Capítulo I
América
I
América
a veces quiero pensarte
en retrospectiva
imaginarte cómo habrías sido hoy
si Colón hubiera errado el rumbo
y sus naos imperiales
hubieran naufragado
En las noches sin memoria del olvido
sin alcanzar tus costas
y así sus tripulantes
no hubieran podido
realizar la hazaña terrible
de la conquista
y los hombres del viejo continente
no hubieran entonces enlodado de sangre
con su odio el aborigen encanto
de tu geografía inocente
II
América
a veces quiero pensarte
en retrospectiva
imaginarte cómo habrías sido hoy
si tus habitantes
no hubieran quedado deslumbrados
por el brillo metálico
de las armaduras
de los conquistadores
si Quetzalcóatl
hubiera prevenido a los Aztecas
y Viracocha a los Incas
de que por la misma ruta
otros hombres
en otras naves
con otras intenciones llegarían
como hordas de lobos infernales
a sembrar el terror y la muerte
entre tus habitantes que creyeron
que ellos los recién llegados
eran los dioses bondadosos y sabios
que un día se marcharon
prometiéndoles volver
por eso los recibieron
con su festiva inocencia
entre sus manos repletas
de frutas tropicales
flores exóticas
y regalos de amor
era su única intención
agradar a los dioses
pero no leyeron en los ojos de los extraños
la codicia sin límites
de los guerreros plateados
que llegaron del mar
ahogando en sangre la hospitalidad brindada
ante la sorpresa de tus habitantes
que creyeron que ellos poseían el poder
del trueno
y qué caballo y jinete
era una sola bestia
y en su inocencia
no pudieron sobreponerse al asombro
ante la crueldad inusitada
de los hombres pálidos
que intentaron en vano doblegar
la inquebrantable actitud de los aborígenes
que prefirieron morir mil veces
antes que ser esclavos
III
América
a veces quiero pensarte
en retrospectiva
imaginarte cómo habrías sido hoy
si en nombre de Dios
los conquistadores
no se hubieran posesionado
de ti
de tus valles
de tus montañas
de tus planicies
de tus búfalos
del manatí
del cóndor
del Jaguar
del águila
del quetzal
de tus hombres
y tus mujeres
del oro
y del níquel
de la plata y del hierro
y si después de ser dueños
de todas las cosas
no hubieran usado el sano pretexto
de la evangelización para exterminar
a tus habitantes
que nunca quisieron aceptar
al Dios bueno de los hombres malos
que los obligaron al trabajo forzado
que violaron sus mujeres
y se adueñaron de la vida y los sueños
y nombraron a Abya Yala
tierra en plena madurez
equivocadamente América
e hicieron un testamento
donde los reyes católicos de España
eran los dueños de esa tierra
fabulosa y rica
que ojos humanos jamás había visto
y cuyos habitantes
eran muy hermosos mansos y sencillos
y vivían semidesnudos
e ignoraban el valor
de las piedras preciosas
y los metales
y no conocían la rueda
ni el caballo
ni la pólvora
ni la viruela
ni el sarampión
ni la sífilis
y sin embargo
tenían grandes conocimientos
sobre matemáticas
astronomía
e ingeniería
y ya habían inventado el valor del cero
y habían construido
hermosas ciudades
con grandes edificios
en forma de pirámides
y cultivaban maíz
yuca
cacao
algodón
y coca
y eran felices
recorriendo en sus canoas
las islas dispersas
a todo lo ancho y largo
del mar Caribe
viajando a través de los ríos Lempa
Amazonas y de la Plata
hacia el corazón palpitante de la selva
pescando en los ríos Ozama y Yukón
cazando búfalos
en los territorios de los sioux
los kiowa y los apaches
poblando y repoblando el continente
desde las planicies heladas de Alaska
hasta la edad eterna
de las remotas soledades
de la tierra del fuego
donde la vida parecía
haberse detenido para siempre
IV
América
a veces quiero pensarte
en retrospectiva
imaginarte como habrías sido hoy
si los vencedores hubiesen sido tus habitantes
si el valor y la dignidad
hubieran triunfado sobre la violencia de la fuerza
y la sin razón
de los centuriones europeos
a quienes ni el oro
ni la sangre
lograron saciar su feroz opulencia
y siguieron la ruta
que les trazó su codicia
como demonios ciegos de ira
sembrando la muerte a diestra y siniestra
en una danza macabra
de violencia y lujuria
llenando de espanto y locura
la claridad de los días
y como respuesta al genocidio
y a la crueldad inusitada
la resistencia no se hizo esperar
los guerreros huyeron en las noches
hacia las altas montañas
desde donde acechan
a quienes en busca de ellos
se aventuran en la manigua
y las madres indefensas
en un acto de rebeldía
ahogaban a sus hijos en los ríos
o los mataban a palos
y después se suicidaban
y las embarazadas de la yuca amarga
bebían el jugo
para envenenar en el vientre al feto
