poeta tenía 11 años.

La mariposa sirve de metáfora para el alma. La subjetividad de la voz poética aparece al final, en la última estrofa, por medio de la pregunta retórica. Implica un planteamiento existencial que pregunta por el ser y su trascendencia, como ha afirmado Piedad Bonnett: "Silva condensa, con tremenda maestría y poder de síntesis, la incertidumbre metafísica que le causa la muerte".

Es una metáfora con gran poder evocador. La mariposa sugiere libertad, belleza y vulnerabilidad. La luz, la inmensidad y el aura apuntan a lo etéreo.

Los maderos de San Juan

¡Aserrín!
¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de triqui, triqui, tran!

Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos agitados y trémulos están,
la abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.

Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan.
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Esas arrugas hondas recuerdan una historia
de sufrimientos largos y silenciosa angustia
y sus cabellos blancos como la nieve están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que, ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y de seres que nunca volverán.

Los de Roque, alfandoque
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están
del nieto a la memoria, con grave son que encierra
todo el poema triste de la remota infancia
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia
de aquella voz querida las notas vibrarán…

Los de Rique, alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos conmovidos y trémulos están,
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.

¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque
los de Rique
alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

El poema hace una recreación de la antigua canción popular española "Los maderos de San Juan", relacionada con la fiesta de San Juan y el solsticio de verano, y de la cual existen diferentes versiones por toda Latinoamérica.

Está conformado por nueve estrofas, e inicia y finaliza de manera casi idéntica. La letra de la canción aparece en verso corto y contrasta con el verso largo del poema, el cual remite a la prosa y permite la reflexión.

El paso del tiempo en el poema funciona de igual manera que en la memoria. La letra de la canción evoca un momento pasado que se vuelve a recrear cada vez que aparece la letra de la canción.

Así, inicialmente se muestra una imagen que pareciera estar en tiempo presente, con la canción y la imagen de la abuela jugando con el nieto; luego se evoca el futuro del nieto lleno de angustias, y ésta a su vez remite a las angustias vividas por la abuela en el pasado. Después el poema nos lleva al futuro en que el nieto recuerda con tristeza a su abuela ya fallecida, y de nuevo se recrea la memoria del niño jugando con la abuela en el tiempo presente.

El cambio y lo efímero de la vida aparecen mediante la pérdida, la muerte y el extrañar.

Nocturno III: Una noche

Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de älas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mi ceñida, toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga!

Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro,
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido
de las ranas,
sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
¡entre las blancuras níveas
de las mortüorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada…
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se juntan y se buscan en las noches de negruras y de lágrimas!…

También conocido como el "Nocturno III", es el poema más reconocido de José Asunción Silva y uno de los tesoros de la poesía colombiana. El poema trata sobre el recuerdo, la pérdida, la soledad, la muerte.

En su estructura sobresale la mezcla de verso corto y largo. Encontramos versos de 24 sílabas, separados por comas, y también versos de 16, 12, 10, junto con versos de 4 y 6. Esto demuestra que el poema no sigue el rigor del conteo silábico, en cambio, al igual que en la prosa y la poesía moderna, busca su propio ritmo.

Sobresale la música creada por la aliteración, especialmente por los sonidos de la "n", "m" y "s" y la anáfora. Es un ritmo caracterizado, además, por diferentes velocidades en el fraseo, pausas y el golpe de los acentos de ciertas palabras, como "lágrimas".

El poema crea un ambiente sensorial, cargado de emotividad. Rindiendo homenaje a la influencia simbolista, desde el inicio del poema se alude a todos los sentidos: "Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas". Más adelante habla del "chillido de las ranas", los "ladridos de los perros". Es un ambiente lleno de sonidos, pero también está la luna y luz particular, junto con la sombras. Se encuentran, además, las menciones a la frialdad o la tibieza.

La emotividad del poema está marcada además por las numerosas anáforas: "una noche", "eran una", "eran una sola sombra larga".

Ars

El verso es vaso santo. Poned en él tan sólo,
un pensamiento puro,
¡en cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes
como burbujas de oro de un viejo vino oscuro!

Allí verted las flores que en la continua lucha,
ajó del mundo el frío,
recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven,
y nardos empapados en gotas de rocío

para que la existencia mísera se embalsame
cual de una esencia ignota,
¡quemándose en el fuego del alma enternecida
de aquel supremo bálsamo basta una sola gota!

