jueves, noviembre 21, 2024

Franklin Mieses Burgos.

 


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Franklin Mieses Burgos nació en Santo Domingo el 4 de diciembre de 1907 y murió en esta misma ciudad el 11 de diciembre de 1976.

Fue uno de los primeros en integrar el movimiento literario denominado Poesía Sorprendida que según explicaba nuestro postumista Domingo Moreno Jimenes, su origen se produjo gracias a su iniciativa (la de Moreno Jimenes) en contubernio con el poeta chileno Alberto Baeza Flores y el dominicano Mariano Lebrón Saviñón , luego estos dos últimos se reunieron con Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce y el poeta y pintor  español Eugenio Fernández Granell y, bajo el lema de «Poesía con el hombre universal», dejaron formalmente constituido el grupo.

Los más relevantes integrantes de este movimiento que acabó liderando Mieses Burgos fueron Rafael Américo Henríquez, Manuel Llanes, Manuel Valerio, Freddy Gatón Arce, Manuel Rueda, Mariano Lebrón Saviñón, Antonio Fernández Spencer , José Glass Mejía y la única mujer fue Aida Cartagena Portalatín, cuyo período de acción se enmarcó entre los años 1943 al 1947.

Considerado por muchos como el mejor exponente de la poesía lírica dominicana por sus poemas cabalmente elaborados que incluyen formulaciones populares extremadamente musicales (como es el caso de su poema-merengue Por dentro de una noche) , poseedores de una lírica que se ajusta fácilmente tanto a los cánones de la poética medida como a la versificación libre, salpicada ambas de las más hermosas metáforas y plenos de unos matices sensuales de corte surrealista, donde se descubre su maestría en el manejo de temas de carácter social, político o filosófico.

Son muchísimos los escritores, críticos, poetas y estudiosos de nuestra literatura que consideran a Franklin Mieses Burgos un poeta entero, de hondos temblores y sublimes emociones, entre ellos Mariano Lebrón Saviñón, Federico Henríquez Gratereaux, José Mármol, Nitín Troncoso, León David y quien suscribe este artículo; aunque otros notables intelectuales, como Máximo Vega, consideran que “se exagera cuando se intenta asumir a Mieses Burgos como el mejor poeta dominicano del siglo XX. La crítica dominicana se enfrenta a una imposibilidad, a una guerra perdida de antemano, como todas sus guerras”.
Indiscutiblemente que en la poesía de Franklin Mieses Burgos resalta una estética plena de aspectos espirituales y sensoriales. La imagen táctil, olorosa, dotada de ciertas tersuras y alusiones musicales, sonoras y visuales que lo convierten en el poeta de los sentidos, cuya versatilidad transitaba desde el más sutil de los sonetos hasta el más cadencioso verso libre.

Otros autores como la poeta Rosa Silverio, pondera de nuestro protagonista que “Si se analiza toda su producción poética, se verá cómo es capaz de construir un poema a través de la versificación libre, o como es capaz de hacer lo mismo sometiéndose a la versificación tradicional, sin que su trabajo pierda ese toque moderno y actual, pero sobre todo poniendo en cada línea su sello personal, su voz inconfundible, su propio discurso.”

Algunas de sus principales obras fueron Torre de voces, Trópico íntimo, Propiedad del recuerdo, Clima de eternidad, 12 sonetos y una canción a la rosa, Seis cantos para una sola muerte, El ángel destruido, Presencia de los días, El héroe y Al oído de Dios, entre otras de igual relevancia.

Indiscutiblemente que Franklin Mieses Burgos es una de las figuras más representativas de la poética dominicana de todos los tiempos, por lo que esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS.

Por Ramon Saba.


MENSAJE A LAS PALOMAS

Id ahora a decirle a todas las palomas
que el milagro de Dios nos estaba esperando
oculto bajo el agua.

Que además de la luz -viva entraña del verbo-
igualmente fue el beso; la caricia del ala
de su sombra en las algas,
en medio de la noche sin alba de los peces.

Id ahora a decirle
que cuando la luz fue la primera sonrisa
caída de su espejo,
algo dejó de ser en torno de la luz,
algo rodó en pedazos debajo de su lámpara.

También id a decirle
que el solo hecho de ser
es ya una destrucción.

Porque sólo no siendo
es posible lo intacto.

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EVA RECIÉN HALLADA

Tú que habitas ahora despierta sobre el agua
rota de los diamantes.

Tú que habitas ahora, como una llama vida,
lo mismo que lámpara desvelada en su propio
mundo de claridades.

No eres la terrible, la fulgurante luz
que llega de los cielos.

Eres la espada fina, la silenciosa espada
que siega las tinieblas,
el más agudo grito salido de las mismas
entrañas de las sombras.

Entre el río de siempre cubierto de ceniza.

El río inevitable
donde mi amor aguarda la primitiva lumbre
que quiebra sus metales,
sus desoladas selvas, sus ópalos del aire.

Eres la iluminada,
la solitaria esquiva que defiende los bronces
de la noche y del alba.

¡ Radiante forma anclada de los vivientes orbes,
traspasado por ti derrumbo mis orillas,
hago rosas de hielo de mis propias palabras!

-¿En cuál lecho de otras arenas diferentes
creció de soledades
la noche que en tus pulsos moja en agua celeste
su roja llamarada?

En la ola de vidrio furiosa que te envuelve
lo mismo que una torre,
como una firme hiedra de sed devoradora,
construida de ciegos arcángeles te elevas
más allá de las nieblas,
hacia los nuevos soles que laten en tu sangre
llovida de amapolas.

-¿Es el amor que esperas erguida en el umbral
de la rosa más alta?

¿De la encendida rosa que el verano calcina
con sus labios de fuego?

Debajo de la muerte total otras campanas
desesperadas claman,
claman otras campanas
debajo del silencio donde crece el vacío
como una flor helada.

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PRIMERA EVASIÓN

Lo redondo es un ángel caído en el vacío
de su propio universo,
donde la oscura voz de su verdad resuena
llena de eternidad cerrada y de infinito.

Lo redondo es un río que sale y que torna
de nuevo hacia sí mismo, hacia la hueca nada
donde su ser gravita.

Por su forma la lengua de Dios está explicando
su gracia preferida,
la imagen con que muestra la sombra de su rostro
desnuda sobre el mundo.

-¿No es su ley la que esculpe la manzana del orbe,
el anillo que muerde el pedestal del árbol,
la cabeza del hombre?

Lo redondo es un ángel cautivo que no sueña,
que no se translimita de su cerrado cielo;
un ángel prisionero
que está sujeto a Dios como un objeto más
de amor entre sus dedos.

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SEGUNDA EVASIÓN

-¿Quién encendió la lámpara perenne de la rosa?
¿Quién desató el pequeño enigma de la hoja,
de la apretada piedra donde habita el silencio?

