JUEVES, 28 DE SEPTIEMBRE DE 2017
Shaket, ministra de Justicia de Israel |
“Si Putin quiere sobrevivir debe mantener sus fuerzas armadas fuera de Siria”, dijo hace unos días Ayelet Shaked, ministra de Justicia de Israel.
Este tipo de declaraciones se suman a las de Netanyahu, quien ha iniciado una peregrinación de frenéticos viajes que ponen de manifiesto que en Siria uno de los que ha padecido una de las derrotas más severas es Israel. Los yihadistas también son criaturas suyas.
Además de conversaciones, Israel se ha visto obligado a pasar a la acción directa en Siria, sin intermediarios, lo mismo que Estados Unidos. En 2015 Bashar al-Asad calificó el papel de Israel en la Guerra de Siria como la “fuerza aérea” de la red terrorista Al-Qaeda. Recientemente sus drones han bombardeado las posiciones cercanas al aeropuerto de Damasco.
Pero la intervención de Israel en la Guerra de Siria ha ido bastante más allá del cielo. Durante la batalla de Alepo, en el invierno del año pasado, una quincena de agentes sionistas murieron por los disparos de misiles crucero rusos del tipo “kalibr” lanzados por la flota apostada en el Mediterráneo. Junto a otros militares occidentales, dichos agentes coordinaban la defensa de la ciudad por las bandas yihadistas.
La intoxicación (El Mundo, El País, El Confidencial) ha tratado de justificar las agresiones del ejército israelí contra Siria como si no estuvieran dirigidas contra el gobierno de Damasco, sino contra Hezbollah, lo cual es falso.
Entonces una falsedad se encubre con otra: a comienzos de este mes, un ataque de la aviación israelí contra el ejército regular en Hama se justificó diciendo que tenía por objeto una planta de armamento químico, uno de esos argumentos que nunca falla.
Tanto esos ataques como las declaraciones del tipo de las de la ministra de Justicia podrían comprometer el buen clima existente entre Israel y Rusia, que es uno de los pocos pilares que mantiene el Estado sionista en Oriente Medio.
Un 15 por ciento de la población israelí (1,25 millones) es rusa, o de origen ruso, un grupo de presión muy importante que es uno de los fundamentos de las buenas relaciones entre ambos países.
El Kremlin negocia con Israel para avanzar en el establecimiento de una zona de libre comercio con la Unión Económica Euroasiática, que en Tel Aviv consideran como vital por la campaña del BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones).
Michael Lobovikov, presidente del Likud Rusia y miembro del movimiento de los judíos soviéticos lo dejó bien claro: “Israel sufre grandes pérdidas debido a las actividades del BDS y ello nos obliga a mantener relaciones con una potencia mundial que goza de mucha influencia en el mundo entero como es Rusia”.
Se puede decir que -al menos en parte- Israel nace gracias al apoyo de la URSS y que -si todo marcha como hasta ahora- en el futuro sólo podrá sobrevivir con el apoyo de Rusia. Las declaraciones de la ministra muerden, pues, la mano que le da de comer. También demuestran que Tel Aviv está muy lejos de tener una política consistente hacia Rusia.
Este tipo de declaraciones se suman a las de Netanyahu, quien ha iniciado una peregrinación de frenéticos viajes que ponen de manifiesto que en Siria uno de los que ha padecido una de las derrotas más severas es Israel. Los yihadistas también son criaturas suyas.
Además de conversaciones, Israel se ha visto obligado a pasar a la acción directa en Siria, sin intermediarios, lo mismo que Estados Unidos. En 2015 Bashar al-Asad calificó el papel de Israel en la Guerra de Siria como la “fuerza aérea” de la red terrorista Al-Qaeda. Recientemente sus drones han bombardeado las posiciones cercanas al aeropuerto de Damasco.
Pero la intervención de Israel en la Guerra de Siria ha ido bastante más allá del cielo. Durante la batalla de Alepo, en el invierno del año pasado, una quincena de agentes sionistas murieron por los disparos de misiles crucero rusos del tipo “kalibr” lanzados por la flota apostada en el Mediterráneo. Junto a otros militares occidentales, dichos agentes coordinaban la defensa de la ciudad por las bandas yihadistas.
La intoxicación (El Mundo, El País, El Confidencial) ha tratado de justificar las agresiones del ejército israelí contra Siria como si no estuvieran dirigidas contra el gobierno de Damasco, sino contra Hezbollah, lo cual es falso.
Entonces una falsedad se encubre con otra: a comienzos de este mes, un ataque de la aviación israelí contra el ejército regular en Hama se justificó diciendo que tenía por objeto una planta de armamento químico, uno de esos argumentos que nunca falla.
Tanto esos ataques como las declaraciones del tipo de las de la ministra de Justicia podrían comprometer el buen clima existente entre Israel y Rusia, que es uno de los pocos pilares que mantiene el Estado sionista en Oriente Medio.
Un 15 por ciento de la población israelí (1,25 millones) es rusa, o de origen ruso, un grupo de presión muy importante que es uno de los fundamentos de las buenas relaciones entre ambos países.
El Kremlin negocia con Israel para avanzar en el establecimiento de una zona de libre comercio con la Unión Económica Euroasiática, que en Tel Aviv consideran como vital por la campaña del BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones).
Michael Lobovikov, presidente del Likud Rusia y miembro del movimiento de los judíos soviéticos lo dejó bien claro: “Israel sufre grandes pérdidas debido a las actividades del BDS y ello nos obliga a mantener relaciones con una potencia mundial que goza de mucha influencia en el mundo entero como es Rusia”.
Se puede decir que -al menos en parte- Israel nace gracias al apoyo de la URSS y que -si todo marcha como hasta ahora- en el futuro sólo podrá sobrevivir con el apoyo de Rusia. Las declaraciones de la ministra muerden, pues, la mano que le da de comer. También demuestran que Tel Aviv está muy lejos de tener una política consistente hacia Rusia.