lunes, noviembre 17, 2025

LA ADELITA



La famosa Adelita de la canción existió en la vida real antes de convertirse en personaje de leyenda como soldadera revolucionaria; es decir, que formó parte de las mujeres que participaron en la Revolución Mexicana de 1910, que marchaban junto con los soldados como cocineras, enfermeras, ayudantes, enterradoras, y amantes. Su nombre completo fue Adela Pérez Velarde. Nació en Ciudad Juárez el 8 de septiembre de 1900. Fue nieta de Rafael Velarde, quien fuera amigo de don Benito Juárez y en cuya casa el Benemérito se alojó, en su camino hacia el norte de la República Mexicana, en los días aciagos de su lucha contra los invasores franceses.
Adela se dedicó a la enfermería, la cual estudió pese a la oposición de su padre, un rico comerciante de Ciudad Juárez. En 1914, dio la casualidad que atendiese a un soldado herido llamado Antonio del Río Armenta quien, profundamente enamorado, le escribió un corrido súper conocido por todos los mexicanos y algunos extranjeros. Veamos su letra completa:
En lo alto de la abrupta serranía,
Acampado se encontraba un regimiento,
Y una joven que valiente lo seguía
Locamente enamorada del sargento.
Popular entre la tropa era Adelita,
La mujer que el sargento idolatraba,
Que a demás de ser valiente era bonita,
Que hasta el mismo coronel la respetaba
Y se oía que decía,
Aquel que tanto la quería:
Si Adelita se fuera con otro
La seguiría por tierra y por mar,
si por mar en un buque de guerra
si por tierra en un tren militar.
Y si Adelita quisiera ser mi novia,
Y si Adelita fuera mi mujer,
Le compraría un vestido de seda
Para llevarla a bailar al cuartel.
Una tarde en que la escolta regresaba,
Conduciendo entre sus filas al sargento,
Y la voz de mujer que sollozaba,
Su plegaria se escuchó en el campamento.
Al oírla, el sargento, temeroso
De perder para siempre a su adorada,
Ocultando su emoción bajo el embozo,
A su amada le canto de esta manera:
Y si acaso yo muero en batalla,
Y mi cadáver lo van a sepultar,
Adelita, por Dios te lo ruego,
Que con tus ojos me vayas a llorar.
Ya me despido de mi querida Adela
Solo un recuerdo quisiera yo llevar
Su retrato grabado en mi mente
Para nunca su amor olvidar.
Existen otras versiones acerca de quién fue el verdadero compositor de este corrido tan famoso. Para algunos, la compuso un capitán veracruzano llamado Elías Cortázar Ramírez. Otros interesados opinan que se debe a la pluma de un sinaloense, Ángel Viderique, que la creo a orillas del mar, ya que uno de sus versos dice: “La seguiría por tierra y por mar…”. Se cree también que el corrido fue compuesto en abril de 1913, cuando fue tomada la ciudad de Camargo, Chihuahua por las tropas revolucionarias. A veces al corrido se le considera anónimo, y que una vez el general Domingo Arrieta lo escuchó en un rancho sinaloense, le gustó mucho, y pidió a al maestro de la Banda Militar, Julián S. Reyes que lo escribiera y lo instrumentalizara.
Como Adelita formaba parte de la Brigada de la Cruz (o Asociación Mexicana de la Cruz Blanca) fundada por la señora Leonor Villegas de Manón, desde 1913 se dedicaba a atender a los heridos soldados villistas de la famosa División del Norte comandada por Francisco Villa. La chica se incorporó a la División, entonces al mando del general Carlos Martínez, a muy temprana edad, trece años. Estuvo en el Ejército del Noroeste en Chihuahua, Zacatecas, Torreón, Aguascalientes, Morelos y en la Ciudad de México. “Adelita” la llamaban el general Pancho Villa y el general Rodolfo Fierro, diminutivo con el que pasó a la leyenda. Entre sus conocidos figuraban generales tan importantes como Pablo González y Venustiano Carranza.
Cuando la Revolución se dio por terminada, Adela recibió un homenaje por sus servicios prestados en batalla y, en 1941, se la nombró veterana de la Revolución por su participación contra la Usurpación Huertista, recibiendo una pensión vitalicia que la alejó del trabajo burocrático que en ese tiempo ejercía. En 1962, se la nombró miembro de la legión de Honor Mexicana. El documento oficial de su pensión dice a la letra:
Primera Comisión de Hacienda
La señorita Velarde es veterana de la revolución, según lo compruebe por oficio No. 9734 de fecha 22 de febrero de 1941, girado por la secretaría de la Defensa Nacional. Ostenta la condecoración del Mérito Revolucionario que se otorga por servicios prestados durante el segundo período comprendido del 20 de febrero de 1913 al 15 de agosto de 1914. La interesada militó al lado del Venustiano Carranza, quien la tenía en muy alta estima, así como otros jefes revolucionarios que la trataron y reconocieron sus grandes dotes humanitarias, ya que dedicó su juventud y su vida al cuidado de heridos y enfermos, Al triunfo de la Causa, prestó servicios en la Cruz Blanca Neutral, habiéndosele otorgado una mención honorífica por su labor altruista y desinteresada.
Artículo Único. Como recompensa a los servicios prestados, se concede a la señorita Adela Velarde Pérez, pensión de $750 mensuales que le será pagada íntegramente por la tesorería General de la Nación, mientras la interesada conserve su estado actual civil.
Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D.F., a 8 de diciembre de 1961.
La legendaria Adelita murió de cáncer, olvidada y en la miseria, la noche del 4 de septiembre de 1971, en el Hospital de San Antonio Texas, Estados Unidos

