Las hojas secas no son basura: son nutrientes, refugio y memoria ecológica.

Al descomponerse, liberan minerales como nitrógeno, fósforo y potasio, formando humus que mejora el suelo y conserva la humedad. Bajo ellas habitan insectos, lombrices y hongos, manteniendo la biodiversidad incluso en invierno. Además, capturan carbono y ayudan a mitigar el cambio climático.


Siempre que puedas, úsalas como abono en lugar de botarlas.
