Guadi Calvo.
Existen bibliotecas enteras en las que se cuentan las “hazañas” de los Estados Unidos, en procura de llevar la “libertad” hasta los confines más remotos del mundo, y si fuera el caso, más allá también.
Pero, en comparación, son muy escasos los libros, ensayos o artículos en los que se cuentan, esto sin ironía alguna, de lo que no han sido capaces. Más allá de los históricos fracasos en Vietnam (1975), Irán (1979), Nicaragua (1979), ¿Somalia (1983)?, Venezuela (2002) o Afganistán (2021), ya habría que sumarle a este ligero punteo el catastrófico Plan de paz para Gaza, acuerdo que Donald Trump obligó a Hamas a firmar con Israel hace menos de un mes para terminar el genocidio que sigue tan activo como desde el primer día.
Para terminar, con lo que sucede en Sudán, donde la guerra civil iniciada en abril del 2023 amenaza no solo con reiterar el genocidio de 2003-2005, que dejó medio millón de muertos en Darfur, sino sobrepasar esa cifra de manera holgada. (Ver: Sudán: La caída de el-Fasher o cómo exceder el exceso).
Más ahora, después de que el pasado domingo veintiséis de octubre, tras la caída de la ciudad de el-Fasher, la capital de la provincia de Darfur del Norte, tras un año y medio de acecho, el grupo paramilitar, conocido como Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), obligó el repliegue del ejército federal o Fuerzas Armadas de Sudán (FAS).
Esto ha significado que doscientas sesenta mil almas, que durante el asedio colaboraron con el ejército, quedaran en manos de quienes no solo los han vencido, sino de quienes llegan en procura de terminar la limpieza étnica que había comenzado en 2002 y ahora sin duda intentar terminar. (Ver: Sudán: El genocidio previsible).
En este contexto, existen razones muy poderosas del porqué, desde que comenzó el conflicto, ni Estados Unidos ni Europa, faltando a sus principios de intervenir en todo, no lo han hecho, sin siquiera articular una campaña mediática que explique qué está pasando allí, como tantas veces antes lo han hecho en otras cuestiones, como con la minoría uigur, los musulmanes de la región autónoma de Xinkinag, o contra la Operación Especial de Rusia en Ucrania, donde era claro que Moscú, de no hacerlo, ponía en juego su propia existencia.
En este caso puntual del genocidio en Sudán, juegan otros factores para ese silencio. Y es la capacidad de lobby o presión de Mohammed bin Zayed Al Nahyan, el jeque de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), el principal aliado del falso general, Mohammed “Hemetti” Dagalo, líder de los paramilitares, que desde el mismo comienzo de la guerra fue financiado por Abu Dabi, con miles de millones de dólares en armamento y mercenarios.
Una política para nada extraña en el proceso expansionista de los Emiratos, que los ha llevado desde su inicio a intervenir en el conflicto sirio (2011). A tener una activa participación en la guerra contra Yemen, encabezada por Arabia Saudita (2015), donde, a pesar de la vergonzosa retirada de Riad, los emiratíes siguen operando en el sur para forzar una nueva partición.
También los EAU, uno de los aliados más cercanos de Washington en la región del Golfo, siguen jugando muy fuerte en Libia apoyando al general Khalifa Hafther y a su poderoso Ejército Nacional Libio (ENL), que a lo largo de la guerra ha conquistado todo el este del país, llegando en 2019 hasta las puertas de Trípoli, gobernado por Abdul Hamid Mohammed Dbeibé, un “virrey” colocado por las Naciones Unidas en 2021, bajo la fachada del Gobierno de Unidad Nacional (GNU), sostenido a la vez por un complejo articulado de bandas armadas y mercenarios, que poco se diferencia de criminales comunes.
Más allá de la derrota sufrida por Hafther, algún jugador extraño al conflicto lo ha obligado a no volver a intentarlo.
La carta ganadora de los Emiratos.
Formalmente, se conoce que tanto los Estados Unidos, como el Consejo de Seguridad de la ONU, había logrado mínimos avances en el intento de detener la violencia que desde la toma de el-Fasher, que podría precipitar de manera inminente una partición del país.