Los cuatro de los mártires de Haymarket.




Un día como hoy, el 11 de noviembre de 1887, fueron ejecutados en Chicago cuatro de los mártires de Haymarket. Eran organizadores de trabajadores anarquistas inculpados de un atentado por las autoridades debido a su papel en la lucha por la jornada de 8 horas.


El 1 de mayo de cada año se celebra el Día Internacional de los Trabajadores, que conmemora a los mártires. Lucy Parsons, una activista anarquista anteriormente esclavizada y esposa de Albert Parsons, uno de los mártires, recordaba aquel día 50 años después:

"En aquella lúgubre mañana del 11 de noviembre de 1887, llevé a nuestros dos hijos pequeños a la cárcel para despedirme de mi amado esposo. Encontré la cárcel acordonada con pesados cables. Policías con pistolas se paseaban por el recinto. Les pedí que nos permitieran ir con nuestro amado antes de que lo asesinaran. No dijeron nada. Entonces les dije: 'Dejen que estos niños se despidan de su padre, que reciban su bendición. No pueden hacer ningún daño'. En pocos minutos llegó una patrulla y nos encerraron en una estación de policía mientras se realizaba el acto infernal. Oh, Miseria, he bebido tu copa de dolor hasta el fondo, pero sigo siendo una rebelde".

Los otros ejecutados fueron George Engel, Adolph Fischer, August Spies y Louis Lingg, aunque Lingg engañó al verdugo inmolándose la noche anterior.

Al ser sentenciado, Spies declaró al tribunal: "Si piensan que colgándonos pueden acabar con el movimiento de los trabajadores -el movimiento que representa la salvación para los millones de oprimidos, los millones que trabajan y viven en la miseria, los esclavos asalariados-, si esta es su opinión, ¡cuélguennos! Aquí pisarán una chispa, sin embargo por aquí y por allá, y detrás de ustedes, y delante de ustedes, y por todas partes, arderán llamas. Es un fuego subterráneo. No pueden apagarlo. El suelo sobre el que están parados está en llamas".

En la horca, dijo: "Habrá un momento en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy estrangulan". 

domingo, noviembre 16, 2025

Ottilie "Ottla" Kafka.



En 1943, una valiente mujer judía se encontraba en el umbral de su destino. Su nombre era Ottilie "Ottla" Kafka. A sus cuarenta y un años, había tomado una decisión que sellaría su destino: acompañar a un grupo de niños al campo de concentración de Auschwitz. Su vida estuvo marcada por la lucha, la independencia y el peso de un apellido inmortal.