para librarlo de nacer bajo el horror de la conquista
V
América
jazmines morados florecen
en la tierra abonada
de las noches lejanas
de los últimos aborígenes muertos
en cuya sangre se ahogaron las piedras del camino
que emprendieron
los que nunca admitieron ser esclavos
y lucharon heroica y tenazmente
hasta el fin de la raza
y hoy a quinientos años
del exterminio
lejanas hogueras
crepitan en las noches frías
de los Ande
la selva lacandona
y las amplias llanuras del Norte
donde nuevamente
suenan los tambores de la guerra
que anuncian el fin de una paz
que nunca existió
ya que nunca cesó el exterminio
contra los indígenas
y del camino que viene de los siglos
un tropel de fantasmas regresan y se agolpan
junto a la mágica claridad del alba
Caonabo
Enriquillo
Hatuey
Caupolicán
Lautaro
Urraca
Tupac Amarú
Lempira
Caballo Loco
Cochise
Gerónimo
Nube Roja
como una utopías
regresan de la vía láctea
para encender con su ira el fuego
que iluminará el camino de los elegidos
que guiarán a nuestra América hacia un nuevo amanecer
América II
América
razas mezcladas
en la sangre y en el llanto
Quena dulce y triste
danza ancestral
ritmo frenético
de tamboras milenarias
bailes
esperanzas
alegría
oxidadas cadenas de siglos
arrastran un pasado
de llanto y luto
América
indígena
negra
mulata
caribeña
latina
austral
insular
continental
América
violada
ensangrentada
subversiva
levantada
presentida
pero jamás sometida
osada
digna
valerosa
tierna
solidaria
amorosa
América
Una y otra vez América
mil veces América
en la sangre y en la flor
América
en la vida y en la esperanza
América
siempre América
V quinto centenario I
Ay si tantos muertos
pudieran levantarse
con la aurora
para reivindicar la historia
para poner cada cosa
en su justo lugar
entonces
la opulenta celebración
del V Centenario se iría
a la mierda
V centenario II
I
Hoy me he puesto a llorar
sobre las tumbas milenarias de los muertos
sobre la breve dulzura de sus huesos
sobre su silencio de siglos
sobre la historia de este continente
que los jinetes apocalípticos
bautizaron fatídicamente América
II
Hoy me he puesto a llorar
sobre cerradas sepulturas
que guardan el secreto rumor
de un viejo motivo
y cada lágrima corre como un río
donde se desborda la noche
y me obstino en mi pretensión
de recoger las estrellas diseminadas
por el suelo amarillo del universo
que hoy alcanzaron
la breve estatura de las piedras
III
Hoy me he puesto a llorar
sobre las tumbas olvidadas
de los aborígenes asesinados
y sobre estas viejas tumbas
maldigo a los argonautas
que hicieron de la espada y la cruz
argumentos perennes de opresión y muerte
y del miedo una prisión
donde encadenaron el amor y la ternura
para que las gaviotas
perdieran la órbita celular del mar
de cuyas espumas
vienen desde siempre las mariposas
a llenar de colores
el horizonte circular de la primavera
IV
Hoy me he puesto a llorar
sobre esas tumbas abandonadas
en el tiempo
y sobre ellas
maldigo a los que profanaron
el sexo de los sueños
y subyugaron la inocencia
y arrojaron la alegría al vacío
enlutando de espejos oscuros
las soledades del futuro
y después poblaron las profundas cavidades
de la tierra de cadáveres y profetas
para que los oráculos divinos
guardaran en su silencio
el horror de la profecía
mudos desde entonces
los perros invisibles de la noche
miran con melancolía
la luna creciente del olvido
V
Hoy me he puesto a llorar
sobre cerradas sepulturas
que guardan el secreto rumor
de un viejo motivo
y sobre estas viejas tumbas maldigo
a los conquistadores
y los evangelizadores
y a todos los que al cumplirse
quinientos años
pretenden detener
el avance de la primavera
para que en nuestros corazones
no germine la esperanza
1492
La noche es oscura
desde entonces
aunque está repleta
de estrellas lunas
y hogueras ancestrales
alimentadas
todo este tiempo
gota
a
gota
por la sangre
que derramaron
los indígenas asesinados
por la espada genocida
de los invasores
que a su paso
por la historia
trituraron los lirios sagrados
y sembraron de cruces amargas
los caminos por donde se escaparon
los negros cimarrones
hacia los manieles
donde encendieron con su ira
la llama imperecedera
del amor por la libertad
Herencia fatal
El dolor descendió
hasta las profundas
soledades de la sangre
encontrando eco
en el llanto hueco
y amargo de los siglos
y las sonrisas
se ahogaron en las lágrimas
de los que hemos heredado
estos quinientos años
de horror
y
hoy
aquí
nosotros
en América
aportamos nuestras vidas
para que la libertad
sea un canto en la voz
de todo el pueblo
Dedicado a Roseli Caldart
Y a Teresinha Toledo
Brasil
Los Charrúas.
