Hay en mi voz
un niño hambriento
y lleno de harapos
descalzo se aleja
por entre los escombros del tiempo
va a escribir con
sangre en las paredes de una lágrima
su nombre
fatigado se
recuesta en el piso frío del crepúsculo
cierra los ojos
sueña
sonríe
sonríe
es feliz
ha muerto
Domingo Acevedo