Árbol
azul.
(pende un amuleto de ojo de cíclope tuerto
del cuello de la profecía)
Nací bajo la sombra de un gran árbol azul
camino de sombras
carbonera tibia
bohío de tierra
piel de ceniza
voz de rocío
sol herido por un horizonte de cuervos cuajados de sangre
luna de jade en la mirada de la quimera
peregrinación de pájaros anclados en los ventanales del ocaso
flamboyán amarillo perdido en el bosque de la fantasía
tierra color del aroma del topacio
pradera de mariposas amarillas esperando el amanecer
lágrimas coaguladas en las mejillas de los últimos días de noviembre
profetas suicidándose con los cuchillos de la profecía
bajo una anacahuita de cristal sin edad
manos inútiles sacan del vientre de una virgen
el cadáver de un ángel taciturno
y en el útero anónimo de una madre
un lirio amanece
ESPECTADORES DEL ALBA
Me abruma la terca agonía
de los indigentes de la zona colonial
residentes permanentes de las
sombras
efímeros inquilinos de las frías
madrugadas de enero
invisibles espectadores del alba
van dejando por donde pasan
el aroma inconfundible del hambre
pasajeros de un tren sin destino
son victimas de una sociedad
que en grandes vasijas de plata
lava con sangre sus manos
ignorados transeúntes de calles heridas
por cinco mil años ausencia
cómplices de las prostitutas del conde
peatonal
bohemios del rocío y el salitre
aventureros insomnes de la miseria
lunáticos mutantes de la desdicha
que en la Duarte
frente al parque de las palomas
se desnudan y danzan hasta morir
ESPEJO DE DOLOR
Me voy
siempre he sido
un fugitivo
huyo de mí
mismo
huyo del hambre
y la miseria de los niños
que cuelgan de
mis palabras tiznados de llanto
huyo de la
palabra angustia
huyo de los
fantasmas que prisioneros
detrás del
espejo se burlan de mí
huyo de la
muerte
humanamente
disfrazada de mujer
prostituta que
en las esquinas
me invita a su
morada
me incita
al amor
al sexo
huyo de los
ojos llorosos de la noche
que detrás del
cristal de una estrella
es rocío al
amanecer
huyo de la pena
de sus
tentáculos imposibles que me atan al dolor
huyo de la
brisa fúnebre que viene de los cementerios
huyo del humo
que es memoria absurda de la nada
huyo
me escondo
detrás de los vitrales
de las tardes
invernales de enero
y al mirarme en
los ojos del dolor
descubro que
nunca fui a ninguna parte
que la muerte
siempre me retuvo a su lado
Domingo Acevedo.
Domingoacv2@gmail.com
www.espejismodelunallena.blogspot.com