Este poema es un arte poética en la que el autor habla de la poesía misma y presenta el canon, principios o filosofías que rigen su trabajo. Está estructurado en tres estrofas de cuatro versos. El segundo verso es corto, de siete sílabas, y contrasta con los demás más largos, de 14 y 15 sílabas.

En la primera estrofa se presenta una visión de la poesía introducida por el romanticismo y continuada por el modernismo. Luego de la primacía de la racionalidad, la ciencia y el positivismo, en la cual la razón parecía ofrecer la solución y explicación a todo (primaban la medicina, la economía, las ciencias puras) en el siglo XVIII, el arte denuncia las carencias y fallas de este tipo de pensamiento, señalando todos los límites de la razón.

La espiritualidad que había quedado relegada por el pensamiento positivista es retomada por el artista, quien recupera la noción del misterio, la magia, la maravilla, lo que fascina y lo sagrado. Así, la primera estrofa alude a la intención de la poesía de evocar aquello que es mucho más grande las limitaciones humanas y que es digno de ser reverenciado.

Las imágenes que "bullen" de las que habla el poema, remiten a imágenes cargadas de sensaciones y sentidos, y el oro remite a un tesoro.

La segunda estrofa nos muestra una belleza decadentista caracterizada por la belleza de lo efímero, lo que alguna vez fue bello y ahora es completamente lejano e inalcanzable.

La tercera estrofa muestra la visión del arte, la literatura y la poesía como un proceso alquímico que sirve como bálsamo y alivio para la existencia.

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Taller moderno

Por el aire del cuarto, saturado
de un olor de vejeces peregrino,
del crepúsculo el rayo vespertino
va a desteñir los muebles de brocado.

El piano está del caballete al lado
y de un busto del Dante el perfil fino,
del arabesco azul de un jarrón chino,
medio oculta el dibujo complicado.

Junto al rojizo orín de una armadura,
hay un viejo retablo, donde inquieta,
brilla la luz del marco en la moldura,

y parecen clamar por un poeta
que improvise del cuarto la pintura
las manchas de color de la paleta.

El poema se presenta en la forma clásica del soneto, caracterizado por dos cuartetos y dos tercetos con versos endecasílabos.

Aunque Silva es un poeta modernista, es también reconocido por ser un pensador crítico de sí mismo y de sus contemporáneos. Por medio de la sátira y el humor, crea un distanciamiento que permite evaluar con mirada crítica la estética modernista que desarrollaban algunos, y que se puede ver, entre otros, en el libro Azul del nicaragüense Rubén Darío.

El poema critica un interés por lo anacrónico, lo complicado, el preciosismo, las rarezas y lo saturado, a las que alude con la mención a la armadura, el retablo, el brocado, el jarrón chino con su arabesco, y que, finalmente, apuntan a un arte vacío, superficial y apenas decorativo.

Así mismo, hace una sátira a la estética decadente, al aludir al orín de la armadura, lo desteñido de los muebles y las manchas de la paleta.

Psicopatía

El parque se despierta, ríe y canta
en la frescura matinal… La niebla
donde saltan aéreos surtidores,
de arco iris se puebla
y en luminosos velos se levanta.
Su olor esparcen entreabiertas flores,
suena en las ramas verdes el pío, pío,
de los alados huéspedes cantores,
brilla en el césped húmedo el rocío…
¡Azul el cielo! ¡Azul!… Y la süave
brisa que pasa, dice:
¡Reíd! ¡Cantad! ¡Amad! ¡La vida es fiesta!
¡Es calor, es pasión, es movimiento!
Y forjando en las ramas una orquesta,
con voz grave lo mismo dice el viento,
y por entre el sutil encantamiento,
de la mañana sonrosada y fresca,
de la luz, de las yerbas y las flores,
pálido, descuidado, soñoliento,
sin tener en la boca una sonrisa,
y de negro vestido
un filósofo joven se pasea,
olvida luz y olor primaverales,
e impertérrito sigue en su tarea
¡de pensar en la muerte, en la conciencia
y en las causas finales!
Lo sacuden las ramas de azalea,
dándole al aire el aromado aliento
de las rosadas flores,
lo llaman unos pájaros, del nido
do cantan sus amores,
y los cantos risueños
van por entre el follaje estremecido,
a suscitar voluptüosos sueños,
y él sigue su camino, triste, serio,
pensando en Fichte, en Kant, en Vogt, en Hegel,
¡y del yo complicado en el misterio!

