viernes, agosto 22, 2025

El náufrago que inspiró a Robinson Crusoe



En 1704, un joven marino escocés llamado Alexander Selkirk discutió con su capitán durante una expedición corsaria en el Pacífico. Convencido de que el barco estaba en pésimas condiciones y que terminaría hundiéndose, exigió que lo dejaran en tierra firme. Su petición fue tomada más como un arrebato de orgullo que como una advertencia seria, pero Selkirk se mantuvo firme. Así fue como lo desembarcaron, con unas pocas provisiones, en una isla desierta frente a las costas de Chile: la isla de Juan Fernández.
Lo que parecía un berrinche acabó salvándole la vida: el barco efectivamente naufragó tiempo después. Selkirk, en cambio, quedó solo en la isla durante más de 4 años.
Al principio, su soledad fue insoportable. Pasó noches enteras gritando y llorando, hasta que poco a poco empezó a adaptarse. Construyó chozas con ramas, cazaba cabras salvajes que habían quedado en la isla desde antiguos colonizadores, y domesticó gatos para que lo protegieran de las ratas que devoraban sus pocas pertenencias.
Su ingenio fue lo que lo mantuvo con vida: fabricó cuchillos a partir de aros de hierro, aprendió a encender fuego con piedras, y hasta confeccionó ropa cosiendo pieles de cabra con clavos doblados. Su dieta era simple pero nutritiva: carne de cabra, langostas, huevos de aves marinas y raíces. Con el tiempo, se volvió un cazador tan ágil que podía atrapar cabras a mano.
Pero lo más difícil no fue la supervivencia física, sino la lucha contra la locura de la soledad. Selkirk cantaba salmos para mantener la cordura y leía constantemente su Biblia, el único libro que tenía. La fe y la rutina fueron sus armas contra la desesperación.
En 1709, tras 4 años y 4 meses de aislamiento, fue finalmente rescatado por un barco británico. Sus salvadores quedaron impresionados: lejos de estar demacrado, estaba fuerte, ágil y más sano que la mayoría de los marineros.
Su historia se hizo famosa en Inglaterra, y el escritor Daniel Defoe la tomó como base para crear una de las novelas más influyentes de la historia: Robinson Crusoe.
Lo increíble es que, aunque hoy se lo recuerda como el “Robinson real”, la verdadera aventura de Selkirk fue aún más dura y fascinante: no fue un héroe romántico, sino un hombre común que se enfrentó al silencio absoluto de la naturaleza y logró dominarlo.


Gente Que Lee


Archivo del blog