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Ottla Kafka nació el 29 de octubre de 1892 en Praga, en el seno de una familia judía de clase media. Era la menor de los cuatro hijos de Hermann y Julie Kafka. Mientras su hermano mayor, Franz, alcanzaría la fama como escritor, Ottla se destacó por su rebeldía y espíritu independiente.
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Desde pequeña, Ottla desafió las expectativas familiares. Mientras sus hermanas, Valli y Elli, siguieron los caminos convencionales del matrimonio y la vida doméstica, ella se inclinó por el trabajo agrícola y la educación. Asistió a una escuela para mujeres y luego decidió formarse en agricultura, una elección inusual para una mujer de su tiempo.
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No fue solo su vocación lo que la diferenciaba, sino su carácter. Ottla era audaz, desafiante y perspicaz. Su hermano Franz la consideraba su confidente y amiga más cercana. En sus cartas, le confiaba pensamientos que no compartía con nadie más. Para él, Ottla era una luz en su existencia sombría.
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Durante los años 20, Ottla tomó el control de una finca en Zürau, un pequeño pueblo lejos del bullicio de Praga. Allí llevó una vida sencilla, rodeada de naturaleza y trabajo duro. Fue en Zürau donde Franz pasó una temporada recuperándose de la tuberculosis, escribiendo sus famosos Cuadernos de Zürau, en los que plasmó pensamientos filosóficos influenciados por su estancia allí.
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En 1920, Ottla conoció a Josef David, un abogado cristiano con quien se casó en 1921, desafiando las tradiciones familiares. El matrimonio fue visto con desaprobación por su padre, quien nunca aceptó del todo su unión con un no judío. A pesar de ello, Ottla siguió su camino con firmeza.
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La felicidad, sin embargo, fue efímera. Con el ascenso del n4zllsm0, la vida de los judíos en Checoslovaquia se volvió peligrosa. Ottla se divorció de Josef en 1942, quizás con la esperanza de protegerlo a él y a sus hijas de la persecución. Sin embargo, su destino ya estaba marcado.
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Ese mismo año, fue deportada al gueto de Theresienstadt, donde, a pesar de las condiciones inhumanas, trabajó con fortaleza y dedicación, ayudando a otros prisioneros, especialmente a los niños.
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En 1943, se ofreció voluntariamente para acompañar a un grupo de niños en un transporte a Auschwitz. Sabía lo que significaba, pero no dudó. Con una determinación silenciosa, subió al tren junto a los pequeños, compartiendo con ellos su último viaje.
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El 7 de octubre de 1943, Ottla Kafka fue asesinada en la cámara de gas de Auschwitz.
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Aunque la barbarie n4zll apagó su vida, su memoria sigue viva en las cartas que intercambió con Franz y en los recuerdos de quienes la conocieron. Ottla Kafka fue más que la hermana de un genio: fue una mujer de coraje inquebrantable, que eligió su propio destino hasta el final.


“Papillón”




El 16 de noviembre de 1906, en Saint Étienne de Lugdarès, Francia, nacía uno de los personajes más fascinantes del siglo XX, que se hizo famoso por resonantes fugas de los penales más aislados y seguros, ese día llegaba al mundo Henri Charrière, más conocido como “Papillón” (Mariposa).

Pese a ser hijo de renombrados profesores y crecer en hogar rodeado de amor y sin privaciones, luego de 2 años de servicio en la armada francesa, Henri comenzó a frecuentar la periferia parisina donde abundaban las prostitutas, traficantes, ampones y mafiosos.

En octubre de 1931 se ve involucrado en un confuso episodio donde resulta muerto un proxeneta, Henri es acusado formalmente y pese a pregonar su inocencia fue condenado a cadena perpetua. En 1933 es trasladado al centro penitenciario de la Isla Real, perteneciente al Archipiélago “Islas de la Salvación” en la Guyana Francesa, ese mismo año y con llamativa facilidad escapó junto a los hermanos Maturette.

Luego de navegar por las costas de Trinidad y Tobago, al llegar a Colombia, en la playa de Riohacha una tormenta los obliga a amarrar y son interceptados por la policía local, sin embargo, mientras los Maturette eran recapturados, Charriére logra escabullirse.

