Es que la sangre tiene ese olor a muerte que se pega en la conciencia y nos
hace sentir culpables de todas las muertes que en el planeta han dejado las
guerras, de hecho, directa o indirectamente todos somos culpables, porque en
definitiva es la humanidad la que no ha querido vivir en paz.
Domingo Acevedo.
Foto tomada de la red.