A mi lado está Domingo Acevedo. Si nuestro país logra trascender en el tiempo, entonces ese nombre deberá inscribirse en la enciclopedia que da a la palabra su carácter sublime.
Su “Antología del Asombro”, recurre a los insumos del verbo para edificar, en las simientes de la metáfora, la efigie que perfila él rostro de la poesía. Esa es la principal aspiración que embarga a quien escribe.
Su voz, aunque no es el instrumento para sinfonía que posee Rafael Pineda, tiene los encantos que atrae la mirada. Que cosquillea el oído. Que abre las rendijas que transportan hacia los espacios de la cultura. Entonces manifiesto que a mi lado está un poeta orgánico. Digo sin equivocarme, que a mi lado está un poeta que para fluir no tiene que utilizar una retro excavadora, pues abre surcos en la mente recurriendo a su solidaridad, a sus sufrimientos atávicos, y a su particular Concepción sobre el amor.
Invito a leer y a escuchar a este poeta. Sus virtudes deben ser una herramienta para que abramos los caminos que nos transporten a todos hacia el ojo público.
Los POETAS debemos ser populares. Debemos tener la capacidad de convocatoria que tienden los muchachos que han establecido el imperativo cultural que prescribe todo acto de nuestra sociedad.
Domingo ACV2 (como intelectual), es un indudable prospecto para expandir esa voz.