Cuando el ángel pregunta ya deja de ser ángel;
la ignorancia es la espada desnuda que defiende
su rosa de inocencia;
la rosa que no sabe ella misma el origen
terrible de su nombre, de su propio fantasma
cerrado como un nudo de aroma hasta la muerte.

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DESVELADO CAÍN

A la orilla del aire yo destruyo la sombra
delgada de los pájaros
solitarios que habitan caídos en el cielo
pequeño del rocío,
de ese húmedo espejo donde todas las cosas
del alba se derrumban,
se hunden en el frío metal en donde el trino
sonámbulo se hermana con la niñez del agua.

A la orilla del aire yo destruyo la rosa
del rosal, la azucena,
la nube y la guitarra que también es alondra
nacida en una nueva
presencia quejumbrosa de metales heridos.

A la orilla del aire yo destruyo el aliento
del ángel, la paloma.

Nada queda en mis manos que no rompa
en procura de mí mismo en el fondo,
en la íntima entraña sepulta de las cosas
donde lo eterno esculpe su máscara de siempre,
su soledad más honda.

¡Oh Padre imaginado
tras el terrible cielo por donde pasa el viento
del misterio soplando la voz de sus campanas!

-¿Qué cosa es que supongo hallar
tras de tu niebla?
¿Cuál enigma vislumbro oculto tras la negra
semilla de tu árbol?

La noche milenaria
que enroscada descansa sin rostro entre mis huesos,
la noche que me oprime por dentro y me devora,
¿no es la misma que cava con sus dedos de sombra
su abismo en los objetos?

Por aquí desemboco rodando hasta la gota
donde la más antigua de mis voces descansa.

Si tú el cálido aliento de tu pulmón soplaste,
para forjar del barro miserable la estatua
preciosa de la vida.

Yo levanté mi mano valiente hasta tu rostro,
para inventar la humana presencia de la Muerte.

Desde entonces yo he sido también un dios creador,
arquitecto único de ese orbe distingo
donde el fecundo cielo no hizo del verbo luz,
sorda parte de un mundo donde la intacta sombra
es virgen todavía.

No es Abel el que muere herido por el golpe
salido de mi mano, no es Abel el que muere.

Con él sólo destruyo las formas permanentes
del símbolo primero:
igual me hubiera sido la presencia de alba,
lo inmutable del cielo.

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CANCIÓN DE LA VOZ FLORECIDA

Yo sembraré mi voz en la carne del viento
para que nazca un árbol de canciones;
después me iré soñando músicas inaudibles
por los ojos sin párpados del llanto.

Colgada sobre el cielo dolido de la tarde
habrá una pena blanca, que no será la luna.

Será una fruta alta, recién amanecida,
una fruta redonda de palabras
sonoras, como un canto:

maravilla sonámbula de un árbol
crecido de canciones, semilla estremecida
en la carne florecida del viento:
-mi voz.

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ESTA CANCIÓN ESTABA TIRADA POR EL SUELO

Esta canción estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
la hallaron unos hombres que luego me la dieron
porque tuvieron miedo de aprender a cantarla.

Yo entonces ignoraba que también las canciones,
como las hojas muertas caían de los árboles;
no sabia que la luna se enredaba en las ramas
náufragas que sueñan bajo el cristal del agua,
ni que comían los peces pedacitos de estrellas
en el silencio de las noches claras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
que eran todas posibles en la tierra del viento,
en donde la leyenda no es una hierba mala
crecida en sus riberas, sino un árbol de voces
con las cuales dialogan las sombras y las piedras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
cuando aún no era mía
esta canción que estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
pero ahora ya sé de las formas distintas
que preceden al ojo de la carne que mira,
y hasta puedo decir por qué caen de rodillas,
en las ojeras largas que circundan la noche,
las diluidas sombras de los pájaros.

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CANCIÓN DE LOS OJOS QUE SE FUERON

Se me fueron los ojos por mirar la presencia
posible de las cosas que pasan como el río,
como el pájaro blanco de una luna sin alas,
como el cristal en donde se desnuda el silencio.

Desde niño se fueron...
y ahora tengo en la sangre
otros ojos que miran por encima del aire,
por encima de toda transparencia distante,
y esta es mi pena ahora: el término y distancia;
el que yo muera siempre, mientras los otros cantan
cuando yo me deshago de llanto entre las yerbas
buscando la sonrisa que olvidan las estrellas
al huir presurosas ante la luz del día.

Yo me iría tirando también como los otros
en un cauce perfecto mis redondas palabras;
pero no puedo, no; hay otras formas mudas
que me llaman más hondo que la voz de las aguas.

Yo sé que nadie ignora la vida de mis ojos
allí donde la niebla tiene rosas moradas,
y el silencio devora la imagen de otra luna
hecha de anochecidas canciones apagadas;
allí donde los nardos son palomas crecidas
con las alas quebradas,
y el jilguero no es sólo la dulzura de un canto,
sino una ruta ancha por donde de puntillas
llega de noche el alba;
quiero decir: allí donde todas las hojas
elaboran por dentro de la savia fecunda
de sus verdes entrañas,
la presencia de una primavera enterrada,
en donde están gritando de angustia por su vida
las rosas que no nacen;
allí están mis ojos: los ojos de mi sangre,
los que miran tan sólo por encima del aire,
por encima de toda transparencia distante;
los ojos que me dieron, que no fueron de carne;
allí están en la sangre
mirando el lado opuesto, la forma diferente,
el oculto sentido de la carne y la esencia;
porque todas las cosas tienen su doble sombra,
hasta la voz y el viento.

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CANCIÓN DEL SEMBRADOR DE VOCES

Caminando al azar por los caminos,
por los muchos caminos distintos de la vida,
voy tirando palabras desnudas en el viento,
como quien va tirando, distraído,
semillas de naranja sobre el agua de un río.

Son palabras dispersas, acaso sin sentido,
palabras misteriosas que afluyen a ml boca,
cuyo origen ignoro.

Algunas veces pienso que es otro quien las pone
sobre mis propios labios para que yo las diga.
Y yo las digo; pero, tan displicentemente,
como quien va tirando, distraído,
semillas de naranja sobre el agua de un río.

La multitud que pasa me mira y se sonríe
y yo también sonrío; pero sé lo que piensa.

En cambio ella no sabe que yo estoy construyendo
con esas simples voces salidas de mis labios,
la estatua de mi mismo sobre el tiempo.

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CANCIÓN DE LA AMADA SIN PRESENCIA
(Antigénesis)

Antes de que tu voz fuera color de trino
y tus ojos dos sombras salobres como algas;
cuando aún tu sonrisa no era un camino abierto
para encender al alba, sino una melodía
en un país remoto de la tarde;
entonces, -¿lo recuerdas? -,
todos éramos uno en la unidad de Dios,
y mi aliento de vida era tu mismo aliento,
porque tú eras yo.