Cuando en su
redondez la luna descienda tras las montañas
y se pose en
tu mirada
nosotros los
Charrúas
regresaremos
de la sangre
a poblar con
nuestro heroísmo el olvido
a rescatar
del exterminio
los
sueños perdidos aquel 11 de abril de 1831
y reivindicar
con la sangre de los malditos
en yacaré
Cururú
el honor
Charrúa
regresaremos
en el viento a poblar nuevamente las regiones del río Hum
bajaremos de
la cuchilla de Haedo
recorreremos
la Patagonia
y en silencio
nos
perderemos para siempre en lo tupido del bosque
para renacer
cada día
en los sueños
de quienes quieren ser como nosotros
tenaces
e indomables
Guerreros
invencibles del Aconcagua.
Esta noche
solitarios
guerreros danzan en los pergaminos del tiempo
alrededor de
una luna de plata
parecen
mariposas danzando en el viento
tratando de
alcanzar un sueño
una luz
perdida en los lejanos suburbios de la alborada
fantasmas que
recorren los Andes
atravesando
senderos amazónicos
buscando
entre los residuos de la historia
los restos
incinerados de la utopía
encendiendo
hogueras apagadas por el llanto
para que
nuevamente iluminen de esperanza
las aldeas
remotas de los Mapuches
hechos de
amor y ternura
de un
sentimiento tan profundo
que los ata
por siempre a la tierra
por la viven
y mueren
guerreros
invencibles del Aconcagua
hechos de
barro y agua
habitantes de
más allá del río Maule
araucanos
bravíos
eternizándose
en el tiempo
raza que
emigra desde el dolor y el sacrificio a la gloria
hoy por un
sendero de sangre que viene del pasado
un centauro
herido renace en mi voz
Areito fúnebre
ojos repletos de eternidad
anacahuita perenne que crece
en los límites de mi voz
flamboyanes que esconden
bajo sus sombras la quimera
flor sagrada de la yuca
guayiga que conjura el hambre
de los días eternos en la manigua
guaraguao prisionero
en el viento gris del invierno
behique que deambula dando tumbos
en las noches efímeras de las profecías
indígenas que habitan con los Manatíes
en las grutas submarinas del río Maguaca
areito fúnebre
galipote que protege la tumba
donde descansa preñada de sueños Anacaona
Lirio de agua dormido junto al camino de la tarde
galopar incesante de guerreros
en la llanura del tiempo
camino
sangre
cadenas rotas
trapiche incinerado por la ira
maniel de esperanzas
tambora que llora todas las noches
bajo las ceibas
marimba herida por el olvido
ciguapa que huye en el lomo de un unicornio
de su destino
sus huellas ambiguas en el césped
no van a ninguna parte
Guerrero de ébano
I
Las huellas
heridas de un centauro
Se pierden
entre la espesura del bosque
dejando un
rastro de sangre en la mirada azorada de sol
qué triste se
esconde detrás las montañas
que sirven de
escondrijo a la muerte
que se
enseñorea en su trono púrpura
y cabalga
implacable contra los guerreros de ébano
que en
Bahoruco
se negaron a
deponer las armas
y siguieron el
rumbo inexorable de la historia
II
Decapitado Lemba
su cabeza en
la puerta de la ciudad amurallada
es un trofeo a
la ignominia
mientras el
último cacique
vencedor
póstumo de su raza
acongojado y
solo
recostado en
sus recuerdos
termina sus
días en el delirio de su traición
mirando con
pena
cómo los
últimos remanentes de su tribu
se diluyen en
el tiempo
Capitulo II
Barcos Negreros.
