viernes, febrero 23, 2018

¿Acabarán Rusia, EE.UU y otras grandes potencias enfrentadas en una guerra directa en Siria?

 

Como todos los conflictos que aparentemente no tienen fin, la lucha en Siria se ha dividido en varias miniguerras.
La confrontación original entre el gobierno sirio y aquellos que intentan derribarlo es ahora prácticamente irrelevante, con la posición del presidente Bashar al Asad radicalmente mermada pero básicamente indiscutida, mientras el propio término rebelde ha quedado prácticamente obsoleto en el contexto sirio.
Pero donde esto una vez pudo haber dejado un vacío, ahora hay un vertiginoso despliegue de fuerzas compitiendo por el vasto territorio que aún no está bajo control gubernamental.
Los patrocinadores foráneos de esas fuerzas se han movido a través de los años de conflicto desde la diplomacia a la intervención militar abierta.

QUIÉNES SON LAS POTENCIAS INVOLUCRADAS

Rusia e Irán son las potencias mayormente involucradas, tanto financiera, como política y militarmente.
Por lo tanto, se llevaron las mayores ganancias en términos de poder e influencia, pero también fueron los que más perdieron tanto en lo referente a combatientes en el terrero como al masivo costo económico de rescatar al presidente Al Asad.
Estados Unidos se ha aventurado mucho menos. Nunca ha estado completamente comprometido en apoyar genuinamente a los rebeldes, más allá de la retórica y ayuda financiera.
El resultado ha sido una vertiginosa caída en su habilidad para llevar la batuta y una falta de claridad sobre sus objetivos.
urquía ha sido otro jugador clave, originalmente en su apoyo a los rebeldes, pero en los recientes días debido a su determinación por evitar que los kurdos sirios forjen una especie de mini-Estado en su frontera.
En enero, Turquía lanzó una vasta incursión militar en el norte de Siria contra la milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo), a quien considera un "grupo terrorista".
Al sur, Israel se ha mantenido al margen la mayor parte del conflicto, reacio a verse arrastrado, en la desastrosa medida en que lo fue durante los 16 años de guerra civil en el vecino de Siria, Líbano.
Se ha limitado mayoritariamente a atacar objetivos en las que dice ser bases iraníes y suministros de armas a Hezbolá.
Durante gran parte del conflicto, los intereses de estos actores externos a menudo se oponían entre sí, y el hecho de que sus propósitos fueran mutuamente excluyentes ha provocado el fracaso de todos los intentos por finalizar la guerra.
Pero incluso en los momentos en los que sus intereses han estado más cerca de la colisión, estos poderes externos han tenido el parachoques de trabajar a través de sus fuerzas de poder sobre el terreno.
Cuando se presentaron focos de tensión peligrosos, todas las partes dieron un paso atrás para evitar un escalamiento, dejando a los sirios —como siempre— sufriendo las consecuencias.

PROPÓSITO COMPARTIDO

El ascenso del autodenominado Estado Islámico (EI) pudo haber introducido una aún más oscura y salvaje dimensión al conflicto, pero también trajo el alivio temporal de un propósito compartido: el esfuerzo por derrotar al único combatiente que casi todos los participantes en la guerra vieron como su enemigo.
Estadounidenses y rusos e iraníes, turcos y kurdos, incluso el régimen, pusieron sus irreconciliables diferencias a un lado el tiempo suficiente para enfrentarse al grupo yihadista, sino como aliados, al menos no como rivales en el campo de batalla.
El poder de las fuerzas congregadas contra el EI demostró ser demasiado para los yihadistas, que perdieron su territorio y volvieron a la insurgencia.
Pero mientras tenía lugar esta monumental batalla, también se estaban creando activamente nuevas complicaciones para el futuro post-EI.
Los kurdos, con el respaldo estadounidense, expulsaron a los yihadistas de gran parte del territorio, aumentando las preocupaciones de Turquía sobre su creciente poder.
Los rusos e iraníes se atrincheraron profundamente en Siria, mientras el régimen continuaba recuperando más territorio.
Tras la derrota del EI, Estados Unidos se quedó sin claridad sobre su misión en Siria, e incluso con menos influencia.
Israel vio a los combatientes de Hezbolá e Irán cada vez más cerca de a su frontera, lo que provocó un compromiso más activo, aunque aún cauteloso, en el conflicto.
Las zonas de desescalamiento han crecido en volumen, pero en muchas partes de Siria todavía se oye el sonido de los bombardeos aéreos.

EL RIESGO DE UNA MAYOR CONFRONTACIÓN

Puede parecer extraño hablar de inestabilidad en Siria como si fuera un nuevo elemento en la guerra.
Pero el creciente compromiso internacional en sus varios campos de batalla aumenta el riesgo de convertirlo en un conflicto en el que las potencias se enfrenten directamente. Y ese es un altamente peligroso acontecimiento.
Los eventos recientes muestran que el límite en el cual los involucrados siempre darán un paso atrás para evitar una confrontación más profunda puede no ser del todo confiable.
Un avión de combate F-16 israelí fue derribado por fuego antiaéreo sirio y se estrelló en el norte de Israel, después de que las fuerzas israelíes interceptaran un dron iraní en su espacio aéreo. El episodio fue parte de un recrudecimiento de las tensiones en el sur de Siria, que hasta ahora había estado más silencioso.
Y ocurrió en medio de los reportes de que mercenarios rusos murieron durante bombardeos estadounidenses cuando avanzaban hacia una base kurdo-estadounidense.
Mientras, la ofensiva de Turquía contra los kurdos sirios, sitúa a ese país directamente contra Estados Unidos, aún cuando ambos son aliados en la OTAN.
Si no ocurre nada más, todo esto prolongará la guerra de Siria.
Pero plantea temores de una confrontación total entre las potencias externas, cuyos intereses permanecen tan profundamente opuestos como lo han estado en cualquier momento del conflicto.

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