Instalado en Guajira inicia una nueva vida, viviendo en una comunidad poligámica se casa con dos mujeres y tiene varios hijos, pero en un aislado viaje a Santa Marta fue recapturado y trasladado nuevamente a las Islas de la Salvación.

Luego de fingir demencia, cometer un asesinato en legítima defensa y varios intentos de fuga de la Isla Real y la Isla Saint Joseph, las autoridades deciden trasladarlo a la tercera isla del archipiélago, la Isla del Diablo.

La característica principal de la isla es que el 80% de sus reclusos morían allí y al poseer un cementerio propio se decía que ni muerto se salía de la Isla.

Esto no fue impedimento para que Charriére estudiara las mareas, el oleaje y los movimientos de los guardias, llegó a la conclusión que la mejor opción era fugarse sobre una bolsa repleta de cocos, para ello arrojó varias bolsas con un peso extra similar al suyo y quedó conforme con las posibilidades de éxito.

En 1941 con otro recluso llamado Sylvain logran fugarse de la Isla del Diablo, luego de 4 días a la deriva, al llegar a la costa, su compañero se apura en bajar y muere ahogado al no poder librarse de arenas movedizas. Charriére es ayudado por una comunidad costera y el hermano de un prisionero conocido. Pese a ser localizado y detenido se decide concederle la libertad en octubre de 1945, allí comienza una nueva vida, o como él decía “mi verdadera vida”.

Para taparse el número de presidario de la isla del Diablo se hace un gran tatuaje de una mariposa, a partir de allí comenzó a ser conocido como “Papillón”, se radicó en Venezuela donde fundó varios clubes y restaurantes que aún están funcionando.

Escribió una novela autobiográfica sobre su historia, aunque con la fuga de la Isla del Diablo como eje, fue un éxito editorial que en 1973 fue llevada al cine por Franklin Schaffner quien puso a Steve McQueen en el papel de Charriére. Convertido en una celebridad, rápidamente el mundo se olvidó que se trataba de un criminal y pasó a ser tratado como un aventurero, el presidente francés Georges Pompidou le concede un permiso especial para volver a su país y reencontrarse con su familia luego de 40 años. En el ocaso de su vida escribió “Barco”, la secuela de “Papillón”, pero un cáncer de garganta truncó su vida estando en Madrid el 29 de julio de 1973.

Efemérides Históricas


Llega navidad

 

La ciudad resplandece
Luces y colores
Domingo Acevedo.
Nov/2025



Un encuentro irrepetible: Albert Einstein y Marie Curie




En el verano de 1913, los Alpes fueron testigos de un encuentro irrepetible: Albert Einstein y Marie Curie caminando juntos, mochila al hombro, como dos viajeros más perdidos entre montañas que parecían eternas.

Einstein había viajado a Samedan, en la Alta Engadina, donde Curie pasaba unos días con sus hijas, Irène y Ève, acompañadas de una institutriz. Desde allí iniciaron una caminata alpina siguiendo senderos luminosos entre lagos largos y silenciosos, bordeados por pueblos que parecían colgar del cielo.
Los jóvenes avanzaban primero, riendo, saltando sobre la grava suelta, ajenos al hecho de que dos de las mentes más brillantes de la humanidad caminaban justo detrás de ellos.
Einstein y Curie avanzaban más lento, conversando a su propio ritmo.
Ella, atrapada por las preguntas nuevas que abría la teoría cuántica.
Él, obsesionado con ese universo elástico que estaba construyendo en su cabeza, donde el tiempo se doblaba y la gravedad dejaba de ser un misterio para convertirse en geometría.
Hablaban en un idioma híbrido, a medio camino entre el francés que Einstein nunca dominó y el alemán que Curie no disfrutaba. Pero se entendían. Como si la ciencia, en ellos, fuera una lengua materna.
Entonces ocurrió ese pequeño momento humano que ninguna biografía académica cuenta.
Mientras avanzaban entre rocas y grietas, Einstein se detuvo de golpe, tomó suavemente del brazo a Marie y le dijo, con la urgencia de un niño curioso:
—Mira, necesito saber exactamente qué le sucede a una persona atrapada en un ascensor cuando cae al vacío…
Las jóvenes adelantadas estallaron en carcajadas.
Creyeron que Einstein estaba preocupado por un accidente absurdo, sin imaginar que ese ascensor imaginario sería la semilla de uno de los pensamientos más profundos de la física moderna: el principio de equivalencia, el corazón de la relatividad general.
Curie sonrió. Porque entendía mejor que nadie que el mundo cambia gracias a las preguntas que parecen insignificantes.
Y así siguieron caminando, dos gigantes entre montañas gigantes, conversando como viejos amigos que se permiten pensar el mundo desde cero.
Un día perdido en los Alpes.
Un instante suspendido en la historia.
Y el recordatorio de que la genialidad, muchas veces, empieza con una pregunta caminada.