La chicuela del médico que pasa,
una rubia adorable, cuyos ojos
arden como una brasa,
abre los labios húmedos y rojos
y le pregunta al padre, enternecida…
—¿Aquel señor, papá, de qué está enfermo,
qué tristeza le anubla así la vida?
Cuando va a casa a verle a usted, me duermo,
tan silencioso y triste… ¿Qué mal sufre?…
… Una sonrisa el profesor contiene,
mira luego una flor, color de azufre,
oye el canto de un pájaro que viene,
y comienza de pronto, con descaro…
—¡Ese señor padece un mal muy raro,
que ataca rara vez a las mujeres
y pocas a los hombres…, hija mía!
Sufre este mal…: pensar…, esa es la causa
de su grave y sutil melancolía…
El profesor después hace una pausa
y sigue… —En las edades
de bárbaras naciones,
serias autoridades
curaban ese mal dando cicuta,
encerrando al enfermo en las prisiones
o quemándolo vivo… ¡Buen remedio!
Curación decisiva y absoluta
que cortaba de lleno la disputa
y sanaba al paciente… mira el medio…
la profilaxia, en fin… Antes, ahora
el mal reviste tantas formas graves,
la invasión se dilata aterradora
y no lo curan polvos ni jarabes;
en vez de prevenirlo los Gobiernos
lo riegan y estimulan,
tomos gruesos, revistas y cuadernos
revuelan y circulan
y dispersan el germen homicida…
El mal, gracias a Dios, no es contagioso
y lo adquieren muy pocos: en mi vida,
sólo he curado a dos… Les dije:
/ «Mozo,
váyase usted a trabajar, de lleno,
en una fragua negra y encendida
o en un bosque espesísimo y sereno;
machaque hierro hasta arrancarle chispas,
o tumbe viejos troncos seculares
y logre que lo piquen las avispas,
si lo prefiere usted, cruce los mares
de grumete en un buque, duerma, coma
muévase, grite, forcejee y sude,
mire la tempestad cuando se asoma,
y los cables de popa ate y anude,
¡hasta hacerse diez callos en las manos
y limpiarse de ideas el cerebro!…
Ellos lo hicieron y volvieron sanos…».
«Estoy tan bien, doctor…». —¡Pues lo celebro!
Pero el joven aquel es caso grave,
como conozco pocos,
más que cuantos nacieron piensa y sabe,
irá a pasar diez años con los locos,
y no se curará sino hasta el día
en que duerma a sus anchas
en una angosta sepultura fría,
lejos del mundo y de la vida loca,
¡entre un negro ataúd de cuatro planchas,
con un montón de tierra entre la boca!

El poema se inserta en la tradición literaria que trata como tema al melancólico y que nos remite a Hamlet. El melancólico de la literatura no solo tiende a la tristeza y la depresión, sino además tiene una tendencia a pensar, al análisis, a la filosofía y la lectura.

Es una figura que se torna problemática especialmente por su necesidad de cuestionar un orden ya establecido. Mientras que la curiosidad, analizar, meditar o preguntar no son defectos en sí mismos, pueden ser percibidos como amenazas para la sociedad. La psicopatía está definida por la Real Academia como una anomalía en la que "a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece".

De acuerdo al poema, los valores que prefiere la sociedad se inclinan a valores positivos y productivos. El poema inicia así con un paisaje completamente idílico y un lenguaje lírico. Es importante notar que la literatura anterior a Silva estaba enfocada en entretener, educar y establecer los valores que querían asociarse con Colombia como nación. Incluso hoy se encuentra vigente la identidad festiva y alegre del colombiano en los versos: "¡Reíd! ¡Cantad! ¡Amad! ¡La vida es fiesta!/ ¡Es calor, es pasión, es movimiento!".

El melancólico está relacionado con el genio que tiende a la locura y la enfermedad, precisamente porque no está en armonía con la sociedad. La productividad es el gran valor promovido por la sociedad burguesa, y es satirizada en el poema por medio del leñador, alfarero y marinero, cuyas labores parecen mecánicas y contribuyen a la idea de que los obreros son serviles y dóciles ante un estado.

Avant-propos

Prescriben los facultativos
cuando el estómago se estraga,
al paciente, pobre dispéptico,
dieta sin grasas.

Le prohíben las cosas dulces,
le aconsejan la carne asada
y le hacen tomar como tónico
gotas amargas.

Pobre estómago literario
que lo trivial fatiga y cansa,
no sigas leyendo poemas
llenos de lágrimas.

Deja las comidas que llenan,
historias, leyendas y dramas
y todas las sensiblerías
semirománticas.