En su itinerario de horror
barcos negreros vomitan cadáveres en una mar de topacio
anidan en el viento voces quebradas por el látigo
trapiche oxidado por un dolor ancestral
areito fúnebre
batey desolado
aluvión sangriento
sudor que al tocar la tierra se convierte en sangre
miradas de sal derretidas por el sol
cadenas que atan la quimera al canto de las luciérnagas
fantasmas que todas las noches lloran
junto al camino del luto y gloria
cruces clavadas en el útero de la inocencia
corazas plateadas en donde se enseñorea la muerte
ojos
azorados
cuerpos desnudos y sudorosos
pies descalzos alejándose presurosos
hacia la espesura del tiempo
pechos reventados por un rayo carnívoro
grito diluido en la memoria de una raza que se extinguió en su heroísmo
llora el tiempo en el pecho de la noche que el viento enlutece
isla perdida en la ruta del sol
antigua y ambigua
ubicada en un cateto de azúcar y sangre
puerta de jade por donde penetraron los caballos apocalípticos
a perforar con sus arcabuces la tierna inocencia de los taínos
Trampa ancestral.
Pedazos de luna derritiendo entre los espejos de las madrugadas
espada vencida por la gloria
relámpago anfibio
torbellino de luz
tres naves carnívoras navegando entre la bruma de agosto
hacia las luces y las sombras de octubre
boca llena de una luz mineral
sonidos de tamboras en la voz destemplada del viento
trapiche desolado
cañaveral ensangrentado por un sonido de cadenas rotas
danza victoriosa
litoral de cenizas
trampa ancestral
lágrimas de cera en los ojos de la quimera
y más allá del resplandor amarillo de las olas que iluminan el amanecer
cadáveres mutilados chorrean sangre sobre los pergaminos de la historia
y junto al camino del ocaso
un lirio resplandece
Negra Antillana
I
Negra Antillana
en tu sangre llevas el ritmo tropical
del Caribe imperial
reina del mar y los caracoles
reina del amor y la ternura
reina de la melaza y del guarapo
II
Negra majestuosa
alegre y sensual
amo tu piel color aceituna
de la que te sientes orgullosa
porque sabes que es hermosa
de África una flor en la distancia
III
Negra dulce y encantadora
deidad que aún suspira
en el dolor de la historia
que los esclavos escribieron
con su sangre en América
IV
Deidad que habita en las noches
alegres de los bateyes
y vive en los cañaverales
y en los cafetales en flor
V
Y permanece en los días
Interminables de las zafras
donde tu presencia dulcifica
la vida de los hombres
que hacen del duro trabajo
una canción de amor
VI
Negra antillana
simple
inmensa
esencia de siglos
sueños de atabales
ritmo de tambores
es amargo nuestro azúcar
pero dulces tus labios que anhelo
África
África
te llevamos dentro de nosotros
donde corres impetuosa
como un río que infla
nuestras venas de orgullo
II
Lates en nuestros corazones
como un tambor
que enciende nuestra sangre
de ritmo y pasión
III
África
tan lejos y tan cerca
como el horizonte
de una primavera tropical
IV
Oscura y dulce como el azúcar crema
V
Liviana y simple como una mariposa
VI
Alegre y tierna como una doncella
enamorada por primera vez
VII
África
aquí en nosotros
tú vives en América
Trópico de fuego
Trópico de fuego
cañaveral de sangre
ingenios oxidados por el dolor
senderos perdidos en la memoria
hombres tendidos al sol
con el alma encadenada
a los sueños
y más allá de la angustia púrpura
del látigo en la espalda
la libertad es un canto
Un sendero de sangre
Ay negro
cuando quisiste ser libre
nadie pudo detenerte
por un sendero de sangre
tus huellas van tras
la alborada
Pergamino de lágrimas
Mi voz dibuja en un pergamino de lágrimas
un lejano horizonte de caña y sangre
en donde el tiempo acumula
en un rincón de mi alma
voces quebradas por el látigo
Hogueras de sangre.