Vincent van Gogh

 



Cuando Vincent van Gogh murió en 1890, con solo 37 años, dejó atrás una vida de fracasos, una habitación vacía y lienzos que nadie quería comprar.

Seis meses después murió también su hermano Theo, el único que siempre había creído en él.
Todo parecía terminado.
Solo quedaban un niño, cientos de cartas y una montaña de cuadros sin vender.
La encargada de recoger esa herencia fue Jo van Gogh-Bonger, la joven viuda de Theo.
Tenía 28 años, un luto reciente y un hijo pequeño que criar.
Nadie le pidió que se ocupara de esas pinturas. Nadie pensaba que valieran algo.
Pero ella entendió que, detrás de esas pinceladas desesperadas, había un genio que el mundo aún no había querido escuchar.
Jo comenzó desde el principio: las cartas entre los dos hermanos.
Lo tradujo, lo ordenó, lo hizo publicar.
Dentro esas páginas estaba el alma de Vincent: su visión, su sufrimiento, su poesía.
Aquellas cartas lo cambiaron todo: Hicieron entender que detrás del "pintor loco" había un hombre que amaba, pensaba, buscaba.
Luego vinieron los cuadros.
Jo organizó exposiciones, escribió a críticos, a galeristas, a museos.
Se negó a malvender las obras, incluso cuando las necesitaba.
Eligió cuidadosamente qué vender y a quién, qué guardar y dónde exhibirlo.
Fue ella quien gestionó la primera gran exposición en Berlín, luego en París, luego en Holanda.
Cuadro tras cuadro, reseña tras reseña, construyó la reputación de Van Gogh tal como la conocemos hoy.
No fue un trabajo romántico. Fue una estrategia: constancia, visión, paciencia.
Cada vez que alguien la acusaba de exagerar el valor de su cuñado, ella respondía con hechos, no con palabras.
Cuando murió en 1925, Van Gogh ya era reconocido como uno de los más grandes artistas del siglo.
El Museo Van Gogh de Ámsterdam, nacido gracias a la colección familiar, le debe su existencia sobre todo a ella.
Jo van Gogh-Bonger no pintó nada.
Pero lo inventó Vincent, en el sentido más profundo del término: transformó a un hombre olvidado en un símbolo universal de arte y humanidad.
Sin ella, tal vez Van Gogh habría permanecido como un nombre de mercadillo.
Con ella, se volvió inmortal.

El pigmento que inventaron los mayas





Un color único que en la actualidad sigue sorprendiendo por su resistencia y tono muy especial. Se le conoce como "Azul Maya", pigmento 100 % natural y con mayor fijación en el mundo. Los murales de Chichén Itza son la prueba de ello. Este Azul maya proviene de una mezcla de elementos naturales, primero, la planta índigo, muy común en la zona sur de México, es la que da el color azul añil. Sin embargo, el tinte que salía de la flor se desvanecía rápidamente con el sol y los elementos naturales, por lo que para hacerlo resistente se utilizaba una arcilla blanca conocida como #atapulgita, paligorskita o copal (y saponita, arcillas que solamente se encuentran en la península de Yucatán y Guatemala), la cual se mezclaba con el pigmento vegetal para hacerlo más duradero.
Este azul tuvo gran impresión en la época de la conquista en Europa, pues para tener un azul de este tipo recurrián a la piedra precisosa Lapilazuli, muy costosa y que sólo podían usar los pintores como Miguel Ángel.
Así de la Nueva España se comenzó a exportar el pigmento azul maya hacía toda Europa.

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