Alfred
Viau, su padre, vino huyendo a la República Dominicana
en 1958 junto a sus dos hijos y familia y de inmediato se dedicó a la enseñanza
del francés en nuestros planteles escolares.
Jacques
Viau, hizo vida común con los poetas y artistas que caminaban por la calle Él
Conde y tertuliaban en las cafeterías. El estuvo en "Arte y
Liberación", un grupo dirigido por el gran pintor Silvano Lora,
que en el patio del viejo ayuntamiento daba recitales de contenido social.
Jacques
era sensible y de un espíritu cultivado. Era un haitiano que amaba
profundamente a su país y rechazaba la dictadura. Era un haitiano que
dijo: "nadie que no sea joven habitará esta isla un día".
Era un haitiano que dijo: "que un día los hambrientos comprendan
que la vida les pertenece / que el callado plañidor de las calles, edifique con
lo que sus manos nunca han tocado..."
Cuando
llegó abril de 1965, este joven de apenas 22 años, que caminaba la ciudad
pequeña con sus cuadernos de poesía, que daba clases en el Liceo Dominicano,
con sus grandes ojos claros, con su voz serena, se unió a los jóvenes
dominicanos que levantaron trincheras para defender la bandera tricolor.
Y
cuando los interventores avanzaron sobre la ciudad rebelde lo encontraron en la
primera línea de fuego. Tenía versos y fusil, tenía una voz de amor por el
país. Cuando herido vivió horas terribles de agonía, la ciudad que amó marchó
marcialmente entonando los himnos de los dos países.
Juan
José Ayuso escribió un poema donde dijo:
"Pasa Jacques Viau,
montado en una estrella,
por el cielo invadido
abajo nadie duerme
todos ven a Jacques pasar
montado en una estrella
abriendo un surco claro
para que el sueño quepa..."
La
voz alta de Ayuso se queda en el viento, permanece en las vibraciones del
tiempo histórico, recorre como aliento del porvenir venturoso el surco claro
donde cabe el sueño, donde vive para siempre nuestro querido Jacques Viau.