Y para completar el régimen
que fortifica y que levanta,
ensaya una dosis de estas
gotas amargas.

El título del poema viene del francés y significa prólogo. Es el primer poema del libro Gotas Amargas, y sirve para presentar la propuesta estética de los demás poemas del libro.

A partir del discurso positivista que dominaba a finales del siglo XIX, ejemplificado por el discurso científico, y en especial, el discurso médico, se hace una crítica a las modas literarias del momento, en particular a los excesos románticos que caían en un tono dulzón, cursi y sensiblero.

Silva toma una postura crítica hacia su propia poesía, y utiliza palabras deliberadamente feas que no tienen ningún prestigio literario, como "estragar" o "dispéptico".

El mal del siglo

El paciente:
Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo… el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano… un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis…

El médico:
—Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo, báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho,
¡lo que usted tiene es hambre!…

El título del poema se refiere a la crisis de principios y valores asociada con el existencialismo y describe el espíritu de fin de siglo.

Por medio del diálogo se crea un distanciamiento, tanto de lo que dice el paciente como el médico, y esto permite observar con mirada crítica ambas posturas.

Por una parte, el paciente se encuentra en un pesimismo radical: "Un cansancio de todo, un absoluto/ desprecio por lo humano… un incesante/ renegar de lo vil de la existencia". Por otra, la respuesta del médico es tan simple que cae en el absurdo.

Critica al pragmatismo que descarta las preguntas sobre la existencia y el espíritu, y que incluso hoy en día sigue vigente.

El humor, por medio de la ironía, concluye el poema y da el tono de amargura que caracteriza a los últimos poemas de Silva.

Cápsulas

El pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis
del amor de Aniceta, fue infeliz.
Pasó tres meses de amarguras graves,
y, tras lento sufrir,
se curó con copaiba y con las cápsulas
de Sándalo Midy.

Enamorado luego de la histérica Luisa,
rubia sentimental,
se enflaqueció, se fue poniendo tísico
y al año y medio o más
se curó con bromuro y con las cápsulas
de éter de Clertán.

Luego, desencantado de la vida,
filósofo sutil,
a Leopardi leyó, y a Shopenhauer
y en un rato de spleen,
se curó para siempre con las cápsulas
de plomo de un fusil.

El poema muestra una desilusión del romanticismo. Si antes la amada era un ser lejano, protector y especialmente quien finalmente lograba redimir, en el poema la amada es quien hace enfermar tanto física como espiritualmente. La tisis (tuberculosis) está frecuentemente asociada con los poetas malditos y la prostitución, y las cápsulas de Sándalo Midy eran un remedio antiguo para las enfermedades venéreas.

De manera implícita se alude a la visión del amor creada por la tradición literaria, especialmente la que crea el gran exponente del romanticismo español, Gustavo Adolfo Bécquer, quien influyó los poemas iniciales de Silva. Se trata de una crítica y un desencantamiento por este tipo de literatura.

El poema inevitablemente remite al suicidio de su autor, José Asunción Silva, quien se dispara en el corazón. Finalmente ni la poesía, ni la filosofía logran dar respuesta alguna al desencanto que denuncia el poema.

Las cápsulas que en apariencia solucionan todo tipo de problemas relacionados con el amor, excepto rescatar la noción misma del amor, resultan igual de ineficientes que las cápsulas de plomo ante el desencantamiento: aparentemente resuelven un asunto práctico, pero dejan igual de inconclusas las preguntas por la existencia y el espíritu.

Resulta curioso que la cita que hace Silva días antes de morir, de Maurice Barrés: "Los suicidas se matan por falta de imaginación", resalta justamente la idea de que el suicidio no es la única respuesta posible.

José Asunción Silva y el modernismo

El movimiento modernista (finales del siglo XIX y principios del XX) fue una crítica a los valores pragmáticos y productivos promovidos por el pensamiento burgués, así como a la ponderación de la razón del pensamiento positivista.

La poesía modernista sobresale porque deja de lado algunas funciones impuestas al arte de ser didáctico, formador, ejemplar, divertido o incluso de tener por objeto algo necesariamente bello. En Colombia, Silva fue el primer poeta en escribir poesía que no fuera edificadora.

