domingo, diciembre 07, 2025

guerra de independencia de Cuba contra España

 Antonio Maceo: el valor de la honradez




En los procesos políticos, sociales y militares siempre hay múltiples causas. Nunca es una sola. En la guerra de independencia de Cuba contra España fueron varios, como siempre ocurre, los factores que determinaron su surgimiento y triunfo. Unos fueron objetivos, fáciles de ver, y otros subjetivos, y difíciles de ver a simple vista.
Hay conscenso, por ejemplo, de que la capacidad militar del General Máximo Gómez fue un factor clave en el triunfo de los mambises.
Pero además de ese determinante factor hubo otro, también de importancia estratégica, que a mi juicio merece ser analizado detenidamente.
Es el hecho de que el ejército libertador no se vio envuelto en disputas internas, como sucedía con frecuencia en las luchas de independencia de América Latina, que lo pudieron haber llevado a la división, que de haberse producido, sin duda, hubiese dificultado, por no decir imposibilitado, el triunfo.
La jefatura de Máximo Gómez, promovida por José Martí y apoyada por los generales, era aceptada con la mayor disciplina y conciencia de su importancia.
Nada es más dañino para una causa política o militar que una división, tan frecuentes en nuestra accidentada historia. Así como la unidad ayuda a la victoria la división ayuda a la derrota.
En esa lucha había un hombre que estaba en capacidad de encabezar una división de las fuerzas independentistas. Ese hombre era Antonio Maceo.
El prestigio ganado en los campos de batallas donde fue herido de balas muchas veces era tan grande que le hubiese permitido, de haberlo querido, encabezar una rebelión contra Gómez. Con o sin éxito una iniciativa de ese tipo encabezada por un hombre de su prestigio hubiese sin duda afectado seriamente la revolución.
Pero, por fortuna, Antonio Maceo, conocido también como El Titán de Bronce, no era de esos generales con el ego tan inflamado como para encabezar rebeliones y divisiones. No era de los que ponían su interés particular por encima del bien y el mal. Su causa era solo la independencia de Cuba.
Antonio Maceo era un mulato, hijo de un pequeño propietario, y tenía 23 años cuando Carlos Manuel de Céspedes se rebeló en 1968 en “La Demajagua” contra el dominio español.
Cuando supo de ese acontecimiento se integró a las fuerzas revolucionarias como soldado, pero con el tiempo y por su arrojo y valentía, iba a ser, al decir nada menos que del profesor Juan Bosch, "el más grande de los generales de su país".
En su libro titulado "Cuba: la isla fascinante", el profesor Bosch escribió un penetrante perfil de Antonio Maceo que no hay manera de leerlo y no sentir admiración por el personaje. Es la prodigiosa pluma de Bosch unida a las hazañas de un héroe.
El profesor nos dice: "Bajo el mando de Gómez aprendió el arte y la ciencia de combatir...Como en el caso de Máximo Gómez, ya en el destierro vio crecer su prestigio incesantemente, hasta llegar a figurar entre los tres hombres que habían de dirigir la revolución del movimiento libertador. Se le quiso matar en Haití; fué herido en Costa Rica por fanáticos españoles. Cuando Martí tuvo listo todo lo necesario para iniciar la guerra, a principio de 1895, le escribió diciéndole que sin él era imposible llevar la libertad a Cuba y que debía embarcar...Hecho un huracán sobre su caballo, seguro de sí mismo, Maceo era en los combates la fuerza de la tierra desatada. Había salido de la década sangrienta con trece heridas, algunas de ellas gravísimas; pero nadie creyó jamás que aquel cuerpo de gigante, lleno de poderosos músculos, podía ser abatido a tiros. Le llamaban el Titán; el Titán de bronce le dicen hoy. Los negros de Cuba le decían, simplemente, el General Antonio. Después de peralejo dio la batalla de Sao del Indio; más tarde encabezó la invasión hacia Occidente...Desde el 22 de octubre de 1895 hasta el 22 de enero de 1896, a lo largo de una ruta de más de ochocientos quilómetros, vadeando ríos, trasponiendo lomas, evadiendo trampas, combatiendo, atacando, retirándose, con una fuerza que en ocasiones iba hambreada y que llevaba tras sí gran impedimenta; dejando a la espalda enemigos y delatores; atravesando una isla que por largos días no ofrecía mas terreno que enormes llanuras y que a veces no tenía cuarenta kilómetros de anchura; escurriéndose por las célebres trochas, líneas compuestas de fortines distantes entre sí mil metros nada más, de costa de mar a costa de mar, Maceo marchó y contramarchó, todo aquel ejército a su cuidado, pues a él confió Gómez el mando de las tropas...
Pasma pensar que esa marcha pudo llevarse a cabo. Pasma pensar que la fuerza invasora se mantuvo unida; que no cejó un pie, que fue capaz de concebir la hazaña y de realizarla.
La marcha de la invasión llenó de asombro al mundo. El nombre de Maceo resonó en Francia, se repitió en Inglaterra, era dicho en las dos Américas. Se había convertido en el caudillo por excelencia, en el símbolo de la revolución...."
Sigamos leyendo:
"El prestigio de Maceo no conocía paralelo. Millones de oprimidos, en Cuba y en todas partes, veían en él un ejemplo y una esperanza. Era mulato y comandaba un ejército libertador; había sido arriero y su machete tenía en vilo a un imperio multisecular". Y aquí el profesor nos suelta este fulminante párrafo, que ojalá sirva de lección para los líderes de hoy, porque la historia no es solo para narrarla, sino fundamentalmente para aprender de ella: "Sin embargo, Maceo respetó su gloria. Su título era el de lugarteniente General; por encima suyo estaba Gómez, y Maceo, que era implacable en la demanda de disciplina, obedecía sin un reproche cualquier orden de Gómez o del poder civil de la revolución. Pudo haber dicho: “Quiero el mando supremo”, y lo hubiera tenido. Jamás fue capaz de pensarlo. Era un gran capitán, pero un gran cubano".
Lo que queda claro después de leer el maravilloso relato de Bosch es que el Titán era un guerrero profundamente honrado, con alto sentido de la dignidad personal. En él, definitivamente, el valor de la honradez voló muy alto. Es lo que le permitió, como dice el maestro vegano, ser disciplinado, respetuoso del mando de Gómez y "respetar su gloria".

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