¡Oh indescifrable enigma de la rosa y el viento:
yo me amaba en ti misma!
Todavía el ocaso no era un pájaro muerto
colgado entre dos ramas,
ni se dolía la noche
en la angustia pequeña de los nardos,
ni el cielo era de trapo,
ni el mar una hoja verde sin sirenas.

Acaso todavía los lirios no eran lirios,
ni estrella, las estrellas;
ni el sol una sonrisa de claridades altas
nacida entre dos astros; todavía, te digo,
que nada tenia forma resuelta entre las cosas;
el aire no era aire, sino una mariposa:
solo una mariposa con las alas tendidas.

Qué dolor el de no verte desfilando
como ci perfil sonámbulo de un ala
entre los mansos árboles sin luna,
ni flotando en la noche única y sola,
como un ave perdida entre la bruma.

Sin embargo los dos íbamos juntos
sin que tu sombra
gritara por el frío de la palabra "nunca"
su agonía; sin que ninguna pena,
por el silencio mismo en que morías,
espigara una rosa de ternura
como vivo recuerdo de un alma que se iba.

Qué dolor el de no verte
entre estas muchas cosas que no eran:
las montañas los nidos, las ranas y los peces,
la luna grande
mojada de canciones,
la tierra azul y la mañana verde.

Qué dolor el de no verte;
porque este era el instante
único y preciso de las nominaciones:
ya el viento seria viento; la violeta, violeta.

La mano de lo arcano ponía su etiqueta
sobre todas las cosas; ya íbamos a ser:
mujer, estrella o rosa.

Pero tú fuiste un atardecer.
¡Sólo un atardecer!

Y yo, poeta.

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CANCIÓN DE LA NOCHE LARGA

En la noche y bajo una
muda elocuencia de piedra,
la sombra de los cipreses
es como un grito en la niebla.

Coros de voces descalzas
ponen sus ágiles pies
sobre las copas oscuras
de los árboles; después
la aguda espada de un grillo
hiere un hermoso silencio
de blanca carne de lirio
y de cabellos de incienso.

Yo sueño con que tus manos
se van perdiendo a lo lejos
como dos trémulas alas
tras la negrura del cielo.

Soledad de soledades:
mi corazón está solo
frente a esta noche que crece
como un rosal sin colores.

Si pudiera ver el mar
que me recuerdan tus ojos,
se trocarían en lumbres
mis soledades en sombra;
se llenaría de flores
el limonero más alto;
con sus mejores kimonas
vendrían las mariposas
de donde nadie lo sabe;
la luna se iría entonces
cantando por otra calle,
y una frescura de infancia
se me entraría en el alma:
ya no sería yo el mismo,
el de esta noche tan larga;
con otro cuerpo distinto
y el corazón en las manos
retornaría de nuevo
para jugar en la playa.

Canciones de primavera.
Olor a tierra mojada.

¡Todo si viera tus ojos
en esta noche tan larga!

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CANCIÓN DEL MUNDO ESTÁTICO

Me imagino tu mundo por dentro como un amplio
coro de incomprensibles voces de terciopelo,
flotando entre una selva de árboles humanos,
tras un dolor desnudo venido de muy lejos.

Me imagino tu mundo -terrible, solitario-
como un paraje en donde crezcan rosas de tinieblas
y en donde impetuoso un viento crudo y agrio
muerde un viejo silencio de corazón de piedra.

Me imagino tu mundo como si en él la noche
hubiera florecido sus pétalos de sombras
para quebrar el alba dorada que persiste
en despertar el canto de todas las alondras.

Después acaso un solo sonido sin palabras,
una másica muerta, un resplandor de estrellas
ahogadas sobre el agua de un río silencioso
que marcha lentamente camino de la muerte.

Una rosa, una dalia, algo absurdo que finge
la traslúcida cara de un ser cuya sonrisa
nieva lumbre de luna. Y en medio de este mundo
atormentado y solo, como una torre adulta:
tu voz petrificada.

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CANCIÓN DEL RECUERDO FELIZ

Cuando por soleados caminos del domingo,
cogidas de las manos venían las margaritas
con sus limpias enaguas recién almidonadas
crujiendo melodías de almidón en el viento;

cuando enardecidas iban las amapolas
gritando en rojo vivo su pasión anarquista
por todos los viajeros senderos de la aurora,
y los claveles eran Caperucitas Rojas,
las dalias (con sus faldas de encajes) bailarinas,
ignoradas pavlovas de la verde campiña,
con tramoyas de vientos, en proscenios de hojas;

cuando todas las rosas del rosal tenían alas,
y en vez de ruiseñores canoros en sus jaulas,
las viejas solteronas mimaban en sus sueños
tulipanes azules que cantaban:

era entonces el tiempo feliz de las abuelas;
el bello tiempo ido de las pantallas rosas,
los relojes de cuco, los bastones de estoque,
las postales de Niza y el ademán pausado
con que los caballeros se hacían el bigote;

tiempo todo cubierto de un fino terciopelo,
por el que descendían las palabras discretas
en un suave despliegue de susurrantes voces
cuando el vals entreabría sus violines de llanto,
y el mundo se apagaba de pura transparencia.

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CANCIÓN DIALOGADA POR VOCES EN EL VIENTO

-Quiero el haz de tus gritos
apretados y juntos
para forjar con ellos
un pueblo de palabras,
una ciudad de voces
con campanas azules.

¿Sin que por ello tengas
que dejar los jirones
de tus nardos de cielo
rendidos de los dedos
oscuros de mis sombras?

-Entonces no comprendo
por qué has llegado a mí
sin una temblorosa
canción entre las manos.

¿Es que se han muerto todos
los pájaros del mundo,
y ni siquiera cantan
ahora las estrellas?

-Floreceré jardines
de músicas en ellas,
para que tú vendimies
ternuras de azucenas.

-Ya te he dicho mil veces
que no quiero palabras;
hay algo más en ellas...

-¿Quieres decir canciones?
¿Voces estremecidas?

-Yo pienso que son tales,
aún cuando ellas no tengan
ese temblor sublime
que es propio de las alas.

-¿Es que ignoras acaso
que hace tiempo que el canto
no se espiga en los labios
angustiados del mundo?

Todos los que cantaban
se hundieron en un negro
silencio sin estrellas,
sin árboles en donde
pudieran amarrar
las sombras de sus sueños.

-¿Quieres decir que han muerto;
que no existe quien pueda
humanizar de nuevo
los pesares del mundo?

-Es mejor que no digas
esas cosas tan alto.

Puede que nos las oigan
aquellos que no saben
de nuestro mar de llanto
derramado por todas
las mariposas muertas.

-Hay algo que ignoramos
que transmuta la forma
sensible de las cosas.

