El 20 de octubre de 1961, tras varios días de disturbios en todo el país, estudiantes enardecidos se atrincheraron en varios edificios de Ciudad Nueva, de donde fueron desalojados a tiros y bombazos por la Policía
Por Santiago Estrella Veloz
El 20 de este mes de octubre se cumple el 63 aniversario de lo que históricamente se conoce como “la masacre de la calle Espaillat”, en Ciudad Nueva, donde jóvenes estudiantes que protestaban contra los remanentes del trujillismo se atrincheraron en las azoteas de algunos edificios, de donde fueron desalojados a tiros, bombazos e incluso lanzados desde lo alto por las fuerzas policiales.
Ese fue, según lo que se recuerda, uno de los más brutales actos represivos de la Policía dominicana después de la muerte a tiros del dictador Trujillo el 30 de mayo de 1961.
Sin embargo, el entonces presidente Joaquín Balaguer no solamente felicitó a la Policía por su actuación, sino que dijo de ella que ese día “escribió una página de honor en la historia de las fuerzas nacionales dominicanas”.
La prensa trujillista habló entonces solamente de dos muertos y decenas de heridos, aunque el Movimiento 14 de Junio calculó que los muertos fueron diez. El 14 de Junio no ofreció nombres. La Policía ofreció dos: Tirso Román Valdez y José Ignacio Matos, de 18 y 26 años.
“Los agentes de la Policia Nacional ametrallan, hacen masacre, destrozan más de cinco centenas de vidas jóvenes que claman por la libertad y mueren gloriosamente por ella”, decía en su Editorial del 29 de octubre el semanario del 14 de Junio.
Es que eran días calientes aquellos, donde también había una guerra de propaganda y la represión oficial estaba a la orden del día. El pueblo reclamaba libertad y pedía justicia contra los criminales de la Era de Trujillo. Los “calieses” o espías eran perseguidos por las turbas, situación que aprovechaban los ladrones para saquear tiendas y establecimientos. Las manifestaciones callejeras se sucedieron durante cinco días, tanto en Santo Domingo como en otras ciudades importantes del país, donde las turbas derribaban estatuas de Trujillo y desprendían las fotos todavía existentes en algunas oficinas públicas.
Los tiroteos, las bombas caseras, las roturas de vidrieras, letreros y vehículos estaban a la orden del día. Hubo graves heridos en Moca, Santiago, Puerto Plata, La Vega, San Francisco de Macorís, San Pedro, La Romana y otras ciudades. En Moca la represión policial fue especialmente brutal, pues numerosas personas fueron tiroteadas, heridas y golpeadas.
En muchos de los enfrentamientos algunos policías también resultaron heridos a pedradas. El raso Héctor Manuel Jackson Paulino fue lanzado desde la segunda planta de una casa de la calle Espaillat, aunque apenas sufrió la rotura de una pierna y otros golpes.
Los disturbios habían comenzado el domingo anterior, cuando la Unión Cívica Nacional (UCE) –entonces uno de los grupos políticos de oposición más importantes– celebró una manifestación en la que se reclamó, entre otras cosas, la salida del país de los miembros de la familia Trujillo.
UN INSÓLITO DISCURSO DEL DOCTOR BALAGUER, HOY “PADRE DE LA DEMOCRACIA"
En un discurso a la nación el 22 de octubre, el presidente Balaguer comentó los acontecimientos y luego, insólitamente, elogió “la conducta cívica con que actuó frente a esas manifestaciones de barbarie la Policía Nacional”.
El discurso lo inició de la siguiente manera:
“Sean mis primeras palabras para felicitar calurosamente a la Policía Nacional por la ejemplar conducta que observó desde las explosiones de violencia que han ocurrido en los últimos días en diferentes localidades del país”.
“Es la primera vez, en la historia del país, que las fuerzas del orden ofrecen a la ciudadanía un ejemplo de civilidad que honraría a los cuerpos castrenses de los países civilizados de la tierra”.
Sin embargo, como para curarse en salud, Balaguer agregó:
“El hecho de que varios agentes de la Policía se hayan excedido en el cumplimiento de sus deberes, como ocurrió la tarde del 20 del mes en curso en la ciudad de Moca, no resta méritos a la abnegada conducta cívica y al inmaculado espíritu de tolerancia con que en la capital de la República y en las demás ciudades del país actúan los miembros de esa institución que acaba de escribir una página de honor en la historia de las Fuerzas Armadas nacionales”.
El mismo día 22 las autoridades allanaron el local principal del Movimiento Popular Dominicano (MPD), situado en la avenida Duarte, entre la avenida Mella y la Benito González, organización que había sido declarada ilegal. La Policía se llevó el mobiliario y todo cuanto encontró en la segunda planta del edificio donde operaba el MPD, que había sido fundado en 1960 luego de que Trujillo, para dar la impresión a la opinión pública internacional de que iniciaba una apertura democrática, abrió las puertas a los exiliados.
Era una trampa en la que cayeron muchos, entre ellos el líder del MPD, Máximo López Molina, cuya deportación fue dispuesta por Balaguer. La disposición abarcó a “las principales células comunistas que operaban en el país bajo la bandera de la hoz y el martillo”, según dijo en su discurso el propio Presidente.
