Antes de que fuera un parque nacional, era su hogar.
Mucho antes de que las fronteras del Parque Nacional de los Glaciares fueran trazadas, la tierra alrededor del lago Upper St. Mary estaba viva con el ritmo diario de la vida de Blackfoot. A finales del siglo XIX, sus pueblos estaban en armonía con los picos accidentados, los cielos abiertos y las aguas claras de lo que hoy es el noroeste de Montana. Esto no era un desierto, era un hogar, tierra sagrada pasó a través de generaciones.
La gente de Blackfoot, también conocida como Niitsitapi, conocía cada camino y planta, cada primavera oculta y sendero desgastado por la tormenta. Siguieron al búfalo, honraron a los espíritus en el viento y se reunieron cerca del lago St. Mary durante los meses de verano para ceremonias, caza y comercio. Sus casas, a menudo hechas de pieles de búfalo extendidas a través de postes de tipi, salpicaban las llanuras de hierba cerca de la costa, cada una un refugio, una historia, un latido del corazón de una nación próspera.
Pero a medida que el 1800 se acercó a su fin, el cambio se acercó más. Con los colonos, los ferrocarriles, y finalmente la creación del Parque Nacional Glaciar en 1910, muchas personas de Blackfoot fueron expulsadas de las mismas tierras que sus antepasados habían llamado sagradas. Los anillos de tipi que todavía se encuentran cerca del lago hoy no son solo restos, son ecos. Ecos de una época en la que las familias pescaban en los arroyos fríos, los niños corrían descalzos a través de prados de flores silvestres, y las montañas eran más que paisajes, eran parientes.
Esta imagen, tomada a finales del siglo 1800, nos recuerda: antes de las vallas y carteles y postales, había vida. Rico. Arraigado. Y profundamente real
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