Cada día, bajo el sol abrasador de Irak, Ihsan Muhsin, de 69 años, recorre kilómetros cargando 12 botellas de agua. Su destino: zonas áridas donde aves y animales salvajes luchan por sobrevivir a la sed.
Desde hace dos años, Ihsan llena bebederos improvisados con constancia y devoción. Lo que para muchos sería agotador, para él es un acto sagrado. “Cuando les doy agua, siento que el mundo entero es mío”, confiesa.
Su gesto se volvió viral, inspirando a miles. No busca fama ni recompensa, solo aliviar el sufrimiento silencioso de la fauna. Ihsan demuestra que la compasión no necesita grandes gestos, sino perseverancia diaria.