Quizás por ello sea
que en mi mente tus manos
se estremecen ahora,
lo mismo que la sombra
pequeña de los lirios
hundidos en el agua.

-¿Por qué dices tal cosa?
¿Cuándo no fue de lirios
la sombra de mis manos?

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CANCIÓN DE LA NIÑA QUE QUERÍA SER SIRENA

Por los caminos del cielo
llegó la luna gritando
sus claridades nevadas
de caracoles y nardos.

En la guitarra del viento
la brisa con dedos finos
cantaba un canto de plata.

Con su sonrisa de arcángel
que no se come las uñas,
la niña dijo riendo
bajo el capricho de luna:

-Yo fui sirena una noche
de sombras de terciopelo.
Sobre mis muslos de nácar
podían brillar luceros.

Madréporas y corales
entre la noche marina
lloraban sus soledades
por las pupilas salobres
de los dorados delfines.

Dorsos de plata y de luna.
Arena de las estrellas.
¡Cristalerías de espumas
en un mundo en donde sueñan
los tulipanes de nieblas!

-Niña mía, de tus ojos
está muy lejos el mar.
Quizás tú fuiste lucero;
pero sirena, jamás.

-Un palomar de tritones
yo vi en el fondo al pasar.
¿Por qué tú niegas que he sido
una sirena del mar?

Si negros son mis cabellos,
teñidos han sido allá
con tinta de calamar
y sombras de noche muerta;
si no son claros mis ojos
es por el llanto quizás:
que la pena es también negra
hasta en el fondo del mar.

-Nina mía es que en tus labios
no está el sabor de sal.

Quizás tú fuiste una estrella;
pero sirena, jamás.

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CANCIÓN DE LA NIÑA QUE IBA SOLA

Sonó lenta y sin alarde
la ronca voz de una torre.

Por el camino sin nadie
venía un perfume de cobre;
por el camino sin nadie
de la tarde.

- ¡Oh, linda, te lo diré
ahora que estamos solos;
un redondo mar sin peces
son tus ojos!

-La tarde borda jacintos
de tafetán sobre el cielo.

-¡Si quieres uno, yo puedo
sobre tus trenzas ponerlo!

-No, déjame sin jacintos
lucir así mis cabellos.

-¿Flotando sueltos al viento
como las alas de un cuervo?

-O de un retazo de noche
caído desde los cielos.

-¡Oh, linda, linda, no puedo
con la sombra de tu pelo!

Suena lenta y sin alarde
la ronca voz de una tarde.

Por el camino sin nadie
vino un perfume salobre;
por el camino sin nadie
de la tarde.

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FÁBULA INE FABLE DE LA NIÑA LOCA

Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor
me duelen demasiado los ojos en el agua
desde que tengo abierta esta herida en el viento.

Una vez me sembraron el alma de recuerdos
y crecí como un árbol en la noche del tiempo,
en donde está cayendo
como una sola gota, para siempre, el silencio.

Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.

Aquella dulce niña, que, como yo, tenía
dos blancas manos locas tendidas a la luna,
daba pena mirarla;
porque sólo decía que la luna había vuelto
sus manos mariposas:
mariposas de sueños que volando se iban
por el cielo remoto de las lunas difuntas.

Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.

Me basta con mi ancho corazón
de voces,
mis caminos de humos enterrados,
mis campanas de nieblas doblando entre las sombras
me basta con mis ojos sonámbulos que miran
como crece de trinos la bondad de mis manos.

Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.

-Lo comprendo; es posible: tú lloras porque piensas
que yo no estoy presente;
supones que me he ido hacia los lirios rotos
heridos por el aire,
hacia el mundo de hojas que desangra la noche;
supones que me he ido -toda desvanecida-
hacia el cielo sin lumbre en que devoran albas
tardías los gusanos.

Yo estoy ausente, sí:
ausente de la carne
sin ensueños ni sangre de tus huecas palabras,
más allá de tu muerta nominación de cosas.

Yo estoy ausente, sí,
de tu forma distinta de pronunciar alondra,
sepultada en un pecho nublado por el llanto.

-Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.

Ahora que dolencias de sombras angustiadas
ascienden por el agua desnuda de mis ojos
y mi herida no sangra en la carne del viento;
ahora que estoy hecha de cosas enterradas
y estoy henchida toda
de estrellas como un río,
no dejes que se vayan mis manos por el alba;
no dejes que se vayan:
Tengo miedo de un ángel oscuro que las llama.

Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.

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TEORÍA DE LA VISIÓN PROFUNDA

Las palabras son anclas
clavadas en el suelo,
pájaros mutilados
que tienen un viajero
corazón de nube;
pero así como el nardo
tiene llena por dentro
su vida de una oculta
claridad madrugada,
así las demás cosas
también puede que tengan
sus vidas de una misma
manera amanecidas.

No es posible una carne
sin sueños ni palabras,
sin angustia de voces,
sin corazón de lumbre
ni párpados de llanto.

Todo tiene, sin dudas,
que tener otra vida
por dentro de la cual
-y estremecida toda-
debe haber algún cielo
herido de canciones.

Es lógico pensar
que a espaldas de la luz
clara de las estrellas
ningún hombre ha podido
vislumbrar su camino
en la noche profunda,
y es que olvidamos siempre
-inexplicablemente-
que la piedra es la infancia
remota del silencio,
y que el agua no es más
que el discurrir del tiempo.

Únicamente vemos
lo externo de las cosas;
jamás nos incluimos
para escuchar la simple
verdad que se nos muestra
desnuda desde el suelo.

Si la rosa miramos,
no vemos que la rosa
es solamente un trino
de pétalos clavados
sobre la vertical
resignación de un tallo.

Nuestra visión se queda
tan sólo en los colores,
sin ver jamás el verde
color de las pisadas
del viento que retoza
desnudo entre las hojas.

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LOS CABALLOS DE SURO VIENEN POR EL VIENTO

Ya llegó la vendimia
de los frutos sin nombre,
en donde en cada germen
que oculta la simiente
hay un hálito macho
gozando una doncella;
yo la vi desde el árbol
donde el viento -nodriza
de los retoños nuevos-
mece la dulce cuna
de las ramas más altas
y ha llegado tan sólo
porque el rosal crecido
tiene todas sus manos
llenas de voces blancas.

- ¡Madre:
los caballos de Suro
vienen por el viento!

-Un paso más, y ahora
descolgarás la luna
sin que nadie nos diga
que es una voz distante,
una gardenia muerta,
o una canción redonda
clavada sobre el cielo.

- ¡Madre:
los caballos de Suro
vienen por el viento!

-Únicamente aquellos
que todavía no saben
que la tierra es muy grande
y sólo de unos pocos,
únicamente estos
no abrirán su piedad
a la mirada triste
de los niños sin pan
y los perros sin dueño.

