Los Cheyennes, cuyo nombre proviene del término sioux Šahíyena que significa “pequeños hablantes”, eran un pueblo de las grandes llanuras del norte de América. Su nombre original era Tsitsistas, “el pueblo”, y se extendieron por las actuales zonas de Montana, Dakota del Sur, Wyoming y Oklahoma.
Físicamente eran altos, fuertes y de tez cobriza; su cabello era largo, lacio y negro. Se distinguían por su resistencia y agilidad, cualidades esenciales en su vida nómada. Al principio fueron agricultores y recolectores, pero con la llegada del caballo —que adoptaron hacia el siglo XVIII— se transformaron en grandes jinetes y cazadores de bisontes, animal sagrado y base de su subsistencia. De él obtenían carne, piel, grasa y huesos para herramientas y vivienda.
Su dieta incluía carne seca, raíces, bayas, maíz y calabaza. Preparaban guisos simples en calderos de hierro o en estómagos de bisonte. Creían que el bisonte era un regalo espiritual y que su espíritu protegía a la tribu.
Su territorio principal hoy corresponde al estado de Montana, cuyo nombre deriva del español “montaña”, por sus sierras y elevaciones rocosas.
Los Cheyennes compartían alianzas con los Arapaho y en ocasiones con los Lakota, pero fueron enemigos acérrimos de los Crow y de los colonos estadounidenses durante las guerras indias.
En cuanto a herencia biológica, entre los descendientes cheyennes predomina el tipo de sangre O, común entre los pueblos indígenas de América. Orgullosos, espirituales y guerreros, fueron conocidos por su valor y su profundo respeto por la tierra.
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