miércoles, noviembre 30, 2011

El planeta no tiene hoy otra alternativa sostenible que asegurar la continuidad del Protocolo de Kyoto

Durban: El planeta no tiene hoy otra alternativa sostenible que asegurar la continuidad del Protocolo de Kyoto
28 de noviembre de 2011. Por Jorge Argüello*, Representante Permanente de la Argentina ante las Naciones Unidas, Representante de la Presidencia Argentina del G-77 y China en la COP 17

Durante los próximos días, periódicos impresos, diarios online, programas de radio y noticieros de televisión repetirán una y otra vez una frase, “calentamiento global”, y dirigirán su atención a una ciudad sudafricana, Durban. Se escuchará y se verá a delegados y expertos discutir sobre la continuidad de un acuerdo internacional, el Protocolo de Kyoto. El mundo volverá a repasar definiciones sobre “gases invernadero” y emisiones de carbono. En el debate, se podrá distinguir posiciones de países desarrollados, de países en desarrollo o de países insulares.

En apariencia, la de Durban podrá parecerse a otras cumbres anteriores. Pero todos debemos saber, por anticipado, que los resultados de esta Conferencia de Partes de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (CMNUCC) y de la reunión de las Partes del Protocolo de Kyoto (PK) pueden significar el intento serio de salvar la salud de nuestro planeta, o bien pueden abrirle la puerta al desastre. Así de simple.

Este es el contexto. En 2005, cuando entró en vigencia el Protocolo de Kyoto de reducción de gases de efecto invernadero, las emisiones de carbono se estimaban en 45 mil millones de toneladas de CO2 equivalente. En 2009 pasaron a 48 mil millones y, de seguir a ese ritmo, treparán a 56 mil millones en 2020. Si, al menos, se quiere evitar un desastre los científicos expertos en cambio climático recomiendan no sobrepasar para entonces los 44 mil millones, aun cuando eso elevaría todavía la temperatura global promedio unos 2 grados centígrados.

No hace falta ser un experto en cambio climático para concluir lo obvio: los países industrializados, responsables históricos de las mayores emisiones de gases de efecto invernadero y quienes causaron el problema, deben ser también los que asuman los mayores compromisos. Y, sin embargo, de acuerdo con las posiciones adelantadas por algunas de esas naciones, el riesgo en la Cumbre de Durban es que ocurra todo lo contrario y que se tire por la borda el único acuerdo jurídicamente vinculante para reducir las emisiones, el Protocolo de Kyoto.

En las sucesivas reuniones preparatorias de Durban, se comprobó incluso que mientras los países en desarrollo postulan mayores acciones que las naciones más ricas, éstas se resisten a cumplir lo pactado en el Protocolo de Kyoto: asumir un segundo período de compromiso de reducción de las emisiones, a partir de 2013, luego del primero que comenzó en 2008 y concluirá en 2012.

Frente a la alternativa, adelantada por algunos países ricos, de abandonar los compromisos jurídicamente exigibles (Rusia, Japón y Canadá ya lo confirmaron) y reemplazarlo por “promesas voluntarias”, los expertos del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) dibujaron un panorama negro: en esa hipótesis, en lugar de reducir sus emisiones entre 20 y 40 por ciento para 2020 como habían aceptado, esas naciones las aumentarían hasta un 6 por ciento. En vez de contener el aumento de la temperatura global para fin de siglo en unos 2 grados, se llegaría a 5 grados, con el imaginado impacto ambiental y en la propia economía global.

En cambio, los países en desarrollo están ejecutando acciones, a tal punto que, al actual ritmo, las reducciones de una potencia como China duplicarían casi las de Estados Unidos; las de China, India, Sudáfrica y Brasil sumadas superarían las de las siete más desarrolladas (Australia, Canadá, EE.UU.-fuera de Kyoto-, Japón, Nueva Zelanda, Rusia y la UE), y las reducciones de la de todos los países en desarrollo triplicarían las de la Unión Europea, todo en 2020.

El planeta no tiene hoy otra alternativa sostenible que asegurar la continuidad del Protocolo de Kyoto, a través de un segundo período de compromisos desde 2013. De hecho, en 2007, en la Cumbre de Bali, todas las partes habían acordado esa renovación, junto con apoyo financiero y tecnológico para las acciones de los países en desarrollo, en la forma por ejemplo de un Fondo Verde para el Clima y otras instituciones internacionales que se crearon en Cancún.

Pero la frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos crece al mismo tiempo que en un contexto de crisis económica y financiera mundial decrece la capacidad de los países en desarrollo para hacer frente a semejantes efectos adversos del calentamiento global.

El Grupo de los 77 más China, el bloque más amplio de países, todos en desarrollo, presidido por Argentina, ha advertido sobre la intención de algunas naciones desarrolladas de relativizar el Protocolo de Kyoto como piedra angular del régimen multilateral sobre cambio climático que tanto costó alcanzar.

¿Cómo admitir la posibilidad, considerada por algunas potencias, de un nuevo acuerdo que ya no sea “completo” como hasta ahora sino un arreglo parcial e incompleto, una serie de parches que además no sean jurídicamente vinculantes? Son excusas: las emisiones se reducen, o no se reducen. Otros se han atrevido hasta a especular con liquidar el protocolo y quedarse, apenas, con la “esencia de Kyoto”, una opción peligrosamente vaga.

La adopción de un segundo período de compromisos de reducción de emisión de gases de efecto invernadero bajo el Protocolo de Kyoto no es sólo un imperativo político y una responsabilidad histórica, sino una obligación legal que se debe afrontar como tal.

Por nuestra parte, los países en desarrollo estamos emprendiendo acciones de mitigación y adaptación al cambio climático ambiciosas, también con recursos propios, siendo los más afectados por el cambio climático, quienes no contribuimos a generar el problema y los menos dotados de recursos tecnológicos y financieros para enfrentarlo.

Estamos dispuestos a hacer más aún, pero para ello necesitamos el aporte indispensable de la cooperación internacional y que los países desarrollados cumplan con los compromisos financieros y de transferencia de tecnología adquiridos bajo la Convención, y capitalicen el Fondo Verde del Clima como fue acordado en Cancún.

Esto es lo que estará en juego en Durban durante los próximos días. Argentina, en la máxima representación del G77 + China, seguirá abrazada a la letra y el espíritu de la Convención Marco sobre Cambio Climático y del Protocolo de Kyoto, un paso que el planeta podría desandar sólo para encaminarse al desastre.



* El autor, Jorge Argüello, es Embajador, Representante Permanente de la Argentina ante las Naciones Unidas y Presidente del Grupo de los 77 y China. El artículo fue publicado originalmente en Embajada Abierta en Naciones Unidas

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