Largos caminos de viento y de sal
naos repletas de voces
que se ahogan en la noche
rastro infinito de cadáveres en el mar
raíces sembradas en el viento
miradas aplastadas
bajo los escombros rojizos de la tarde
huellas congeladas en la memoria
hogueras de sangre iluminan en el cielo
pasos que se pierden en un siglo
de luces y sombras
trapiches olvidados junto al sendero
de un trópico lejano
tamboras
maracas
danza
sudor
rotas las cadenas
no puede el látigo
huérfano de toda humanidad
acallar el canto
que brota del cañaveral
Tu historia
Es la tambora
la única que sabe tu historia
no es el látigo
que en tu espalda
levanta surtidores de sangre
en tu piel
no es el sol que derrite
tus sueños
ni es el amo
ay negro
es la tambora
la que en cada sonido
cuenta tu historia
El látigo
Del látigo al salario
tu historia
siempre ha sido la misma
negro
la vida por nada
en el trabajo dejas
Negro
Negro
no olvides que vienes de África
que con tu sangre en América
también se escribe la historia
Negra
I
Negra
ven a los brazos del negro
que la noche es breve
II
Ven
que el amo duerme
III
Ven
que el amor te libera
La reina
Negra
que habitas en el ritmo
de los atabales
que gritan tu procedencia
cuando en las noches
bajo las ceibas florecidas
de estrellas
las manos sudorosas de los hombres
despedazan a ritmo
los cueros de las tamboras
para que tú
coronada de ilusiones
seas la reina del batey
Piedra de sacrificio
Esta herida que tengo en el costado izquierdo
de la memoria
no deja de sangrar mariposas amarillas
en mi voz
mi voz que llegó de África a este continente
desnuda y con grilletes
en una carabela que iba vomitando cadáveres
por los mares sin retornos del tiempo perdido
dejando en los salones memorables de la noche
un cementerio de muertos innombrables
que permanecen intactos en las urnas funerarias
del viento
esta herida que tengo en el costado izquierdo
de la memoria
no deja de sangrar mariposas amarillas
en mi voz
en mi voz de tambor ancestral
que ilumina con su canto
los azules rincones del agua
eco luminoso
manantial de luz que brota
de las heridas del tiempo
piedra de sacrificio
raíz de árbol sagrado
hoja petrificada tras el ambarino cristal
del otoño
cuchillo de sal que hiere la eternidad
canto de guerra
alarido de muerte
mi voz
llanto de sirena en un océano envenenado
de cadáveres fosforescentes
lluvia de caracoles dormidos en el alma
ala de guaraguao
nido de aves fantásticas
sonido de selva tropical
mi voz de cañaveral y trapiche
de guarapo y melaza
de algodón ensangrentado de sudor
y espanto
mi voz
por el sendero que une a los dos continentes
un sonido de cadenas rotas ilumina la historia
El amor te libera
I
Negra
ven a los brazos del negro
que la noche es breve
II
Ven
que el amo duerme
III
Ven
que el amor te libera
Sebastián Lemba
Ven aquí negra mía
y deja que la luna
de seda y ternura
te vista la piel
vamos
que en los manieles
repican las tamboras
anuncian que Sebastián Lemba
las cadenas rompió
y los negros en América
libres ya son
De África
De África a los trapiches
de los trapiches a los manieles
de los manieles a la aurora
venturoso es el camino
que lleva negro a la gloria
Naos repletas de voces
Largos caminos de viento y de sal
naos repletas de voces
que se ahogan en la noche
rastro infinito de cadáveres en el mar
raíces sembradas en el viento
miradas aplastadas
bajo los escombros rojizos de la tarde
huellas congeladas en la memoria
hogueras de sangre iluminan en el cielo
pasos que se pierden en un siglo
de luces y sombras
trapiches olvidados junto al sendero
de un trópico lejano
tamboras
maracas
danza
sudor
rotas las caderas
no puede el látigo
huérfano de toda humanidad
acallar el canto
que brota del cañaveral.