- ¡Madre:
los caballos de Suro
vienen por el viento!

-No le digas a nadie
que los pinos son hechos
con el canto crecido
de los pájaros muertos;
no le digas a nadie
que la tarde te hastía
con su mirada enorme
de bestia fatigada.

La humanidad se cansa
de la desdicha ajena,
del llanto que no brota
del fondo de sus ojos.

- ¡Madre:
los caballos de Suro
vienen por el viento!
y está lloviendo siempre
- ¡siempre! -
una lluvia de cielo
por la noche del aire.

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ESTRELLA MATUTINA

Gota de luz celeste que destila
desde su propia eternidad cerrada;
espiga de la gracia germinada
en la mano del ángel que vigila.

Sola, serena, y por demás tranquila
derrumba su existir con la alborada
¡Saeta de la noche vulnerada!
¡Redonda voz de una lejana esquila!

Pastora que apacienta en altos prados
donde de claridades nacen rosas
de solitarios pétalos nevados.

¿Qué enamorado serafín te cuida
a la orilla del aire en que reposas
lo mismo que una lámpara encendida?

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HUMILDE MAYO

Mayo trajo la flor, la milagrosa
palabra vegetal que arrulla el viento.
Mayo pobló su propio firmamento
con la sola presencia de una rosa.

Yo la miré ascender tan jubilosa
a su pequeño, débil monumento,
que fue como si viera el nacimiento
de una terrestre aurora luminosa.

Era su viva lumbre madrugada
una encendida hoguera encarcelada
en el cielo cerrado de su esfera.

Única roja rosa amanecida.
Rosa de una estación empobrecida.
¡Sólo con ella fue la primavera!

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ESTE TACTO

"Con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido".


Este tacto solícito que abruma;
este vivir más hondo en los sentidos,
va descubriendo cielos escondidos;
nuevos mares ocultos en la espuma.

Ignorados espacios por la pluma
de misteriosos pájaros caídos,
mundos de claridades suspendidos
tras la pequeña noche de la bruma.

Nada perdura inédito al contacto
de este absorto mirar inquisitivo
de las pupilas íntimas del tacto.

Así de mi interior huyen las nieblas;
porque si ciego para el mundo vivo,
lleno de luz estoy en mis tinieblas.

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VIVA MUERTE

Huésped del cuerpo humano que me cierra
en mortales mortajas hospedado,
transito con mi ser resucitado
como una viva muerte por la tierra.

Y cuanto miro en torno es una guerra
suscitada en un tiempo limitado,
por donde va cayendo derramado
el instante de vida que la encierra.

Sólo de muerte en muerte caminando,
sólo de vida en vida cada día
igual que una semilla germinando.

Va mi vivir hacia su cielo incierto;
llevando sin saber, en su agonía,
la muerte en vida, y con la vida, muerto.

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EL CIELO DESTRUIDO

("¡Oh, cielo riguroso! ¡Oh, triste suerte!
¡Que tantas muertes das con una muerte!")


El cielo destruido porque llora
mi acongojado corazón humano,
no es el perenne cielo cotidiano
donde el rostro del tiempo se cobra.

El hondo cielo que mi ser añora
por ser de íntimo sol su meridiano,
ese cielo cayó desde mi mano
hacia una eterna noche sin aurora.

Nada queda de él. Sólo el recuerdo
a mitad del camino en que me pierdo
alza el hueco fantasma de su nombre.

Cielo del ser mejor en su mañana.
¡A cambio del sabor de una manzana
perdido para siempre por el hombre!

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A LA SANGRE

Agua de soledad, agua sin ruido,
desatado cristal de pura fuente;
agua que va cayendo interiormente
en mi cielo más hondo y escondido.

¿Qué misterioso viento sumergido,
tu natural hechura de torrente
transfigura ideal y simplemente
en un rojo clavel enardecido?

Hay un íntimo dios que te construye.
El mismo dios que lento de ti fluye
por los labios abiertos de la herida.

Vivo clavel humano que perdura
sujeto por la leve arquitectura
de la fugaz estatua de la vida.

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AMOR

("Quien a las llamas del amor no muere")

Es el amor en todas las edades
del ser que valeroso lo frecuenta,
una oscura semilla que fermenta
en etapas de calma y tempestades.

Más dado a lo irreal que a realidades
del suelo material donde se asienta,
va como oveja dulce que apacienta
en prados de celestes claridades.

Arquitecto del cielo que idealiza:
arde desde la lava a la ceniza
de sus propios volcanes desatados.

Hasta que por el fuego que lo inflama,
es consumido por la misma llama,
"en soledad de dos acompañados".

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EL MENSAJE

("Que del arte ostentando los primores")

Allí en donde el ángel nos revela
su celeste palabra iluminada;
allí mi alma atenta se desvela sola
de madrugada a madrugada.

Por esta voz eterna que ella anhela
verla en carne de estatua edificada,
hay una fría caricia que la hiela
y un fuego que la enciende en llamarada.

No da el ángel su voz, porque la tira
desde aquel alto desolado clima
de la noche cerrada en que delira.

Hay que bajar del cielo a lo más hondo
de la insondable entraña de la sima,
para alcanzar su voz que está en eL fondo.

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SONETO A LA MUERTE

("Bella ilusión, por la que alegre muero")

Llueve tu soledad de noche oscura,
de eslabones de sangre desatados,
y una más alta claridad fulgura
debajo de los párpados cerrados.

Todo fuera de ti se hace negrura,
amasijo de lienzos apretados,
donde no es necesario ni perdura
el aire de los cielos libertados.

La luz que irrumpe súbita en la sombra
de nuestra humana oscuridad terrena,
como un destello lívido que asombra;

esa lograda claridad postrera
llena de eternidad y de ti llena:
es la única lumbre verdadera.

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ELOGIO A LA PALMA

Largo dedo vertical extendido,
para el nupcial anillo de boda de los hongos,
o a lo mejor un dedo, y nada más que un dedo,
para rasguear las invisibles cuerdas
de la eterna guitarra que yace esculpida
en el fondo del alma solitaria
de todas las llanuras.

¡Palma! Palma real:

Corporeizado grito de la selva
en un franco delirio de vegetal altura,
contigo se realiza, el logro de un destino
botánico que empieza,
con la humilde labor de una semilla,
de una voz decidida en trepar hacia arriba
cada vez mas y más,
en procura de una excelsa vecindad
de pájaros y estrellas.

¡Palma! Palma real:

Bohío presentido,
simple hogar en potencia
para el sueño de aquellos desdichados que saben
de los muchos puñales que blande la intemperie,
cuando la noche llega sigilosa
arrastrando sus negras vestiduras.

¡Palma! Palma real:

Compendio generoso de los cuatro principios
de la vida aborigen:
abrigo y alimento, ornamento y paisaje.

