Gustavo Petro, el presidente de Colombia, ha encendido la controversia internacional con una declaración impactante que resuena con ecos históricos y genera un debate polarizado. Al responder a la supuesta confiscación ilegal de la flotilla Sumud por parte de Israel, Petro no solo condenó la acción, sino que elevó la retórica a un nivel inusualmente incendiario: "Si es cierta está información, hay un nuevo crimen internacional de Netanyahu... Hitler está vivo en la política del mundo."

Esta afirmación, que compara las acciones del primer ministro israelí con el ideólogo del Holocausto, no es una simple crítica política; es una bomba retórica que busca conmocionar y provocar. La intriga radica en la audacia de tal analogía.

El presidente colombiano, conocido por su postura de izquierda y su crítica al imperialismo, parece utilizar la figura de Hitler no solo como un símbolo del mal absoluto, sino como una encarnación del autoritarismo y la agresión que, según él, perviven en la política contemporánea. Esta visión sugiere una continuidad histórica de ciertas patologías políticas, donde la "vida" de Hitler se manifiesta en las acciones de líderes actuales que cometen "crímenes internacionales".

Sin embargo, esta analogía también abre una caja de Pandora de posibles interpretaciones y consecuencias. Para muchos, la comparación es irresponsable e inapropiada, trivializando el Holocausto y distorsionando la complejidad del conflicto. Otros podrían verla como una valiente denuncia de lo que perciben como una opresión injustificada.

La controversia generada no solo pone a Petro en el centro de un debate global, sino que también nos invita a reflexionar sobre cómo la historia, incluso la más oscura, sigue siendo una herramienta poderosa en el discurso político contemporáneo. Su audacia desafía las convenciones diplomáticas y nos deja con la inquietante pregunta de si, detrás de la hipérbole, reside una verdad incómoda sobre la naturaleza del poder en el siglo XXI.