viernes, agosto 08, 2025

LOS KIRGUIS VIVEN EN YURTAS DESDE HACE SIGLOS

 










¿SABÍAS QUE LOS KIRGUIS VIVEN EN YURTAS DESDE HACE SIGLOS? Su tribu conserva tradiciones milenarias en medio de las montañas más antiguas de ASIA CENTRAL
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En las llanuras onduladas y los valles escarpados de Kirguistán, existe un pueblo que no ha permitido que el tiempo borre su historia. Los kirguís, descendientes de antiguas tribus nómadas de Asia Central, siguen viviendo como lo hacían sus antepasados hace más de mil años: entre caballos, cielos abiertos y yurtas circulares que se desmontan con el cambio de estación. Su historia no está escrita en libros, sino en la lana tejida a mano, en las canciones épicas y en la memoria de los ancianos que aún relatan las batallas contra imperios desaparecidos.
Originarios de la vasta región que hoy ocupa Kirguistán, los kirguís fueron mencionados por primera vez en fuentes chinas del siglo II a.C. como tribus montañesas de gran destreza ecuestre. Su nombre aparece vinculado a las rutas de la Seda y a los imperios que se disputaban el control del corazón de Asia. A pesar de siglos de invasiones —turcos, mongoles, rusos—, han logrado mantener su idioma túrquico, sus costumbres y su relación casi espiritual con la tierra.
Una de las joyas culturales más importantes del pueblo kirguís es el Manas, un poema épico oral que supera las 500 mil líneas y es considerado uno de los más extensos del mundo. Se transmite de generación en generación por los manaschi, bardos capaces de recitarlo durante días enteros sin repetirse, sin leerlo. Esta hazaña no solo muestra su memoria prodigiosa, sino también la fuerza de una tradición que aún desafía al tiempo digital.
Aunque la modernidad ha tocado a Kirguistán, muchos kirguís mantienen su modo de vida nómada. En verano, las familias se trasladan a los pastizales alpinos —llamados jailoo—, donde crían caballos, ovejas y yaks. Allí, en la inmensidad de la naturaleza, aún se preparan kumis (leche fermentada de yegua), se organizan juegos ecuestres como el kok boru (una especie de polo con una cabra sin cabeza) y se celebran bodas que pueden durar varios días.
Pero no todo es romance cultural. Tras la caída de la Unión Soviética, el pueblo kirguís tuvo que redefinir su identidad en medio de una república independiente pero inestable. Las desigualdades sociales, el abandono de regiones rurales y la migración hacia ciudades como Biskek han puesto en peligro muchas de sus costumbres. Aun así, el espíritu del nómada persiste, y hoy más que nunca se promueven proyectos para rescatar el arte del fieltro, la equitación tradicional y la arquitectura efímera de las yurtas.
Explorar la vida de los kirguís es como abrir una ventana a un pasado que no ha sido olvidado. En cada colina donde una yurta se levanta, en cada niño que aprende a montar antes de caminar, y en cada verso del Manas que aún resuena entre los valles, vive una cultura que se niega a ser devorada por el olvido.

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