Como ya hemos explicado en artículos anteriores, la matanza comenzó, apenas los paramilitares ingresaron a la ciudad. Iniciado la matanza, con el exterminio de más de cuatrocientos pacientes, junto a sus acompañantes en uno de los pocos hospitales que se mantenían en pie en el-Fasher, que había sido donado por Arabia Saudita.
Que impide al presidente estadounidense que presione en Sudán para detener la matanza de los pueblos negros (Masalit, Fur y Zaghawa), establecidos en la región desde el principio de los tiempos a manos de los paramilitares étnicamente árabes, llegados a Darfur progresivamente a partir de las invasiones árabes del 642.
Las promiscuas relaciones entre Washington y los Emiratos, son las que han evitado que ni el expresidente Joe Biden, ni su sucesor, a partir de enero pasado, prueben siquiera detener la guerra civil sudanesa.
Estados Unidos ha “condenado enérgicamente” en el Consejo de Seguridad el pasado treinta de octubre, las resientes atrocidades llevadas a cabo por el grupo paramilitar. Y dijo estar centrado sus acciones con el fin de lograr una tregua, lo que nunca fue posible desde el comienzo de la guerra.
Para muchos analistas la guerra podría detenerse si definitivamente Estados Unidos, presionara a al jeque Zayed Al Nahyan, lo que no sucederá, ya que para Trump, los Emiratos, son un jugador esencial en sus políticas en Medio Oriente además de asegurar el suministro de minerales críticos para semiconductores y tecnologías de defensa e impulsando los negocios privados de criptomonedas e inmobiliarios de la familia Trump. Y además apuntalar a Benjamín Netanyahu, por lo que no pondrá en juego las relaciones con Abu Dabi, para detener una guerra de segundo orden que ya lleva cerca de un cuarto de millón de muertos, catorce millones de desplazado internos más de cuatro millones de refugiados en países vecinos, solo tres millones y medio en el Chad y en menor número en Egipto, Etiopía, Sudan del Sur.
Por lo que si todavía, Estados Unidos, no lo ha hecho seguirá esa política, priorizando su relación económica, militar y tecnológica con los E.A.U. a pesar de todo.
En la reunión del Consejo de Seguridad del pasado jueves, los Emiratos se deslindaron de cualquier influencia sobre Hemetti Dagalo, Mientras que el enviado Jartum dijo que los E.A.U. utilizan el Consejo para “lavar la imagen”. Que en sus declaraciones dice estar apoyando los acuerdos de paz y el envío de ayuda a los desplazados y refugiados, mientras que por la noche continua con el constante enviado de material bélico a las FAR.
Washington, una vez más junto a Egipto, Arabia Saudita y los EÁU, convocó a un grupo informal conocido como Quad, para establecer una hoja de ruta que lleve al final de la guerra, Proceso que ya se ha intentado al menos unas ocho veces desde abril del 2023, y cada vez ha muerto antes de nacer.
El plan además incluye una tregua humanitaria por noventas días para concretar el flujo de ayuda, quien compare este plan a la ayuda negada mil veces a Gaza, acertará ya que tendrá el mismo resultado.
Al tiempo que el general Abdel Fattah al-Burhan, jefe del ejército regular y presidente del país, en diferentes oportunidades han afirmado que no cooperarán con el acuerdo impulsado por Washington por qué no se le exige a las FAR, que depongan sus armas.
La desconfianza del general al-Burhan, estriba además de todas las razones expuestas, se agregan las sanciones impuestas por Estados Unidos el mes pasado contra su ministro de Finanzas de Sudán, y algunos lideras de una milicia aliada al ejército, además de la participación de Abu Dabi en la mesa de negociaciones.
El día treinta del octubre un grupo bipartidista de legisladores norteamericanos del Comité de Relaciones Exteriores en una declaración pública exigen al ejecutivo considerar la designación de las Fuerzas de Apoyo Rápido, como una posible organización terrorista extranjera o una organización terrorista global especialmente designada. Mientras que establece autorizaciones para la entrega de ayuda humanitaria.
Más allá de la postura del gobierno norteamericano, condenando a la violencia en Sudán y sus exigencias para terminar con la violencia, ellos saben mejor que nadie, quien mata en el-Fasher y en todo Darfur.