En tu ejemplar ascenso hacia los altos cielos
se descubre que eres, toda una voluntad
unitaria de raíces que sueñan,
de raíces que suben por encima
de la talla común
del matorral apático y gregario.

¡Palma! Palma real:

Perenne voz crecida en verde llamarada,
asta de la sabana donde ata la aurora
su bandera de cielo,
pendón donde amanece toda hecha de trinos
la luz de la mañana.

¡Palma! Palma real:

Empinado sitial de golondrinas,
pedestal de los pájaros más altos,
balcón para cansadas mariposas errantes,
o improvisado mástil para el sueño
de algún viajero corazón marino
de estas islas de fuego.

¡Palma! Palma real:

monumental espiga que despierta
maliciosas ideas en la mente
de las ingenuas vírgenes silvestres,
que absortas te contemplan desde lejos,
pensando que tú eres la columna pudenda
con que el agro realiza la intensiva faena
de sus fecundidades.

¡Palma! Palma real:

Verde pluma de fuente para escribirle cartas
de sombras a los ríos,
que a la distancia pasan perseguidos
por los rayos de un sol que sin cesar castiga
sus espaldas de agua.

¡Palma! Palma real:

Delicioso abanico para el sultán del viento,
que rechoncho sestea, muchas veces al día,
sobre la vieja hamaca del silencio.

¡Palma! Palma real:

En la desolación de la llanura,
o de la loma en donde
solitaria vigilas
el silencioso discurrir del tiempo,
eres, desde el inicio de la vida,
el musical poeta que recita,
en vivos versos hechos de palomas,
de garzas y de ciguas montaraces,
el más bello poema con que cuenta
todo el acervo lírico del valle.

¡Palma! Palma real:

¡Para ti la palabra de luz con que se abre
el mundo del fervor y del prodigio!

Poemas tomados de la Web de Justo S. Alarcon.

miércoles, noviembre 20, 2024

Batalla sangrienta💥Tren militar atacado por misil💥Contraataque en tanque...

El colonialismo en una foto.

 India, 1900, mujer descalza llevando a un inglés. Todo el colonialismo en una foto. Cuando admires Londres u otras capitales imperiales, recuerda sobre qué hombros fueron construidos.

Tomado de la red.


Cambiemos el sistema, no el clima.

 







martes, noviembre 19, 2024

Haiku.

 Baten sus alas

sobre el mar sin rumbo

vuelan gaviotas

Domingo Acevedo.




Foto tomada de la red.

Haiku.

 

Es invierno

tiritan las estrellas

esta nevando


Domingo Acevedo.



Foto tomada de la red.

Haiku.

 

El ADN del tiempo

en su resina guardan

los algarrobos


Domingo Acevedo.




Foto tomada de la red.

Haiku.

 

Noches azules

cálido amanecer

sol de verano

Domingo Acevedo.




Foto tomada de la red.

Haiku.

 

Van por el bosque

por senderos oscuros

los cazadores

Domingo Acevedo.




Foto tomada de la red.

Pedro Henríquez Ureña. Biografía

 


Pedro Henríquez Ureña. © Aurelio Ross (Wikimedia)

Pedro Henríquez Ureña (Nicolás Federico Henríquez Ureña). (29 de junio de 1884, Santo Domingo, República Dominicana - 11 de mayo de 1946, Buenos Aires, Argentina). Escritor, filósofo, filólogo, periodista y crítico dominicano. Representante del movimiento Modernista.

Su infancia la pasó rodeado de un ambiente intelectual, y tras acabar sus estudios secundarios, vivió en EE.UU., Cuba, México, España y Argentina, completando su educación universitaria e investigando y trabajando como profesor y conferenciante, mostrando sus grandes dotes de humanista.

Con 20 años, en Cuba, escribió su primera obra titulada «Ensayos críticos». Posteriormente a esta etapa y en EE.UU. donde aprendió inglés, obtuvo un máster y un doctorado en Letras. A principios de los años 20, es nombrado Director General de Enseñanza Pública y catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) colaborando con revista «Savia Moderna». Tras esta etapa, colaboró con el Centro de Estudios Históricos de Madrid, junto a Ramón Menéndez Pidal y fue uno de los grandes impulsores de la «Revista de Filología Española». Recibió la cátedra Charles Eliot Norton de Universidad de Minnesota donde permaneció hasta su vuelta a Hispanoamérica.

En 1925 vivió en Argentina, siendo profesor de las universidades de Buenos Aires y La Plata. A finales de 1931, regresó a Santo Domingo a ocupar la Superintendencia de Enseñanza pero dos años después volvió a Argentina, sin poder poner en marcha su programa educativo. De vuelta a Argentina fundó la Universidad Popular Alejandro Korn dirigiéndola desde 1937 hasta su fallecimiento. En 1940, fue corresponsal del «Heraldo de Cuba» y durante esta época dio clases en las universidades norteamericanas de Minnesota, Chicago y California e invitado especial de la Universidad de Harvard para dictar la prestigiosa cátedra Charles Eliot Norton.

En alguna de sus obras utilizó el seudónimo «E.P. Garduño», destacando la obra escrita en 1925, La utopía de América. En su país la prestigiosa Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, precisamente, lleva su nombre, así como la Biblioteca Nacional de República Dominicana.

 CERVANTE.ORG

Bibliotecas y Documentacion.

lunes, noviembre 18, 2024

Biografía de Manuel del Cabral

 





Manuel Antonio Cabral Tavárez (Escritor, poeta y narrador dominicano, mejor conocido como Manuel del Cabral).

Nació el 7 de marzo de 1907; era hijo de Amalia Josefina Tavárez Saviñón y de Mario Fermín Cabral y Báez.

Cursó sus educación elemental y secundaria en Santiago de los caballeros, y aunque su padre quiso verlo convertido en un abogado importante, su interés por la poesía lo alejó de las aulas universitaria cuando apenas iniciaba sus estudios de derecho.

En su juventud trabajó como linotipista y como librero en su pueblo natal. En 1931 a raíz de la publicación de su primer poema “Pilón” se trasladó a Santo Domingo. En 1938 se dirigió a Nueva York en un barco de carga. Tres meses después de su arribo a dicha ciudad, mientras se desempeñaba como limpiador de ventanas recibió la inesperada noticia de su nombramiento en un puesto menor en la embajada dominicana en Washington. Así inició una exitosa carrera diplomática que se extendió por casi tres décadas. La vida le sonrió al conseguir este trabajo ya que le permitió vivir tranquilamente haciendo un trabajo que le gustaba a la vez que sacaba tiempo para escribir.