Estruendo de arcabuces
Estruendo de arcabuces
perforan las paredes del tiempo
Anochece
el mar salpica de cadáveres
los azules rincones de la distancia
arde la noche
en la memoria
pasos desnudos huyen
y un galope desenfrenado de caballos
acorrala en la oscuridad
los gritos y las voces de los guerreros
que con su sangre iluminan el camino
de la esperanza
piedra de dolor
inerte la carne
mudas las tamboras
una hilera de hombres y mujeres vencidos
miran azorados a sus verdugos
y al compás de la muerte
el látigo y las cadenas danzan
amanece
por un océano de sangre
una embarcación se aleja
Un lirio roto
Un lirio roto
un enjambre de pájaros agonizantes
en los balcones del horizonte
una embarcación anclada en la memoria del olvido
repleta de gritos que salpican la historia de sangre
un cañaveral
en donde en un trapiche
de sombras
se cuece el dolor
una tambora que repica en las noches claras del verano
bajo una luna de jade
que en un cielo cuajado de sangre solloza
un unicornio moribundo
junto al sendero de la alborada
donde un relámpago de cadenas rotas
deja en el viento
un murmullo de huellas
que se alejan por el camino de la gloria
y el sacrificio
hacia la eternidad
Evidencia
Yo que transito en el tiempo recolectando estrellas
tengo la maleta repleta de recuerdos
de nombres viejos y olvidados
de muertos ignorados de mi infancia
que solo yo recuerdo
cuando rebusco entre las cenizas del olvido
y mis manos tocan con ternura
los huesos de mi viejo linaje
y en mi memoria se encienden
milenarias hogueras
y en mi pecho un tambor late
y África como una evidencia
es una lágrima entre mis ojos
cuando miro el camino real
que se pierde más allá del horizonte
Un negro llamado Lemba
Hombres que
emergen del mar
con las
miradas enfermas de codicia y sangre
levantando
entre sus manos un estandarte de luto
tainos
petrificados en el ámbar de la tarde
dos razas
heridas en su inocencia
por la espada
y la cruz
rastros de
sal y sangre que se bifurca en el tiempo
que se pierde
en el follaje de la tarde
pergaminos de
lágrimas que humedecen los sentidos
tamboras que
repican en las noches claras del adviento
y por el
camino ensombrecido del medio día
jinetes
acorazados van tras las huellas
de un negro
llamado Lemba
Mi origen
La tarde recrea ante mis ojos la nostalgia de mi origen perdido en
África.
La tristeza de estos largos años de exilio en que hemos perdido
nuestra identidad, hace florecer entre mis ojos lirios de agua.
La pena acumulada durante estos siglos de huir a ningún lado golpea
mi memoria como un látigo de sal que abre viejas heridas que vuelven a
sangrar bajo el sol púrpura de nuestro ocaso. Tantos años de olvido han
dejando en mi boca el agrio sabor de la ausencia
África es en mi corazón la ilusión más dulce, sé que ya no
volveré al acrisolado mundo de mis sueños, me he resignado a morir en
esta tierra tan ajena y tan mía, pero mi vida sigue allá, en la aldea de
donde una noche mi ADN sin querer, empezó a viajar en un cuerpo
desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe.
Quinientos años después, la mirada triste de la abuela Mamá Tita, me
despierta en medio del estruendo de los arcabuces y los gritos de
los hombres que defendían a los suyos, hasta terminar atados
a la codicia de unos hombres que contra el reflejo de la aldea incendiada
los conducían por un sendero de horror hasta una embarcación anclada en
un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje sin retorno hacia el dolor.
Yo apenas era menos que un sentimiento perdido en la memoria de alguien que
aún no había nacido, pero ya llevaba sobre mis hombros el peso de una
historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un canto que en las
noches, se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.
Domingo Acevedo.
Presentación.
América,
es una colección de poemas de carácter social e históricos escritos en una
época que salpicó de sangre la conciencia de los hijos más nobles de la patria
y a propósito de la celebración del quinto centenario de la llegada de
Cristóbal Colón al continente.
Estos
poemas narran la lucha de nuestros aborígenes en contra de los invasores
europeos que a su paso por nuestro continente llenaron de cruces amargas el
camino perenne hacia la libertad, también hablan de la historia de
los hombres y las mujeres que fueron arrancados de sus tierras en África para
ser esclavizados en las minas y las plantaciones y que se sublevaron contra del
amo blanco y huyeron hacia los manieles en donde hicieron de la libertad un
canto de amor y esperanza, estos poemas son también un canto cotidiano a
los que en nuestro país y el mundo viven y mueren tratando de construir un
mundo justo y solidario.