Aún la tía Tatín barre el patio de su utopía
con su escoba arrincona contra las tardes
los recuerdos mas lejanos de nuestra memoria
enciende junto al camino real las hoguera de nuestra ira ancestral
la tía Tatín menuda
frágil
leve
sus pasos cansados por los años se pierden en el tiempo
entre los limoncillos y los mamones florecidos
sus pasos no volverán del olvido
por que una tarde se murió de pena
cuando sintió la aguda ausencia de los pájaros y el trueno
y pregunto por la lluvia
y le dieron que Mamá Tita
se había ido envuelta en un manto de lagrimas
a otras tierras lejanas y extrañas
y las flores
preguntó
la primavera agoniza
le contestaron
con razón la tarde huele a sangre
dijo
y se vistió de tristeza y por la ventana abierta del crepúsculo
miro con ternura por última vez las anacahuitas gemelas
que junto al camino real arañaban el cielo
y que ella amaba tanto
porque en su oquedad junto a sus hijos
ella sobrevivió al ciclón San Zenón
fue aquella tarde cuando por primera vez
sintió el ruido macabro de los tractores destruyendo el bosque
y sintió sobre sus hombros el peso de la primavera que moría
LLUVIA
HORINZONTAL
El verano empezó a vestir las
tardes de otoño
En la distancia los colores
danzan con las sombras
y huyen
impetuoso el viento galopa
sobre la nada
paraíso invisible de alegres
prostitutas
que danzan desnudas por las
calles de asombro
de un mundo pervertido
bajo el amarillo resplandor del
ocaso
mariposas mordidas por las
sombras
lluvia horizontal de peces
congelados en el tiempo
la ciudad duerme
aúllan los perros
el otoño esta cerca
helados puñales hieren la noche
Mis padres
I
Mis padres
habitantes
de las noches más lejanas del olvido
inquilinos
del rocío
hijos de la
pena
náufragos del hambre
transeúntes
eternos de las noches lívidas del verano
II
Mis padres
alegres
tamboreros del alba
que tejen
con sus manos tiernas los colores vegetales del bosque
anónimos cazadores de sueños
que hacen
surcos de amor en el viento en donde siembran la vida
III
Mis padres
peregrinos
de la sed hundiéndose en la lluvia
temblorosas
sus huellas
se deshojan
en la piel arrugada del camino amarrillo del otoño
sus voces
cuajadas de ausencia tienen profundas raíces de olvido
y entre sus
ojos
el sol del
crepúsculo estalla en la sed
del dolor
ancestral del desarraigo
pesa tanto
la sangre en el recuerdo
que deja en
la mirada por siempre
una pena
escondida
IV
hijos de un
dolor lejano
mis padres
cargan
sobre sus hombros el peso de una historia antigua y amarga
de barcos
de sangre naufragando en los sueños
perforados
por los disparos de los arcabuces
que en el
génesis del aire
sembraron
de cadáveres la primavera
salpicando
de sangre los espejos del tiempo
V
Mis padres
ángeles de
ternura que habitan en los fantásticos parajes del alba
donde
siembran esperanzas en las claras llanuras del rocío
en donde el
amor estalla entre las manos del viento
y en donde
la vida
a pesar de
todo
germina en
el canto de los labradores
PIEDRA DE SACRIFICIO
Esta herida que tengo en el costado izquierdo
de la memoria
no deja de sangrar mariposas amarillas
en mi voz
mi voz que llegó de África a este continente
desnuda y con grilletes
en una carabela que iba vomitando cadáveres
por los mares sin retornos del tiempo perdido
dejando en los salones memorables de la noche
un cementerio de muertos innombrables
que permanecen intactos en las urnas funerarias
del viento
esta herida que tengo
en el costado izquierdo
de la memoria
no deja de sangrar
mariposas amarillas
en mi voz
en mi voz de tambor ancestral
que ilumina con su canto
los azules rincones del agua
eco luminoso
manantial de luz que brota
de las heridas del tiempo
piedra de sacrificio
raíz de árbol sagrado
hoja petrificada tras el ambarino cristal
del otoño