Por su condición de diplomático residió en Estados Unidos, Chile, Colombia, Argentina y España, entre otros países, y trató con grandes figuras de la intelectualidad mundial. Junto al puertorriqueño Luis Palés Matos, y el cubano Nicolas Guillén, está considerado un pionero de la poesía negrista. Su libro “Trópico negó” (1942) lo sitúa como el poema que con más profundidad aborda la explotación de los negros africanos, pero su obra cumbre es “Compadre món” (1943).

Previamente había dado a la imprenta “Pilón” (1931) Color de agua (1932) y Doce poemas negros (1935) volúmenes de versos que reflejaban su interés popular y sus preocupaciones sociales e indigenistas. Más tarde con los poemas Los huéspedes secretos (1951), Sexi y alma (1956) o Los antis-tiempos (1967) Incursionó en nuevas temáticas, en especial en una poliédrica versión del amor cargado de erotismo alternándolo con la reafirmación de su compromiso político en composiciones como la de La isla           ofendida (1965) en defensa de la revolución cubana.

Uno de los temas fundamentales de su obra es la discriminación racial; en ella encontramos una clara intencionalidad de cantar a la raza negra y reconocer todos sus aportes sobre la cultura latinoamericana. Supo además tocar temas políticos y personales con gran intensidad, haciendo de la poesía un espacio de reflexión en torno al mundo y a la propia existencia. Otro elemento para resaltar de su obra es la presencia de elementos naturales Pájaros, árboles, ríos, brisa.

Para Cabral existe entre poesía y naturaleza una estrecha relación y aunque asistimos en él a una obra poética pluricultural donde lo urbano adquiere una gran importancia, hay un deseo de volver a las raíces, de cantar a la vida desde la propia naturaleza, algo que lo convierte en uno de los poetas dominicanos más exquisitos.

Su producción como cuentista es bastante amplia y apreciada por el público y la crítica. Como novelista, en cambio, no fue prolífero ni tuvo tanto éxito; en los 70 publicó las novelas el escupido (1970) y el presidente negro (1973), sin que los logros se aproximaran a los obtenidos en sus otras facetas intelectuales. Practicó también el ensayo, campo en el que se mostró sagaz y, a veces, cáustico, y vertió sus recuerdos en el libro autobiográfico “Historia de mi voz (1964)”; mucho menos conocida es su afición a la pintura.

Manuel del Cabral vio reconocida su trayectoria con la concesión del premio nacional de literatura de la república dominicana (1992). Patrocinado por fundación Corripio y la entonces secretaría de estado de educación de la república dominicana. Murió en Santo Domingo el 14 de mayo de 1999.

A continuación compartimos el enlace de la producción Poemas negros sociales de los otros, la cual es parte del legado de este gran escritor dominicano. Los poemas son narrados por el artista Alejandro Cabral, hijo de Manuel del Cabral.


Compadre Mon

[Poema - Texto completo.]

Manuel del Cabral


Tanto he pisado esta tierra,
que es ella la que anda ya.

Compadre Mon



Por una de tus venas me iré Cibao adentro.
Y lo sabrá el barbero, aquel que los domingos
te podaba las barbas
como quien poda un árbol de la patria.

Y también Domitila lo sabrá, Domitila
que mientras comadreaba tenía entre las manos
unos duendes que hacían pan sabroso hasta el lodo.
Y hablo de Domitila, porque sin esa cosa…
quizá ni tu revólver fuera un poco de pueblo.
Porque ella fue tu risa, fue tu pan y tu catre.
¿Qué hubiera sido entonces de esas cosas humildes
que tocaron tus manos, tu calor, tus pisadas?

Tu caballo
hubiera sido siempre una bestia cualquiera.
Tal vez sin estas cosas los muchachos con sueño
ya hubieran enterrado tu pistola, tu espuela;
todo lo que en tu cuerpo y en tu aire
es la tierra que quiso no quedarse dormida.

Porque tú, que no fuiste nunca niño de escuela,
a la escuela te llevan en la boca los niños.

Es que no quiero hablar de tus cosas mayores,
ni aún de aquella extraña madrugada en que diste
órdenes a un soldado
para que repicara las campanas
por tu llegada al pueblo.

No.
No quiero hablar ahora de tus cosas de todos.
De lo que quiero ahora
es hablar del remiendo que te hacía la tía
en aquellos no aún gloriosos pantalones.
Hablo de la ternura con que tú ya besabas
sus manos costureras, cuando aún tus bolsillos
se cargaban de piedras para romper faroles.
La gente que te vio tan pequeñito
no pensó que la tierra se iba a poner tan grande…

Ahora,
cualquiera cosa tuya huele a patria.
Hasta Tico, el lechero
que llega con un poco de leche en su sonrisa,
y me dice:
aquí, Manuel, estuvo Mon un día,
¡que no rompan la silla donde lo vi sentado,
arrimao a esta puerta!

Ya ves, Compadre Mon,
no puedo hablarte ya de cosas grandes;
tu pistola, tus barbas, tu caballo,
tu nombre,
todo es pequeño junto a esta sonrisa.
¡Cómo brilla tu historia en los dientes de Tico!

Qué grande estás, Compadre Mon en esas
cosas pequeñas.

¡Por las ventanas de Tico yo me iré Mon adentro!

El maíz no lo sabe,
ni el trueno,
ni el agua.
Pero tú estás en el maíz del niño
que piensa crecer mucho y tener tu tamaño,
y tener un caballo como el tuyo
que entró en la historia a fuerza de ser patria.

El trueno no lo sabe,
pero tú estás en la garganta ronca
de los tambores que enronquecieron
de tanto hablar de ti…, de los rugidos
del paso de tu sangre.
El agua no lo sabe,
pero eres, el agua con un cuento…
tú le pusiste edad al agua de los hombres…
al agua que más duele, la pesada
¡que siempre llena venas, y con sed siempre el hombre!

Sin embargo, no quiero,
no quiero hablar, compadre Mon, de esas cosas visibles tuyas…
Yo prefiero decirte que Cachón, un muchacho
enclenque de mi pueblo,
estuvo muchos días y demasiadas noches,
torturándose,
fabricando,
puliendo unas estrofas, y luego, sin comer,
muchas veces,
iba a mi casa, casi asustado,
casi tartamudo, sorprendido,
y como quien comete su más sagrado crimen,
me decía: -Manuel, aquí tengo una cosa
que quiero que tú veas.
Pero nunca, nunca pude leerla,
porque temblaba para darme aquello…,
y volvía a su casacón aquello en secreto,
y volvía a pulir,
y a no dormir,
ni comer,
y volvía a hablar solo.

De esto, Mon, sí quiero casi hablarte en familia:
de aquel muchacho débil escribiendo tu nombre,
buscando entre tus barbas raíces de la tierra,
los árboles perdidos de la patria…
De esto, Mon, sí quiero casi hablarte en familia:
de aquel muchacho en huesos
que iba a la barbería
y diez veces le preguntaba al barbero
que cuánto le debía…
(Porque, Mon, es muy triste
no terminar un verso).

