Con tan solo tres años Kim Peek ya había memorizado libros enteros, pero no solo los recordaba, también los recitaba palabra por palabra. Lo más sorprendente es que no leía como tú o como yo, el lo hacía dos páginas al mismo tiempo, una con cada ojo, y luego las almacenaba en su mente como si fueran fotografías.
A lo largo de su vida, memorizó más de 12.000 libros, lo que lo llevó a saber de historia, geografía, literatura, música clásica, códigos postales, calendarios, estadísticas deportivas, y lo mejor es que recordaba todo.
Podías preguntarle qué día de la semana cayó el 14 de abril de 1935, y te respondía en segundos con todo y acontecimientos, le podías mencionar una ciudad, y te decía cómo llegar desde cualquier punto del país, calle por calle, escuchaba una sinfonía una sola vez, y la tocaba en el piano sin errores.
Pero no todo era maravillas para el, mientras su mente deslumbraba al mundo, su cuerpo le recordaba que no todo era fácil. Kim nació con macrocefalia y agenesia del cuerpo calloso, lo que significa que los hemisferios de su cerebro no estaban conectados.
Camino solo hasta los 4 años, no podía abotonarse la camisa como nosotros, no entendía el sarcasmo, ni las metáforas, ni las bromas. Memorizaba todo, pero no siempre comprendía lo que leía.
En 1988, la película Rain Man, inspirada en Kim, ganó el Óscar. Aunque el personaje interpretado por Dustin Hoffman no era una copia exacta, sí puso a Kim en el mapa de la neurodiversidad mundial.

Kim Peek falleció en 2009, a los 58 años y su legado no fue solo su memoria infinita, sino la forma en que nos enseñó que la diferencia no es debilidad, sino una puerta a lo extraordinario.