cuchillo de sal que hiere la eternidad
canto de guerra
alarido de muerte
mi voz
llanto de sirena en un océano envenenado
de cadáveres fosforescentes
lluvia de caracoles dormidos en el alma
ala de guaraguao
nido de aves fantásticas
sonido de selva tropical
mi voz de cañaveral y trapiche
de guarapo y melaza
de algodón ensangrentado de sudor
y espanto
mi voz
por el sendero que
une a los dos continentes
un sonido de cadenas rotas ilumina la historia
DE LA NOCHE AL OLVIDO
Mis padres vienen
eternamente del rocío
su lento caminar por el camino real
es ya nostalgia
sus voces el tiempo
las fue apagando en los conucos
la lluvia se llevó todo lo hermoso
más allá de la primavera
la ciudad ahogó sus sueños
y en el espejo
ese esqueleto que fosforece se parece tanto a mí
que tengo miedo de mirar hacia atrás
y ver agonizar en los cubícalos del hambre
a ese niño que en su mirada lleva mi nombre
y en su frente tatuada una luna de sal
detrás de la alambrada
un lirio de sangre ilumina la noche
y por el camino real
mis padres siguen su lento caminar
de la nostalgia al
olvido
A esta hora el camino real.
El camino real a esta hora esta desierto, una
brisa caliente levanta nubes de polvo que se pierden entre los matorrales
resecos.
Es medio día, en julio el verano achicharra
todo el monte y la primavera es un vestigio lejano de flores y mariposas
derretido en el recuerdo de los abuelos que debajo de una mata de mango
dormitan en el efímero esplendor de los sueños.
OJOS DE SAL
Aureola de
sangre
ojos de sal derritiéndose en la noche
lengua mineral y salobre
víscera de animal feroz
dientes de vampiro
sediento
corazón de hombre cruel
manos asesinas
aliento pestilente
boca de palabras endemoniadas
pies de cíclope derribado
brazos de Sansón ciego
muchedumbre acorralada y
temerosa
es la humanidad
NUESTRA INFANCIA
Nuestra infancia transcurrió
entre los conucos y los pastos
lejanos
arreando vacas hacia los potreros
de las lejanas regiones del rocío
maroteando en los montes
interminables
de nuestros sueños
corriendo por los caminos sin fin
hacia el olvido
buscando entre las flores las
huellas ancestrales
de nuestros abuelos que escaparon
hacia los manieles
huyendo de la crueldad de la
esclavitud
todavía conservo en mi alma el
olor de los potreros
el recuerdo lejano
de los amaneceres esplendorosos
de la primavera
el canto de los pájaros
el perfume de las flores
y el húmedo y cristalino
destellos del rocío
los conucos
el maíz
sus espigas doradas
símbolo de nuestros días de
esplendor
evidencia de que el hambre había
quedado atrás
enterrada entre las cenizas de
las noches festivas
en que alrededor de la hoguera
bailábamos al compás rítmico de
los tambores
la danza de la buena cosecha
hasta que los rayos del sol en el
horizonte
anunciaban que un nuevo día
comenzaba
y todos nos íbamos felices de
haber compartido
en una danza la alegría y los
sueños de vivir unidos
por el lazo fraterno del amor a
la tierra
MI ORIGEN
La tarde recrea
ante mis ojos la nostalgia de mi origen perdido en África.
La
tristeza de estos largos años de exilio en que hemos perdido nuestra
identidad, hace florecer entre mis ojos lirios
de agua.
La pena acumulada durante estos siglos de huir
a ningún lado golpea mi memoria como un
látigo de sal que abre viejas heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura
de nuestro ocaso. Tantos años de olvido han
dejando en mi boca el agrio sabor
de la ausencia
África es en mi corazón una hoguera que se
enciende entre mis ojos cuando miro hacia atrás, se que ya no volveré al acrisolado mundo de mis
sueños; me he resignado a morir en esta
tierra tan ajena y tan mía, pero mi vida sigue allá, en la aldea de donde una noche mi ADN sin querer, empezó a viajar en un
cuerpo desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe.