El modernismo latinoamericano se caracteriza por su cosmopolitismo: ser modernista equivalía a ser ciudadano del mundo. La poesía de Silva fue fuertemente influenciada por su estadía en París, donde se familiariza con el clima cultural y los escritores y filósofos del momento:

"La Ciudad Luz es el centro de la exquisitez, la duda y el pesimismo. Lee a los autores renombrados del momento, llamando su atención Charles Baudelaire, Anatole France, Guy de Maupassant, Paúl Régnard, Emile Zola, Stephan Mallarmé, Paúl Verlaine, Marie Bashkirtseffy, Arthur Schopenhauer. Lee también sobre asuntos filosóficos, políticos y sicológicos. Adquiriendo modales y costumbres de dandy, asiste con frecuencia a los mejores restaurantes, salones, galerías, museos y salas de concierto, entregándose al disfrute del lujo, hasta donde su pecunio lo permite" (Quintero Ossa, Robinson).

En el modernismo se derrumban los valores absolutos antes establecidos y prima el subjetivismo: lo que el individuo piensa, siente, percibe y su experiencia.

Estética modernista: lo efímero y lo pasajero

Influido, en parte, por Baudelaire, en los poemas de Silva sobresale la belleza de lo efímero y pasajero: en particular objetos que fueron alguna vez bellos, pero nunca más lo serán, como una flor marchita.

La mujer bella por excelencia, a la manera de Edgar Allan Poe, era una adolescente pálida al extremo que evidencia alguna enfermedad. La palidez, generalmente asociada con la tisis, más allá de ser una enfermedad física, es asociada por esta estética con una gran inteligencia y una sensibilidad delicada que puede enfermar en el contacto con la sociedad.

Son mujeres que evocan un amor completamente platónico, sin ningún interés carnal. La amada es un ser lejano, imposible de alcanzar. En este sentido, la poesía de Silva canta a mujeres que han muerto justo cuando su belleza alcanza su mayor plenitud. Este es el caso del poema más popular de Silva, "Una noche", también conocido como el Nocturno III y dedicado a su hermana Elvira, quien murió a los veinte años.

Biografía de José Asunción Silva

JAS Billete
Retrato de José Asunción Silva en el billete de 5.000 pesos del Banco de la República de Colombia.

Nace en Bogotá en 1865 en una familia pudiente. Su padre fue el escritor costumbrista Ricardo Silva. En 1884, a los 19 años, Silva viaja a París con el propósito de continuar sus estudios. En su estadía se familiariza con el clima cultural y cosmopolita.

En 1887 muere el padre, Ricardo Silva, dejando a José Asunción a cargo de los negocios de la familia a los 22 años. En 1892, a los 27 años se levantan 52 ordenes judiciales en contra del escritor, se declara en bancarrota y vende todos sus bienes y negocios.

Es nombrado como diputado en Caracas. A sus 30 años, de regreso a Bogotá, el vapor que lo transportaba naufraga frente a las costas de Barranquilla. Pierde los manuscritos de sus novelas Amor, De sobremesa y gran parte de su obra poética.

Antes de los 11 años el autor había perdido a 3 de sus hermanos. El poema "Crísalidas" fue escrito en memoria de su hermana Inés quien murió a los 5 años. Su hermana Elvira Silva había contraído neumonía y muerto a los 20 años. Su padre también había fallecido.

El 23 de mayo de 1896, antes de cumplir sus 31 años, se suicida de un disparo en el corazón. El día anterior había visitado a su amigo de la infancia, el médico Juan Evangelista Manrique, y le había pedido que marcara con una equis dónde queda el corazón. No dejó ninguna nota de despedida.

Murió sin haber dejado publicado ni un solo libro. El escritor y crítico, Robinson Quintero Ossa, incluye al final de su biografía de Silva esta cita que muestra el carácter genial del poeta:

«Días antes de su última voluntad, comentaba a su amigo Baldomero Sanín Cano, citando a Maurice Barrés: "Los suicidas se matan por falta de imaginación"».

Obras de José Asunción Silva

Poesía

  • Intimidades
  • El libro de versos
  • Gotas amargas
  • Poesías varias

Novela

  • De sobremesa
  • Cultura Genia.

Rayo carnívoro.

 


 

Lluvia de sal sobre la primavera

rayo carnívoro que muerde

el corazón tierno de las nubes

anfibios sollozos perforando la noche

piedra de sacrificio

iluminada por la sangre de un sol ciego

virgen descorazonada

por los demonios de sus deseos

ángeles mutilados por el pecado

ojos que miran desde la ausencia de la muerte

hombres consumidos en su ego

niños heridos en su inocencia por la guerra

y más allá de la ira y el odio

una bandera blanca ondea en mi corazón

Domingo Acevedo.



 Foto tomada de la red.

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