López Molina viviría después la mayor parte de su vida en París, hasta que desapareció finalmente del escenario político dominicano. Producto de las pugnas internas y la nueva correlación de fuerzas en el orden internacional, el MPD también se convirtió en un simple recuerdo.
CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS
Los actos de violencia estallaron el 17 de octubre, en la calle El Conde, donde airados grupos de estudiantes destruyeron vitrinas y atacaron a la Policía con pedazos de tapas de alcantarillas. La Policía usó gases lacrimógenos y todo el que era apresado recibía una tanda de macanazos.
El periódico El Caribe, entonces dirigido por José Canó, todavía respondía a los intereses de la dictadura. Por eso dijo en su Editorial del 17 de octubre: “Los dramáticos hechos de violencia protagonizados por bandas de revoltosos, predominantemente estudiantiles y grupos juveniles, con el propósito de crear un clima de anarquía e intranquilidad social, constituyen una gorsera vulneración a la paz pública y reclaman una enérgica intervención de las autoridades policiales”.
Ese mismo día el presidente Balaguer, mediante el Decreto 7189, dispuso el cierre de la Universidad de Santo Domingo, sin mencionar los desórdenes, bajo el argumento de que había enviado al Congreso un proyecto de ley que le otorgaría la autonomía a la vieja casa de estudios.
Entre las motivaciones del decreto, Balaguer dijo que “la aplicación de las disposiciones legislativas propuestas supone una nueva organización en el campo docente, para lo cual se hace necesario suspender las actuales labores universitarias, hasta tanto sean tomadas las medidas encaminadas a coordinar el nuevo funcionamiento de la Universidad con las disposiciones legislativas contempladas por el referido proyecto”.
Enfurecidos estudiantes universitarios, por su lado, arrancaron de las paredes los retratos de Trujillo que había en la Universidad, mientras se proponían, como posteriormente hicieron, derribar la enorme estatua del dictador que estaba frente al Alma Máter, en recuerdo del memorable acto en que se le otorgó al generalísimo el título de “Doctor Honoris Causa”.
Cierta o no, el gobierno de Balaguer insistía en su denuncia de que la UCN, como también el Movimiento Popular Dominicano (MPD) –partido marxista-leninista– estaban tras los desórdenes.
El 18 de octubre estudiantes del Liceo Presidente Trujillo, en la avenida Duarte de Santo Domingo, realizaron una violenta protesta en reclamo de que se le cambiara el nombre al plantel, como sucedió posteriormente. Hubo tres heridos de bala. “¡Huelga, huelga, huelga!”, vociferaban los estudiantes.
El día 19 continuaron las protestas en todo el país. Balaguer resistía las presiones para que sacara del país a los remanentes de la familia Trujillo. El Caribe publicó ese día dos páginas completas con un despliegue de fotografías de los disturbios. Los golpeados y detenidos fueron descritos como “agitadores”.
El Caribe publicó la versión de una supuesta conversación telefónica entre el líder de la UCN, Viriato Fiallo, en la que una persona no identificada le decía que “esta tarde van a echar la grande para afuera”, refiriéndose a la estatua de Trujillo.
El día 20, en horas de la tarde, los estudiantes se atrincheraron en las azoteas de viviendas situadas entre las calles Espaillat, Arzobispo Nouel y Palo Hincado, desde donde lanzaban piedras y otros objetos a la Policía. Se colocaron letreros que decían: “Ciudad Nueva. Zona Libre”.
Entonces la Policía apeló a los bomberos, que les prestaron sus escaleras para subir a las azoteas. Se armó el pleito. Numerosos estudiantes fueron baleados y algunos lanzados a la calle desde los techos. Una verdadera masacre.
El Caribe, al dar cuenta de los sucesos al día siguiente, dijo que ante la actitud de los mozalbetes los agentes “procedieron a desalojarlos de las azoteas, convertidas en trincheras”.
Se reportaron “cuatro heridos de bala”, aunque sólo se citaron los nombres de Euclides Solano, de 21 años; Milagros Ares, de 20; y José Ignacio Matos, de 26.
El día 22, en la página siete, a dos columnas, El Caribe anunció las muertes de Tirso Roldán Vargas Almonte, de 18 años, y José Ignacio Matos, de 26. Cinco días después, es decir el 27, el mismo periódico desmintió que las víctimas fueran estudiantes, lo que sustentó con certificaciones de diversos liceos y de la Universidad.
El día 27, cuando la calma retornó a la capital y a las provincias, la Policía emitió un comunicado en el que salió al paso a lo que calificó de “tendenciosos e infundados rumores” que decían que numerosas personas murieron en los disturbios.
El comunicado, firmado por el coronel Marcos Antonio Jorge Moreno, jefe de la Policía, expresaba que Vargas Almonte “se cayó de la azotea de la casa de tres plantas número 55 de la calle Espaillat” y presentaba “dos heridas de bala”. En aquella época la Policía era dirigida por un coronel, no por un general como se decidió posteriormente.
Con respecto a Matos, cuyo apellido se corrigió como Marte Cerda, “igualmente cayó de la referida azotea”. Según el comunicado policial, presentaba “una herida leve de bala en el hombro izquierdo”. Los dos murieron en el hospital Padre Billini, a donde fueron llevados.