Quinientos años
después, la mirada triste de la abuela Mamá Tita, me despierta en medio
del estruendo de los arcabuces y los
gritos de los hombres que defendían
a los suyos, hasta terminar atados a la codicia de unos hombres que contra el reflejo de la aldea incendiada
los conducían por un sendero de horror
hasta una embarcación anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje
sin retorno hacia el dolor.
Yo apenas era menos que un sentimiento perdido
en la memoria de alguien que aún no había nacido, pero ya llevaba sobre mis hombros el peso de una
historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un canto que en las
noches, se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.
ARBOL SIN
MEMORIA
Manuel
no fue más
que un niño endeble y solitario
que tenía
la piel del color del camino real
la mirada
llena de pájaros azules que picoteaban el alma de la ninfas del bosque
que
defecaba flores en los huecos de las carboneras que hacía con sus manos
escuálidas
que
corría por los caminos grises del invierno
tratando de
encontrar en los sueños
los parajes
imposibles de la fantasía
su voz
tierna como el canto de los ruiseñores
pintaba de
mariposas las paredes de las tardes primaverales
y su
desnudez la ondeaba el viento más allá de los días lluviosos de mayo
en que la
alegría sucumbía al hambre
a veces lo
encontraba solitario en las lejanas regiones del rocío
navegando a
la deriva en un océano de celias tatuadas en el viento frío del amanecer
lo llamaba
volteaba
el rostro
y me
arropaba en el lienzo azul triste de
su mirada
corría
hacia mis brazos
y me
abrazaba por largo rato
sentía como
su piel afiebrada se derretía en mi piel
luego nos
íbamos a los potreros del tío Alberto
atravesábamos
los conucos del abuelo Ismael
jugábamos
con el viento
hablamos
con los pájaros
corríamos
felices por las praderas infinitas del
medio día
hasta
terminar exhaustos debajo de un árbol sin memoria
a veces en
el azul más limpio de su inocencia se quedaba dormido
lo veía
moverse inquieto
temblar
sonreír
cuando
despertaba me contaba que había estado en un hermoso lugar
donde seres
luminosos con alas en la espalda jugaban con él
que les
dijeron
que pronto
estaría con ellos
y que ya
nunca más sentiría hambre
ni frío
ni soledad
Manuel
No tuvo más
escuela que su corta vida
Sus nueve
años sin historia y sin ninguna procedencia
hoy que lo
encontré dormido en una carbonera
arropado en
su soledad
acurrucado
en la nada
me
deslumbró su recuerdo
descalzo
semidesnudo
sonriendo
siempre
con su
tristeza a cuesta
solitario
buscando
entre los cubículos del hambre
un poco de
agua
una fruta
de lastima
un pedazo
de pan
en las
noches cuando se le hacía tarde
le
suplicaba que se quedara con nosotros
no aceptaba
me miraba
con toda su ternura acumulada entre sus manos
y se
despedía de mí con un abrazo de eternidad
y se
alejaba entre las sombras hacia ninguna parte
me quedaba
junto al camino
abrumado
por una inexplicable sensación de soledad
hasta que
él se desvanecía en la distancia
con Manuel
compartí la sed
el hambre
la pobreza
el frío
y la
desnudez
y sobre
todo la alegría infantil de correr
por los
bosques memorables de la fantasía y los sueños
Manuel
nunca me
dijo donde vivía
cuando le
preguntaba
me señalaba
con insistencia un lugar perdido en su memoria infantil
el cual yo
no vería
ni
encontraría
porque ese
lugar sólo existía en el deseo que él tenía de tener un hogar
cuando le
decía que quería ir a su casa
conocer sus
padres
me miraba
azorado
y se
alejaba huyendo
ondeando su
desnudez en el viento
escurriéndose
en los latidos del bosque
ahora que
Manuel está muerto
hemos
buscado por todas partes su hogar
y sólo
hemos encontrado debajo de un gran árbol sin memoria
un lecho de
flores y cenizas
donde
Manuel todas las noches en su soledad moría de frío y ausencia
Domingo
Acevedo