Ella fue cazada a través del desierto, su gente muriendo de hambre, la caballería se acercaba con rifles y hambre de sangre. Entonces, en 1880, Lozen—guerrera, profeta y hermana de Victorio—hizo lo impensable: lideró al último de los apaches a través de millas de tierra ardiendo, sin comida, sin agua y soldados a cada turno. Nacida cerca de las Montañas de la Cordillera Negra, Lozen era más que una luchadora—era una vidente, se dijo que sentía la dirección del enemigo sólo levantando sus manos al viento. Su coraje no fue forjado en la batalla, sino en la lucha interminable para mantener a su gente viva.
No fue sólo un vuelo de la muerte, fue una marcha de desafío. Lozen montó con madres, niños y heridos, guiándolos a través de cañones y atravesando ríos hinchados por la lluvia. Cuando estaban rodeados, ella luchó junto a los hombres, su rifle firme, su determinación sin que se agitara. Llevaba a un niño en su espalda, rezó entre disparos, y aún así encontró fuerza para liderar. Cada milla que compró con sangre y resistencia, su fe es el único mapa en el que confiaba. Incluso cuando la esperanza se adelgazó hasta el polvo, nunca dejó de montar.
Cuando finalmente fue capturada, el ejército pensó que su espíritu se rompería. Pero la leyenda de Lozen no murió detrás de las paredes de la prisión. Entre su gente, ella se convirtió en el eco de la propia supervivencia, una mujer que desafió al imperio que intentó borrarla, que cabalgó a través del fuego por aquellos que no pudieron. Su historia hace la misma pregunta que atormenta a todos los supervivientes de la frontera: ¿hasta dónde irías para proteger a los que amas?
