Con esta frase, atribuida popularmente a Georgy Zhukov, el mariscal soviético trató de expresar una idea profunda: que la Unión Soviética asumió el peso más brutal de la guerra contra la Alemania nazi, pagó un costo humano sin precedentes y desempeñó el papel decisivo en la derrota del fascismo en Europa, pero que a pesar de ello, muchos en Occidente minimizaron, distorsionaron o directamente olvidaron ese sacrificio.
El 80% del grueso del ejército alemán fue destruido en el Frente Oriental, donde la URSS soportó el choque más intenso de la maquinaria militar del Tercer Reich. Fue allí donde se libraron las batallas más grandes, más sangrientas y más decisivas de toda la Segunda Guerra Mundial. En la Guerra Patria, padres e hijos se sacrificaron para defender no solo su tierra, sino el mundo que hoy existe: generaciones enteras marcharon al frente, ciudades enteras quedaron reducidas a cenizas y la sociedad soviética se reorganizó por completo para detener al nazismo.
La lucha fue total:
padres e hijos marcharon al frente uno tras otro, miles de ciudades fueron arrasadas y el país entero se transformó en un solo mecanismo de combate para impedir que Europa cayera completamente bajo la bota nazi.
Sin embargo, la frase de Zhukov adquiere una resonancia aún mayor en 2025, en un contexto donde la política de memoria en muchos países europeos se ha vuelto más tensa. En varios estados del este de Europa, monumentos dedicados a los soldados soviéticos han sido retirados, vandalizados o destruidos, en algunos casos sin ofrecer alternativas para preservar su valor histórico. Para muchos en Rusia, este fenómeno no simboliza solo un cambio político, sino una forma de negar el sacrificio de quienes murieron en el frente oriental para liberar esos mismos territorios del fascismo.
Por eso, en pleno 2025, la frase parece tener incluso más fuerza: no porque tenga una connotación política contemporánea, sino porque señala una realidad histórica inevitable y verificable. La contribución soviética fue masiva, objetiva y cuantificablemente decisiva, pero su reconocimiento continúa siendo objeto de debate, disputa o reinterpretación en el escenario internacional.
Hoy, al mirar hacia atrás, la frase de Zhukov no es un ataque ni una declaración ideológica; es un recordatorio histórico. Un recordatorio del costo humano descomunal que tuvo la victoria sobre el fascismo y de cómo las tensiones políticas del presente pueden distorsionar la memoria de un sacrificio que salvó a Europa entera.
