En 1898, en lo profundo de las Montañas Bitterroot de Montana, dos amigos improbables forjaron una vida juntos. Elijah Alce Rojo, un experto rastreador y cazador Salish, había vivido de la tierra desde niño— moviéndose en silencio a través de bosques de pinos, leyendo el lenguaje de las huellas de pezuñas y las ramitas rotas. Daniel Hawthorn, un veterano blanco de la Guerra Civil convertido en cazador de pieles, llegó a la región años después, roto en cuerpo pero no en espíritu.
Al principio, se miraron el uno al otro desde lejos. Pero un amargo invierno los obligó a cooperar cuando el caballo de Daniel se rompió una pierna en una tormenta de nieve y Elijah lo encontró medio congelado en un barranco. Lo llevó a su refugio, atendió sus heridas y compartió carne de alce seca e historias en inglés y lenguaje de señas.
Ese invierno se convirtió en un comienzo. Los dos hombres construyeron una cabaña juntos en tierras altas, mezclando los métodos Salish con el trabajo de madera de Daniel. Elijah enseñó a Daniel a cazar con arco y raquetas de nieve, para honrar la matanza con ceremonia. Daniel le enseñó a Elijah a leer y le ayudó a escribir cartas a parientes lejanos tribales exiliados a reservas.
Cazaban juntos, silenciosamente, metódicamente. Elijah rastreado; Daniel disparó. Respetaron la tierra, no dejaron nada que desperdiciar y compartieron carne con las casas cercanas en temporadas duras.
Cuando los buscadores de oro invadieron lugares sagrados de entierro, los dos hombres se mantuvieron juntos, armados pero tranquilos, y los expulsaron sin derramamiento de sangre—ganando el miedo de algunos, pero el respeto de la mayoría.
En el momento en que Elijah murió en 1910, Daniel talló el nombre de su amigo en una tabla de pino, lo colocó cerca de