Aquel muchacho simple que perdió la memoria
y que yo le decía que comiera…
Aquella emoción pura que al nombrarte, parece
que se abría las venas para que se bebieran
hondo y tibio tu nombre.

Esto sí me parece que no deja que el tiempo
gaste hasta lo más simple de tu voz:
tu sonrisa.
Y a ti, Compadre Mon, que te encontré una tarde
haciendo el hoyo puro
del futuro cadáver de tu cuerpo
(porque nunca supiste que tu muerte
no cabe en ningún hoyo de la tierra).

Yo mismo que de niño te conocí en el aire
que respiraba el pueblo,
iba ya repartiéndome tu vida,
iba haciéndole un poco de mis cosas,
iba ya no dejándole morir…
Después el campamento se ocupó de tu nombre,
de tus cosas mayores.
Y era difícil ya, que como un hombre cualquiera,
te pegaras un tiro,
o te entregaras a menudencias,
a pequeñas manías;
porque hasta aquellas inútiles palabras a tu gato
tenían ya un sentido,
porque así son, Don Mon, todas las cosas
que pertenecen a lo que ya tiene
tamaño de destino…

Un simple canto de gallo que despierta
las cosas de la mañana,
toma de pronto la estatura de un siglo.
Si entre las cosas que se despiertan con su canto
se levanta un caballo con la historia en el lomo.

Te estoy diciendo esto, viejo Mon, ahora
en que hacer unos versos y ponerse a decirlos
es un peligro… tan grande
como ponerse a hacer la patria
con sables de madera de sándalo.
Porque nosotros, los que hacemos
estas cosas de sueño, no estamos preparados
para la fiesta del honor con precio…

Yo voy, a ratos, ciegos que tocan su instrumento
por unos cuantos cobres. Muchas veces,
después de sus canciones, voy a verme al espejo,
y miro bien mi cara para ver si es la mía…
Porque, a veces, cuando cantan los ciegos,
muchas cosas del cuerpo voy dejando
no sé a dónde…
Por eso,
pregunto por mi nombre cuando cantan los
ciegos.

Te estoy diciendo esto porque a veces
lo que nació en tu pecho lo tienes en la mano…
Te estoy diciendo esto, viejo Mon, porque a ratos,
hablas conmigo cosas que hablando no me dices.
He caminado mucho por los ríos
que vienen de tu cuerpo cuando a oscuras
te hicieron; y sé que cuando sangras
te salen por las venas los sueños más varones.
Es que desde hace tiempo,
tú contruyes la patria, destruyéndote.



EDUCANDO, el Portal de la Educación Dominicana.

https://www.youtube.com/watch

 

Pedro Mir, poeta Dominicano.

 

Pedro Mir

(San Pedro de Macorís, 1913 - Santo Domingo, 2000) Escritor dominicano considerado uno de los poetas más relevantes de la literatura dominicana contemporánea. En su juventud ejerció el magisterio en su ciudad natal, donde escribió sus primeros versos; más tarde, en 1937, el rotativo Listín Diario publicó por primera vez algunas de sus composiciones. Trasladado por motivos de estudios a la capital, Pedro Mir cursó derecho en la Universidad de Santo Domingo, por la que se doctoró en 1941.


Pedro Mir

En 1947, por problemas de salud y también por razones políticas (la dictadura del general Rafael Leónidas Trujillo), Pedro Mir abandonó el país. Se exilió en México, Guatemala y Cuba, donde publicó Hay un país en el mundo (1949); subtitulada "Poema gris en varias ocasiones", esta composición, un bello y emotivo canto a su patria, le daría prestigio continental. A partir de entonces se le situó en la poesía comprometida centroamericana, pero siempre desde unos criterios estéticos rigurosos y a la vez profundamente imbricados en el sentir colectivo, plasmados en una poesía social alejada del panfleto político.

De regreso a su país fue nombrado profesor de estética de la Universidad Autónoma y se dedicó a la investigación histórica y artística, al ensayo y al periodismo literarios. Su labor y logros literarios fueron continuos. Recibió el Premio Nacional de Historia por su ensayo Las raíces dominicanas de la Doctrina Monroe (1974), y el Premio Anual de Poesía por su extenso poema El huracán Neruda (1975). En 1984 el Congreso dominicano lo declaró Poeta Nacional, tomando en consideración el conjunto de su obra, y en 1993 obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

Consciente del valor social de su obra, Pedro Mir organizó o participó a menudo en recitales que trataban de acercar la poesía al pueblo, y que solían contar con una extraordinaria afluencia de oyentes. Su estilo salmódico, de versos largos, combina sabiamente un lenguaje poético matizado con lo anecdótico y la expresión coloquial directa. Su lírica es minuciosa; ejemplo de ello es Tres leyendas de colores (1969), donde sorprende por su capacidad para la recreación de hechos históricos: enlaza en un solo hilo narrativo las tres primeras rebeliones de clase en la América española, describe los tintes raciales que las caracterizaban y los identifica con sus orígenes sociales.

Dentro de su producción destacan además Seis momentos de esperanza (1953), Poemas de buen amor y a veces de fantasía (1969), Amén de mariposas (1969), El gran incendio (1969), Viaje a la muchedumbre (1971) y el ya citado El huracán Neruda (1975). Publicó también los ensayos El gran incendio (1969), Apertura a la estética (1974) y Fundamentos de teoría y crítica de arte (1978).

Biografías y vidas, la Enciclopedia en Linea.


Hay un país en el mundo
[Poema – Texto completo.]

Pedro Mir
Hay un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.

Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.

-

Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteronas antiguas
o el día en los tejados.

Sencillamente
frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.

Sencillamente triste y oprimido.

Sencillamente agreste y despoblado

En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.

Entonces
es lo que he declarado.

Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar
cantando
su franja propietaria.

Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.

Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.

Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
de donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras cantando
entre los surcos
su propiedad.

Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.

Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve,
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.

¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije:
sencillamente triste y oprimido.

Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.

Plumón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.

Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.

El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.

Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.

No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.

…….

Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el liquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio.

Es verdad que en el tránsito del río,
cordilleras de miel, desfiladeros
de azúcar y cristales marineros
disfrutan de un metálico albedrío,
y que al pie del esfuerzo solidario
aparece el instinto proletario.

Pero ebrio de orégano y de anís,
y mártir de los tórridos paisajes
hay un hombre de pie en los engranajes.
Desterrado en su tierra. y un país,
en el mundo,
fragrante,
colocado
en el mismo trayecto de la guerra.
Traficante de tierras y sin tierra.
Material. Matinal. Y desterrado.

…….

Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.
donde arde
una súplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carrera
un boyero se extingue con la tarde.

Después
no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.

 Plan LEA.

domingo, noviembre 17, 2024

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